Henan, China.-Ver la marca de los dedos en troncos de gigantescos árboles, con una profundidad que en algunos casos llega al centímetro, te deja sin habla. Hasta dolor siento en mis manos nada más de imaginar el impacto requerido para dejar esa huella en al corteza. Es una de las cientos de cosas que hacen los monjes o practicantes del Kung Fu, arte marcial de excelencia.
Árboles que flanquean el pasillo que te lleva a internarte en el monasterio de los monjes, en el Templo Shaolin, famoso en el mundo, sobre todo a raíz de la película del mismo nombre y que le dio la vuelta al planeta en los ochentas; espectaculares saltos y golpes de los protagonistas, que parecían de fantasía o milagrosos.
Aquí estoy, con un frío por debajo de los cero grados, con una ligera nevada que da el efecto de caspa en la vestimenta.
Historia para contar a propósito de la Navidad y la festividad con motivo del año nuevo, tiempos de cordialidad, reconciliación, buenos deseos y abrazos. La enseñanza de los monjes budistas, los valores que se deben seguir para tener una vida en paz, en armonía. Oportunidad de platicar con el abad Shi Yongxin, en su casa.
Ocho periodistas mexicanos con el jefe de los monjes, como antes y en otros años lo hicieron Nelson Mandela, la Reina Isabel, Henry Kissinger, Vladímir Putin, Juan Antonio Samaranch y tantos más, atraídos por el budismo chino, por un templo fundado en el año 495 y habitado por monjes que amalgaman sus creencias, su fe con el arte marcial.
No se trata de solo dar golpes o de aprender Kung Fu, va lo uno con lo otro. El objetivo es ser mejor en todos los sentidos. Tienen sus reglas, sus mandamientos, su ética.
-¿Qué recomienda para ser mejores?-pregunta una compañera.
Se había formado una herradura con los asientos, el abad en medio, observador, con una actitud serena, apacible, enternecedora. Nos convida un té, no se de qué sabor es, agradable, caliente; quita el frío, al menos en ese espacio espiritual y filosófico.
Todos oídos para escuchar al abad.
Y empieza a dar su respuesta.
Cinco puntos, sintetizados, resumidos, de una cultura heredada por sus antepasados.
-Respetar la vida, no matar.
-Decir siempre la verdad, no mentir.
-Respetar lo que no es tuyo, no robar.
-Sin excesos o abusos en la vida sexual.
-Evitar el consumo de sustancias tóxicas.
Mandamientos simples, sencillos, entendibles, que la sociedad en el mundo no aprende o se resiste a cumplirlos.
Los monjes viven hasta la fecha y seguro que por muchas centurias más, con los principios ancestrales. Y no significa que vivan aislados con sus creencias o distanciados de los demás.
El abad Shi Yongxin nos regala su libro titulado “El Templo Shaolin en mi Corazón”; en el relata lo que ha sido su vida como monje, experiencias y lecciones aprendidas. En un principio, sus padres se opusieron a su vocación, no querían que siguiera de esa manera el budismo.
A mis compañeros como a mi, nos sorprende ver a cada monje que nos topamos en el camino con su móvil o celular en mano. El abad lo explica en su texto, son las herramientas de la modernidad. El internet lo utilizan desde su aparición, para estar conectados con el mundo y promover su cultura, su ética.
Lástima que muchos políticos y gobernantes no se han dado cuenta o no quieren aceptar lo que puede llevar al mundo a una vida mejor.
Enseñanza de monjes budistas
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