La construcción se ha reavivado, otra vez como plantas silvestres crecen edificios por distintos rumbos de la Nápoles en la alcaldía Benito Juárez de la ciudad de México. Si antes no se tomaban previsiones para ordenar el boom inmobiliario, menos ahora que el personal necesita trabajar, ganar y comer en el día a día.
Ahí están los hombres de casco naranja con sus ropas empolvadas e irreconocibles con sus tapabocas, amarrando varillas o “castillos” que sostendrán muros, las revolvedoras estacionadas enfrente escupiendo cemento a través de esa manguera que parece una boa gigante.
En las calles, en las banquetas, es raro ver personas sin cubre bocas, aunque todavía hay una que otra que no le importa su salud y menos la de los demás. Aficionados a jugarse la vida, sin tener consciencia de que el Covid-19 es invisible para el ojo humano y te puede atrapar en cualquier parte.
Los restaurantes de la colonia, chicos, medianos y grandes, cafeterías y comederos, procuran el protocolo, atienden recomendaciones de autoridades sanitarias, cuidan la sana distancia, usan acrílicos para innovar separadores. Meseros, cocineros y cajeros con el rostro semi-oculto. 30 por ciento de clientela, nada más, lo permitido. Desparecieron las aglomeraciones. La mayoría prefiere comer en casa y si es parte de la población flotante, retomar la costumbre de cargar con el lonche, para evitar contactos y exposiciones innecesarias.
Ni largas filas ni salas llenas, como era antes, en Cinemex del WTC. En las actuales condiciones, no atrae ver una película ni de estreno. Lo mismo en Cinemex de Patriotismo.
La Casa Toño que siempre tenía lleno completo y mesas hasta fuera del local. Ahora, la asistencia, reducida a su mínima expresión. El pozole septembrino y de fiestas patrias, habrá que comerlo por pedido a domicilio. El Centro Comercial de Patriotismo y el de Dakota 95, por donde los fines de semana y hasta entresemana corrían ríos humanos, ahora son riachuelos.
El Cardenal, comida de primera, que tardó en abrir, no ha cumplido ni un año, que tenía muy largas filas para ingresar, todos los días, por la pandemia también sufre la baja clientela
Para entrar al WTC hay que tomarse la temperatura y si vas a uno de los pisos u oficinas, hacer fila con sana distancia para recibir el ticket que te da acceso a los veloces elevadores.
La colonia Nápoles ya no es la misma. Ya nadie va aprisa ni corre para llegar al Energy, para hacer ejercicio. El deportivo o gimnasio está cerrado. Su entrenador más popular, el famoso Jan, como si adivinara lo que venía, desde que empezó la emergencia, ofreció clases en línea. Todas sus seguidoras, sobre todo, y seguidores, no lo han abandonado.
El parque Esparza Oteo con momentos en que parece fantasmal, sin el bullicio de los niños en la zona de juegos. Dejó de ser escenario musical para los adultos de la tercera edad, cada domingo. Ni las ratas de cuatro patas hacen sus paseos porque no hay quien les deje restos de comida.
Quienes tienen hijos en edad escolar, recreo y clases en casa. Antes las mamás estaban pendientes solo de que hicieran la tarea, ahora también de que no se distraigan cuando está la enseñanza en línea. La ocupación maternal es educativa todo el día.
Y dentro de este escenario, el aullido lastimoso de mascotas, que padecen el encierro, igual o peor que sus dueños.
La colonia Nápoles, ya no es la misma.
¿Ha cambiado La Nápoles?
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