Límites del poder presidencial

Internacional
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En los Estados Unidos el telón presidencial ha caído para Donald Trump. Llegó a su fin el periodo de cuatro años en la Casa Blanca. Un cierre nada afortunado para sus aspiraciones políticas porque no pudo conseguir la reelección.
Queda claro en el país vecino del norte, por lo visto, no solo en el caso de Trump, sino de muchos otros: tener el poder presidencial no es suficiente para ganar una elección, aunque tenga a la mano recursos estratégicos, económicos, humanos, materiales, para apuntalar el anhelado propósito.
De nada le sirvió a Trump disponer del avión presidencial para viajar a sitios donde encabezaría actos de campaña, tampoco hablar en espacios mediáticos a los que por su investidura tenía acceso. Pleno ejercicio de la libertad de expresión, sin que nadie pudiera cuestionarlo por la dualidad política: presidente y candidato a reelegirse. Ninguna crítica por utilizar tiempo presidencial para conseguir simpatizantes y votos. Todo, permitido por las leyes norteamericanas, por la sociedad.
Allá no hay límites en ese sentido. Reglas del juego que se han mantenido por muchas décadas. Hacer campaña desde la Casa Blanca no es garantía para obtener la reelección. Lo que determina el resultado es el voto, no el poder presidencial, haga lo que haga, diga lo que diga. El poder del voto es mucho mayor.
La sociedad pone y quita, premia y castiga. Funciona la alternancia, entre los demócratas y republicanos. Ninguna de las partes tiene garantizada eterna permanencia. La continuidad depende de la obra realizada, del desempeño en el gobierno, de los beneficios palpables y comprobables recibidos por la gente. Los hechos hablan y cuentan, muy por encima de las palabras.
Evidente que Trump no tuvo administración exitosa. Su desempeñó acentuó la división social, en perjuicio de todas las partes, porque nadie puede estar a gusto de vivir en el odio o en el pleito cotidiano. Quizás su principal pecado estuvo en la lengua y en sus mensajes escritos ofensivos en redes sociales.
No terminó de construir la muralla entre Estados Unidos y México. Tampoco logró que México pagara la obra. Desestimó la pandemia a la vista de sus gobernados. No pudo afianzar el liderazgo de su país como potencia en el mundo. Son hechos y no existen palabras que puedan desaparecer los hechos.
Los hechos marcan el alcance del poder presidencial y es lo que explica la derrota del provocador republicano.
Así que la libertad de expresión de la que gozó para hacer su campaña desde la Casa Blanca, comprobó que no fue suficiente para sus fines, ni los propios ni los de su partido que perdió el control del Congreso. En el barco republicano no solo iba él, también sus compañeros que disputaban espacios en el Senado y la Cámara de Representantes.
Hay quienes creen que la historia de Trump no ha terminado, que existe una corriente derechista que lo va a seguir y que podría regresar dentro de cuatro años. Nada más que la sociedad ya le dio la oportunidad en los niveles más altos y la desperdició.
Vuelta a la página. Empezó la era del demócrata Joe Biden. Nuevos planes y acciones. Ajustes en sus relaciones con otros países. Tendrá que esmerarse por sumar y conciliar. Atender con urgencia la salud de los norteamericanos. Le dejan un tiradero que está obligado a recomponer a la brevedad.

Arturo Zárate Vite

 

 

Es licenciado en periodismo, egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, con mención honorífica. Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal. Más de dos décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político. Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio. Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Es autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.

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