Desde hace varios años la senadora Xóchitl Gálvez Ruiz tiene puesta la mirada en el camino que conduce a la candidatura de la oposición para competir por la jefatura de gobierno de la Ciudad de México.
Todo lo que ha venido haciendo, en ese sentido. Lo ha dicho y repetido en diversas ocasiones.
Más a su favor los resultados de encuestas que la colocan entre los primeros lugares, sin estar en campaña y sin pagarlas, con solo hacer su trabajo como senadora de oposición, dentro de la bancada del PAN.
Sin embargo, ya le abrieron otro camino, los “amigos”, que ella para nada había considerado.
Incluso, cuando en una rueda de prensa alguien se lo sugirió, respondió de inmediato que para la presidencia no estaba preparada, que primero sería jefa de gobierno en la CDMX. Después, con experiencia de gobierno, buscaría la candidatura para llegar a Palacio Nacional.
Los “amigos” le han dicho que sería una excelente candidata a la presidencia, por su perfil, por ser entrona, por su simpatía natural, por ser auténtica, por su experiencia y capacidad.
También la han puesto a reflexionar con la advertencia de que podría quedarse como “el perro de las dos tortas”, sin ninguna de las opciones, porque en el partido azul hay otros planes y otros aspirantes para la ciudad.
Además, no tiene credencial de militante y la dirigencia nacional preferiría a quienes poseen carné azul.
La realidad es que en la Ciudad de México hay demasiados intereses, negocios y compromisos en los que no encaja el historial de Xóchitl. Ha sido y es severa con quienes no respetan el uso del suelo. Intransigente con los que pecan de corrupción y partidaria de la aplicación de la ley.
Podrían decir que la realidad es la misma a nivel nacional, con el pequeño de detalle de que Xóchitl tiene muchas más posibilidades de convertirse en jefa de gobierno que en presidenta de México.
Valga la analogía, es como si a la velocista Ana Gabriela Guevara, exitosa en la pista para los 300, 400 y hasta 800 metros, le hubieran sugerido, con el argumento de que era excelente para correr, que le entrara al maratón de 50 kilómetros. Hubiera sido un fracaso deportivo.
Lo mismo con Fernando Valenzuela, que en sus mejores tiempos le hubieran dicho que eres tan bueno como pitcher en el beisbol que ahora te vas a dedicar solo a ser el bateador designado, porque lo tuyo y especialidad es botar la pelota fuera del parque.
O que a Rubén “El Púas” Olivares, campeón mundial en peso gallo, le hubieran dicho algo parecido. Éntrale a la pelea con los pesos completos, porque eres muy rápido y pegas muy duro.
Es lo que pasa con la senadora Xóchitl Gálvez, es quizá la mejor para competir en la Ciudad de México, nada más que sus “amigos” la quieren ver en pos de la candidatura presidencial.
Al final la decisión la tomará la senadora. Deberá de ampliar la reflexión y hasta considerar otras alternativas para alcanzar su objetivo. Podría ser candidata independiente en la CDMX o analizar la viabilidad de que sea nominada por Movimiento Ciudadano.
Y si no se dan las condiciones para tomar la alternativa que ella quiere y no la que le pretenden imponer, todavía le quedaría buscar transitar por el camino que la lleve a reelegirse en el Senado.
Ella tiene la última palabra.
Los caminos de Xóchitl
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