De la calle al taller del maestro muralista Ariosto Otero, en un encuentro de amigos, artista singular, autodidacta, con habilidad para acompañar su canto con la política, con sensibilidad social.
Se planta dueño del escenario, afinado desde la primera nota, sin importar que sea a capela. Sabe lo que canta, conoce las historias y los mensajes de la opera, tiene planes para interpretar zarzuela, para acrecentar su acercamiento con la gente, para concientizarla de la realidad mexicana y para que disfrute la música que a veces se cree es solo para élites.
Es un cantante de la calle, cerca de la torre latinoamericana, en el centro histórico de la ciudad de México. Ahí es conocido, es su escenario, entre el ruido de autos y el paso acelerado de miles de peatones. Ahí es donde atrapa con su voz a decenas y cientos de fugaces oídos, mujeres y hombres, jóvenes y niños que se detienen para escucharlo.
Gana lo que le dan voluntariamente, de eso vive, de eso se viste y come.
Cuenta el intento de la gente por bautizarlo, por identificarlo con seudónimo: “¿el ruiseñor de la banqueta”?, ¿”el ruiseñor de la calle?” ¿”el ruiseñor urbano”? A él le gusta el tercero.
¿Y cómo se llama usted?- pregunta el maestro Ariosto Otero.
-Luis Abraham Ortega.
-Ese es su nombre artístico, cante con su nombre, imagine su nombre en las marquesinas, “ Luis Abraham Ortega”, el tenor mexicano –recomienda el pintor y muralista.
Luis Abraham tiene 33 años, tez morena, delgado, cabello rizado, peinado y estirado hacia atrás, con coleta. Se transforma a la hora de cantar, seguro y dominador de su arte, interpreta, personifica las canciones, transmite sentimiento, su tesitura y matiz lo distinguen.
Para lo que no está entrenado es para responder preguntas, es cuando asoma natural nerviosismo, lo lleva a darle vueltas a la interrogante.
-¡Ah! es autodidacta- remata el maestro Ariosto quien, como los demás, deseaba saber de la escuela de Luis Abraham.
Hizo un recorrido por su aprendizaje de la política, por su trunca carrera de filosofía, por su paso por un coro.
-¡Lo vamos a sacar de la calle!- expresión optimista de Otero.
-Y si va a cantar en la calle para el pueblo, que le pongan una tarima y que le paguen por hacerlo- precisa.
El maestro Ariosto espera que la secretaría de Cultura, ya anunciada, sirva para promover el arte, no nada más para incrementar la burocracia.
Tarde de arte y política.
Para degustar, en el taller del muralista, ubicado en la delegación Magdalena Contreras, al que se llega por un camino sinuoso, fideuá portuguesa; para alimentar el espíritu, opera.
Lo inesperado: bautizo del tenor Luis Abraham Ortega.
Luis Abraham Ortega
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