Con la viveza, inocencia y brillo natural en ojos infantiles, a la distancia, mientras jugaba con los soldaditos de plástico color verde y reproducía de manera elemental las batallas de la serie de televisión “Combate” protagonizada por el actor Vic Morrow quien representaba a los norteamericanos y siempre vencía a los alemanes, miraba el grupo de soldados que con machete en mano cortaban el zacate de metro y medio de altura.

Era una tarea periódica que realizaban en colonias periféricas de escasa población en Poza Rica, Veracruz.

Significaba no solo limpiar de maleza esos espacios que hoy están pavimentados y habitados, sino también la eliminación de víboras y alacranes, que nunca supe con certeza si eran venenosos, pero que me provocaban miedo al verlos arrastrarse por mis zonas de juego.

Cada vez que llegaban en un camión y empezaban a bajar con un machete los militares, respiraba tranquilo. Para mis adentros agradecía esa labor y a quien ordenara que se llevará a cabo.

Mi padre me enseñó a tenerles admiración.

Siempre mantuvo una relación cordial con ellos. A mi me hizo apreciar su disciplina, orden, puntualidad, actividad deportiva y acciones para ayudar a la sociedad cuando hay un desastre, el llamado plan DNIII.

El principal enlace de mi progenitor con la milicia era porque escribía para el diario La Opinión, el mejor diario de la zona norte veracruzana, en la sección deportiva. Los soldados practicaban futbol, atletismo, voleibol y basquetbol. Competían en las ligas locales. Actuación sobresaliente. Por eso eran noticia. El comandante del 7º batallón de infantería, a veces general y en otras coronel, procurara que el personal bajo su mando tuviera esa participación.

Respetuosos de las normas deportivas. Nunca les vi excesos de fuerza o prepotencia en el juego. Seguro tenían la instrucción u orden de su jefe de acatar al pie de la letra las reglas. Su deber es obedecer órdenes.

Era tal la afinidad de mi padre con los militares que de manera reiterada platicaba de ellos e incluso me hizo aprender e identificar por sus barras y estrellas metálicas los diferentes grados.

Quizás por mi corta edad era mínimo mi interés por las noticias que difundían los medios de comunicación. Apenas si supe que algo malo había pasado en 1968 en Tlatelolco. Fue hasta la universidad cuando leí el libro La Noche de Tlatelolco de Elena Poniatowska  y consulté periódicos en la Hemeroteca Nacional, que conocí el atropello y la tragedia estudiantil.

Después, con mi casaca de periodista, aunque no me tocó esa cobertura, la irrupción de los zapatistas que con Marcos a la cabeza le declararon la guerra al gobierno en 1994. Los militares respondieron con la fuerza que les caracteriza y obedeciendo órdenes, hasta que se decretó el alto al fuego y empezó el lento proceso de pacificación. ¿Se acuerdan que el ocurrente y candidato presidencial Vicente Fox decía que en cuestión de minutos arreglaba el conflicto?

Por supuesto, como estudiante, me enteré de las acciones militares en el mundo. La Primera y Segunda Guerra Mundial. Los pleitos en Medio Oriente. Las dictaduras militares, en particular las de América Latina. La Independencia de México y su Revolución. La fortaleza bélica se hacía sentir. Para fortuna de sus habitantes, en la mayoría de las naciones prevalece la paz.

En nuestro país, después de la Revolución, recuerdo la participación del escuadrón 201 en la Segunda Guerra Mundial, el 68 y el episodio zapatista. La acción de las fuerzas armadas, del Ejército y la Marina, se enfocó hacia la tarea social, al auxilio de la sociedad en desastres. Se ganaron el reconocimiento colectivo.

En los términos de la Constitución, también habían venido apoyando a las autoridades civiles cuando eran requeridos, en particular para reforzar la acción en contra del narcotráfico y delincuencia organizada. Intervenciones programadas. A los militares se les veía más seguido en la aplicación del plan DNIII, en los desfiles de septiembre y en sus cuarteles.

Sin embargo, a partir del sexenio de Felipe Calderón, por órdenes del jefe supremo de las fuerzas armadas, que no es otro que el presidente, la tropa salió a las calles, a la “guerra”, porque así la llamaron en un principio desde Los Pinos, para combatir la delincuencia.

El resultado es que la delincuencia no se ha abatido como quisiera la sociedad y hay militares que han incurrido en faltas graves. Ahí está el episodio de los estudiantes del Tecnológico de Monterrey o de la familia humilde que en Tamaulipas sufrió las consecuencias de pasarse, por miedo, un retén. Evidencias de que los militares están entrenados para la guerra.

Los gobiernos panistas, antes deficiencias y corrupción policiaca, optaron por emplear a los militares. Y hasta ahora, como en cualquier parte del mundo, lo que hacen es obedecer órdenes, esencia de su disciplina.

Se combate la violencia con violencia, cuando la inteligencia es la que debería ir por delante. Encontrar los puntos débiles de la delincuencia, como es su financiamiento, para de verdad doblegarla. Además, generar empleos y mejores ingresos para la mayoría de los mexicanos que  viven en la pobreza, porque luego, por su condición económica y necesidades básicas, son tentados a formar parte de los grupos dedicados a delinquir.

Ante lo sucedido en Tlatlaya, donde se presumen excesos, según lo relatado por los medios, aunque resulta extraño que no se ocupen en averiguar con detalle quiénes eran y a qué se dedicaban quienes ahora son vistos como víctimas, es tiempo de evaluar la conveniencia de que las fuerzas armadas regresen a los cuarteles.

No hay que olvidar que el artículo 129 de la Constitución señala que “en tiempos de paz, ninguna autoridad militar puede ejercer más funciones que las que tengan exacta conexión con la disciplina militar”.

La “guerra” de Calderón se acabó con Calderón.

Hay que recobrar la seguridad y tranquilidad, pero con inteligencia, con estrategia, en el marco de la ley.

Begoña Narváez y Rodrigo Cachero o Rodrigo Cachero y Begoña Narváez hacen un protagónico que ni tiempo te dan de respirar cuando los ves actuar. Están de excelencia. Por eso repito sus nombres. Cualquiera de los dos puede ir por delante. Tienen el mismo nivel en la obra Hard Candy que se presenta en el Foro Shakespeare de la colonia Condesa de la ciudad de México.

Celebro que estos dos artistas tengan esa calidad en su trabajo. Con cualidades para plantarse en los mejores escenarios. Cumplen al pie de la letra con esta historia que busca ser una advertencia para quienes acostumbran a conseguir pareja por Internet y Facebook.

Es un mensaje especialmente para los jóvenes. Trata el caso de una escolar de 16 años que cobra venganza contra un adulto sospechoso de haber desaparecido a una menor.

La historia es del escritor americano Brian Nelson. En el 2005 fue llevada al cine por el director británico David Slade.

Adaptada al teatro por Luis Mario Moncada y bajo la conducción de Anilú Pardo y Mario Mandujano.

Te atrapa desde el primer momento, con un intercambio de chats entre los protagonistas ágil, puntual, con una cuidada escritura. La dicción limpia. No hay necesidad de adivinar las palabras. Los diálogos y gesticulación de Rodrigo y Begoña dan vida a los personajes, a la jovencita Hayley y al famoso fotógrafo Jeff, de 35 años de edad.

Estaba con mi esposa en segunda fila. Ella lo primero que observó fue que el telón está desgastado. Al final fue lo que menos le importó. Salió satisfecha y con elogios para los actores.

Yo lo que pensé a propósito del mensaje de la obra, es que ni por error se metería a verla un pederasta y mucho menos si usa alzacuello. Begoña había hecho bien el papel de castradora y Rodrigo se vio real en su martirio en la improvisada plancha quirúrgica.

El escenario es pequeño pero se percibe gigante con las actuaciones de Narváez y Cachero.

Bueno, hasta el detalle técnico de la “cafetera” es de aplaudirles a los productores de Hard Candy.

Toda su vida ciudadana, que no es muy larga, ha votado por la oferta de la izquierda, así es que cuando le pregunté sobre la expresión presidencial que liga la corrupción a nuestra cultura supuse que vendría la inmediata reprobación. No fue así.

Margarita, solo por darle el nombre más repetido en la política del sexenio anterior y garantizar la privacidad de sus datos personales, dedicada a la academia, sostiene de entrada que la corrupción es una práctica universal de diferentes medidas para cada país.

Me dejó sin habla su comentario de que todos roban, pero que lo importante es que roben poquito y hagan bien su trabajo, la obra pública; como diría, en broma o en serio, el alcalde nayarita Hilario Ramírez Villanueva. Una expresión que ahora escuchó con frecuencia, de gente que no milita ni tiene planes de afiliarse a ningún partido.

El anonimato de la interlocutora responde a su petición, respetable, por temor a ser lapidada con calificativos de los mismos grupos con que simpatiza y que se indigestan ante la autocrítica, defecto que contradice su aparente apertura a la diversidad y al disentimiento.

Con la alternancia en el poder en el 2000, muchos soñaron e imaginaron una nueva vida. El fin de los famosos “moches”, el adiós a la corrupción, el cumplimiento a todas y cada una de las leyes por parte de los servidores públicos. Un nuevo México. Había llegado el “cambio”.

Recuerdo a quienes estaban felices con ese “cambio”. Participaron en la caravana del triunfo del candidato con raíces comerciales refresqueras. No había quien los callara cuando estaban en uso de la voz y daban por hecho que venía un mundo distinto, justo. Renegaban de los gobiernos revolucionarios y tricolores.

Eso es lo que les había ofrecido el candidato ganador y se lo creyeron. El desencanto vino pronto. La corrupción no se acabó. Por el contrario, creció. Su “pescador” que había prometido atrapar peces “gordos”, se conformó con charales.

Sobrevivieron las alimañas, tepocatas y víboras prietas. El gobierno del cambio se encariñó con el sistema revolucionario y decidió hacerlo suyo. Le alcanzó para impulsar un segundo y controvertido triunfo de su partido en la presidencia. Sumaron doce años con saldo desfavorable.

La corrupción, como el remate de viejo anuncio, como si nada. La Secretaría de la Función Pública sin conseguir el objetivo deseado por la sociedad. También hay que decir que ningún estado o entidad, independientemente del partido gobernante, ha conseguido erradicarla o reducirla a su mínima expresión.

De acuerdo con Transparencia Internacional y su “Percepción de Corrupción 2013” México ocupa el lugar 106 de 177 países. Uruguay es la nación mejor colocada de América Latina en el lugar 19, seguida de Chile en el 22. La diferencia es significativa y ruboriza.

El Índice Nacional de Corrupción y Buen Gobierno (cifras del 2010) tiene peor ubicados al Distrito Federal, estado de México, Guerrero, Oaxaca e Hidalgo. En contraste, con menos problemas de ese tipo, Baja California Sur, Durango, Nayarit, Aguascalientes y Yucatán.

Resulta demasiado decir que la corrupción es parte de nuestra cultura, porque no domina o prevalece en todos los grupos de la sociedad, pero sin duda tiene las características de una subcultura enraizada. Por eso es entendible el criterio de Margarita y mucho mexicanos más que aceptan que “roben poquito” pero que hagan bien su trabajo.

Para Margarita lo peor es que “roben poquito y hagan mal la obra pública”

Lo deseable es que no haya cultura ni subcultura de la corrupción.

El Polyforum Siqueiros todavía no está a salvo y esa es la razón por la que el Senado de la República ha solicitado al Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) realizar las gestiones que conduzcan a que sea reconocido como Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.

Con el reconocimiento del organismo internacional, nada ni nadie podrá tocar la magna obra del maestro David Alfaro Siqueiros, enclavada en la colonia Nápoles de la ciudad de México.

Hasta ahora se ha hecho mucho ruido pero todavía no existe una medida concreta para impedir que los dueños del Word Trade Center resuelvan cambiar de lugar el Polyforum.

El decreto federal del 18 de julio de 1980, firmado por José López Portillo, que declaró monumento artístico toda la obra de Siqueiros, tiene una rendija por donde se pueden colar los patrones para convertir en realidad su sueño de construir un edificio de 48 niveles en dicho lugar.

De acuerdo con el artículo tercero del decreto, con un simple aviso al INBA, los dueños pueden llevar a otro lugar el monumento. Es ahí donde está el riesgo. Eso explica la acción promovida por las senadoras María Beristain Navarrete y Marcela Guerra Castillo.

Las legisladoras quieren que de verdad se vuelva intocable el Polyforum, por dentro y por fuera. En su interior está el mural más grande del mundo La Marcha de la Humanidad y en el exterior las gigantescas placas que le dan forma y embellecen con arte al Polyforum, también creación del maestro Siqueiros.

Sociedad y medios de comunicación se encargaron de descubrir las ocultas intenciones de los patronos. Construir un edificio de 48 pisos para departamentos, hotel, oficinas y comercios. Estaba en proceso una solicitud de estudio de impacto ambiental en la Secretaría del Medio Ambiente.

La obra de Siqueiros está descuidada. Los propietarios se han olvidado del mantenimiento y la restauración. Que conste que el artículo sexto de la Ley Sobre Monumentos y Zonas Arqueológicos, Artísticos e Históricos, los obliga a realizar esas tareas.

Además, la misma norma en su artículo 11 les otorga la exención de impuestos prediales de cumplir con la preservación de esa obra majestuosa. Podría ser que estuvieran disfrutando de esa exención y no hacer nada por conservarla, porque se han quejado de que no tienen dinero y de ahí su empeño por comercializar la zona, sin importar el daño a la cultura y el arte.

Sin embargo, harían bien en leer el artículo 52 de la citada ley. Por si no se han enterado, dice: “al que por cualquier medio dañe, altere o destruya un monumento arqueológico, artístico o histórico, se le impondrán prisión de tres a diez años y multa hasta por el valor del daño causado”.

La comercialización implica mucho dinero, millones de dólares. Es lo que tienen los inversionistas y el capital a veces consigue tentar a los políticos. Ojalá que no vaya a seducir a los funcionarios del Instituto Nacional de Bellas Artes y se crucen de brazos ante la petición senatorial.

El pronunciamiento del Senado es apenas del 17 de septiembre pasado. Ha sido acierto de las legisladoras Beristain y Guerra advertir a sus compañeros que prevalece la amenaza contra el Polyforum.

La pelota está ahora en la cancha del INBA. No hay que perder de vista que el decreto de López Portillo que declaró monumento artístico al Polyforum es de 1980. Han pasado más de 30 años y nadie se había tomado la molestia de gestionar que la UNESCO lo clasifique como Patrimonio Cultural de la Humanidad. Esperemos que esta vez se atienda el clamor popular, se proteja el arte y parte de la identidad e historia de México.

Esta vez no se subió a los andamios para trabajar en la elaboración de un mural, sino a la tribuna de la Comisión Permanente de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal.

Lo hizo por iniciativa propia y sabedor de que es un espacio del pueblo o de los representantes del pueblo. Carece de fuero, no es diputado sino un artista que retrata la historia con sentido social en muros de la ciudad de México y en países de América Latina.

Por unanimidad, con el voto de los legisladores de los partidos representados en este órgano legislativo, se aprobó el acuerdo en el que la ALDF solicita se conserve como patrimonio de la capital la obra del maestro Ariosto Otero. El documento deberá recorrer instancias del gobierno de la ciudad y del gobierno federal. Por lo menos ya se dio el primer paso para evitar que el día de mañana se quiera destruir sus murales con  el pretexto de construir un centro comercial o un rascacielos, como se ha intentado en el caso del Polyforum Siqueiros.

Los murales de Ariosto están en estaciones del metro, en el salón Revolución de la Secretaría de Gobernación, en el mercado de San Ángel y en otros puntos de la zona metropolitana.

El perredista Manuel Granados, líder de la asamblea legislativa, hizo la propuesta y fue aceptada por todos.

Hubo aplausos una vez consumado el acto. Ariosto Otero se veía satisfecho, feliz. Habían intervenido varios diputados en tribuna para expresar su complacencia con el punto de acuerdo.

El presidente de la mesa directiva, el priísta Jaime Ochoa, hacía notar la presencia del artista en el reducido salón legislativo. Estaba de pie, pegado a la pared. Agradecía con una reverencia la ovación y la decisión tomada.

La sesión seguiría su curso. Una vez llevada a cabo la votación, procedía pasar al siguiente punto del orden del día.

Sin embargo, antes de que sucediera, Ariosto Otero se dirigió a la tribuna y en cinco pasos ya estaba ante el micrófono.

Los diputados Jaime Ochoa, en el presídium, y Manuel Granados, sentado en una de las curules, no dejaban de mirarse. Estaban sorprendidos. Agrandaban los ojos ante lo que sucedía. ¿Y ahora que hacemos?, parecía que se preguntaban. Ni uno ni otro supieron qué hacer. Nadie le había cedido la palabra al artista porque solo se trataba de aprobar el punto de acuerdo.

Granados se había levantado pero terminó por arrellanarse en su curul. Ochoa quitó la cara de sorpresa y se relajó. Ambos optaron porque la escena siguiera su curso. El maestro Ariosto pronunció su mensaje de agradecimiento, con una elocuencia para la envidia de cualquier legislador. Preciso y breve, sin caer en la palabrería que es lo común en estos sitios parlamentarios.

Es cierto, no estaba prevista su participación en tribuna y tampoco nadie le cedió la palabra, porque en esta clase de sesiones ordinarias, por reglamento, únicamente pueden hablar los diputados.

Sin embargo, más que disculpada la acción del muralista, un personaje íntegro, digno y honorable, con la gracia para expresar el sentimiento del pueblo en los muros y en el lienzo.

Con Silvano Aureoles y Miguel Barbosa en la silla que corresponde a la presidencia del Congreso de la Unión, el primero en la Cámara de Diputados y el segundo en el Senado, confirman que el PRD dejó de ser el partido del “no”.

¿Les quedará chica o grande la silla? ¿Justa o a su medida? ¿Competirán los dos por ver quién es más institucional? ¿Sabrán tocar la campanilla? ¿Conseguirán meter en orden a los legisladores más impetuosos que regularmente son de su propio partido? ¿Atenderán todas las peticiones de uso de la tribuna?

Lo significativo en este caso es la jubilación del “no”. Era el sello de la izquierda, rechazar las propuestas que partieran del gobierno en turno o del partido en el poder. Desde su participación en el llamado “Pacto por México” dio un giro a su participación política, se involucró en la toma de acuerdos.

Actuó con madurez, como una organización con la que se puede pactar y sabe honrar su palabra. Sin renunciar a su esencia, cedió en todo aquello que juzgó benéfico para el país.

La militancia recalcitrante reprobó lo que supuso una entrega o rendición de ancestrales luchas. Hay voces que descalifican a sus líderes por ese cambio. Andrés Manuel López Obrador optó por abandonar al partido que lo hizo dos veces candidato a la presidencia de la República. Fundó su propio instituto político. Se ocupó más en obtener el registro para Morena que en impugnar las reformas estructurales. Una manera de aceptar la transformación política en las leyes. No cerró el Paseo de la Reforma como lo hizo en 2006.

Sin duda fue un comportamiento moderado, medido y quizás negociado. Le bajó a su radicalismo, a su pleito con todo lo oficial e institucional. Dejó de mandar al diablo a las instituciones. Repliegue estratégico.

El PRD con Jesús Zambrano entendió que la sociedad ya se había hartado de ese partido de cierre de calles, de toma de tribunas, de bloqueos, de rechazar las propuestas que no fueran las suyas.

Ahora comparte la responsabilidad del cambio político y es lo que lo lleva a presidir el poder legislativo. De otra manera el PRI nunca hubiera admitido que Silvano Aureoles y  Miguel  Barbosa asumieran la presidencia de la mesa directiva de sus respectivas cámaras.

Es un hecho que los conducirá a la foto con el presidente de la República Enrique Peña Nieto. Lo que nunca se había visto, un presidente de extracción priísta flanqueado por dos perredistas, en un acto institucional o de Estado, justo en el mes patrio.

De ninguna manera implica que se hayan vendido o renunciado a su izquierda. Se subieron al tren que lleva las herramientas que hicieron en conjunto con sus adversarios con la finalidad de rescatar a México de la desigualdad social lacerante.

Ese es el punto, ahí es donde está el deterioro de la democracia. Se construyeron nuevas leyes e instituciones, pero la pobreza sigue en la mayoría de los mexicanos.

Todavía no se logra la distribución equitativa de la riqueza.

Hacia allá pretende ir el tren en el que ya no solo viajan priístas, también van panistas y perredistas.

Silvano Aureoles y Miguel Barbosa tienen motivos profesionales y partidistas para sonreír en la silla presidencial del poder legislativo. Señal de civilidad y acuerdo. Lo que falta es que ese trabajo plural se traduzca en reales beneficios para la sociedad.

La mala imagen que hasta fecha tienen los políticos no se va a borrar mientras persista la pobreza en la mayoría de los mexicanos.

-¡Chinga tu madre!.

-¡Chinga la tuya!.

Felipe Calderón era diputado federal, coordinador de la bancada panista. No le había gustado una nota sobre sus declaraciones en el diario La Jornada. Su tez morena había subido de color, ennegrecido por lo enchilado que estaba por el encabezado del periódico en primera plana.

Lo vi caminar a toda prisa en medio de las curules o asientos del palacio legislativo de San Lázaro.

Iba directo a encontrarse con el periodista Oscar Camacho, quien llegaba al salón plenario que estaba prácticamente vacío. Faltaba más de una hora para que empezara la sesión.

Calderón parecía que lo estaba esperando.

Por lo decidido que avanzaba, supuse que algo sucedería y me aproximé a ese choque de trenes.

Oscar había entrado por una de las puertas laterales, iba tranquilo, relajado, sin imaginar lo que le esperaba.

Apenas lo tuvo enfrente, se soltó el reclamo de Calderón con voz nada amigable y mucho menos educada.

“Face to face”.

-Está mal la nota, está equivocada, no es lo que dije –agitaba sus manos al mismo tiempo para enfatizar sus palabras.

-Déjame explicarte –reaccionó en tono suave Camacho.

-¡Chinga tu madre!

La cara de Oscar fue de sorpresa, pero no se tardó en responder.

-¡Chinga la tuya!

Yo estaba a metro y medio. Ninguno de los dos se percató de mi presencia en ese momento.

Los vi enardecidos.

Creí que llegarían a los golpes.

-La cabeza o el título no la hago yo. Si lees el texto completo, es lo que tu dijiste.

Calderón asintió, admitió que la redacción o desarrollo de la nota era correcta. Con lo que no estaba de acuerdo era con el titular.

Vinieron las explicaciones del periodista.

Calderón entendió que los encabezados no los hacen los reporteros sino los jefes de la mesa editorial que valoran contenidos.

Se calmaron los ánimos.

Ambos pueden confirmar lo que aquí les cuento.

Un incidente que ponía en evidencia la piel delgada del político y su actitud arrebatada, sin tomarse tiempo para investigar primero antes de sacar conclusiones y lanzar improperios.

Uno de los promotores de que México tenga una nueva Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos ha sido Porfirio Muñoz Ledo, político sin igual, único que ha dirigido nacionalmente dos partidos, secretario de estado, diplomático, diputado, senador. El nivel que le ha faltado ocupar ha sido el presidencial, pero de éste hace varios sexenios que se despidió.

Tampoco verá cristalizado su proyecto de contar con una nueva ley suprema. Lo conozco, ha sido muy habilidoso en la política y en el servicio público. Influyente. Inteligente. Recuerdo que en su etapa senatorial, su capacidad como tribuno llegó a poner en jaque en varias ocasiones a la mayoría de los legisladores. Perdía en la votación porque sus razones no bastaban ante la desventaja numérica. Estamos a tres años de que se cumpla el centenario de la Constitución y no hay indicios de que surja otro constituyente como el de 1917.

Se esfumó la idea de una nueva Constitución. Quedó rebasada por las reformas emprendidas por el actual gobierno y los partidos, en telecomunicaciones, energía, petróleo, gas, electricidad, educación, electoral, hacendaria, competencia económica y financiera. Además, de prosperar los temas  propuestos para consulta, siempre y cuando autorice la Suprema Corte de Justicia de la Nación, solo se renovarían o ajustarían definiciones que hay sobre energía, salarios mínimos y legisladores plurinominales.

Definitivo, para celebrar los cien años de la Constitución, no habrá una nueva ley de esa altura, sino un documento actualizado, revisado, depurado y ordenado. Por ejemplo, es lo que requiere el artículo 41. Los legisladores lo convirtieron en una especie de ley secundaria. Se pasó del enunciado a los pormenores.

Lo más importante es que se cumpla, por todos, porque hasta ahora en la Constitución abundan más las buenas intenciones, sobre todo cuando se trata de beneficios que deben darle calidad de vida a la sociedad.

El artículo cuarto dice que toda persona tiene derecho a la alimentación nutritiva, suficiente y de calidad. A la protección de la salud. A un medio ambiente sano para su desarrollo y bienestar. Al acceso, disposición y saneamiento de agua para consumo personal y doméstico en forma suficiente. A disfrutar de una vivienda digna y decorosa. A la cultura y al disfrute de los bienes y servicios que presta el Estado. A la cultura física y práctica del deporte. Suena muy bien.

¿Se cumple o no la Constitución?

Muchos ni la conocen.

Jurídicamente, como dice el jurista Francisco Burgoa, tenemos la misma Constitución que se creó hace casi 100 años con 136 artículos. Sin embargo, estamos ante dos textos distintos, porque la de 1917 nació con 22 mil 500 palabras y ahora tiene más de 62 mil.

Por eso, porque es diferente en su contenido y no ha dejado de actualizarse, no se ve venir una nueva, a lo más que se llegará será a corregir incongruencias y anacronismos.

Ojalá que para celebrar su centenario, en vez de construirle una estela de luz en su honor, como sucedió con el bicentenario de la Independencia y los cien años de la Revolución, se encuentre la forma de que la población la conozca y la tenga como libro de cabecera.

Lo fundamental, que se respete. Seguro que Porfirio Muñoz Ledo se dará por bien servido con ver que la Constitución es cumplida por gobernantes y gobernados, sin excepciones.

Su proyecto de una nueva Constitución que ha promovido por pasillos legislativos, académicos y partidistas, ya recibió el tiro de gracia.

Todavía la sociedad recuerda cuando se dijo que México tendría que prepararse para administrar la abundancia; el precio del petróleo había repuntado y se descubrían nuevos yacimientos. La abundancia nunca llegó y después, en 1982, ni un gesto perruno salvó al peso de la devaluación.

La siguiente ilusión fue ofrecer llegar al primer mundo. Se había firmado el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá. Volvimos a la realidad con la aparición de los zapatistas en Chiapas en 1994 y el asesinato de Luis Donaldo Colosio. Sin embargo, hay que admitir que a la larga el TLC ha reportado beneficios al país, aunque no en la equidad para distribuir la riqueza.

El PAN arribó al poder presidencial en el 2000. La gente otra vez a soñar. Por un momento creyó en Vicente Fox. Supuso que la alternancia nos daría una nueva realidad. Solo cambió la vida del ocurrente guanajuatense y de su esposa Marta. Entraron al círculo de los ricos. Le siguió su compañero de partido Felipe Calderón para más de lo mismo. Los panistas desaprovecharon la oportunidad de la anhelada transformación.

Cada vez hay más pobres y en contraste el número de ricos es mínimo. La abundancia de unos se volvió hereditaria y la carencia de otros se perpetuó. Ahora terminas una carrera profesional y resulta que no hay trabajo garantizado. Los hijos prefieren vivir en casa de sus padres, en muchos casos no por gusto sino porque no tienen mejor alternativa. Es un escenario que no es exclusivo de los mexicanos, se presenta en diversas partes del mundo.

Recuerdo que mi amigo Bob, vive en Texas, en  los Estados Unidos, en el primer mundo, con la tradicional cultura de los vecinos norteños, daba por hecho que sus dos hijas, una vez cumplidos los 18 años, tomarían su propia camino, harían su equipaje para dejar el nido. Una lo consiguió, no ha resuelto su problema económico, pero vive por su cuenta. La otra tuvo que regresar a casa y desde ahí intentar la solvencia personal.

En el caso de los tres hijos de mi amigo Ezequiel, varones, habitantes del tercer mundo, para nada tienen planes de emigrar o abandonar la casa paterna. Estudiar y trabajar sin renunciar al techo que los vio nacer. La independencia económica, por el momento, no es para ellos un requisito indispensable. Menos cuando ven que sus compañeros viven experiencias similares, entorno en donde las oportunidades laborales se reducen y cada vez hay más competidores.

Se ha vuelto imprescindible el auxilio de los padres, como una pista para despegar sin riesgos financieros.

Hay jóvenes que se sienten atraídos por alcanzar la independencia total, liberarse de solicitar permisos y dar explicaciones. Pronto descubren que comprar un espacio propio para vivir se vuelve imposible, su salario no les asegura un crédito en lo inmediato. Les queda la opción de la renta y la mayor parte de su ingreso para pagarla. El resto para mal comer, vestido y transporte. Hasta la fecha nadie ha descubierto de donde sacó Ernesto Cordero, cuando era secretario de Hacienda en la administración calderonista, que con seis mil pesos mensuales se podía pagar hasta escuela privada a los hijos.

Los gobernantes han fallado aquí y en muchas partes del mundo. No se ha frenado el aumento en número de pobres. La mayoría de los mexicanos vive en la pobreza. El 53.3 %, según cifras del 2012 del Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social.

María del Rosario Robles Berlanga y Ramón Sosamontes Herreramoro han sido y son parte de la clase gobernante. Cuando eran diputados, en la LVI legislatura, ella vivía en un departamento de la colonia Los Reyes Coyoacán en la ciudad de México. El tenía su domicilio en la colonia Niños Héroes. Seguro que por su carrera política, primero en la izquierda y después en la corriente tricolor, ya no viven ahí. Enhorabuena que ella como secretaria de Desarrollo Social y el otro como jefe de la oficina de la señora secretaria, tengan una situación boyante.

Similar fortuna la de cada uno de los personajes de la política, del signo o color que sean, el que digan, sin omitir al tabasqueño Andrés Manuel López Obrador, a nadie. Los demás, si bien difícilmente vivirán igual, es de justicia que por lo menos tengan calidad de vida.

“Lo que se ha producido desde los años ochenta en el mundo occidental ha sido el crecimiento exponencial de las desigualdades. Los más ricos cada vez son menos y acumulan más riqueza y el resto cada vez se empobrece más”, afirma Victoria Camps, filosofa española (diario El País, 10 de agosto 2014).

Para Victoria lo que se requiere es “ir a un capitalismo que priorice el bien común”.

“Según la firma WealthInsight, México es el segundo país de Latinoamérica con más millonarios, después de Brasil. En total la agencia de investigación precisa que en 2013, 164 mil mexicanos tuvieron un patrimonio líquido (sin deudas o pasivos), superior  a un millón de dólares, mientras que Brasil cuenta con 191 mil 700 millonarios (El Universal de México, 11 de agosto de 2014).

De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en el segundo trimestre de este año, la tasa por desocupación fue del 4.9 %. El mayor nivel de los últimos nueve meses.

En ese contexto, el partido en el poder cumplió el compromiso de concretar la reforma estructural en las leyes; la más importante y bien vista por el mundo exterior, la reforma enérgica.

Se ha dicho que los cimientos están puestos y que entre todos debemos seguir construyendo un nuevo México.

La sociedad espera que por fin su sueño de un país más justo se haga realidad.

Para el año siguiente hay en disputa nueve gubernaturas, 500 diputaciones federales, 639 diputaciones locales, 887 presidencias municipales y 16 jefaturas delegacionales. Empezó la revisión de perfiles, cabildeos y suma de voluntades.

Al  secretario de Economía, Ildefonso Guajardo Villarreal pareciera que le espera la candidatura para Nuevo León, pero hasta ahora no hay ninguna señal de que vaya a dejar el gabinete.

Es real su cercanía  con el habitante de la residencia oficial de Los Pinos, pero para la definición de la candidatura no es determinante porque en los nuevos tiempos es indispensable tomarle el pulso a la población

Además, no es el único que tendría aspiraciones para Nuevo León. En la lista también están Cristina Díaz, Ivonne Álvarez, Marcela Guerra, Héctor Gutiérrez, Pedro Pablo Treviño y Federico Vargas, entre otros.

Les cuento el caso de Ildefonso para significar que no es suficiente con ser parte integrante de gabinete para dar por hecho que se tiene en la bolsa la candidatura.

En estos tiempos y en un estado como Nuevo León, más le vale al partido en el poder enterarse de lo que piensan y opinan los regios sobre quien debe ser el próximo gobernador.

En el poder legislativo, guste o no, es un hecho que la oposición dialoga, negocia y acuerda. Práctica de cualquier parlamento. Es una forma de cogobernar. Va a Los Pinos y habla con el presidente. Hacerlo no demerita a nadie ni lo hará renunciar a sus ideas. Tampoco manchará su camiseta. Sin embargo, no falta quien crea que pierde pureza opositora si se sienta en la misma mesa con el titular del poder Ejecutivo.

Hubo un tiempo, en la etapa de Carlos Salinas, que hasta se juzgaba como una traición, una ofensa para izquierda, que alguien de esta corriente se entrevistara con el presidente. Los izquierdistas estaban dolidos y resentidos porque consideraban que le habían robado la elección a su líder moral y candidato Cuauhtémoc Cárdenas en el proceso electoral de 1988. La verdad, tenían demasiados elementos para suponerlo. La memorable “caída” del sistema cuando los primeros números empezaron a favorecer al ingeniero, sobre todo.

No querían ver ni en pintura a Salinas. Los panistas, entonces al mando de Don Luis Héctor Álvarez, les horrorizaba la idea de que Cuauhtémoc pudiera sentarse en la silla presidencial. Por eso optaron por lo que se llamó la legitimación en el ejercicio de gobierno, con lo que justificaron su apoyo al priísta. No se avergonzaron ni se escondieron para ir a Los Pinos.

En una de esas visitas, salía Diego Fernández de Cevallos y sus compañeros de la residencia presidencial cuando se toparon con el mismo Porfirio Muñoz Ledo. Los dos con caras de asombro y sorpresa. El Jefe Diego, con su acostumbrada agudeza e ironía, no se aguantó y se la soltó a los recién llegados: “¿y ustedes que hacen por acá?

Porfirio, descubierto, ocurrente, para justificar lo injustificable, expresó: “bueno, nosotros vinimos con discreción, ustedes lo hacen de manera oculta”. Diego se aguantó la carcajada.

Muñoz Ledo sabe muy bien que con la oposición se dialoga y acuerda. Cuando dirigió al PRI negoció la gubernatura de Nayarit, le dio al Partido Popular Socialista una senaduría para evitar que tomara posesión de un gobierno estatal que el PPS había ganado en las urnas. ¿Te acuerdas Porfirio?

Sin embargo, Muñoz Ledo no fue el único que habló con Salinas. También lo hizo el ingeniero Cárdenas. Con discreción. Sin dejar huella fotográfica para evitar reproches de sus seguidores. El hecho era que dialogaban con el presidente de la República, con quien representaba en ese momento el poder. Hacerlo con la camiseta de la oposición, no es para suicidarse. Hacerlo es parte de la política. Todavía hay quienes no lo entienden.

¿Se acuerdan de los que han gobernado el Distrito Federal y se han resistido a verse en público con el presidente? Marcelo Ebrard evitó en la mayor parte de su mandato toparse con el jefe de la nación. Fue hasta el final cuando cedió para inaugurar su famosa línea dorada del Metro. Andrés Manuel López Obrador procuraba significarse por sus diferencias con los panistas en el poder, pero la relación institucional existía, por ley. Mancera es otra historia.

En el sexenio anterior, Manlio Fabio Beltrones, de los opositores, era quien más hablaba con Felipe Calderón. No recuerdo que se haya arrepentido de ello o pretendido ocultarlo.

Aunque no lo quieran aceptar o reconocer personajes de la derecha e izquierda, es indiscutible que hay cogobierno con el poder en turno. Entre todas las partes se legisla. Se revisan y perfeccionan iniciativas del poder Ejecutivo. Entonces que nadie se espante. El cogobierno es una realidad. No hay necesidad de que un perredista o un panista sean parte del gabinete. Desde el Congreso federal y los congresos locales, camisetas de todos los colores tienen la misión y objetivo de trabajar en beneficio de México. ¿A poco Javier Corral, Ernesto Cordero, Ernesto Gil Zuarth, Miguel Barbosa, Manuel Camacho, Dolores Padierna, Layda Sansores, Alejandra Barrales, Manuel Barltett, Silvano Aureoles, Jesús Zambrano y Ricardo Monreal van a decir que todo lo bueno y malo que ha salido del poder legislativo es obra de los priístas? Ellos también tienen su mérito, con su voto a favor o en contra.

Arturo Zárate Vite

 

 

Es licenciado en periodismo, egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, con mención honorífica. Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal. Más de dos décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político. Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio. Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Es autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.

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