Hace cuatro años, las encuestas favorecían a la candidata demócrata Hillary Clinton y prácticamente los medios de comunicación en general daban por hecho que sería el relevo de Obama.
La tendencia estadística y mediática no era convincente porque Trump había conseguido presencia en redes sociales como nadie. Su discurso era atractivo para millones de norteamericanos.
Había sido contundente en los debates, mucho más hábil y capaz que su rival. No le hizo ninguna reverencia por su condición de mujer. Debatió de igual a igual, con mejores ideas y frases. Demostró que era una persona que conocía y dominaba la televisión.
Su mensaje era lo que deseaba escuchar una parte importante de la sociedad norteamericana. La mayoría. Ofrecía sobre todo poner por delante, en los hechos, los intereses de su país y su gente. Compromisos y palabras directas, sin limitación alguna.
No dudó en descalificar a sus vecinos del sur, en particular a los que cruzan la frontera en busca de trabajo y el sueño americano. Les dio trato de delincuentes. Conquistó al electorado con la promesa de reafirmar como primera potencia a los Estados Unidos y que esta supremacía se reflejara en el bienestar de cada uno de sus connacionales.
Además, Trump, no tenía de su lado solo la trayectoria televisiva. Su actividad empresarial, con altas y bajas, con saldo a favor, también lo hacía atractivo para el electorado.
Las desesperadas acusaciones de una veintena de mujeres por presuntos abusos, respondían más a una estrategia de sus adversarios que a una realidad. No funcionaron para restarle votos y mucho menos para impedir su triunfo electoral.
Entonces, hace cuatro años, eran las referencias que los electores tenían de Donald Trump. Le creyeron y lo hicieron ganar, sin ningún asomo de duda sobre el resultado. Fue mejor candidato que Hillary. Los estadounidenses votaron por el que les pareció mejor.
Hoy es distinto, la sociedad ya tiene más información sobre el desempeño de su presidente. Ya no se va a guiar por la retórica sino por los hechos. Y en los hechos, que le constan a cada uno de los ciudadanos, Trump no ha cumplido. Sus palabras perdieron impacto.
El demócrata Joe Biden, sin aspavientos, sin desgañitarse en foros ni en medios, con una propuesta mejor elaborada, sin presumir lo que no ha hecho, sin ofrecer escenarios irrealizables, se encamina hacia la Casa Blanca.
Los demócratas van a recuperar la presidencia. Hace cuatro años, al margen de las encuestas, nuestro análisis decía que ganaría Trump. En esta ocasión, la realidad favorece a Biden.
Joe Biden va hacia la Casa Blanca
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