Por protagonismo, negligencia o por ganar la primicia se ha caído en errores que hacen obligada la reflexión para medios y comunicadores sobre el manejo o difusión de una información parcial, incompleta o no verificada.
Han “matado” a deportistas, artistas, intelectuales, empresarios y diversos personajes por ese afán de ganar la nota, sin medir consecuencias de la falsa información, el daño que se ocasiona a la familia y al entorno del supuesto fallecido. Es grave el tema y no queda arreglado con excusas como “la información la recibí de fuentes confiables, de la propia familia”, “ofrezco una disculpa, me equivoqué” o “yo asumo las consecuencias de lo que hice”.
Es obvio que la familia no va a dar por muerto a nadie de la familia. Tampoco la disculpa es suficiente cuando se pudo haber lastimado o enfermado a una o varias personas, por la falsa noticia. Mucho menos ayuda la soberbia de que “yo asumo las consecuencias”, como si el error fuera algo menor o una mentira piadosa. Ninguno de los desacertados se ha tomado el tiempo para medir el impacto de su bulo. Le da vuelta a la página. Hay quienes hasta optan por no volver a tocar el tema, para no exhibirse por su yerro.
Recientemente acaba de suceder otro caso mediático cargado de irresponsabilidad, sobre presunta o supuesta agresión en el Parque Hundido de la Ciudad de México. Más de un medio y comunicador enjuició y dictó sentencia en cuestión de segundos, basado en una sola versión, parcial. Dieron rienda suelta al linchamiento mediático, exigieron buscar al “agresor” por cielo, mar y tierra. Había que hacerlo pagar, de cualquier manera.
Se corre el riesgo de que linchamiento de ese tipo termine en tragedia y se le quite la vida a un inocente. Ya ha ocurrido, cuando la turba decide hacerse “justicia por propia mano”, sin averiguar si lo sucedido es cierto. Varios días medios y comunicadores se ocuparon de la persecución.
Resulta que el “supuesto agresor” ni enterado estaba del “linchamiento mediático”. No acostumbra los noticiarios ni está inscrito en las redes sociales. Supo lo que pasaba hasta que una amiga lo alertó.
En ese lapso lo pudieron haber agredido o algo peor. Lo pudieron haber detenido y encerrado por orden de “Fuente ovejuna”. Destruido su vida, su familia, todo por la difusión de una información parcial, que se consideró suficiente para emitir juicio y pedir castigo.
La otra parte del conflicto dio su versión, muy distinta, con la aportación de un corto video donde se alcanza a ver que era jaloneado. Y en el jaloneo, admitió que pudo darle un golpe a la antagonista, un pleito por el uso del espacio para correr.
¿Quién dice la verdad?
Es algo que la autoridad tendrá que dilucidar; pero, sin duda, peligroso sacar conclusiones sin antes haber escuchado a las dos partes, como recomiendan la ética, las reglas del periodismo, el sentido común y la justicia.
Los riesgos del linchamiento mediático
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