Hay quienes no toleran ni la mención de su nombre, mucho menos sus actividades políticas. Nunca lo han tragado, ni cuando era priísta. Siempre les ha parecido falso y populista. Es un personaje que ya ha sido dos veces candidato a la presidencia de la República y va por la tercera nominación.
¿Y cuál va a ser el camino del tabasqueño para llegar a su tercera competencia en el 2018?
Por lo pronto tiene su propio partido. Se desprendió a tiempo del perredismo, aunque esto no lo exime de errores y complicidades en esa agrupación. Carga con parte de las culpas porque no solo fue candidato de los amarillos sino también su dirigente nacional.
Ha sabido vivir de la política, fue líder del PRI en Tabasco y, a pesar de ser oriundo de este estado, encontró la forma de competir y ganar el gobierno del Distrito Federal.
Tiene un voto duro envidiable, su seguidores le creen todo lo que dice y hace, lo adoran y veneran. Su relación o supuesta amistad con el ex alcalde de Iguala se le resbaló como si fuera agua. Negó cualquier afinidad con José Luis Abarca. Los suyos, los morenos, los militantes de Morena, le aceptaron sin pestañear su versión. Para ellos no ha y más verdad que la del tabasqueño.
Cuando se enfermó del corazón y tuvo que ir con urgencia a uno de los hospitales más costosos de México, tampoco le reprocharon su preferencia por una institución privada. Un hospital al que la mayoría de su partidarios nunca podrá acudir, por lo caro.
¿Se acuerdan cuando era jefe de gobierno en la ciudad de México y presumía transportarse en un modesto Tsuru? El que ahora lo haga en camioneta tampoco molesta a sus simpatizantes. Defienden su derecho a vivir como viven a los que critica en sus discursos.
Por supuesto, Obrador tiene derecho, nada más que ese mismo derecho está muy lejos de ser alcanzado por los que lo siguen. Sin pretender ser irónico, doy por hecho que busca que todos los suyos vivan igual, mejor o que por lo menos tengan satisfechas sus necesidades básicas.
De cualquier manera, a él, los suyos, su grupo, sus militantes, le perdonan y aplauden lo que haga y diga. Eso es voto duro. Ganado con su carisma, con su mesianismo político. La fe y confianza de su gente, resistente a cualquier ácido o imputación de los adversarios.
Supo sacarle provecho a su desafuero como jefe de gobierno capitalino por desatender un mandato judicial y del cierre de Paseo de Reforma en protesta por el resultado de las elecciones en 2006 cada vez se acuerdan menos quienes sufrieron el bloqueo.
A estas alturas es obvio que su camino hacia el proceso electoral de 2018 está trazado por él mismo. Supo construir a su partido y no es disparatado decir que tiene la fuerza para posicionar a Morena en las elecciones del 2015 como la tercera fuerza política del país.
Bueno, aún no compite su nuevo partido electoralmente y ya tiene grupo parlamentario en la Cámara de Diputados, como para entrenar y prepararle el terreno legislativo.
De por bueno que Obrador tiene entre sus planes llegar a esa cámara. ¿Se lo imagina como coordinador del grupo parlamentario de Morena en la próxima legislatura? Trinchera ideal para avanzar en sus aspiraciones, foro propicio para fortalecer su presencia nacional.
Si se convierte en diputado, que se preocupen quienes también tienen la mira en la elección presidencial del 2018.
Camino del tabasqueño
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