Lo más valioso, en mi opinión del “Stand up” de los Suárez en el teatro “Telón de Asfalto” en la Ciudad de México es el beso entre ellos, entre el papá e hijo, la manifestación de afecto en el escenario, en cada función.
En cualquier sociedad madura y con valores morales, debería ser lo común el beso entre un padre e hijo. Es lo raro en estos tiempos. Hay reacios y egoístas que no toleran la felicidad del prójimo. Sembradores de odio, partidarios de la división y el pleito. Enemigos de los afectos.
Los dos Héctor saben hacer reír a la gente, no hay duda. Y quizás no tendrían necesidad de recurrir al insulto. Recuerden el éxito del padre en la televisión comercial, sin soltar alguna grosería. Suficiente con parodiar la realidad, el comportamiento de personajes.
En esto del “Stand up” el hijo hace mejor papel, más coordinado, hilvanado. A su papá le cuesta trabajo, otro estilo, otra formación, lo que no le resta calidad. Los dos con el mismo resultado: hilarantes.
Fui con mi hijo a ver a “Los Locos Suárez” . Ni tan locos. Saben lo que hacen y dicen. Hay más locos afuera del escenario que no miden palabras y mucho menos el efecto o daño que causan en la sociedad.
“¡Llévalo!”, la recomendación de mi esposa, que en otra ocasión había visto el espectáculo. Seguro que para ella también lo más significativo es la exhibición de cariño entre el padre y el hijo. Ejemplo, porque lo hacen de manera natural, sin rubor y mucho menos vergüenza.
En estos tiempos es una desgracia el entorno. Inhibe, incomoda a jóvenes manifestar sus afectos por sus progenitores. Hay demasiada violencia en la calle. Agresividad cotidiana. Es la realidad. No se diga en los medios. Es cierto, su misión es informar. Nada más que muchas veces les gana la ambición por ganar, lectores, radioescuchas y televidentes. Llegan al extremo de la apología de la violencia y a emitir sentencias periodísticas con excesiva ligereza, en perjuicio de vidas humanas. Práctica nada justificable, deformación de verdades. Cuando cometen un error, prefieren hacer mutis en vez de disculparse.
Por supuesto que amo a mi hijo. Igual percibo su cariño. Platicamos e intercambiamos impresiones. Valoramos situaciones. Hablamos de política, de conflictos sociales, de todo, como seguramente lo hace Don Héctor con su hijo. Reímos con la obra de los Suárez. Por momentos nos vemos en ese espejo, en esa realidad que recrean con humor los artistas. Salimos complacidos.
Hay tanta crispación social en el mundo, no solo en México, que ese beso entre los Suárez es relevante en el escenario, admirable. La confirmación del amor del padre e hijo, aunque el guión de la obra sea otra historia; reprobar, justificadamente, agresiones en la educación familiar.
Ejemplos que ayudan a la convivencia, a entender a los jóvenes a que no se equivocan cuando expresan el amor por sus padres, aunque haya un entorno social descompuesto, áspero e injusto. Amor es lo que le hace falta al mundo y es lo que hay entre los Suárez.
El beso de los Suárez
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