Se aproximaba el aniversario de su escuela. José para vestir de traje sólo tenía una opción a la mano. El viejo saco y pantalón heredado de su abuelo. El mismo que llevó a la apertura del ciclo escolar y que ha utilizado para sus reventones de gala de fin de semana.
La gastada frase de “ya pareces retrato” se ajustaba su caso. Expuesto a la mordaz crítica de sus compañeros por ser repetitivo con su ropa o al bullying como se le conoce en los tiempos modernos.
El exceso de peso y un movimiento brusco hizo que su padre pasara un mal momento y tuviera que regresar a casa. Había roto su pantalón por la parte de atrás que dejaba al descubierto su ropa interior. Quedaba inservible, por lo menos para el progenitor. A la basura o como trapo limpiador, parecía el destino del atuendo.
Sin embargo, José tuvo una mejor idea. Considerando su complexión delgada, sugirió enviar al sastre ese traje para que se lo ajustaran a la medida. Era la oportunidad para llevar algo distinto a la escuela. El arreglo tardaría una semana y él lo necesitaba en tres días.
Por su cuenta, al día siguiente visitó al sastre y lo apresuró a fin de que lo tuviera listo para el aniversario.
Llegó el día de usarlo. Estaba feliz. Con una sonrisa, emocionado, se puso lo que le significaba nueva vestimenta. Se miró al espejo, de perfil y de frente, por todos los ángulos, varias veces. No quedó conforme. El arreglo apresurado tuvo su costo. El saco, sobre todo, le pareció todavía demasiado grande.
Se decidió por el traje de siempre y el otro lo regresó a la sastrería. Exigencias y gustos de José.
El Traje del Nini (4)
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