Cuando el pueblo manda, a los gobernantes no les queda otra que cumplir. Y escuchar la voz del pueblo, generalmente es lo mejor, aunque también hay excepciones, los ejemplos son conocidos, en el mundo. El pueblo también se puede equivocar. Nadie es perfecto.
Sin embargo, lo que esta vez voy a contar, sucedió ante los alcaldes de Xochimilco y Tláhuac, a propósito del caso de la niña Fátima. Estos dos lugares fueron escenario del lamentable acontecimiento.
La gente de ambas alcaldías convocó a los alcaldes, a José Carlos Acosta Ruiz, de Xochimilco, y a Raymundo Martínez Vite de Tláhuac, para pedirles cuentas y exigirles compromisos concretos, medidas para mejorar la seguridad en la zona rural de la Ciudad de México, proteger a niños y niñas.
Estaban en la plaza en el análisis de las consecuencias del trágico episodio, cuando llegaron manifestantes, hombres y mujeres, encapuchados y con paliacates, decididos a exigir justicia a su estilo, rompiendo el orden.
José Carlos y Raymundo temieron lo peor, hasta un enfrentamiento o que las visitas inesperadas se fueran contra las autoridades. ¿Qué hacer? ¿Tomar el micrófono y hacer un llamado a la tranquilidad? ¿Dar por terminada la reunión? ¿Abandonar el lugar?
La representación del pueblo tomó la palabra. La misma gente que había convocado a los alcaldes.
En Tláhuac y Xochimilco se practican y respetan los usos y costumbres, desde sus orígenes.
Sin titubear, con firmeza, llamaron al orden a los manifestantes, a los encapuchados. Les advirtieron que no iban a permitir violencia como la que han hecho en el Zócalo de la CDMX, donde han pintarrajeado paredes y puertas del Palacio Nacional, monumentos históricos y dañado inmuebles particulares. “¡Aquí nada de pintarrajear! ¡Nada de violencia!”.
También les advirtieron que si iban a participar en el sepelio de la niña, tenía que ser en orden y con respeto.
Los manifestantes, mujeres y hombres, se tranquilizaron. Permanecieron en el lugar pero bajo las condiciones establecidas por el pueblo.
Quedaba claro que el pueblo manda en Xochimilco y Tláhuac.
Los alcaldes José Carlos Acosta Ruiz y Raymundo Martínez Vite habían sido testigos de este episodio.
Respiraron hondo y profundo al ver que el mismo pueblo se había encargado de calmar a los visitantes.
Aprendieron que el pueblo manda.
Y los dos alcaldes militan en Morena.
Lección para dos Alcaldes
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