La idea de que el Instituto Federal Electoral (IFE) controle todos los procesos de los estados sería tanto como crear un monstruo de mil cabezas, que desde el centro del país organice las elecciones.
Obviamente el organismo tendría que crecer para atender las necesidades electorales de cada entidad. Más presupuesto, más recursos públicos y un aparato público mucho más costoso y burocrático, porque nadie va creer que con la actual estructura se haría responsable de ese paquete.
La propuesta ofende a los ciudadanos que viven en los estados del país, implica poner en duda su capacidad para organizar en un marco de equidad sus propias competencias políticas.
Si el problema es que los gobernadores se involucran e influyen en los procesos para favorecer a sus candidatos, pues es lo que se debe corregir, encontrar fórmulas para impedirlo.
¿Qué no fue Vicente Fox quien metió sus narices en las elecciones federales del 2006?
Felipe Calderón ya no lo pudo hacer en el 2012. Ni siquiera pudo imponer a Ernesto Cordero como candidato presidencial del PAN.
Entonces, si el problema son los gobernadores, hay que modificar las reglas para que se garantice la voluntad popular y no se tengan que dirimir todos los procesos en la mesa del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Si el mal se encuentra en la conducta de los partidos, también hay formas de cuidarles las manos.
Como periodista he cubierto elecciones en diferentes estados y me ha tocado ser testigo de la alternancia, ver gente con la autoridad suficiente para hacer que se respete el voto.
Sin duda, hay ciudadanos capaces para organizar sus competencias políticas en los estados.
Entonces, para qué crear un monstruo de mil cabezas, que el día de mañana solo sea un ostentoso aparato burocrático.
Lo que corresponde es seguir perfeccionando lo que ya se tiene.
¿IFE, monstruo de mil cabezas?
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