La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) vive una etapa estable y vigorosa. En general la comunidad está tranquila y es, según la publicación británica Times Higher, una de las 100 mejores universidades en el mundo, ocupa el lugar 75 y, el segundo en América Latina, después de la de Sao Paulo, Brasil.
Esta vez te voy a platicar de su próximo rector. Se ha lanzado la convocatoria para la competencia interna, en noviembre próximo se deberá conocer el nombre de quien relevará a José Narro.
Los que participan en ese proceso tienen ganado el respeto y reconocimiento de la academia. Cualquiera de ellos cuenta con el perfil para convertirse en el rector de la máxima casa de estudios.
Sin embargo, sólo hay un lugar.
De cada uno se puede exaltar su trayectoria, pero nada más me voy a referir a Sergio Alcocer Martínez, sin que de ninguna manera implique minimizar la participación de los demás.
Lo hago porque en mi análisis tiene las fortalezas personales, universitarias y externas para lograr diez de los 15 votos de la Junta de Gobierno de la UNAM que se exigen como mínimo para ser electo.
En tiempos en que la economía sufre y el empleo no repunta, hay que admitir que únicamente alguien que se siente pleno de sus capacidades se atrevería a prescindir de un sueldo aproximado de 130 mil pesos mensuales, que es lo que le pagaban a Sergio como subsecretario para América del Norte de la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE).
Renunció a su puesto de subsecretario, posición mucho más cómoda que la responsabilidad que significa estar al frente de la UNAM. Si alguien tiene dudas en este aspecto que revise la historia de la máxima casa de estudios.
Decidió dejar esa remuneración porque es obvio que su principal interés es servir a la universidad nacional.
También es evidente que es una persona convencida de que vale por su trabajo y no por supuestos o reales apoyos políticos. Por el deterioro de la imagen presidencial, que no es ningún secreto, sería ilusorio dar por hecho que le apuesta a contar con ese respaldo para concretar sus aspiraciones. Ni él ni sus competidores buscarían o desearían esa etiqueta como elemento de peso para convencer a los integrantes de la junta.
No hay que perder de vista que se trata de la Universidad Nacional Autónoma de México, con autonomía para tomar sus propias decisiones, con la obligación de escuchar a su comunidad y hacer lo que más convenga a la institución académica más importante del país, con egresados distinguidos con el Premio Nobel como Alfonso García Robles (1982, Premio Nobel de la Paz), Octavio Paz Lozano (1990, Premio Nobel de Literatura) y Mario José Molina Henríquez (1995, Premio Nobel de Química).
En la universidad nacional, Sergio ha sido secretario general, director del Instituto de Ingeniería y coordinador de innovación y desarrollo. Su desempeño tiene ganada la aceptación interna. Ha cumplido su misión académica y sin complicación alguna pudo regresar a su casa de estudios cuando resolvió renunciar a la subsecretaría en la cancillería.
Fuera de la academia, en el servicio público, sus méritos también lo han colocado como subsecretario en la Secretaría de Energía y como director del Centro Nacional de Prevención de Desastres de la Secretaría de Gobernación.
Aun cuando no tiene en la bolsa la rectoría, es claro que se trata de un sólido candidato para suceder al doctor Narro.
¿Quién llega a la UNAM?
Typography
- Font Size
- Default
- Reading Mode