Los resultados del IFE, anteriormente, ahora INE, tienen que ser valorados antes de emprender cualquier nuevo cambio en la organización de los procesos. Hasta ahora, es indiscutible que el instituto ha contribuido a la democracia y a la alternancia en México.
Con todo y que a veces los perdedores se quejan de la autoridad electoral, el hecho es que el voto se ha hecho valer. De otra manera, el que era partido dominante, absoluto, el de la dictadura perfecta, como diría el escritor peruano y Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa, seguiría en el poder. Ha quedado reducido a tal tamaño que parece estar en riesgo de extinción; su futuro depende de sus propios dirigentes y lo que la sociedad determine.
Esa alternancia ha sido voluntad de los electores que han podido comprobar que el país tiene instituciones para que el voto cuente y se respete. No es un cheque en blanco para el que gana. Quien en estos nuevos tiempos llega al poder, no llega para siempre, su permanencia depende del desempeño, la actuación como gobernante, de los beneficios que aporte a la población.
Hay que reconocer el trabajo de los organismos electorales, a nivel nacional y en los 32 estados. Es evidente que las condiciones estás dadas para que la alternancia se de a nivel nacional y estatal.
La queja reiterada de que los gobernadores hacen y deshacen en sus estados en materia electoral se ha ido diluyendo ante los hechos. Falta, todavía hay resistencias y tentaciones para tratar de influir; se ha visto no solamente en los estados, también en la competencia por la presidencia de la República.
Hay que observar que el INE y lo que llaman Organismos Públicos Locales Electorales (OPLES) funcionan como una mancuerna. El INE puede intervenir y hasta organizar un proceso local, en caso de ser necesario. Además, tiene la atribución de nombrar y remover a los consejeros locales. En la práctica se complementan. Cuando la autoridad central ha hecho valer la facultad de atraer la organización de la elección local, ha constatado que requiere en cierta medida de la experiencia y operación de los lugareños.
Por eso, cuando se habla de que los OPLES pueden llegar a su fin y de que lo más conveniente es que el INE haga todo, antes de dar cualquier paso, primero valorarlos. Quedarse con lo que funciona y deshacerse de lo que todavía estorba a la democracia.
Cortar de tajo a los organismos locales, puede ser riesgoso y hasta contraproducente. Sería desestimar lo avanzado a nivel local y creer que nada más el INE puede garantizar la imparcialidad.
Lo bueno, hay que perfeccionarlo, no tirarlo.
¿Monopolio del INE?
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