El PRI, cuando todo parecía a su favor, perdió Querétaro porque su candidato careció del consenso interno y el adversario demostró mejor perfil.
La peor derrota que ha sufrido en ese estado. Perdió la gubernatura con una diferencia de más de 7 puntos porcentuales, 12 de los 18 municipios, 12 de las 15 diputaciones locales de mayoría relativa y 3 de las 4 diputaciones federales, según cifras de los institutos estatal y nacional electorales (IEQ e INE).
El caso vale analizarlo.
No había focos rojos en la sede nacional priísta. José Calzada Rovirosa ha hecho un gobierno decoroso, sin estridencias, sin escándalos. Tampoco la sociedad ha salido a la calle a protestar por su actuación o alguna medida contraria a los intereses de la mayoría. También hay que recordar que venía de recuperar para el PRI el gobierno estatal.
Además, consiguió que otros tres partidos apoyaran a su candidato Roberto Loyola Olvera. Cualquiera hubiera dicho que con el respaldo del Verde Ecologista era suficiente. El PVEM le funcionó al PRI en el país, en la elección de los diputados federales. Se sumaron a esa coalición Nueva Alianza y el Partido del Trabajo.
Como diría un nostálgico del poder que quiere que su consorte compita en el 2018 por la presidencia de la República, “haiga sido como haiga sido” Loyola tenía atrás a cuatro partidos, para espantar a los demás adversarios. En esas condiciones se veía con la fortaleza suficiente para triunfar.
La estadística a su favor, cuatro partidos contra uno.
¿Cuál fue el talón de Aquiles?
1.- Loyola que nunca pudo vencer en los debates al panista Francisco Domínguez Servién.
2.- Priístas que nunca estuvieron convencidos ni conformes con la nominación de Loyola. Ante la inconformidad interna, silenciosa pero efectiva a la hora de votar por otro partido, no bastó la participación coaligada ni las buenas cuentas de Calzada para ganar.
3.- El hermano del candidato ya había sido gobernador.
4.- No fue capaz de explicar ni justificar cómo le hizo para obtener en dos años y medio 25 millones de pesos con un sueldo mensual de 90 mil pesos como alcalde.
Sin duda, a una sociedad cada vez más vigilante y calificadora, no se le puede engañar sobre el origen del enriquecimiento de alguien que se dedica al servicio público.
Tampoco en estos tiempos es admisible que una familia, con tal de seguir en el poder, primero compita por el PAN y luego por el PRI. El hermano Ignacio Loyola Vera fue gobernador de 1997 a 2003 con la camiseta azul. O sea, la familia Loyola iba por 12 años de gobierno con un revoltijo militante.
Después del fracaso, se supone que en este estado y en los demás, en las alcaldías y en la presidencia de la República, el Revolucionario Institucional tendría que seleccionar a sus mejores cuadros. La realidad es que en ocasiones existen otros factores, como el gran elector, que llevan a dicho partido a nominar en primer lugar al que se cree concilia intereses internos.
Y si como en este caso surge un adversario con el perfil del panista Francisco Domínguez, es de esperarse el resultado citado. Tiene trayectoria de legislador y alcalde de la capital de su estado. Veterinario y ganadero. Diputado de mayoría relativa, es decir, salió de su casa a buscar los votos. Participativo en su grupo parlamentario en el Senado. Audaz. Su campaña la enfocó en la gente más que en los medios. Su preparación académica y experiencia política le dieron el éxito en los debates. Es convincente y lo ha demostrado.
Los queretanos decidieron darle una nueva oportunidad al PAN.
Ahora, del desempeño de “Pancho” Domínguez depende conservar el gobierno; si falla, en seis años la sociedad le daría la estafeta a otra fuerza política, ya sabe como hacerlo.
¡Querétaro lindo!
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