Por la pandemia, ahora el árbol navideño en casa es de estambre color verde, su mensaje en blanco de “Feliz Navidad”. Apenas 30 centímetros de altura, pegado sobre la ventana, donde está más a la vista.
El Covid-19 truncó la costumbre. Esperanza, señora de la tercera edad no quiso salir del hogar y exponerse al contagio. No lo hizo en los primeros días de diciembre cuando todavía el color del semáforo era forzadamente naranja, menos ahora que por fin las autoridades se decidieron a encender el foco rojo.
La costumbre puede esperar y retomarla hasta el siguiente diciembre, en el 2021. Nada justifica poner en riesgo la salud por una actividad no esencial.
Era su ritual de cada fin de año, adquirir un pino navideño natural. Ir de un lugar a otro, de un mercado a una tienda departamental, hasta dar con el que le llenara el ojo y el olfato.
Buscaba percibir el olor del pino, el olor de bosque. Ver el árbol pachón, con suficientes ramas como para esconder a una ardilla. Descartaba los escuálidos, los que tenían desnudos partes de su tronco y ramas. La altura también era importante, al menos dos metros, con terminado en punta y vara descubierta para colocar la estrella. Apenas tamaño justo para viajar sobre el techo del automóvil y llevarlo a su domicilio.
Película repetida del último mes del año. El entusiasmo de siempre. La alegría de la temporada. Preparar el espacio, limpiar el lugar donde sería colocado el pino. Desempolvar, sacar del armario las cajas de esferas, los adornos, el nacimiento, las figuras en yeso de María, José y el niño. Los animales, el borrego, el burro, las aves, las luces, los moños, flores en verde y rojo, la corona con sus cascabeles.
Sin perder la emoción que despierta el evento. Animada, motivada para salir a comprar el árbol navideño.
Listo el cubre bocas, la careta y guantes, lo más protegida posible para andar en la calle. Cumplir con las recomendaciones sanitarias.
Todo iba bien hasta que se difundió el aviso de autoridades federales y locales de que el problema se ha complicado, los contagios, la irresponsabilidad de muchos que no guardan la sana distancia ni se tapan la boca ni la nariz.
Su rostro se transformó, no de tristeza, sino de terror, de espanto, de miedo, por la situación de alarma. Pronto decidió que este año no habría árbol navideño natural en su casa. Descartó la salida para comprarlo.
Buscó en el mueble donde guarda su ropa, sacó el estambre color verde y un poco de blanco y rojo. Se puso a tejer. Hizo su árbol de estambre, no muy grande, menos de medio metro. Una noche de tejido fue suficiente para terminarlo.
Al día siguiente tomó la cinta adhesiva y pegó su arbolito de estambre sobre su ventana principal, la de la sala.
Se retiró metro y medio para mirarlo, para contemplarlo. Soltó una lágrima, asomó una sonrisa. Estaba contenta, ya tenía árbol, esta vez de estambre.
Y para complacer a su nariz, mandó a pedir a la tienda aerosol con olor a pino. Su ambiente estaba completo para celebrar la Navidad.
Navidad con árbol de estambre
Typography
- Font Size
- Default
- Reading Mode