La "Pata" quebrada por el Virus

Sociedad
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Un banco de madera con prótesis de metal no es usual, pero entendible en un mundo pandémico, donde hay que reinventarse o aplicar el ingenio para no morir de inanición.
Por la necesidad del sustento diario y falta de clientes, consecuencia del virus Covid-19, el herrero, prestador de servicios de la Ciudad de México, decidió utilizar un pedazo de fierro para arreglar banco de madera que tenía quebrada la pata.
Su pequeño negocio con la cortina cerrada, con restricciones y horario limitado, como cientos de miles de comercios. No solo conoce de herrería sino de plomería, carpintería y electricidad. Un poco de todo, indispensable para sobrevivir en tiempos críticos.
Hay que hablarle por teléfono para concertar cita o enviarle un mensaje por WhatsAppp. Explicó que no tenía madera ni forma de comprarla, por falta de dinero. De cualquier manera, con tal no perder la oportunidad de ganarse unos pesos, ofreció que vería la forma de reparar el viejo banco.
Por su antigüedad, una de las patas no había resistido sobrepeso, tronó, quebró. Parecía su final, destinado a la basura. Requería con urgencia servicios del carpintero.
-Si no tiene madera, ¿cómo lo va a reparar? -pregunté.
-Usted déjelo, ya veré lo que hago. -respondió con un tono de seguridad que daba por hecho la reparación del banco.
Miró el banco de madera con una sonrisa.
-¿Cuándo lo tiene listo?
-Mañana por la tarde puede pasar a recogerlo.
-¿Y cuánto por la reparación?
- 150 pesos.
El “mil usos” empezó de ayudante de plomero. Lo vi acompañar varias veces a su maestro, camino a reparar tuberías y baños. Al cuarto mes, había conseguido independizarse y hasta rentar un espacio. En su anuncio presumía ya no solo saber de plomería, sino también de electricidad, carpintería y herrería. Daba la impresión de que no dominaba ninguno de los oficios. Eso sí, hablaba como experto. Resolvía o intentaba resolver cualquier desperfecto doméstico por el que fuera contratado.
Alguna vez volví a toparme con su maestro. Desilusionado de su alumno. Aseguraba que le había aprendido muy poco de plomería. Sin embargo, el aprendiz, aproximadamente de 30 años de edad, ya tenía local. Su maestro, de la tercera edad, había dejado su espacio comercial por falta de recursos para pagar renta.
Iniciativa no le falta al aprendiz. Ha sabido mantener su negocio. La pandemia lo obligó a bajar la cortina.
Por obvias razones, clientela e ingresos se redujeron. Despidió a dos empleados. Se quedó solo con su taller. No dudó cuando le hablé del banco con la pata quebrada. Estaba más que dispuesto para repararlo.
Ante la falta de madera, su creatividad alentada por la precariedad económica, le puso una prótesis de metal al banco. Objetivo cumplido, lo arregló. Nunca más se volverá a quebrar esa pata, ahora de fierro.
Una prótesis con esa fortaleza es lo que necesitan México y el mundo, para estabilizar economía, recuperar el equilibrio perdido por la “pata” quebrada por el virus.

Arturo Zárate Vite

 

 

Es licenciado en periodismo, egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, con mención honorífica. Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal. Más de dos décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político. Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio. Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Es autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.

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