Creyó que los segundos que le quedaban de la luz del semáforo a su favor iban a ser suficientes.
Además, de no ser así, supuso que los vehículos al verlo, se iban a detener y dejarlo cruzar la calle.
Walter Ormeño se equivocó.
Uno de los automóviles lo arrolló. Con su estatura de 1.89 metros (antes era de 1.92 metros; dice como muchos que con la edad va decreciendo) y 90 kilos cayó en el cofre.
Se quebró la pierna derecha.
El accidente ocurrió en Guatemala, en el 2011. Para recuperarse lo único que le falta es recobrar el equilibrio. Le metieron cuatro tornillos en la pierna. Se apoya con un bastón. No le gusta y pronto quiere dejarlo.
Admite que fue su culpa, por no respetar las señales de tránsito.
Quien lo atropelló, no huyó. Estacionó su auto y llamó a la ambulancia.
-Monada de muchacho, tenía como 24 años. Me fue a visitar al hospital, preocupado por mi salud –recuerda.
También recibió la visita de un abogado. Le propuso demandar al conductor, acusarlo del atropellamiento y exigirle indemnización.
Walter rechazó la oferta, porque “yo fui el causante del accidente”. Para él siempre debe ir por delante la honestidad.
Como portero en el futbol mexicano y el continente americano, se convirtió en una leyenda. Jugó con el América, Atlante, Morelia y Zacatepec. En equipos de Centroamérica y el cono sur. Dirigió al América, al Pachuca, a Los Pumas, al Atlético Español, al Atlante y al Cruz Azul. Su historia deportiva es una enciclopedia. Horas interminables se requerirían para poder repasar su trayectoria. Pero más que le digan que es una leyenda, le gustaría que le dieran trabajo.
Se siente con fuerza para aportar su experiencia a las nuevas generaciones. Está agradecido con el futbol porque le ha dado para vivir. No es millonario. Ha tenido lo necesario para darle educación a sus tres hijos. Los tres con carrera universitaria. Tiene seis nietos, uno de ellos, Santiago Ormeño, juega en la sub-20 del América, es volante zurdo. Anhela que le den el lugar que le corresponde y que no lo vayan a desaprovechar. Otro nieto, Alexander, apenas de 5 años, le ve madera para dedicarse al futbol.
Amigo de uno de los grandes en el mundo. Del histórico e inolvidable Alfredo Di Stéfano, quien falleció el pasado 7 de julio. “Me quedó a deber dos pesos”, por una apuesta que hicieron en un partido. Coincidieron en Argentina y Colombia. Otro de sus amigos, Marcos Ricardo Búsico, del Boca Juniors. Cuando después de muchos años volvieron a encontrarse en Argentina, Ricardo desenterró dos botellas de vino que había conservado para esa ocasión.
Admirado por intelectuales. Sabe que el escritor Enrique Krauze estuvo pendiente de sus actuaciones como arquero. Le avisaron que Krauze lo busca para un autógrafo. A sugerencia de este reportero, aceptó la idea de enviárselo a través del portal Código Zárate Vite.
Tuvo su época de fumador empedernido. 60 cigarros al día.
-¿Qué hizo que dejara de fumar?
Utiliza sus dos manos para ejemplificar y reforzar sus palabras.
-Lo recuerdo como si fuera ayer. Hubo un momento en que en una mano tenía el cigarro y en la otra el silbato. Mi intención era hacer sonar el silbato y lo que me llevé a la boca fue el cigarro. Fue la última vez que fumé.
Walter Ormeño, de origen peruano, nacionalizado mexicano, vive en el Distrito Federal, desde 1959 en la colonia Nápoles de la delegación Benito Juárez. Lo he visto caminar por esta zona desde hace más de 20 años. Es un personaje respetado y cordial.
Llegó media hora antes para la entrevista en una cafetería de la calle de Pensilvania en la Nápoles. El reportero puntual, a las 13:00 horas. Se los cuento porque Ormeño fue lo primero que subrayó al encontrarnos.
Vestía pantalón de mezclilla y camisa de color azul de rayas. El estuche de los lentes en la bolsa de la camisa. No tomó nada durante la plática. Su mano izquierda jugó con dos servilletas, doblar y desdoblar. En el dedo anular de su mano derecha, su anillo de casado. En la otra su reloj y anillo dorado. Observador, sin quitar la mirada a su interlocutor. “Por lo que veo usted sabe taquigrafía”.
Su memoria trajo a la mesa nombres de futbolistas que se han cruzado en su camino. Entre Ochoa y Corona, no duda en afirmar que el primero tiene mejores condiciones como portero.
No olvida el primer mensaje que le escuchó a Emilio Azcárraga Milmo, “El Tigre”, cuando compró al América.
El empresario invitó a directivos y jugadores a comer en un restaurante de la avenida Insurgentes.
Ahí Azcárraga les dijo:
“De futbol no se nada, pero de negocios conozco mucho”.
Walter Ormeño no deja de repetir que está agradecido con el futbol mexicano.
“El futbol me dio suficiente, pude pagarles la educación a mis hijos.
-Y en esta segunda parte de su vida que es lo que más quiere, ama?
-Mi familia.
Autógrafo para Enrique Krauze
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