INE
Desde la infancia he sido partidario del equipo de futbol Cruz Azul en el torneo mexicano. Herencia de mi padre, era seguidor de los cementeros e influyó para que hiciera lo mismo.
Recuerdo que era apasionado, disfrutaba o hacía corajes, dependiendo del resultado, de la actuación de los jugadores y del arbitro. Las derrotas le causaban desánimo, pero pronto venía la recuperación y ansiaba que en la siguiente semana la situación fuera diferente. La verdad, vivió más momentos gratos que ingratos. Festejó varios campeonatos de liga.
Como sucede en las campañas políticas, previo a las elecciones, cuando los candidatos ofrecen una nueva realidad, siembran esperanza e ilusiones, en el futbol, sobre todo los llamados equipos “grandes”, con más recursos, hacen lo propio con sus aficionados.
Hablan de contrataciones, refuerzos estelares, una fisonomía distinta, estreno de entrenador, dan vuelta a la página de los fracasos recientes y miran hacia delante. La afición regresa al estadio en un acto de fe para apoyar a su equipo, porque garantía de buen futbol y entrega de los jugadores, no la hay.
Vivo a tres cuadras del Estadio azul. Otra de las motivaciones para seguir con la tradición familiar, no tengo que gastar en gasolina ni utilizar transporte para llegar a ese escenario. En esas condiciones, resulta cómodo caminar para ir a ver un partido y sentarse en las gradas azules.
La última vez que pagué un boleto por ver al Cruz Azul, César Delgado “El Chelito”, era parte del equipo. Me gustó el futbol de este jugador argentino, su estilo para correr con el balón, burlar al adversario y disparar a la portería. Lo único salvable. Después de esa etapa, resolví no volver al estadio en tanto siguiera el equipo en picada, con triunfos fortuitos y desatinos en los últimos minutos del juego.
No por nada sus detractores han inventado el término “cruzazulear”, propio para el que no tiene capacidad de mantener un buen nivel y mucho menos la ventaja en los partidos, además de la inconsistencia en la tabla de posiciones. Tan mal ha sido su historia reciente que está en la lista de los que pueden descender de la primera división o ligar mayor.
Ha empezado con un triunfo el nuevo torneo, venció por la mínima diferencia de un gol al Necaxa. Nada extraordinario ni indicios de que vaya a retomar el camino de sus mejores épocas.
El que Cruz Azul volviera a fracasar en el peor de los casos tendría la consecuencia del descenso deportivo, pérdidas económicas para el dueño y devaluación en la cotización de sus jugadores.
Yo seguiría sin ir al estadio.
En cambio, para las elecciones del 2018, si la sociedad se equivoca a la hora de emitir su voto, las consecuencias serían para el país y todos sus habitantes. Por eso, a diferencia del futbol en que se valen los actos de fe, en la competencia política, la realidad exige evaluar lo que se dice en las campañas y conocer a fondo a los candidatos.
Por el resultado de la elección en los Estados Unidos, gané para el mes próximo, el último del 2016, una comida japonesa en el Suntory, restaurante de fama y precios de primer mundo.
La apuesta la hice con un amigo. Él daba por hecho que tenía perdida mi quincena. Prácticamente todo los medios, estadounidenses y mexicanos, encuestadoras y analistas, favorecían a la señora Hillary Clinton.
Debo aclararte que yo no deseaba el triunfo del empresario Donald Trump, por lo que había dicho de los mexicanos, de los migrantes, del tratado de libre comercio, por sus expresiones racistas y discriminatorias.
Mi forma de pensar, por supuesto, no ha cambiado, no me parece que el republicano sea la mejor opción para América y el mundo, pero es inobjetable su victoria con las reglas del juego que tienen los norteamericanos. En enero tomará posesión de la presidencia, para dar inicio a la era Trump. Es lo que viene y hay que entender esa nueva realidad.
Los medios, en general, lo desestimaron, no lo querían y no creían que fuera a ser el vencedor, anhelaban que no lo fuera, aunque era evidente que tenía el apoyo de un sector de la sociedad, simpatizantes de un nuevo discurso que ofrecía devolverle a su país la supremacía en todos los aspectos.
Esa fuerza de Trump no la quisieron ver o trataron de minimizarla u ocultarla, cuando era un hecho.
Desde su etapa de aspirante a candidato, lo criticaron sin contemplación. Seguro lo tenía merecido. Sin embargo, uno a uno, se deshizo de sus competidores republicanos. Millones simpatizaban con su estilo.
Recuerdo que entonces trabajaba en una televisora comercial. Al ver el avance de Trump, la instrucción del jefe inmediato fue que se le bajara a la descalificación. ¿Por qué? Simple y sencillamente porque se trataba de un personaje con millones de seguidores.
Trump ganó la candidatura republicana, contra todos los pronósticos institucionales. A pesar de ello, las críticas siguieron, arreciaron. Durante la campaña, le sacaron historias con atraso de 11 años o más, el objetivo era eliminarlo de la competencia, con lo que fuera, acusaciones ciertas o falsas, con el deseo y la esperanza de que sus simpatizantes cambiaran de opinión.
Lo cierto es que la gente ya no se traga sin masticar lo que dicen políticos, medios, encuestadoras y analistas. Ya no le juegan el dedo en la boca. Detecta cuando la información es falsa o contiene un interés avieso.
Esto que te digo, estaba a la vista y muchos no lo quisieron ver ni aceptar. Tampoco el hecho de que Trump se mantuviera en el ánimo de los suyos, a pesar de la reiterada exhibición de supuestos o reales defectos.
Donald siempre tuvo posibilidades de ganar y ganó. Ahora, con la muerte del legendario Fidel Castro, América y el mundo tendrán que estar preparados para la era Trump.
No hay que estar en la angustia por lo que haga o pueda hacer el nuevo presidente de los Estados Unidos, sino contar con una estrategia que le permita a México seguir adelante.
Por lo pronto, yo me preparo para ir a comer al Suntory.
Las encuestas volvieron a fallar. Daban prácticamente por hecho el triunfo de Hillary Clinton y el triunfador fue el republicano Donald Trump. La excusas sobran para tratar de justificar el desacierto.
En este caso el desatino fue de las encuestadoras de los Estados Unidos, no hay nada que imputarle a las mexicanas.
Se llegó al extremo de argumentar que no hubo ninguna falla, porque al final la que obtuvo más votos directos fue Clinton, pero que no ganó por el mecanismo de representación por estados (unos valen más votos que otros) que tienen los norteamericanos.
Por cierto, no es la primera vez que les ocurre, también sucedió lo mismo con Al Gore, quien obtuvo más votos directos que George Bush. Curioso, a pesar del antecedente, ni republicanos ni demócratas han planteado la necesidad de reformar sus reglas electorales.
De hecho, a la vista de todos, hay estados donde los votos valen más que en otros estados. ¿Se imaginan que así fuera en México? Seguro que más de un candidato de los que se dicen de izquierda ya se hubiera crucificado o cortado las venas en el Zócalo de la Ciudad de México, inconforme con la inequidad del sufragio. Protestaría por la diferencia en el valor de los votos. Habría votos de primera y de segunda. Y por supuesto, el quejoso tendría razón. Sin embargo, hasta ahora, para los estadounidenses, es un tema que los tiene sin cuidado, no les preocupa ni les molesta. Están conformes con su singular método.
Es un procedimiento que por supuesto es del pleno conocimiento de las encuestadoras. Por lo tanto, no se vale que aleguen que le dieron en sus estimaciones el triunfo a Clinton, sin considerar la variable del valor electoral que tiene cada estado.
Tampoco se vale que argumenten población indecisa. Como advertían que había un segmento que no daba color sobre el sentido de su voto, era mayor el riesgo de equivocarse.
Otra falacia, para justificarse, es que la gente les mintió al responder preguntas y por eso no hubo acierto.
Es decir, desde su punto de vista, las encuestadoras no se equivocan.
La realidad choca con sus apreciaciones y prefieren no acordarse de su margen de error, desbordado por las imprecisiones. Optan, como en México, darle vuelta a la página y esperar la siguiente competencia electoral, al fin que los candidatos son felices con ver encuestas a su favor, aunque sean cifras ficción.
Y esta vez, hasta los analistas, influenciados por las mismas encuestas, cayeron en el error.
Los desatinos se pueden corregir con mejorar el procedimiento para realizar las encuestas, nada más que tengo la impresión de que las encuestadoras, por razones económicas derivadas de los intereses de sus clientes, candidatos y candidatas, van a seguir con la misma fórmula, es más lucrativa.
Nunca como esta vez los debates en la competencia electoral de los Estados Unidos alcanzaron impresionante nivel de audiencia en México. Despertaron interés inusual por el tono y lo dicho por los competidores, por las expresiones a favor y en contra de los mexicanos.
A su manera, de acuerdo a sus capacidades, los candidatos defendieron su posición, dieron elementos para hacer una mejor evaluación de lo que piensan y quieren hacer en materia de migración, en comercio.
Cada uno de los que vieron los debates sacaron sus propias conclusiones, sin manipulación alguna, lo que ayuda a los ciudadanos a emitir un voto razonado en las urnas.
Son debates que contrastan, por mucho, con los que organizan en México, acartonados y la mayoría de ellos aburridos, repetitivos de lemas de campaña de los candidatos. Muy lejos de cuestionar a los aspirantes sobre sus postulados, para exhibir sus verdades o mentiras.
La principal causa de que esto suceda es la ley, hecha por los mismos partidos, al plantear la participación de todos los candidatos registrados ante el Instituto Nacional Electoral (INE), salvo la de aquellos, como ha ocurrido con algunos, que por “estrategia” rechazan hacerlo.
En esas condiciones, por el número de participantes, en televisión es complicado valorarlos.
Puede repetirse la historia en el 2018 si los partidos deciden mantener ese mismo formato.
Si en el 2018 hay cinco o más candidatos (recuerda que es muy probable la inscripción de independientes), los debates no dejarán de ser una mera exposición de ideas, que en poco o nada contribuyen a que la sociedad contraste sus posicionamientos y mucho menos sus reacciones, porque como debes saber, también hay reglas sobre las tomas de televisión, que impide ver la gesticulación de los protagonistas ante lo que se dice.
Por eso es una necesidad que el INE y los partidos hagan una revisión de los formatos, para que los debates sean realmente debates y motiven al electorado a verlos y a votar, para que aporten más elementos de análisis al discutir temas neurálgicos y trascedentes para el país.
En los Estados Unidos se registraron más de dos candidatos y no hay queja de nadie de que los debates fueron antidemocráticos e inequitativos, porque no tomaron en cuenta a los otros aspirantes de muy escasa presencia en el ánimo de los que van a votar.
La gente quiere ver debatir a los que más posibilidades tienen de llegar a la presidencia en México. Ojalá que el INE y los partidos encuentren un mejor formato para el 2018.
En este aspecto hay mucho que aprenderle a los vecinos del norte, donde los debates radiografían o escanean a los candidatos.
A raíz de la resolución que emitió el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) sobre la elección de gobernador en Aguascalientes, no se puede ni debe olvidar la influencia que ha tenido el clero en los procesos electorales en México, tampoco perder de vista la participación que tendría en la elección presidencial del 2018.
Es inobjetable que ministros de culto religioso han intervenido en los comicios, con mensajes subliminales o al echar mano de la semiótica, del uso de signos, para influir en el ánimo de la sociedad.
Te cuento que en mi vida de periodista, más de un aspirante a gobierno estatal llegó a decirme que era obligado hacer escala en la oficina del obispo de su respectiva entidad, por el reconocimiento que existía y existe, del poder que ejercen sobre la feligresía. En un principio, los encuentros eran secretos; después, con el reconocimiento oficial de las iglesias, públicos. Ya nadie se espanta ni perturba, explicables en la apertura y pluralidad, nacional e internacional.
Por eso en lo de Aguascalientes no sorprende que el obispo José María de la Torre Martín haya elaborado una carta pastoral para apoyar al candidato más identificado con los valores de la iglesia.
Es cierto, en ningún momento dio nombres ni exhibió los colores de partido alguno; no era necesario, suficiente con recordar que la iglesia no avala ni el aborto ni los matrimonios del mismo sexo. Mensaje subliminal y semiótico. Es obvio y del dominio público que fuerza política tiene esos criterios. La pastoral del obispo fue difundida en todos los templos de Aguascalientes, en un estado donde, según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), más del 90 % de la población profesa la religión católica.
Para la mayoría de los magistrados de la sala superior del tribunal, que resolvieron el caso de Aguascalientes el pasado 19 de octubre, ni el comportamiento del obispo ni de los sacerdotes fue determinante en el resultado, por lo tanto validaron el triunfo del panista Martín Orozco. Admitieron que el clero participó en el proceso, imposible de negarlo o ignorarlo, pero que no hizo proselitismo porque no mencionó el nombre del candidato ni del partido.
Sin embargo, estaban implícitos en el mensaje.
Fue violada la ley suprema, vulnerado el principio histórico de separación Iglesia-Estado que consagra el artículo 130 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.
Para el 2018 se avecina una de las competencias políticas más cerradas y disputadas en la historia de México. Los partidos van a procurar desacreditar a sus adversarios con todo lo que tengan a su alcance.
Ante la posibilidad de que la diferencia entre el primero y segundo lugar sea mínima, la influencia del clero puede ser determinante.
Los ministros de culto religioso van a votar, la ley se los permite, y buscar que los fieles lo hagan en el mismo sentido que ellos. En el pasado, han apoyado al PRI o al PAN, según las circunstancias.
Por lo menos hasta ahora, existe la percepción de que traen los ojos azules, inconformes con la iniciativa del grupo en el poder que propuso los matrimonios del mismo sexo, aunque los priístas, al ver el impacto, decidieron mandarla a la congeladora legislativa.
Hasta ahora el proceso poselectoral de Aguascalientes parece no llamar la atención, como que a nadie le importa si se anulan o no las elecciones de gobernador del pasado junio. El caso se estudia en la sala superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Hay más que evidencias de que el candidato ganador Martín Orozco Sandoval contó con el apoyo del clero, molesto e inconforme por la iniciativa presidencial que regulariza los matrimonios del mismo sexo.
No es el único punto que juega en contra del panista. También está el hecho de que tiene una orden de aprehensión, desde su etapa como alcalde de la capital hidrocálida, por la compra-venta irregular de unos terrenos. El juicio jurídico se ha mantenido en impasse por el fuero que se cree protege a Martín, por ser senador con licencia.
Independientemente de si tiene o no fuero, lo que evalúan los magistrados de la sala superior es si fue determinante en el resultado la prueba de que los clérigos promovieron el voto en contra del PRI. No es nada sencillo hacer la medición, porque se puede alegar que los electores ejercieron su derecho de emitir el sufragio con absoluta libertad, sin la sombra de la sotana.
Lo que es indiscutible es que la iglesia católica mantiene una fuerte presencia en la mayoría de los estados del país. Aguascalientes no es la excepción. Prevalecen criterios y prácticas conservadoras.
Es cierto que en la Ciudad de México el número de católicos va a la baja y basta con observar que cada vez es menor la asistencia dominical en los templos, no se diga entre semana. Lo admiten los mismos religiosos o jefes del catolicismo.
También esos mismos religiosos saben que en los estados la situación es diferente y prevalece su influencia. Cualquiera que lo dude, que vaya a un templo de la llamada provincia, la devoción es mucho mayor. Por eso puedo decirte que la posición asumida en Aguascalientes sí le restó votos a Lorena Martínez Rodríguez, la hasta ahora candidata derrotada.
A pesar de esta realidad, que podría favorecer al PRI, existe la percepción de que no se quiere entrar al fondo del asunto; supuestamente se consideraría preferible dejar que Orozco Sandoval tome posesión el próximo diciembre y se convierta en el nuevo gobernador de esa entidad.
Hay condiciones para que el tribunal anule la elección y se convoque a un nuevo proceso.
Es probable que eso ocurra. Lo que le preocupa al PRI es que la tiene complicada para ganar en una segunda vuelta. Y si le aplican la misma medicina y vuelve a ser derrotado, la inercia adversa que trae para el 2018, se puede acentuar con un segundo fracaso en Aguascalientes.
Sin embargo, si Lorena y su equipo se aplican y logran convencer a sus directivos de que pueden triunfar en una elección extraordinaria, el éxito tendría un efecto contrario y podría darle oxígeno a las futuras aspiraciones presidenciales del partido en el poder.
Por lo pronto, a esperar la resolución del tribunal electoral.
Ya te he contado del proceso para elegir a los nuevos integrantes de la sala superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) y los pasos que por norma corresponden a la Suprema Corte de Justicia de la Nación para entregar siete ternas al Senado.
De los 21 aspirantes, hay seis mujeres, con perfiles para que los senadores valoren sus grados académicos y trayectoria, cada una con experiencia acreditada en el poder judicial.
La competencia electoral que se avecina, la de 2018, pinta para ser una de las más reñidas en la historia moderna de México. Un proceso cerrado, tanto o más que el de 2006.
Quienes integren la nueva sala superior del tribunal, calificarán la elección presidencial y harán la declaración de presidente electo. Acto de la mayor trascendencia para el país.
Janine Madeline Otálora Malassis, Mónica Aralí Soto Fregoso, Silvia Gabriela Ortiz Rascón, Berenice García Huante, Claudia Mavel Curiel López y María del Pilar Parra Parra están en las ternas.
Madeline, apenas en marzo pasado, concluyó su etapa como presidenta de la sala regional del TEPJF en la ahora llamada Ciudad de México, así que es indiscutible el dominio que tiene sobre el tema electoral. Es egresada con mención honorífica de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y tiene doctorado en Ciencias Políticas por la Universidad la Sorbonne de París. Trabajó ocho años en el Senado francés, como secretaria legislativa y coordinadora de los secretarios legislativos. Y 10 años como Secretaria Técnica de Ponencia en la judicatura federal en México, con diversos consejeros.
Aralí también ya ha presidido una sala regional del tribunal, la de Guadalajara, de 2013 a 2016. Es originaria de Baja California Sur y egresada de la Universidad Autónoma de Guadalajara. Tiene estudios de maestría en educación, con especialidad en docencia. 22 años de experiencia electoral. Ha sido técnica en proceso electoral en el IFE y vocal distrital de capacitación electoral y educación cívica en Baja California Sur y Campeche. Además, magistrada numeraria del tribunal electoral de Baja California Sur.
Tanto Madeline como Aralí son conocidas por los actuales senadores, porque las evaluaron y aprobaron para que se desempeñaran en las salas regionales del tribunal electoral.
Silvia Gabriela Ortiz Rascón ya compitió en el 2006 por un lugar en la sala superior del TEPJF, pero no lo consiguió. En ese entonces los senadores votaron por el magistrado Manuel González Oropeza. Ella ha sido secretaria general de acuerdos y asesora de la sala superior. Presidenta del Comité de Transparencia y Acceso a la Información del TEPJF. Adscrita a la ponencia de la ministra Margarita Luna Ramos. Fue la mujer que obtuvo los 11 votos de los ministros para ser incluida de nuevo en una de las siete ternas que serán examinadas en el Senado.
Berenice García Huante es egresada de la Universidad Nacional Autónoma de México. Tiene maestría en argumentación jurídica por la Universidad de Alicante, España. Se ha desempeñado como secretaria de estudio y cuenta del TEPJF. Desde el 2009 ha formado parte del equipo del magistrado electoral Salvador Olimpo Nava Gomar.
Claudia Mavel Curiel López es egresada de la Universidad de Guadalajara. Ha sido secretaria de estudio y cuenta del TEPJF. También jueza de distrito de procesos penales federales, en Jalisco. Desde 2013, magistrada de circuito. Para ser incluida de una de las ternas, logró seis votos de los ministros.
María del Pilar Parra Parra es egresada de la UNAM. Ha sido maestra en las escuelas de derecho de las universidades de Sinaloa y del Valle de México. Ministerio Público de la procuraduría de justicia del Distrito Federal. Actuaria judicial, secretario proyectista y secretario de juzgado, secretario de estudio y cuenta en la Suprema Corte de Justicia de la Nación, jueza y magistrada de circuito, tanto de tribunal unitario como colegiado.
Los próximos integrantes de la sala superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) van a calificar la elección presidencial del 2018 y declarar electo al nuevo presidente de México, por eso la importancia que tiene el proceso que lleva a cabo la Suprema Corte de Justicia de la Nación y en el que también tomará parte el Senado de la República.
En el curso de esta semana, la lista de 126 aspirantes se reducirá a 42, de acuerdo con los pormenores que dio de esta acción la ministra Margarita Luna Ramos, en su artículo titulado “¿Cómo se designa a los magistrados del TEPJF”, publicado en el diario El Universal el pasado 26 de julio de 2016:
http://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/articulo/margarita-luna-ramos/nacion/2016/07/26/como-se-designa-los-magistrados
La cifra de poco más de un centenar de competidores resultó mucho menor a la que se había supuesto. Hubo quienes llegaron a estimar que llegaría al medio millar, por lo que significa ser parte de esa sala, con solo siete lugares. Sin embargo, esta vez es evidente que hubo una autoeliminación de quienes valoraron de antemano sus posibilidades reales.
Incluso es de llamar la atención que de ese total de 126 sólo estén inscritas 20 mujeres, apenas el 15 %. Y aquí no se vale alegar que hubo marginación o discriminación, porque la convocatoria para inscribirse en el proceso fue abierta, con requisitos establecidos en la ley, no más.
En la actualidad, de los siete magistrados que forman parte de la sala superior del tribunal electoral, hay una mujer, la magistrada María del Carmen Alanis, lo que representa el 14 % de los integrantes.
Por lo tanto, con estos números y porcentajes, sería entendible que en la nueva conformación prevaleciera nada más una mujer. Sería exagerado reclamar mayor participación con el argumento de la equidad de género, aunque puede ser que dentro de las 20, haya dos o tres o más, que tengan calificaciones y trayectoria superior a la de muchos de los varones que están en la lista.
Bajo esa premisa, que nadie se sorprenda si llega más de una mujer a la sala superior del tribunal. No es sencillo ni fácil, pero tampoco imposible. La Corte tendría que proponer dos ternas de mujeres, de las siete que finalmente deberán de llegar al Senado.
En la lista hay exconsejeros electorales, ex funcionarios del IFE, actuales consejeros del INE, consejeros de la judicatura federal, magistrados, ex procuradores, académicos y fiscales, licenciados, maestros y doctores en derecho, expertos en el tema.
De acuerdo con los perfiles, hay nombres que se da por hecho que pasarán a la siguiente ronda e incluso con merecimientos para ubicarlos desde ahora en alguna de las siete ternas.
Por ley, por mayoría calificada, con el voto de las dos terceras partes de los senadores, se hará la elección final en el próximo periodo ordinario de sesiones del Congreso de la Unión. La nueva sala superior del TEPJF deberá funcionar a partir del 4 de noviembre.
Como el origen del proceso está en la Corte, habría que descartar que se vaya a “partidizar” o que los elegidos en el Senado representen intereses de los partidos políticos.
La imparcialidad de los nuevos siete magistrados electorales deberá estar libre de toda sospecha, es un requisito que se tendrá que cumplir con absoluto rigor para que la institución, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, cuente con un blindaje que repele cualquier tipo de presión en las elecciones del 2018.
Seguro que cada vez que revisas la lista de quienes aspiran a competir por la presidencia de la República en el 2018, ninguno termina por convencerte de ser el mejor, porque hasta ahora el expediente de cada uno está más plagado de desaciertos que aciertos.
Los panistas creen que la sociedad ha olvidado que desperdiciaron 12 años en el gobierno; primero con Vicente Fox y luego con Felipe Calderón. Ninguno acabó con la pobreza ni con la corrupción. Tampoco con la impunidad ni la inseguridad. Por el contrario, todos estos males se conservaron o se multiplicaron. Hay hasta un monumento que sectores de la sociedad ven como un testimonio de la corrupción, edificado sobre el Paseo de la Reforma, como para no olvidar lo que hicieron los azules.
A pesar de esa historia, después de las elecciones del pasado 5 de junio en que conquistaron estados como Veracruz, Quintana Roo, Chihuahua y Tamaulipas, además de Durango, Aguascalientes y Puebla, andan con un viento triunfalista que suponen que ya nadie los frena.
La señora Calderón, Margarita Zavala, quien en el arranque de sus aspiraciones presidenciales coqueteó con una candidatura independiente, ante los resultados electorales, optó por ajustarse la camiseta blanquiazul. Evita mirar hacia atrás para no convertirse en estatua de sal, como le sucedió a la mujer de Lot cuando salía con su familia de Sodoma, según el relato bíblico.
Ricardo Anaya ha reforzado su imagen como dirigente y presidenciable. El debate que en televisión le ganó a Manlio Fabio Beltrones, lo hizo repuntar dentro y fuera de Acción Nacional. Nada más que su bandera contra la corrupción no la ha podido izar como quisiera por la estela que han dejado gobiernos de su partido, a niveles delegacional, municipal, estatal y federal.
Rafael Moreno Valle está convertido en político rentable para los medios de comunicación. Su imagen se difunde en revistas, diarios, en radio y en televisión. Quizás es la autopromoción más cara entre quienes suspiran por el 2018.
En el PRD están anotados Graco Ramírez, Silvano Aureoles y Miguel Ángel Mancera. El tercero es el más conocido por gobernar la Ciudad de México pero no es militante perredista ni quiere serlo. Además, su administración no ha conseguido igualar y mucho menos superar a sus antecesores. Lo peor es que a veces el gobernante supone que la sociedad no lo percibe. Graco y Silvano todavía tienen demasiados pendientes en Morelos y Michoacán.
Por lo que hace a los priístas, se han desgastado y exhibido cada uno de los más citados. Desde que empezó el actual gobierno se ubicó a Luis Videgaray como la propuesta del grupo mexiquense y se mantiene contra viento y marea. Lo pueden imponer como candidato pero sin ninguna garantía para lograr ganar la elección presidencial. Es evidente que los mexiquenses no van a nominar a un hidalguense ni a un sonorense.
Morena es el partido que prácticamente ya tiene candidato oficial y su abanderado es otro de los que supone que la sociedad es desmemoriada. Ya fue gobernante en la Ciudad de México y se quedó lejos de terminar con la corrupción e inseguridad que todavía se sufre.
Hasta ahora no hay nadie que infunda esperanza y ojalá en el 2018 la sociedad no tenga que decidir por el menos malo.
La soberbia política no es exclusiva de ningún país y mucho menos de alguno de los personajes públicos.
No hay necesidad de citar nombres para conocer al practicante, una soberbia que lo ciega y lo hace creer perfecto, mirarse al espejo y negar su realidad.
Quien tiene el poder es capaz de afirmar que el problema de la contaminación está bajo control, aunque los hechos digan lo contrario. Puede pavonearse de que no existe delincuencia organizada en la Ciudad de México, a pesar de que sea evidente para muchos. Sentirse iluminado y soñar que le espera la silla presidencial. Colocarse por encima de cualquier militancia, convencido de que sus virtudes lo hacen ajeno e inmune a vicios partidistas.
Olvidar que alguna vez fue gobernante y no fue capaz de resolver los problemas de inseguridad, pobreza y desempleo. Sentirse la mejor opción y el más honesto del mundo para competir por la presidencia de la República. Creer que su palabra es la única verdad y que su pureza no puede tolerar que dentro de su familia haya quien piense diferente. Desconocer a las instituciones y llamar mafia a cualquier grupo contrario, público o privado.
Sentirse juez y sin investigación alguna ni haber escuchado a las dos partes, emitir sentencia desde un medio de comunicación y esconder la mano si resulta que todo fue una falacia. Jamás admitir que incurrió en una mentira, en ofensa y difamación, sino por el contrario, sostener su dicho y como último recurso dejar de hablar del tema.
Considerarse el mejor estratega económico y atribuir a un efecto externo la devaluación del peso. También culpar a la globalización de la crisis interna, del deterioro del poder adquisitivo y la falta de empleo. La caída del petróleo, también consecuencia externa. Achacar todos los males al exterior, porque en el interior el soberbio se convence de que actúa con acierto, con una alta capacidad como para involucrarse e influir en asuntos que no competen a su posición.
Incursionar en la política con el membrete de un partido para alcanzar una posición pública y presumir que su plumaje es a prueba de manchas. Desentenderse e ignorar el pasado salpicado de crimen y corrupción, para ostentarse como personaje limpio e intachable. Los destrozos que hayan hecho los demás, ponerlos bajo la alfombra, como se puede hacer con la basura en casa.
Jamás aceptar ser un soberbio y mucho menos modificar el comportamiento. Seguir adelante con el proyecto personal, “convencido” de que se actúa en beneficio del pueblo. No hacerle caso a las críticas; de preferencia, no leerlas ni escucharlas. “Voy derecho y no me quito”. Desestimar reclamos de la sociedad y elecciones perdidas, con la “certeza” de que la gente terminará por darse cuenta que el soberbio, que no admite ser soberbio, tiene la “razón”.
Tomar decisiones por encima de la voluntad de los demás, propios y extraños, les guste o no les guste; argumentar que ha llegado la etapa de la renovación y reinvención con nuevas figuras, aunque carezcan de experiencia y autoridad hacia quienes le rodean.
Por ningún motivo aceptar que se ha emitido una resolución incorrecta y en todo momento defenderla como una acción rigurosamente apegada a la ley, al Estado de Derecho.
Navegar con la bandera de la simpatía femenina y creer que la sociedad no tiene memoria ni recuerda la estela de corrupción y sangre que se ha dejado atrás.
Lo peor de un político “perfecto” es que todavía no descubra o no acepte que en estos tiempos la soberbia corre el riesgo de pagarse con la derrota en las urnas.
Como pintan los tiempos, por la experiencias electorales recientes, las bravuconerías, amenazas, advertencias, conatos de bronca y hasta muertos, el 2018 va a sacar chispas.
Lo ideal es tomar previsiones y adelantarse a los negros augurios, para que el proceso transcurra en orden, garantizar el absoluto respeto al voto y blindar la estructura electoral, mejorar el funcionamiento del Instituto Nacional Electoral (INE) y de sus órganos estatales, reducir el margen de error en la organización de los comicios.
Es muy probable que la votación sea muy cerrada, quizás mucho más diputada la presidencia de la República que en el 2006, cuando la diferencia en la votación fue menor a un punto.
Por eso la importancia de afinar el funcionamiento de la estructura electoral, el conteo de votos, la entrega de resultados, para no dar cabida a la incertidumbre y aquietar a los triunfalistas. Desactivar con oportunidad a quienes pretendan confundir a la sociedad con resultados ficticios.
Hay que perfeccionar el mecanismo para el conteo de votos y la más pronta difusión de los resultados. Por ningún motivo se deben retrasar, por el contrario, mejorar los tiempos de contiendas anteriores.
Revisar prácticas de otros países, de España que acaba de colocarse a la cabeza en el mundo por la rapidez para dar resultados, apoyado en el uso de las nuevas herramientas de la comunicación, el Internet, sin caídas de sistema.
Será la principal prueba de Lorenzo Córdova, la que lo marcará para bien o para mal en su trayectoria como servidor público. Está a tiempo de tomar las medidas necesarias para asegurarse que la sociedad quede satisfecha con su actuación. Certeza, seguridad y frialdad, valores infaltables en su desempeño. Con un blindaje resistente a toda clase de presiones.
Cero titubeos en el resultado de la elección presidencial.
Nueve partidos y los candidatos independientes que se inscriban y logren su registro, obligan a hacer más sencillo el manejo de la papelería electoral; encontrar la forma de que no haya confusión en la identificación de las actas de instalación, escrutinio y quejas, tampoco en su llenado.
A los funcionarios de casilla de les debe pagar ese día, una compensación decorosa, viáticos no solo para comer. Es de la mayor importancia su trabajo y es justo que se les reconozca.
Además, el organismo electoral ya no debe exponer el funcionamiento de las casillas a la improvisación, porque cada vez son más las personas que a la mera hora deciden no participar y se tiene que echar mano en ese momento de ciudadanos en fila, votantes, que voluntariamente decidan ayudar, pero que no tuvieron ninguna capacitación para participar.
Eso sí, en caso de que se les pague a los funcionarios de casilla, también deberá de establecerse una sanción para el que incumpla. Hay naciones donde el ausentismo de un presidente de casilla se castiga hasta con 60 mil pesos.
Pareciera que se trata de minucias y que no se requiere hacer ajustes. Por si alguien lo quiere ver de esa forma, no debe olvidar que los grandes boquetes empiezan con una minúscula fisura.