Presidente por un día

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Literal, me senté en la silla presidencial y es la historia que les voy a contar. Una silla muy diferente a la que se imaginan o se pueden imaginar. Esta es plegable, de plástico rojo descolorido por el paso del tiempo, medio desvencijada, todavía con capacidad para aguantar un peso ligero. Correspondió a la casilla básica 4418 del distrito electoral federal 15, en la colonia Nápoles, delegación Benito Juárez de la ciudad de México.

Sin privilegios para nadie, el mismo tipo de asiento para los demás funcionarios electorales.

Los seis, presidente, dos secretari@s y tres escrutador@s acudimos a la tempranera cita dominical del 7 de junio de 2015.

Cuando salí de casa con el material electoral, temí por las boletas, porque lloviznaba. Por fortuna no fue suficiente para mojar la papelería. Pronto llegué al Centro de Educación Infantil de la calle de Oklahoma, al mismo tiempo la persona que abriría la puerta.

-Ahí está la mesa larga (aproximadamente tres metros), usted tiene que instalarla –me dijo.

Por un momento supuse que no podría cargarla. ¿Ahora qué hago?, la pregunta que me hice en silencio. Se veía pesada y no había en ese momento nadie que ayudara. Sorpresa, conseguí hacerlo. Quizás  por la fuerza adicional que da el ánimo de cumplir con la responsabilidad cívica. Después, armé el cancel electoral portátil, para proteger el marcado secreto de la boleta. Sabía donde iba cada pieza. Sirvió el curso de capacitación.

María Antonieta y Blanca, entusiastas, llenarían las actas de instalación de las elecciones Federal y del Distrito Federal, contarían boletas, recabarían firmas de los funcionarios y representantes de partidos.

Todo listo para empezar la votación.

Había impacientes en la fila de electores, les urgía votar y no estaban dispuestos a esperar.

No faltó el reclamo de una señora: ¿A qué hora vamos a votar?

Cortar boletas, entregarlas, revisar pulgares de la mano derecha, indicar a electores el lugar de las urnas y el cancel, mi tarea inicial.

Imperceptible la línea punteada de las boletas del Instituto Electoral del Distrito Federal (IEDF), lo que por momentos dificultó su corte, en contraste con las del Instituto Nacional Electoral (INE). Detalle menor.

Lo importante fue que la gente acudió a votar, durante todo el día. No hubo largas filas pero en ningún momento reposó el proceso.

Arianna y Liliana, con una simpatía que contagiaba, no dejaron de marcar credenciales y poner tinta indeleble en el pulgar de la mano derecha.

Aarón, el tercer escrutador, el de menor edad del sexteto, recién egresado de la carrera de odontología, ordenaba la entrada de votantes y cuidaba que los crayones tuvieran punta.

Por lo menos tres personas de la tercera edad llegaron con tanque de oxigeno, una con muletas, dos con andaderas, otras tres, para caminar, con el auxilio de un familiar o amigo.

A una más, de pequeña estatura, se le ofreció de inmediato el cancel especial. Se colocó sobre la mesa, al lado del presidente. El ciudadano se dio cuenta que ahí no se garantizaba el voto secreto.

-Se van a dar cuenta que partido crucé –advirtió.

Miró de un lado a otro, sus ojos le daban vuelta al lugar, un rostro de angustia.

Su inquietud se resolvió cuando el tercer escrutador encontró un mejor lugar para el cancel, una esquina de la mesa pegada a la pared.

-Sonrió y votó. Depositó las boletas en las urnas que estaban a su alcance. Se retiró complacido.

¿Jóvenes?

Muy pocos, muy pocos, más mujeres que varones.

La mayoría personas por arriba de los 50 años de edad.

Prevaleció el orden.

Sobre la marcha se mandó a pedir comida japonesa. Nos devoramos el sushi, sin dejar de recibir la votación.

A las 18:00 horas se cerró la casilla, ya no había formado ningún ciudadano.

Se vaciaron las urnas para contar y sumar los votos, bajo la mirada de los representantes de partido.

Los escrutadores, con rapidez y eficacia, contaron y recontaron las boletas de las elecciones de diputados federales, diputados de la asamblea legislativa y jefe delegacional.

Hubo una cifra que no cuadró. Se volvió a contar y recontar, para despejar cualquier duda o sospecha.

Por eso es injusto cuando dirigentes de partido se atreven a cuestionar el trabajo o conteo de votos de los funcionarios de casilla. Esos líderes que no aceptan su derrota; para justificar su mal resultado, hasta olvidan u omiten en su discurso la presencia de sus representantes de casilla en calidad de testigos.

Continuó el llenado de actas de escrutinio, de terminación de la jornada, de incidentes y de entrega de copias.

Por momentos causaban confusión las actas de los dos institutos electorales debido a diferencias en sus formatos.

-Hace falta que uniformen criterios en la elaboración de la documentación- comentó uno de los funcionarios.

El capacitador o representante del INE siempre estuvo localizable para atender cualquier duda.

Trabajo de equipo en la casilla, esfuerzo compartido.

A las 22:30 horas se cerraron y sellaron los paquetes. El siguiente paso fue entregarlos en las oficinas distritales del IEDF e INE. Blanca fue al primero y yo al segundo. Larga fila. Lo bueno es que la recepción era rápida, había más de una veintena de jóvenes para ese propósito.

Llegué a la casa a la medianoche, cansado, satisfecho de cumplir con los deberes de presidente por un día.

Una labor voluntaria la de los funcionarios de casilla, no remunerada, que sin duda contribuye de manera sustancial a la pluralidad que hoy tiene México.

Arturo Zárate Vite

 

 

Es licenciado en periodismo, egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, con mención honorífica. Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal. Más de dos décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político. Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio. Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Es autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.

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