Poder legislativo
Recuerdo la discusión con mi tía Socorro cada vez que coincidíamos en la misma mesa. Para ella el pobre era pobre porque no quería trabajar y porque no estudia. Nunca conseguí que cambiara de opinión. Hoy la realidad la alcanzó, sufre por falta de empleo y se ha sumado a la economía informal, en un mercado sobre ruedas vende chocolates.
Tampoco he cambiado mi argumento. El escenario cada vez es más cruel y hace irrebatible la necesidad de sacudir las instituciones en México, públicas y privadas. No es sólo una o dos las que fallan. Es muy cómodo acusar nada más a la que se tiene cerca o enfrente e ignorar lo que sucede en otras, por conveniencia o intereses opacos. Les corresponde ser un buen ejemplo, porque hasta ahora han sido en muchos casos lo contrario. Esa es quizás la explicación, no la justificación, de que la sociedad contribuya a la descomposición que se vive.
El país paga las consecuencias, se le ha sobreexplotado, el saqueo no tiene límites. Hay que ver nada más como se pelean los políticos posiciones que a la vista parecen estar en bancarrota. Van por lo que resta en entidades endeudadas y conflictivas. En la iniciativa privada, empresas que han llevado a los dueños a las listas de los más ricos del mundo a cambio de un servicio concesionado por el poder, alejado de la calidad o destructor de la naturaleza.
Los medios de comunicación y periodistas tampoco están limpios, quien opine diferente que tire la primera piedra. La ética no es la prioridad. Se asume el papel de juez sin más sustento que el mero dicho, sin investigación de por medio, sin importar lastimar o difamar, sin más justificación que el derecho a opinar. El daño moral es lo de menos. Por eso la pérdida de credibilidad. No hay quien los enjuicie. Si alguien se atreve, avientan por delante las libertades de prensa y expresión.
Debe quedar claro que no se puede ni debe generalizar, hay excepciones numerosas en todos los ámbitos o segmentos de la sociedad, gente que se significa por su rectitud, no todo está echado a perder. Sin embargo, por lo que se ve, el mal es serio y preocupa. El deterioro se ha vuelto cotidiano y crónico. Es tiempo de sacudir y limpiar las instituciones.
Urge actuar en defensa del país. Ya no más “moches”, incumplimientos de ley, “horario” legislativo para no acatar plazos legales, ignorar quejas, desatender obligaciones, complicidades, ocultar irregularidades, minimizar atropellos, engaños, injusticias, corrupción, impunidades, derroche de recursos públicos y promesas incumplidas; impartición de justicia parcial, lenta y dosificada; economía favorable, ganancias y empleos altamente remunerados para los menos.
Eso es lo que ocurre en la parte de arriba de la pirámide social, con los que gobiernan y son dueños dinero, con los que ejercen el poder económico y político. El mal ejemplo. Por eso hay gobernados que en su entorno ignoran o no respetan las reglas de convivencia. Tiran la basura en la vía pública y desatienden el reglamento de tránsito. Hay inconformidad por la falta de empleos, bajos salarios e inseguridad. Se quiere resolver el problema de la delincuencia con más policía y fuerza militar en la calle, cuando la realidad sería distinta si prevaleciera el bienestar. (La Real Academia Española define bienestar como “conjunto de las cosas necesarias para vivir bien”). Las protestas en aumento.
Así como está el país, resulta incompresible que un servidor se haga pato y prefiera no actuar para prevenir un conflicto ante el riesgo de exponer su empleo e ingreso; peor si esa omisión responde a un “arreglo” e intereses contrarios a la colectividad y la ley.
Ejemplos de ineficiencia e impunidad, abundan; citar a los involucrados por su nombre y apellidos, haría interminable este texto. Tampoco se trata de incurrir en lo mismo que se critica, de acusar sin pruebas. Los hechos están a la vista de todos y cada quien sabe la parte que le toca. Es muy lamentable que conociendo tu defecto, solo mires la paja que hay en el ojo ajeno.
Cuando hablamos de sacudir instituciones y limpiarlas, nadie queda fuera de la valoración, desde la institución presidencial para bajo, en los terrenos público y privado.
Hay que hacerlo para rescatar a la sociedad del escepticismo y desencanto; salvarla de ese futuro pintado de negro por quienes se llenan la boca al ofrecer un mundo mejor que seguimos sin ver.
Mi tía Socorro ya se convenció de que su alegato era raquítico, ahora más sensible y sabia añade que la clave para alcanzar una realidad justa es aplicar y hacer cumplir la ley, a todos. Tiene razón.
Cuando escribe en Facebook que iba a La última sesión de Freud y que después les platicaría, más de uno supuso un trastorno mental. “¿Qué pasó?”, preguntó Gerardo Mares. Aída Ramírez de plano me deseó “¡Suerte!”.
La última sesión de Freud es una obra de teatro que recrea el debate entre dos intelectuales sobre la existencia o no de Dios. Sergo Klainer en el papel del padre del psicoanálisis y Darío T. Pie (La Roña) como S.C. Lewis, egresado de la Universidad de Oxford.
El teatro Helénico estaba lleno. No me pareció que ninguno de los asistentes tuviera alguna alteración mental. Vi a todos educados, atentos, sin perder detalle del esgrima verbal y de los chistes que soltaban los protagonistas en el momento justo para bajarle tensión al tema y hacer reír al público.
Noche de lluvia, como casi todas en las últimas semanas en la ciudad de México. Por un momento supuse que la concurrencia sería mucho menor. Me tocó ver salir la gente de la primera función. Formada, sin empujones, tranquila, ordenada, en espera de que el valet parking trajera su respectivo auto. Yo no llevaba boleto. Había fila para comprar en la taquilla. Todavía alcance un buen lugar cerca del escenario.
¿Todas estas personas vendrán a ver la obra?, me pregunté al llegar al vestíbulo (lobby). Adultos en su totalidad. Hombres y mujeres. Rostros apacibles. No vi impacientes. Tampoco ansiosos ni estresados.
Y es que por la mañana había leído en El Universal que siete de cada 10 que viven en la ciudad de México sufren estrés. Nadie dio señales de este estrés. Ni antes ni durante la obra ni después. Al salir del teatro, la lluvia seguía. Los previsores con su paraguas y lo demás resignados a la llovizna. Había perdido fuerza la caída del agua. Parecía de esa que sale de un rociador para ropa o cabello. Los comentarios eran sobre la obra y las actuaciones. Voces complacidas y altas calificaciones para los actores.
Eso sí, con el dilema sin ser resuelto: ¿existe o no existe Dios?
Por el comportamiento del público, llegué a la conclusión de que ninguno de los asistentes tenía signos para recomendarle visitar al psiquiatra o al psicólogo. Recordé el titular del periódico. Siete de cada 10 con estrés. Por lo menos ahí esa estadística no cuadraba.
Magistrales las actuaciones de Sergio y Darío.
Su conversación, sus gestos, sus desplazamientos, te atrapan desde el primer momento. Su encuentro sucede cuando Inglaterra decide ingresar a la Segunda Guerra Mundial y de las noticias de la BBC de Londres da cuenta el viejo radio que enciende y apaga Freud.
Es tan real su diálogo y personificación, que Freud (Sergio Klainer) da lástima y tristeza al verlo vomitar sangre por su enfermedad terminal (cáncer en el paladar).
Lewis (Darío T. Pie) hace sentir hasta su tic nervioso en la cara. Un intelectual converso, que había dejado su ateísmo para convertirse en cristiano. Observador con su comentario sobre las imágenes religiosas que en su casa tenía el ateo Freud, supuestamente como decoración. Mi mente que no para me trajo de inmediato la imagen del que tiene en su casa la imagen de la virgen de Guadalupe y se declara “antiguadalupano”.
Los dos personajes se quedan con sus creencias.
Estupendo trabajo de Sergio y Darío.
Tampoco ellos requieren ir al diván, lo que merecen es un largo aplauso, de pie, como el que recibieron del público esa noche.
¿Se negocia en la mesa o con la masa? El secretario de Gobernación Miguel Ángel Osorio Chong decidió que lo haría con la masa, con los jóvenes del Instituto Politécnico Nacional (IPN). Le pidieron la cabeza de la directora Yoloxóchitl Bustamante. Él, como lo hizo Pilato ante el pueblo de Judea que aceptó crucificar a Jesús aun a sabiendas que era inocente, cedió ante el reclamo popular. Si fue justo o no, fue lo que menos pareció importar en ese momento.
Con las masas no se juega y tampoco se debe negociar, salvo que se quiera correr el riesgo de entregar a un inocente o ceder a una demanda que sale del marco justo, sin más fin que el lavarse las manos como lo hizo Pilato ante el pueblo de Judea para cuidar su cargo y trayectoria. En este caso, hasta para dar un paso adelante en la carrera por ser inquilino de la residencia oficial de Los Pinos. El efecto mediático fue favorable para el protagonista. Complació a la multitud.
¿Se imaginan lo que hubiera sucedido si en ese encuentro rechaza las pretensiones de la masa? Haría bien el secretario si le da una releída al texto del Premio Nobel de Literatura Elías Canetti, titulado Masa y Poder, para no perder de vista el alcance de las masas, identificar sus límites y el manipuleo a que están expuestas, por dentro y fuera.
La masa politécnica llegó con propuestas concretas, de carácter educativo. El secretario de Gobernación las atendió. Cierto que la sapiencia y la suerte estuvieron de su lado. Se adornó. Salió en mangas de camisa. Sorprendió a los jóvenes que no esperaban verlo. Exigían su presencia igual que otros grupos que han marchado hacia las puertas del edificio de Bucareli. Seguro que daban por hecho que verían a un funcionario de menor rango. Era la práctica y costumbre.
Osorio no solo los sorprendió, se ganó su simpatía, por lo menos de los que estaban abajo del templete, la masa. Eso explica los aplausos. Recibió de mano de los líderes las demandas y ofreció darles puntual respuesta. Les aceptó el día que le fijaron para un nuevo encuentro.
El pliego recibió respuestas favorables. Era lo que quería escuchar la masa, sobre todo la confirmación de la renuncia de Yoloxóchitl. Tarde se dieron cuenta los líderes de que su movimiento estaba prácticamente desactivado. Con lentitud pero alcanzaron a decir que revisarían el documento. La actuación del secretario había complacido de nuevo a la masa.
Sin embargo el problema no está resuelto. Ahora no hay directora ni secretario general del IPN. También renunció Fernando Arrellano. Está descabezada la cúpula politécnica. Sigue el paro. Los estudiantes quieren más (ojalá sea calidad en la educación) y para ello van a negociar con quien debieron hacerlo desde un principio, con Emilio Chuayffet, secretario de Educación Pública. La negociación en la mesa, como corresponde, no con la masa.
Por lo pronto, los jóvenes ya tienen a su favor un documento firmado por Miguel Ángel Osorio Chong. Es un hecho que Chuayffet no debe ni puede complacerlos de la misma manera.
La negociación debe darle al país un IPN que garantice un mejor nivel educativo, egresados con un conocimiento y mentalidad que los haga competitivos en cualquier parte del mundo.
Queda claro que lo más conveniente es negociar en la mesa y no con la masa, porque con la masa hasta los inocentes pueden ser crucificados.
Sin duda, Osorio supo ponerse un paso delante en una carrera que todavía ni siquiera ha llegado a la mitad. Es la percepción que dejó el episodio escolar.
Con la viveza, inocencia y brillo natural en ojos infantiles, a la distancia, mientras jugaba con los soldaditos de plástico color verde y reproducía de manera elemental las batallas de la serie de televisión “Combate” protagonizada por el actor Vic Morrow quien representaba a los norteamericanos y siempre vencía a los alemanes, miraba el grupo de soldados que con machete en mano cortaban el zacate de metro y medio de altura.
Era una tarea periódica que realizaban en colonias periféricas de escasa población en Poza Rica, Veracruz.
Significaba no solo limpiar de maleza esos espacios que hoy están pavimentados y habitados, sino también la eliminación de víboras y alacranes, que nunca supe con certeza si eran venenosos, pero que me provocaban miedo al verlos arrastrarse por mis zonas de juego.
Cada vez que llegaban en un camión y empezaban a bajar con un machete los militares, respiraba tranquilo. Para mis adentros agradecía esa labor y a quien ordenara que se llevará a cabo.
Mi padre me enseñó a tenerles admiración.
Siempre mantuvo una relación cordial con ellos. A mi me hizo apreciar su disciplina, orden, puntualidad, actividad deportiva y acciones para ayudar a la sociedad cuando hay un desastre, el llamado plan DNIII.
El principal enlace de mi progenitor con la milicia era porque escribía para el diario La Opinión, el mejor diario de la zona norte veracruzana, en la sección deportiva. Los soldados practicaban futbol, atletismo, voleibol y basquetbol. Competían en las ligas locales. Actuación sobresaliente. Por eso eran noticia. El comandante del 7º batallón de infantería, a veces general y en otras coronel, procurara que el personal bajo su mando tuviera esa participación.
Respetuosos de las normas deportivas. Nunca les vi excesos de fuerza o prepotencia en el juego. Seguro tenían la instrucción u orden de su jefe de acatar al pie de la letra las reglas. Su deber es obedecer órdenes.
Era tal la afinidad de mi padre con los militares que de manera reiterada platicaba de ellos e incluso me hizo aprender e identificar por sus barras y estrellas metálicas los diferentes grados.
Quizás por mi corta edad era mínimo mi interés por las noticias que difundían los medios de comunicación. Apenas si supe que algo malo había pasado en 1968 en Tlatelolco. Fue hasta la universidad cuando leí el libro La Noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska y consulté periódicos en la Hemeroteca Nacional, que conocí el atropello y la tragedia estudiantil.
Después, con mi casaca de periodista, aunque no me tocó esa cobertura, la irrupción de los zapatistas que con Marcos a la cabeza le declararon la guerra al gobierno en 1994. Los militares respondieron con la fuerza que les caracteriza y obedeciendo órdenes, hasta que se decretó el alto al fuego y empezó el lento proceso de pacificación. ¿Se acuerdan que el ocurrente y candidato presidencial Vicente Fox decía que en cuestión de minutos arreglaba el conflicto?
Por supuesto, como estudiante, me enteré de las acciones militares en el mundo. La Primera y Segunda Guerra Mundial. Los pleitos en Medio Oriente. Las dictaduras militares, en particular las de América Latina. La Independencia de México y su Revolución. La fortaleza bélica se hacía sentir. Para fortuna de sus habitantes, en la mayoría de las naciones prevalece la paz.
En nuestro país, después de la Revolución, recuerdo la participación del escuadrón 201 en la Segunda Guerra Mundial, el 68 y el episodio zapatista. La acción de las fuerzas armadas, del Ejército y la Marina, se enfocó hacia la tarea social, al auxilio de la sociedad en desastres. Se ganaron el reconocimiento colectivo.
En los términos de la Constitución, también habían venido apoyando a las autoridades civiles cuando eran requeridos, en particular para reforzar la acción en contra del narcotráfico y delincuencia organizada. Intervenciones programadas. A los militares se les veía más seguido en la aplicación del plan DNIII, en los desfiles de septiembre y en sus cuarteles.
Sin embargo, a partir del sexenio de Felipe Calderón, por órdenes del jefe supremo de las fuerzas armadas, que no es otro que el presidente, la tropa salió a las calles, a la “guerra”, porque así la llamaron en un principio desde Los Pinos, para combatir la delincuencia.
El resultado es que la delincuencia no se ha abatido como quisiera la sociedad y hay militares que han incurrido en faltas graves. Ahí está el episodio de los estudiantes del Tecnológico de Monterrey o de la familia humilde que en Tamaulipas sufrió las consecuencias de pasarse, por miedo, un retén. Evidencias de que los militares están entrenados para la guerra.
Los gobiernos panistas, antes deficiencias y corrupción policiaca, optaron por emplear a los militares. Y hasta ahora, como en cualquier parte del mundo, lo que hacen es obedecer órdenes, esencia de su disciplina.
Se combate la violencia con violencia, cuando la inteligencia es la que debería ir por delante. Encontrar los puntos débiles de la delincuencia, como es su financiamiento, para de verdad doblegarla. Además, generar empleos y mejores ingresos para la mayoría de los mexicanos que viven en la pobreza, porque luego, por su condición económica y necesidades básicas, son tentados a formar parte de los grupos dedicados a delinquir.
Ante lo sucedido en Tlatlaya, donde se presumen excesos, según lo relatado por los medios, aunque resulta extraño que no se ocupen en averiguar con detalle quiénes eran y a qué se dedicaban quienes ahora son vistos como víctimas, es tiempo de evaluar la conveniencia de que las fuerzas armadas regresen a los cuarteles.
No hay que olvidar que el artículo 129 de la Constitución señala que “en tiempos de paz, ninguna autoridad militar puede ejercer más funciones que las que tengan exacta conexión con la disciplina militar”.
La “guerra” de Calderón se acabó con Calderón.
Hay que recobrar la seguridad y tranquilidad, pero con inteligencia, con estrategia, en el marco de la ley.
Begoña Narváez y Rodrigo Cachero o Rodrigo Cachero y Begoña Narváez hacen un protagónico que ni tiempo te dan de respirar cuando los ves actuar. Están de excelencia. Por eso repito sus nombres. Cualquiera de los dos puede ir por delante. Tienen el mismo nivel en la obra Hard Candy que se presenta en el Foro Shakespeare de la colonia Condesa de la ciudad de México.
Celebro que estos dos artistas tengan esa calidad en su trabajo. Con cualidades para plantarse en los mejores escenarios. Cumplen al pie de la letra con esta historia que busca ser una advertencia para quienes acostumbran a conseguir pareja por Internet y Facebook.
Es un mensaje especialmente para los jóvenes. Trata el caso de una escolar de 16 años que cobra venganza contra un adulto sospechoso de haber desaparecido a una menor.
La historia es del escritor americano Brian Nelson. En el 2005 fue llevada al cine por el director británico David Slade.
Adaptada al teatro por Luis Mario Moncada y bajo la conducción de Anilú Pardo y Mario Mandujano.
Te atrapa desde el primer momento, con un intercambio de chats entre los protagonistas ágil, puntual, con una cuidada escritura. La dicción limpia. No hay necesidad de adivinar las palabras. Los diálogos y gesticulación de Rodrigo y Begoña dan vida a los personajes, a la jovencita Hayley y al famoso fotógrafo Jeff, de 35 años de edad.
Estaba con mi esposa en segunda fila. Ella lo primero que observó fue que el telón está desgastado. Al final fue lo que menos le importó. Salió satisfecha y con elogios para los actores.
Yo lo que pensé a propósito del mensaje de la obra, es que ni por error se metería a verla un pederasta y mucho menos si usa alzacuello. Begoña había hecho bien el papel de castradora y Rodrigo se vio real en su martirio en la improvisada plancha quirúrgica.
El escenario es pequeño pero se percibe gigante con las actuaciones de Narváez y Cachero.
Bueno, hasta el detalle técnico de la “cafetera” es de aplaudirles a los productores de Hard Candy.
Toda su vida ciudadana, que no es muy larga, ha votado por la oferta de la izquierda, así es que cuando le pregunté sobre la expresión presidencial que liga la corrupción a nuestra cultura supuse que vendría la inmediata reprobación. No fue así.
Margarita, solo por darle el nombre más repetido en la política del sexenio anterior y garantizar la privacidad de sus datos personales, dedicada a la academia, sostiene de entrada que la corrupción es una práctica universal de diferentes medidas para cada país.
Me dejó sin habla su comentario de que todos roban, pero que lo importante es que roben poquito y hagan bien su trabajo, la obra pública; como diría, en broma o en serio, el alcalde nayarita Hilario Ramírez Villanueva. Una expresión que ahora escuchó con frecuencia, de gente que no milita ni tiene planes de afiliarse a ningún partido.
El anonimato de la interlocutora responde a su petición, respetable, por temor a ser lapidada con calificativos de los mismos grupos con que simpatiza y que se indigestan ante la autocrítica, defecto que contradice su aparente apertura a la diversidad y al disentimiento.
Con la alternancia en el poder en el 2000, muchos soñaron e imaginaron una nueva vida. El fin de los famosos “moches”, el adiós a la corrupción, el cumplimiento a todas y cada una de las leyes por parte de los servidores públicos. Un nuevo México. Había llegado el “cambio”.
Recuerdo a quienes estaban felices con ese “cambio”. Participaron en la caravana del triunfo del candidato con raíces comerciales refresqueras. No había quien los callara cuando estaban en uso de la voz y daban por hecho que venía un mundo distinto, justo. Renegaban de los gobiernos revolucionarios y tricolores.
Eso es lo que les había ofrecido el candidato ganador y se lo creyeron. El desencanto vino pronto. La corrupción no se acabó. Por el contrario, creció. Su “pescador” que había prometido atrapar peces “gordos”, se conformó con charales.
Sobrevivieron las alimañas, tepocatas y víboras prietas. El gobierno del cambio se encariñó con el sistema revolucionario y decidió hacerlo suyo. Le alcanzó para impulsar un segundo y controvertido triunfo de su partido en la presidencia. Sumaron doce años con saldo desfavorable.
La corrupción, como el remate de viejo anuncio, como si nada. La Secretaría de la Función Pública sin conseguir el objetivo deseado por la sociedad. También hay que decir que ningún estado o entidad, independientemente del partido gobernante, ha conseguido erradicarla o reducirla a su mínima expresión.
De acuerdo con Transparencia Internacional y su “Percepción de Corrupción 2013” México ocupa el lugar 106 de 177 países. Uruguay es la nación mejor colocada de América Latina en el lugar 19, seguida de Chile en el 22. La diferencia es significativa y ruboriza.
El Índice Nacional de Corrupción y Buen Gobierno (cifras del 2010) tiene peor ubicados al Distrito Federal, estado de México, Guerrero, Oaxaca e Hidalgo. En contraste, con menos problemas de ese tipo, Baja California Sur, Durango, Nayarit, Aguascalientes y Yucatán.
Resulta demasiado decir que la corrupción es parte de nuestra cultura, porque no domina o prevalece en todos los grupos de la sociedad, pero sin duda tiene las características de una subcultura enraizada. Por eso es entendible el criterio de Margarita y mucho mexicanos más que aceptan que “roben poquito” pero que hagan bien su trabajo.
Para Margarita lo peor es que “roben poquito y hagan mal la obra pública”
Lo deseable es que no haya cultura ni subcultura de la corrupción.
El Polyforum Siqueiros todavía no está a salvo y esa es la razón por la que el Senado de la República ha solicitado al Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) realizar las gestiones que conduzcan a que sea reconocido como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.
Con el reconocimiento del organismo internacional, nada ni nadie podrá tocar la magna obra del maestro David Alfaro Siqueiros, enclavada en la colonia Nápoles de la ciudad de México.
Hasta ahora se ha hecho mucho ruido pero todavía no existe una medida concreta para impedir que los dueños del Word Trade Center resuelvan cambiar de lugar el Polyforum.
El decreto federal del 18 de julio de 1980, firmado por José López Portillo, que declaró monumento artístico toda la obra de Siqueiros, tiene una rendija por donde se pueden colar los patrones para convertir en realidad su sueño de construir un edificio de 48 niveles en dicho lugar.
De acuerdo con el artículo tercero del decreto, con un simple aviso al INBA, los dueños pueden llevar a otro lugar el monumento. Es ahí donde está el riesgo. Eso explica la acción promovida por las senadoras María Beristain Navarrete y Marcela Guerra Castillo.
Las legisladoras quieren que de verdad se vuelva intocable el Polyforum, por dentro y por fuera. En su interior está el mural más grande del mundo La Marcha de la Humanidad y en el exterior las gigantescas placas que le dan forma y embellecen con arte al Polyforum, también creación del maestro Siqueiros.
Sociedad y medios de comunicación se encargaron de descubrir las ocultas intenciones de los patronos. Construir un edificio de 48 pisos para departamentos, hotel, oficinas y comercios. Estaba en proceso una solicitud de estudio de impacto ambiental en la Secretaría del Medio Ambiente.
La obra de Siqueiros está descuidada. Los propietarios se han olvidado del mantenimiento y la restauración. Que conste que el artículo sexto de la Ley Sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, los obliga a realizar esas tareas.
Además, la misma norma en su artículo 11 les otorga la exención de impuestos prediales de cumplir con la preservación de esa obra majestuosa. Podría ser que estuvieran disfrutando de esa exención y no hacer nada por conservarla, porque se han quejado de que no tienen dinero y de ahí su empeño por comercializar la zona, sin importar el daño a la cultura y el arte.
Sin embargo, harían bien en leer el artículo 52 de la citada ley. Por si no se han enterado, dice: “al que por cualquier medio dañe, altere o destruya un monumento arqueológico, artístico o histórico, se le impondrán prisión de tres a diez años y multa hasta por el valor del daño causado”.
La comercialización implica mucho dinero, millones de dólares. Es lo que tienen los inversionistas y el capital a veces consigue tentar a los políticos. Ojalá que no vaya a seducir a los funcionarios del Instituto Nacional de Bellas Artes y se crucen de brazos ante la petición senatorial.
El pronunciamiento del Senado es apenas del 17 de septiembre pasado. Ha sido acierto de las legisladoras Beristain y Guerra advertir a sus compañeros que prevalece la amenaza contra el Polyforum.
La pelota está ahora en la cancha del INBA. No hay que perder de vista que el decreto de López Portillo que declaró monumento artístico al Polyforum es de 1980. Han pasado más de 30 años y nadie se había tomado la molestia de gestionar que la UNESCO lo clasifique como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Esperemos que esta vez se atienda el clamor popular, se proteja el arte y parte de la identidad e historia de México.
Esta vez no se subió a los andamios para trabajar en la elaboración de un mural, sino a la tribuna de la Comisión Permanente de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal.
Lo hizo por iniciativa propia y sabedor de que es un espacio del pueblo o de los representantes del pueblo. Carece de fuero, no es diputado sino un artista que retrata la historia con sentido social en muros de la ciudad de México y en países de América Latina.
Por unanimidad, con el voto de los legisladores de los partidos representados en este órgano legislativo, se aprobó el acuerdo en el que la ALDF solicita se conserve como patrimonio de la capital la obra del maestro Ariosto Otero. El documento deberá recorrer instancias del gobierno de la ciudad y del gobierno federal. Por lo menos ya se dio el primer paso para evitar que el día de mañana se quiera destruir sus murales con el pretexto de construir un centro comercial o un rascacielos, como se ha intentado en el caso del Polyforum Siqueiros.
Los murales de Ariosto están en estaciones del metro, en el salón Revolución de la Secretaría de Gobernación, en el mercado de San Ángel y en otros puntos de la zona metropolitana.
El perredista Manuel Granados, líder de la asamblea legislativa, hizo la propuesta y fue aceptada por todos.
Hubo aplausos una vez consumado el acto. Ariosto Otero se veía satisfecho, feliz. Habían intervenido varios diputados en tribuna para expresar su complacencia con el punto de acuerdo.
El presidente de la mesa directiva, el priísta Jaime Ochoa, hacía notar la presencia del artista en el reducido salón legislativo. Estaba de pie, pegado a la pared. Agradecía con una reverencia la ovación y la decisión tomada.
La sesión seguiría su curso. Una vez llevada a cabo la votación, procedía pasar al siguiente punto del orden del día.
Sin embargo, antes de que sucediera, Ariosto Otero se dirigió a la tribuna y en cinco pasos ya estaba ante el micrófono.
Los diputados Jaime Ochoa, en el presídium, y Manuel Granados, sentado en una de las curules, no dejaban de mirarse. Estaban sorprendidos. Agrandaban los ojos ante lo que sucedía. ¿Y ahora que hacemos?, parecía que se preguntaban. Ni uno ni otro supieron qué hacer. Nadie le había cedido la palabra al artista porque solo se trataba de aprobar el punto de acuerdo.
Granados se había levantado pero terminó por arrellanarse en su curul. Ochoa quitó la cara de sorpresa y se relajó. Ambos optaron porque la escena siguiera su curso. El maestro Ariosto pronunció su mensaje de agradecimiento, con una elocuencia para la envidia de cualquier legislador. Preciso y breve, sin caer en la palabrería que es lo común en estos sitios parlamentarios.
Es cierto, no estaba prevista su participación en tribuna y tampoco nadie le cedió la palabra, porque en esta clase de sesiones ordinarias, por reglamento, únicamente pueden hablar los diputados.
Sin embargo, más que disculpada la acción del muralista, un personaje íntegro, digno y honorable, con la gracia para expresar el sentimiento del pueblo en los muros y en el lienzo.
Con Silvano Aureoles y Miguel Barbosa en la silla que corresponde a la presidencia del Congreso de la Unión, el primero en la Cámara de Diputados y el segundo en el Senado, confirman que el PRD dejó de ser el partido del “no”.
¿Les quedará chica o grande la silla? ¿Justa o a su medida? ¿Competirán los dos por ver quién es más institucional? ¿Sabrán tocar la campanilla? ¿Conseguirán meter en orden a los legisladores más impetuosos que regularmente son de su propio partido? ¿Atenderán todas las peticiones de uso de la tribuna?
Lo significativo en este caso es la jubilación del “no”. Era el sello de la izquierda, rechazar las propuestas que partieran del gobierno en turno o del partido en el poder. Desde su participación en el llamado “Pacto por México” dio un giro a su participación política, se involucró en la toma de acuerdos.
Actuó con madurez, como una organización con la que se puede pactar y sabe honrar su palabra. Sin renunciar a su esencia, cedió en todo aquello que juzgó benéfico para el país.
La militancia recalcitrante reprobó lo que supuso una entrega o rendición de ancestrales luchas. Hay voces que descalifican a sus líderes por ese cambio. Andrés Manuel López Obrador optó por abandonar al partido que lo hizo dos veces candidato a la presidencia de la República. Fundó su propio instituto político. Se ocupó más en obtener el registro para Morena que en impugnar las reformas estructurales. Una manera de aceptar la transformación política en las leyes. No cerró el Paseo de la Reforma como lo hizo en 2006.
Sin duda fue un comportamiento moderado, medido y quizás negociado. Le bajó a su radicalismo, a su pleito con todo lo oficial e institucional. Dejó de mandar al diablo a las instituciones. Repliegue estratégico.
El PRD con Jesús Zambrano entendió que la sociedad ya se había hartado de ese partido de cierre de calles, de toma de tribunas, de bloqueos, de rechazar las propuestas que no fueran las suyas.
Ahora comparte la responsabilidad del cambio político y es lo que lo lleva a presidir el poder legislativo. De otra manera el PRI nunca hubiera admitido que Silvano Aureoles y Miguel Barbosa asumieran la presidencia de la mesa directiva de sus respectivas cámaras.
Es un hecho que los conducirá a la foto con el presidente de la República Enrique Peña Nieto. Lo que nunca se había visto, un presidente de extracción priísta flanqueado por dos perredistas, en un acto institucional o de Estado, justo en el mes patrio.
De ninguna manera implica que se hayan vendido o renunciado a su izquierda. Se subieron al tren que lleva las herramientas que hicieron en conjunto con sus adversarios con la finalidad de rescatar a México de la desigualdad social lacerante.
Ese es el punto, ahí es donde está el deterioro de la democracia. Se construyeron nuevas leyes e instituciones, pero la pobreza sigue en la mayoría de los mexicanos.
Todavía no se logra la distribución equitativa de la riqueza.
Hacia allá pretende ir el tren en el que ya no solo viajan priístas, también van panistas y perredistas.
Silvano Aureoles y Miguel Barbosa tienen motivos profesionales y partidistas para sonreír en la silla presidencial del poder legislativo. Señal de civilidad y acuerdo. Lo que falta es que ese trabajo plural se traduzca en reales beneficios para la sociedad.
La mala imagen que hasta fecha tienen los políticos no se va a borrar mientras persista la pobreza en la mayoría de los mexicanos.
-¡Chinga la tuya!.
Felipe Calderón era diputado federal, coordinador de la bancada panista. No le había gustado una nota sobre sus declaraciones en el diario La Jornada. Su tez morena había subido de color, ennegrecido por lo enchilado que estaba por el encabezado del periódico en primera plana.
Lo vi caminar a toda prisa en medio de las curules o asientos del palacio legislativo de San Lázaro.
Iba directo a encontrarse con el periodista Oscar Camacho, quien llegaba al salón plenario que estaba prácticamente vacío. Faltaba más de una hora para que empezara la sesión.
Calderón parecía que lo estaba esperando.
Por lo decidido que avanzaba, supuse que algo sucedería y me aproximé a ese choque de trenes.
Oscar había entrado por una de las puertas laterales, iba tranquilo, relajado, sin imaginar lo que le esperaba.
Apenas lo tuvo enfrente, se soltó el reclamo de Calderón con voz nada amigable y mucho menos educada.
“Face to face”.
-Está mal la nota, está equivocada, no es lo que dije –agitaba sus manos al mismo tiempo para enfatizar sus palabras.
-Déjame explicarte –reaccionó en tono suave Camacho.
-¡Chinga tu madre!
La cara de Oscar fue de sorpresa, pero no se tardó en responder.
-¡Chinga la tuya!
Yo estaba a metro y medio. Ninguno de los dos se percató de mi presencia en ese momento.
Los vi enardecidos.
Creí que llegarían a los golpes.
-La cabeza o el título no la hago yo. Si lees el texto completo, es lo que tu dijiste.
Calderón asintió, admitió que la redacción o desarrollo de la nota era correcta. Con lo que no estaba de acuerdo era con el titular.
Vinieron las explicaciones del periodista.
Calderón entendió que los encabezados no los hacen los reporteros sino los jefes de la mesa editorial que valoran contenidos.
Se calmaron los ánimos.
Ambos pueden confirmar lo que aquí les cuento.
Un incidente que ponía en evidencia la piel delgada del político y su actitud arrebatada, sin tomarse tiempo para investigar primero antes de sacar conclusiones y lanzar improperios.
Uno de los promotores de que México tenga una nueva Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos ha sido Porfirio Muñoz Ledo, político sin igual, único que ha dirigido nacionalmente dos partidos, secretario de estado, diplomático, diputado, senador. El nivel que le ha faltado ocupar ha sido el presidencial, pero de éste hace varios sexenios que se despidió.
Tampoco verá cristalizado su proyecto de contar con una nueva ley suprema. Lo conozco, ha sido muy habilidoso en la política y en el servicio público. Influyente. Inteligente. Recuerdo que en su etapa senatorial, su capacidad como tribuno llegó a poner en jaque en varias ocasiones a la mayoría de los legisladores. Perdía en la votación porque sus razones no bastaban ante la desventaja numérica. Estamos a tres años de que se cumpla el centenario de la Constitución y no hay indicios de que surja otro constituyente como el de 1917.
Se esfumó la idea de una nueva Constitución. Quedó rebasada por las reformas emprendidas por el actual gobierno y los partidos, en telecomunicaciones, energía, petróleo, gas, electricidad, educación, electoral, hacendaria, competencia económica y financiera. Además, de prosperar los temas propuestos para consulta, siempre y cuando autorice la Suprema Corte de Justicia de la Nación, solo se renovarían o ajustarían definiciones que hay sobre energía, salarios mínimos y legisladores plurinominales.
Definitivo, para celebrar los cien años de la Constitución, no habrá una nueva ley de esa altura, sino un documento actualizado, revisado, depurado y ordenado. Por ejemplo, es lo que requiere el artículo 41. Los legisladores lo convirtieron en una especie de ley secundaria. Se pasó del enunciado a los pormenores.
Lo más importante es que se cumpla, por todos, porque hasta ahora en la Constitución abundan más las buenas intenciones, sobre todo cuando se trata de beneficios que deben darle calidad de vida a la sociedad.
El artículo cuarto dice que toda persona tiene derecho a la alimentación nutritiva, suficiente y de calidad. A la protección de la salud. A un medio ambiente sano para su desarrollo y bienestar. Al acceso, disposición y saneamiento de agua para consumo personal y doméstico en forma suficiente. A disfrutar de una vivienda digna y decorosa. A la cultura y al disfrute de los bienes y servicios que presta el Estado. A la cultura física y práctica del deporte. Suena muy bien.
¿Se cumple o no la Constitución?
Muchos ni la conocen.
Jurídicamente, como dice el jurista Francisco Burgoa, tenemos la misma Constitución que se creó hace casi 100 años con 136 artículos. Sin embargo, estamos ante dos textos distintos, porque la de 1917 nació con 22 mil 500 palabras y ahora tiene más de 62 mil.
Por eso, porque es diferente en su contenido y no ha dejado de actualizarse, no se ve venir una nueva, a lo más que se llegará será a corregir incongruencias y anacronismos.
Ojalá que para celebrar su centenario, en vez de construirle una estela de luz en su honor, como sucedió con el bicentenario de la Independencia y los cien años de la Revolución, se encuentre la forma de que la población la conozca y la tenga como libro de cabecera.
Lo fundamental, que se respete. Seguro que Porfirio Muñoz Ledo se dará por bien servido con ver que la Constitución es cumplida por gobernantes y gobernados, sin excepciones.
Su proyecto de una nueva Constitución que ha promovido por pasillos legislativos, académicos y partidistas, ya recibió el tiro de gracia.