Don Luis Héctor Álvarez fue congruente con su ideología toda su vida, no recuerdo que haya asumido una posición contraria a sus creencias. Por lo mismo, un personaje respetable.
Cuando era dirigente de su partido, varias veces tuve la oportunidad de entrevistarlo y de intercambiar comentarios fuera de grabadora. Un tipo amable, cortés. Una o dos veces lo vi enojarse y enrojecer ante un comentario o tema que no era de su agrado y rechazaba.
El día que platicamos del proceso electoral de 1988, ya el PAN había acordado lo que se conoció como la “legitimación en el ejercicio del poder”. Eso fue lo que convino con el partido que había sido el ganador oficial de la contienda.
Don Luis estaba tranquilo, sonriente. Era costumbre que después de sus conferencias de prensa, se ofrecieran bocadillos y refrescos a los representantes de los medios de comunicación.
Ahí en esa conferencia, se había tocado el tema del acuerdo. Las respuestas institucionales. Era hábil Don Luis para evadir puntos espinosos. Nunca dio una entrevista para profundizar sobre este caso. Tampoco se que haya dejado por escrito sus memorias y en particular el relato de ese hecho.
No era la primera vez que me acercaba al entonces dirigente panista para comentar algo extra, en un diálogo entre dos, corto, breve. Generalmente era una precisión o aclaración, lo que entendía que no podía o no estaba autorizado a decir de manera pública, con su nombre, en este tiempo.
Había dudas sobre los resultados, protestas del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y de sus seguidores, también se había sumado a la inconformidad del Frente Democrático Nacional el candidato panista Manuel J. Clouthier, pero nunca Don Luis.
Don Luis fue un político de ideas conservadoras, un militante auténtico de la derecha, un empresario que no comulgaba para nada con la izquierda. Como presidente panista no procuró ni hizo alianzas con quienes consideraba tenían propuestas contrarias a la suyas.
Estaba satisfecho con el acuerdo al que se había llegado con el partido en el poder.
-¿Hizo lo correcto al aceptar la legitimación en el ejercicio del poder?
-¡Claro! –me contestó.
Y siguió:
-Yo no iba a darle mi apoyo a Cuauhtémoc. No es lo que le conviene al país, sería un error. Se hizo lo que más favorecía al país.
Don Luis, nunca se arrepintió de la decisión tomada y me quedó claro que el ingeniero Cárdenas jamás estuvo en su ánimo.
No lo externó de esa manera pero era evidente que le tenía pavor a la posibilidad de que Cuauhtémoc fuera a vivir a nuevo en Los Pinos, ya lo había hecho de niño con su padre el general Lázaro Cárdenas.
Luis nunca quiso a Cuauhtémoc
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