Cualquiera puede tener un teléfono que tome fotos o grabe videos, pero no cualquiera puede ser periodista. El simple hecho de cargar esa pequeña computadora de mano que va más allá de ser un simple aparato para comunicarse de manera inalámbrica con otra persona, de ninguna manera convierte al usuario en profesional del periodismo ni es garantía de fuente fidedigna.

Por muy respetable y honorable que sea el ciudadano común, no se hace periodista o reportero al grabar o tomar fotos de situaciones que pueden ser de interés para los medios. Es en mi opinión un desatino llevar a cabo campañas para promover esa falacia en televidentes, radioescuchas, lectores de diarios o seguidores de redes sociales.

Los periodistas no se hacen “al vapor”, requieren escuela, estudios, conocimientos, para valorar la información, contar con antecedentes del hecho, investigar, identificar el lugar, tomar en cuenta el contexto, la ubicación, reacción, expresiones de los personajes y verificar.

Mal por los medios que sin tener todos los elementos del origen de la foto o video, la validan y difunden como una verdad. El riesgo es que pudiera ser trucada, simulada o provocada.

Vamos a suponer, por ejemplo, que el ciudadano detesta a determinado personaje. Lo encuentra en un evento o lugar público, lo insulta y hasta le recuerda el 10 de mayo. Si el personaje es irascible o no tiene la piel de elefante, es muy probable que reaccione ante la agresión. Entonces el que trae el teléfono empieza a grabar y ya tiene su “exclusiva”. Después, edita, quita la parte que pudiera exhibirlo como provocador y sube a redes el video (parcial y sin ningún rigor ético) o lo envía a un medio. Lo grave es que el medio, también sin ética, propague la versión como si fuera auténtica.

Te cuento esto porque ya viene la guerra sucia en la competencia por la presidencia de la República. Se espera que la elección presidencial del 2018 sea la más disputada en la historia de México.

Los medios van a requerir actuar con filtros éticos, con rigor periodístico, para evitar difundir informaciones carentes de veracidad y que solo buscarán denigrar al adversario. El no tener cuidado en este sentido, puede traer consecuencias en la credibilidad del difusor.

Además, la sociedad, los electores, ya tienen experiencia con estos episodios y muchos van a saber distinguir entre lo real y ficticio. Se van a dar cuenta cuando una información es producto de la manipulación.

Ojalá se procure y proteja credibilidad.

Ante un escenario complejo, tenso, intenso y rudo en la batalla por la presidencia de la República en el 2018, los debates anunciados por el Instituto Nacional Electoral (INE) pueden jugar un papel decisivo en el ánimo de los electores, para decidir por quién van a votar.

Dependerá del formato que la autoridad electoral determine para llevarlos a cabo. Ya se habla de que serán mucho más flexibles que los anteriores, acartonados y en ocasiones hasta aburridos. Sería ideal que el debate fuera entre dos, porque cuando es entre tres o entre cuatro o más, se dispersa.

Ocurre que si es entre cuatro, tres se lanzan contra el que consideran favorito, para tratar de reducir sus expectativas. O se da una batalla de dos contra dos. O todos contra todos.

Pareciera que el año siguiente solo habrá tres candidatos compitiendo por la presidencia, debido a las alianzas que preparan los partidos. No veo llegar a ningún independiente, por la dificultad para alcanzar el número de firmas de apoyo exigidos en al menos 17 entidades. Por cierto, haría bien el INE en informar como van los aspirantes presidenciales en los estados, porque es probable que algunos se hayan concentrado en determinados lugares, donde suponen son más conocidos, y  desentendidos de la mayoría.

En el supuesto de que el escenario sea de tres candidatos, o hasta de cuatro, puede ser posible debatir de dos en dos candidatos, hasta que cada uno de ellos haya debatido con los otros tres. Es conveniente por la importancia de que la sociedad o los electores tengan una mejor medición de las capacidades de quienes compiten por la presidencia. México merece el Tête à tête o mano a mano, face to face, para que nadie se escabulla, agazape ni eluda responder cuestionamientos como lo podría hacer en un debate de tres, cuatro o más aspirantes. Vale la pena considerar la opción.

En cuanto a los moderadores, es acierto que vayan más allá de dar la palabra, leer preguntas e informar que el tiempo se ha terminado al orador. Positivo que puedan hacer observaciones, acotaciones cuando el candidato ignore o desatienda la pregunta o incluso diga una mentira.

Por eso la relevancia de la selección de los moderadores. ¿Qué les parece un hombre y una mujer para ir acorde con la equidad de género? Hay compañeros que pueden hacer muy bien este trabajo. Por ejemplo, Guadalupe Juárez con Sergio Sarmiento, respetuosos, agudos e incisivos para preguntar. Carlos Loret de Mola y Ana Francisca Vega, el primero impetuoso; la segunda, joven, inteligente y precisa. Joaquín López Dóriga y Maria Amparo Casar, los dos con muy amplia experiencia; Joaquín experto para hacer preguntas, María con dominio temático. René Franco y Denise Maerker; el primero conductor de programas de espectáculos, culto y conocedor de la política, veloz para identificar lo importante; Denise, titular del noticiero estelar de Televisa, solo tendría que evitar precipitación y no atropellar respuestas. Nicolás Alvarado y Karla Iberia Sánchez; el primero, muy culto y sabe preguntar; la segunda, experta reportera y ahora conductora; Pepe Cárdenas y Paola Rojas; Pepe, no hay duda de su agudeza y capacidad para hacer preguntas; Paola, cuidadosa de su trabajo. También el INE  puede invitar a Leonardo Curzio, Ricardo Rocha, Leo Zuckermann, Ciro Gómez Leyva, Javier Tello, Adriana Pérez Cañedo, Denise Dresser, Javier Alatorre, Jaime Guerrero, Francisco Zea, Óscar Mario Beteta y Carmen Aristegui. La lista de expertos es larga.

En el 2018 debemos ver y escuchar los mejores debates en la historia de México. La clave está en el formato.

La verdad, “independientes”, ni los de Cataluña. ¿Independientes de qué o de quién? En un mundo globalizado, comunicado, ya no se puede hablar de independencia. En el caso de Cataluña, me parece que sus habitantes lo que han querido es tomar distancia del gobierno de Mariano Rajoy, del que están seguramente decepcionados, pero no creo que su plan sea desconectarse del resto de los habitantes de España, de Europa o del  mundo. Lo que tiene a disgusto a las sociedades es el saldo de quienes han llegado al poder. No han conseguido mejorar la calidad de vida. Por lo contrario.

Los catalanes pronto se van a dar cuenta que esa independencia de la que hablan solo está en el papel, no en la vida cotidiana.

En México, los “independientes” dicen ser los que aspiran a cargos de representación popular. Puede ser a diputado, alcalde, senador, jefe de gobierno de la ciudad de México y presidente. De acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española, independiente tiene varios significados. El primero es que “no tiene dependencia, que no depende de otro”. ¿Quién puede declararse independiente bajo esta premisa?. Nadie. Todos, de una u otra forma, dependen de alguien o de algo, para vivir o desarrollar cualquier actividad. El segundo significado es autónomo. ¿Quién realmente es autónomo en estos tiempos? No lo conozco. Ni el más rico del mundo es autónomo, porque para ser el más rico del mundo, ha necesitado y necesita de los demás. Tercera definición, que sostiene sus derechos y opiniones sin admitir intervención ajena. Tampoco existe la persona que esté al margen de su entorno, de sus lecturas y los medios. En el mundo globalizado, no existe el “independiente” auténtico, real.

En todo caso, hay que hablar del aspirante que no tiene ni simpatiza con partido alguno. En México, no perder de vista que hay quienes están interesados en competir en las elecciones del 2018 y tienen un pasado militante, sobre todo los más conocidos y sonados en los medios.

Aclarado que esa independencia es ahora, en mi análisis, solo ficción, pasamos al punto de la recolección de firmas para alcanzar el reconocimiento de candidato por parte del INE.

Esta vez me voy a referir a los que quieren la silla presidencial y el número de firmas que tienen que reunir para obtener el registro. En los términos de la ley, la autoridad electoral les ha pedido a cada uno 866 mil 593 firmas de apoyo de ciudadanos con credencial de elector, que deberán de recolectar en un plazo de 120 días. Para lograrlo tienen que sumar diario 7 mil 222 firmas. Nadie cuenta con la estructura humana para conseguirlo. Incluso, tengo mis dudas si entre todos, entre los 48 inscritos, pueden alcanzar dicha cifra.

En la primera semana, la que más firmas recolectó fue Margarita Zavala, pero muy, muy lejos del promedio diario que se requiere. Sumó 13 mil 33 cuando tenía que haber llegado a 50 mil 554 firmas. Haría bien el INE, en aras de la transparencia, como lo hace con su padrón y listado nominal en su página de internet, informar diario el número de firmas recolectadas, para evitar sorpresas o repuntes sospechosos. Dato relevante para electores.

Para la mayoría de los competidores, por no decir todos, alcanzar las 866 mil 593 firmas es prácticamente imposible, una ilusión, máxime que deben recolectar un porcentaje determinado por la misma ley electoral, en al menos 17 entidades de nuestro país.

La noche del 1 de julio de 2018 Lorenzo Córdova Vianello estará obligado a dar certeza al país sobre el resultado de la elección presidencial. No puede ni debe titubear o caer en imprecisiones, porque entonces pondría en riesgo la credibilidad del proceso electoral.

Sabe de la importancia y por eso, cada vez que puede, en eventos públicos, habla de la certeza la noche de la elección. Ese día, una vez que haya concluido la votación, la mirada de la sociedad estará enfocada en lo que haga y diga el presidente del INE.

Para nada es tarea menor, deberá de remontar cualquier asomo de nerviosismo, evitar o quitar la sudoración en el rostro. Cuidar el movimiento de manos y la nitidez de cada una de las palabras que pronuncie. Fijar la mirada en las cámaras. Aplomo y precisión.

Asegurarse de que los expertos en obtener los resultados preliminares, hagan trabajo pulcro y excelente. Sin duda alguna sobre la tendencia de las cifras y el nombre del candidato ganador. Quizás sea la prueba más complicada para Lorenzo, está en juego su puesto si falla. Haría bien en repasar los videos de sus antecesores, a partir de la alternancia en el 2000. Medido con la gesticulación, nada de sonrisas que puedan ser mal interpretadas. Serio, imperturbable. Desconectarse del lenguaje de los jefes indios.

Indispensable la escrupulosidad ante un proceso que se espera sea el más disputado en la historia de México. Los indicios son de que se va a cerrar la elección, entre los principales contendientes. El margen de error tendrá que reducirse a la mínima expresión. La sociedad, como ha sucedido en cada contienda presidencial, quiere irse a dormir con el nombre del ganador en su cabeza.

Es indiscutible que el maestro José Woldenberg, como presidente del Instituto Federal Electoral en el 2000, estuvo a la altura de la alternancia. Nadie cuestionó la noche del 2 de julio.

Su certeza desactivó cualquier intento de poner en duda el veredicto de la sociedad expresado a través del voto. Todos los partidos aceptaron el resultado. La alternancia en Los Pinos era un hecho, sin pleitos ni sobresaltos.

Seis años después tocó el turno a Luis Carlos Ugalde. Nadie quedó conforme con su actuación la noche del 2 de julio de 2006. En lugar de certeza, hubo incertidumbre. Historia ampliamente conocida que se dilucidó en la sala superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

En el 2012, la noche de las obligadas certezas la vivió Leonardo Valdés Zurita. No tuvo ningún problema a la hora de dar cifras por la ventaja clara que logró el triunfador.

Para el 2018, el turno es de Lorenzo Córdova. Más le vale mantener los pies sobre la tierra y la fortaleza institucional para resistir cualquier tipo de presión. El menor titubeo, haría rodar su cabeza.

Para las elecciones presidenciales del 2018 hay dos elementos que pueden determinar el resultado de la elección; van de la mano para ganar el voto de los ciudadan@s.

Candidato y redes sociales.

El mejor perfil de quien aspira a la presidencia de la República, desenvuelto, capacitado, convincente, inteligente, congruente y honesto. Es cierto que nadie es perfecto, pero el saldo debe ser favorable. También es entendible que tenga en su expediente imputaciones que rayen en el infundio, práctica común de la política. Nadie está exento de acusaciones y habrá más para los que compitan en los comicios del próximo año.

Sin embargo, la sociedad, la gente, ya no se traga sin masticar todo lo que le dicen, en los medios, en conferencias, en los centros laborales, en los gimnasios, conversaciones de amigos y fiestas. Escucha primero, analiza y fija su propia posición, sin necesidad de divulgarla. Por eso el desatino de encuestas electorales, muchos mexicanos prefieren guardarse su opinión o expresar algo distinto de lo que realmente creen.

Hay una valoración de los que ya están anotados para participar en la contienda, porque la mayoría de ellos, ha tenido o tiene una responsabilidad de gobierno. Es sabido lo que han hecho, bueno y malo. No es un secreto de lo que son capaces y de lo que no son capaces. Hay quien vota por la mera simpatía que le inspira el candidato o por lealtad partidista. Los más, que están en el listado nominal del Instituto Nacional Electoral (INE), en espera de conocer a todos los competidores para el 2018.

Para ganar la elecciones, no es indispensable ser candidato de partido. Es cierto que el pertenecer a una organización partidista, da ventajas, porque de entrada, a diferencia de los independientes, no tiene que reunir un millón  de firmas para ser registrado. Además, el candidato de partido, cuenta con muchos más recursos y estructura en diversas ciudades del país. Puede dar por hecho a su favor el llamado “voto duro”. La desventaja es el descrédito que los mismos partidos tienen por el comportamiento de militantes en posiciones de poder.

La clave, en el caso de los partidos, para que su candidato remonte vicios y defectos, es que tenga un perfil de primera, con las características que ya les he mencionado, si quiere tener posibilidades de triunfo.

Con un candidato idóneo, de partido o independiente, en el supuesto de que esté limitado de recursos, tendrá a la mano las redes sociales, Facebook, Twitter y YouTube, de menos costo que los medios tradicionales, para darse a conocer y posicionarse. Con inteligencia, sin gastar mucho dinero, puede volverse competitivo y hasta ganar la presidencia.

Gobernar la Ciudad de México no es nada sencillo con alrededor de 9 millones de habitantes. Cada día que pasa se multiplican demandas y problemas. Los servicios son insuficientes. Hay obras favorables para la colectividad. Todavía por debajo de lo que requiere la anhelada calidad de vida. Persisten la inseguridad, la corrupción, la contaminación, las inundaciones, el desorden urbano, los congestionamientos, la falta de cultura cívica.

Viene otra vez la elección del nuevo jefe de gobierno y la oportunidad de la sociedad de escoger la mejor opción, el perfil capaz de vencer rezagos y combatir con eficacia vicios enraizados. Nada fácil, sobre todo, porque como sucede en la competencia por la presidencia de la República, es evidente el desgaste de partidos, de sus cuadros y equipos. Son los mismos, los que no han cumplido metas prometidas y quieren seguir en el poder.

En la Ciudad de México, desde que el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, ex priísta e hijo del general Lázaro Cárdenas y doña Amalia Solórzano, ganó las elecciones en 1997, el Partido de la Revolución Democrática ha mantenido el poder. El partido se ha debilitado con escisiones de líderes y militantes. El propio Cuauhtémoc decidió desprenderse de la organización, no del presupuesto público.

Lo curioso es que otro de sus ex dirigentes, Andrés Manuel López Obrador, se salió para formar nuevo partido, llamado Movimiento de Regeneración Nacional, integrado con militantes ex perredistas. Amenaza con “quitarle” la CDMX al PRD. Los mismos.

Claudia Sheinbaum, perfilada para ser la candidata morenista, a pesar del enojo de Ricardo Monreal, ha sido integrante del  gobierno de Andrés Manuel. Ha ocupado la secretaría de Medio Ambiente y triunfó en las elecciones del 2015 para ser titular en la delegación Tlalpan. Fundadora del Consejo Estudiantil Universitario. No es definitivamente una nueva opción. Si llegara a ganar los comicios, gobernaría con los que ya han gobernado, con ex perredistas.

Ante la avalancha que significa la corriente morenista, porque es evidente que ha crecido, ha surgido el Frente Ciudadano por México, integrado por el PAN, el PRD y Movimiento Ciudadano. Han sumado fuerzas. De ponerse de acuerdo y participar en coalición con un candidato o candidata, tendrían el voto duro suficiente para vencer a Sheinbaum. Sin embargo, tampoco ellos representan una nueva opción para la sociedad.

El PRI, que no ha logrado repuntar como quisiera en la Ciudad de México, carece de figuras para inquietar a sus adversarios. La idea que tuvo Don Jesús Salazar Toledano (QEPD), ex dirigente priísta en la CDMX, de nominar a un candidato de la sociedad, se perdió y desvaneció entre conflictos internos.

La novedad puede ser un candidato independiente. Ya está apuntado el empresario farmacéutico Xavier González Zirión.

Hasta ahora, para la Ciudad de México, encuestas electorales tienen como punteros a Morena y al frente ciudadano (PAN, PRD, MC).

Al gobernador de Tabasco Arturo Núñez Jiménez lo conozco desde que era director general del Instituto Federal Electoral en 1993. Después lo traté como diputado federal, más tarde como subsecretario de Gobernación y luego senador. Como gobernador, solo dos o tres veces hemos coincidido en reuniones o conferencias en la Ciudad de México. Político trabajador e inteligente, operador natural, conoce las entrañas del poder, del PRI y del PRD.

Dialogador, tranquilo y con la capacidad para saber defenderse, no es dejado, tampoco bronco. Conciliador, respetuoso de las instituciones. Hasta ahora, no le he escuchado ni he leído declaración suya en la que despotrique contra el presidente de la República, Enrique Peña Nieto.

Ha logrado el sueño del político, gobernar su estado natal. No lo consiguió como priísta sino como perredista.

37 años militó en el PRI, 11 años lleva en el PRD. En su carrera política ha ocupado cargos en los tres niveles de gobierno, municipal, estatal y federal. Es un político-político, paisano de Andrés Manuel López Obrador. Por supuesto que se conocen perfectamente.

Los dos con el colmillo retorcido, con raíces prístas. Andrés Manuel estuvo en el PRI 18 años, dirigió a los priístas de Tabasco en 1983. En 1988 se cambia de camiseta e ingresa al PRD. Fue dirigente nacional del Partido de la Revolución Democrática y jefe de gobierno en la Ciudad de México. Deja al PRD después de perder la segunda elección presidencial y crea su propio partido, Morena, que en el 2014 obtiene su registro.

Arturo y Andrés Manuel han convivido como priístas y perredistas. Ahora son adversarios. En las elecciones presidenciales de 2006 y 2012, Andrés Manuel obtuvo miles de votos de sus paisanos. El sur ha sido uno de sus bastiones. Se ignora si lo seguirá siendo en el 2018, por la sencilla razón de que el gobernador no está de su lado. Arturo tiene la experiencia y el conocimiento para restarle seguidores en Tabasco a López Obrador, porque bien dice el dicho que para que la cuña apriete, tiene que ser del mismo palo. Los dos nacieron en Tabasco y se formaron en el PRI.

La ventaja de Arturo es que está en el ejercicio del poder y sabe como ejercerlo. No pierdan de vista que su antecesor todavía paga la entrega de malas cuentas a los tabasqueños.

Andrés tiene la simpatía del paisanaje y seguro muchos volverán a darle su voto, pero todo indica que por debajo de las estimaciones optimistas de su equipo y las cifras de las dos pasadas elecciones presidenciales.

Hace más de un quinquenio que el morenista dejó de ser aliado y compañero de Arturo Núñez.

Cuando en el 2005 fue autorizado el voto de los mexicanos en el extranjero, la oposición, sobre todo la izquierda, hizo cuentas alegres porque llegó a considerar que podía determinar el resultado de una elección presidencial. Además, daba por hecho que eran votos seguros a su favor, en su mayoría, por el rechazo a lo oficial, al partido en el poder.

Esperaba que la gente fuera de inmediato a conocer el procedimiento para votar. Al menos el 10 % de  mexicanos en el extranjero, de un total de 12 millones, en cifras redondas.

Se equivocó la oposición, porque hasta ahora no se ha conseguido entusiasmar a los mexicanos en el extranjero para que acudan a votar en masa. Es cierto que desde suelo ajeno critican y gritan, pero cuando hay que demostrar el vigor cívico con el voto, prefieren ver pasar la oportunidad. Quizás porque ellos no viven en México, así que lo bueno o malo que se haga o deje de hacer, no repercute en su vida cotidiana, en sus planes a corto, mediano y largo plazo.

Por lo mismo, para las elecciones del 2018, no es el voto que van a buscar con mayor empeño los competidores, aunque deberían hacerlo. Encontrar la forma de atraer a esos votantes. Por supuesto que no es sencillo y menos cuando los comicios ya están próximos. Han dejado pasar los años sin llevar a cabo acciones concretas y eficaces para ganarse a ese electorado. Prefieren las giras esporádicas, en particular a los Estados Unidos, donde reside el 97 % de esos 12 millones de mexicanos que viven en el extranjero.

Las cifras de la elección presidencial del 2012 confirman el desinterés de las dos partes, tanto de los que están en el extranjero que prefieren no ir más allá de la crítica como de los partidos que pareciera están convencidos de que carecen de argumentos atractivos. También debe de contribuir a esta situación el descrédito que se han ganado los mismos partidos.

En la pasada elección presidencial, hace casi seis años, la participación electoral de mexicanos en el extranjero, en 91 países, apenas llegó a 40 mil. El .03 % de los 12 millones.

De acuerdo con cifras del instituto electoral, el PAN alcanzó 17 mil 169 votos. PRD, PT y Movimiento Ciudadano, integrantes de la coalición Movimiento Progresista, 15 mil 878 votos. PRI y PVEM, representantes de la coalición Compromiso por México, 6 mil 359 votos.

Por eso a estas alturas, cuando los partidos empiezan a levantar sus cartas y destapar a sus competidores, prácticamente nadie se ocupa de atraer a ese electorado.

El voto de mexicanos en el extranjero, no pinta.

Hay quienes al Partido Revolucionario Institucional (PRI) no le dan ninguna posibilidad de ganar las elecciones del 2018, salvo que participe aliado. Sobre todo después de ver lo que sucedió en la elección del estado de México, donde la cooperación del Verde Ecologista marcó diferencia.

Dan por hecho que existe hastío en la población suficiente para cercenar sus aspiraciones. Sin embargo, es el único que tiene la experiencia de haber perdido y recuperado la presidencia. Sigue en la competencia, con militantes y simpatizantes que tienen tatuada la camiseta, no van a dejar de votar por su partido.

Desahuciarlo es un error, no es de esos partidos que nada más compiten por conservar el registro y el financiamiento. Ha ejercido el poder por muchos años, sufrió al perderlo, celebró al recuperarlo. No se ve resignado a entregar la plaza por anticipado, digan lo que digan las encuestas.

Está en el campo de juego. Ha demostrado que sabe ganar. Como dicen los cronistas deportivos, mientras estés dentro del campo de juego, en analogía a un encuentro de futbol, siempre existiría la posibilidad de que puedas anotar el gol de la victoria.

Si estuvieras en la banca, en las gradas o en el exterior del estadio, imposible esperar meter gol y un resultado favorable. No es el caso del PRI. Está dentro del campo de juego, con ansias de preservar el poder.

Hay que admitir que puede lograrlo, porque conoce a sus adversarios, a cada aspirante, a cada partido. Sabe de sus fortalezas y debilidades. Uno por uno, de tu a tu, ha podido derrotarlos, en otras ocasiones. La complicación viene cuando forman alianza, frente, como sucedió en el 2000. Ganó el candidato del PAN aliado con varios partidos, además de contar con el llamado voto útil. El desencanto de la sociedad vino pronto porque no supieron llevar a cabo el cambio ofrecido. Todavía en el 2006 el PAN consiguió repetir. Segunda oportunidad que los panistas desperdiciaron. No hubo tercera, consecutiva. En dos sexenios derrocharon la confianza del electorado.

Otra vez hay movimiento opositor para participar con un frente el próximo año. Juntos,  están convencidos que pueden alcanzar la diferencia de votos para llegar a la residencia de Los Pinos. Lo malo es que ese frente es con los mismos. Los mismos del 2000, los que no cumplieron. Por eso hay quienes hablan de buscar candidato diferente, pero, ¿rodeado de los mismos?

Tampoco el competidor por Morena es nuevo. La baraja no ha cambiado. Entonces, en ese escenario, para la sociedad, hasta ahora, por lo que ha visto, no hay nuevas ofertas.

En esas condiciones, en ese contexto, el PRI puede volver a ganar, incluso, solo con el voto de sus fieles seguidores, si los contrarios no logran concretar su frente y el candidato de Morena se desinfla con sus propias palabras o silencios, como le ha sucedido en pasados procesos.

De cualquier manera, ante el pronóstico de cerrada competencia, el PRI buscaría reforzar su participación con fuerzas afines.

El retrato o fotografía es una imagen fija, capta el momento. Corre el riesgo de salir movida si el fotógrafo o el fotografiado se mueven. Fuera de foco si no se cuida la nitidez. Defectos que ni con el photoshot se corrigen. Con este recurso, cuando no hay fallas de origen, puede mejorarse a quien aparece en la foto, quitarle algunas arrugas, adelgazarlo, delinear el cuerpo y hasta eliminar otros elementos, oscurecer, aclarar y darle más color.

Sin embargo, el photoshot no engaña nadie, quien sabe de fotografía, incluso los que no saben, logran observar el ajuste técnico, salvo que sea demasiado fino o mínimo, cuidadoso para no caer en exageraciones. Mucho menos cambia la realidad, la esencia es inalterable.

Bajo estas consideraciones, paso a contarte la fotografía de la izquierda mexicana, la de hoy, no la y ayer ni la de mañana, la de este momento, sin alterarla con las ventajas de la computación, tal como se ve en este instante. Por supuesto, muy lejos de verse unida.

La izquierda en México está representada por los partidos Movimiento Regeneración Nacional (Morena), de la Revolución Democrática (PRD) y del Trabajo (PT). Tienen registro aprobado y reconocido por el Instituto Nacional Electoral (INE). Andrés Manuel López Obrador como virtual candidato del primero y tercero. Miguel Ángel Mancera como potencial candidato del segundo. Citados por perredistas Silvano Aureoles (gobernador de Michoacán) y Graco Ramírez (gobernador de Morelos).

Dentro de Morena la voz que decide, la que toma las principales decisiones, es la de Andrés Manuel. Él es la cabeza, el cuerpo, los brazos y las piernas. La organización política se mueve hacia donde indique su líder. Impensable que algún morenista pretenda disputarle la candidatura a la presidencia de la República. Nadie. Está resuelta la nominación. Nada más que Morena no representa a toda la izquierda, la que se hace llamar izquierda. Tampoco hay que olvidar el origen priísta del personaje. Primero fue priísta antes que izquierdista. Pasó y dirigió al PRD antes de crear su propio instituto político.

El Partido de la Revolución Democrática, fundado por ex priístas como Cuauhtémoc Cárdenas, Porfirio Muñoz Ledo e Ifigenia Martínez, está integrado por tribus, por grupos con intereses diferentes, que tienen, defienden y reclaman sus cuotas. Todos, con una parte del pastel. Con alto grado de dificultad para unirse. Lo que explica que haya llegado a tener hasta dirigente sin militancia, como fue el reciente caso de Agustín Basave.

Los petistas representan una fuerza disminuida, que a punto estuvo de perder su registro en las elecciones federales del 2015. Con serias dificultades para alcanzar el tres por ciento de la votación. No fue capaz de contribuir a la unión de la izquierda en la elección de gobernador del estado de México en este año. Más preocupada por conservar el financiamiento público que por la unidad de la izquierda. Adherida al proyecto de López Obrador, porque en este momento es lo que le conviene a sus intereses y patrimonio.

Cuauhtémoc Cárdenas es una izquierda sin partido.

El retrato revela división, cada grupo y personaje con su propia izquierda, una izquierda mexicana que nunca ha sido unida y no se ven señales de que se vaya a unir.

La apuesta de los partidos políticos chicos o pequeños para las elecciones del 2018 en México, en primer lugar, es por la conservación del registro.

Solos, en lo individual, puede volverse muy complicado mantenerlo, por la veleidad y desencanto del electorado; por eso, para ellos son convenientes las alianzas, igual que para los “grandes”

Ninguno de los pequeños tiene cuadros o militantes con posibilidades reales para llegar a la presidencia de la República. No hay un nombre con el perfil para ser considerado por la sociedad como opción. En los medios de comunicación no se cita a nadie.

Pareciera que lo único que les importa es lograr o superar el porcentaje de votación que exige la ley (3 %), indispensable para no perder el registro ni el financiamiento público.

Las condiciones del proceso, la probabilidad de que la competencia por la presidencia sea cerrada, con diferencia mínima entre el primero y segundo lugar, como sucedió en el 2006, representa una ventaja extra en sus planes para seguir dentro del presupuesto.

En una final de fotografía entre los “grandes”, los votos de los pequeños marcarían la diferencia. Por eso el interés de las principales fuerzas políticas por aliarse con uno o varios, porque  les ayudaría a ganar las elecciones, como recientemente ocurrió en el proceso del Estado de México.

Partidos chicos o pequeños se darían a desear. Apoyarían al que mejores condiciones les ofrezca, posiciones políticas, cargos en el poder ejecutivo o espacios en el legislativo.

Sin embargo, también tienen que ser cuidadosos al decidir con quien se la van a jugar en el 2018,  lo ideal para los pequeños sería unirse al que tenga más posibilidades de triunfo.

Cierto, con cualquiera de los cuatro “grandes” (PRI, PAN, PRD, Morena) conseguirían mantener el registro, pero no con cualquiera de los cuatro llegarían a la residencia oficial de Los Pinos.

Por lo pronto, el Partido del Trabajo (PT) que tiene en su historial la versión de que fue creado por Raúl Salinas, ya dio color y está dispuesto a respaldar la candidatura del partido Morena.

El PVEM, fundado por Jorge González Torres, estaría más cerca del PRI, como se vio en el estado de México.

Movimiento Ciudadano, antes Convergencia, tiene un líder (Dante Delgado) con la inteligencia para no exponer el registro de su partido. Esperará a conocer las ofertas de todos los posibles aliados.

Nueva Alianza, fundado con el apoyo de la profesora Elba Esther Gordillo, tiene ahora una dirigencia que se ve comprometida con el partido en el poder.

Encuentro Social también dio señales de sus afinidades en la elección del Estado de México y difícilmente las cambiaría.

Por lo tanto, queda claro que partido “grande” necesita alianzas para aumentar las posibilidades de ganar. Y partido pequeño que no haga alianzas, en lo individual, no tiene garantizado conservar el registro.

Arturo Zárate Vite

 

 

Es licenciado en periodismo, egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, con mención honorífica. Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal. Más de dos décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político. Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio. Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Es autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.

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