Cuando mi amigo Rogelio propuso a sus vecinos de la colonia Del Valle de la Ciudad de México organizarse para exigirle a las autoridades estudios de impacto urbano e impacto ambiental, porque la zona parecía desarrollarse en desorden, todos levantaron la mano, decididos a participar.
Les había hablado de sobrepoblación, de los servicios, del riesgo de la escasez de agua, del congestionamiento vial, de la contaminación, del costo de la electricidad y de la inseguridad.
En particular del agua.
Su edificio de 30 condominios, con las características de un inmueble de clase media alta, habitado por familias con nivel de estudios universitario y remuneración suficiente para satisfacer sus necesidades.
-Hay que ir a la delegación, organizarnos con los demás vecinos- propuso.
Y de inmediato las excusas:
“No puedo, tengo que ir a trabajar”; “un familiar enfermo”, “llevar los hijos a la escuela”, “doy clases”, etcétera.
Rogelio era hace 20 años, condómino y administrador del edificio.
Nunca fueron a la delegación ni con ninguna autoridad, se desentendieron del tema.
El agua se les agotó, ahora cada semana tienen que pagar los servicios de una pipa para que llene sus tinacos.
Ya no tienen lugar para estacionarse en la calle, embotellamiento de autos cotidiano, servicio recolector de basura insuficiente, creciente contaminación y evidente inseguridad.
Mi amigo lo tiene claro, con un ejemplo sencillo, lo cuenta con desencanto, decepcionado:
“La imagen de un vaso lleno de agua, para dos personas, a cada una le toca la mitad. Se complica cuando aumentan los consumidores y la misma cantidad de líquido tienen que distribuirse entre todos.
Llega el momento en que se reparte gota por cabeza, hasta que se acaba”.
Por eso compran el líquido en pipa.
Ahora sus vecinos sí quieren ir a la delegación y protestar, el destino ya los alcanzó.
Es cierto que tres cuartas partes de la superficie del planeta tierra están cubiertas con agua y cualquiera podría concluir que es inacabable, pero de ese total, solo una mínima porción es apta para consumo humano.
Según expertos, el 2.5 por ciento.
Rogelio ha perdido el ánimo del primer momento cuando planteó organizarse, aunque su inconformidad es la misma.
Sus hijos crecieron, se casaron y formaron su propia familia.
El agua de la llave del edificio en que vivía se agotó y también su paciencia.
Optó por vender su departamento e irse a vivir con su esposa fuera de la Ciudad de México.
¿Se agota el agua?
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