A Silvano Aureoles lo vi actuar como senador, no estaba en la primera fila de su grupo ni era protagonista de la tribuna. Tampoco se caracterizaba por hacer declaraciones o dar entrevistas. Dejaba que su coordinador Carlos Navarrete hiciera el trabajo de luces y estuvo a su lado cuando el grupo parlamentario se fracturó por diferencias en estrategia.
Parecía uno más, de los que no aportan, de los que solo suben a la tribuna para la foto del recuerdo y cobran por una de las actividades más desacreditas en sociedades que todavía no ven la mejoría en su calidad de vida. Había otros como Pablo Gómez y Graco Ramírez con más experiencia. A Silvano lo miraba entre el montón, sin brillo ni futuro.
Por lo mismo nunca estuvo en mi lista de legisladores entrevistables, tampoco en la de otros colegas. Por curiosidad, en un espacio público me acerqué para escuchar lo que platicaba con uno de sus compañeros. Registré que era un tipo que tenía discurso, opiniones propias sobre problemas nacionales, nada más que los reflectores eran acaparados por gente con más trayectoria y nombre. Pero por algo Navarrete lo hizo vicecoordinador de su grupo.
En Michoacán tenía historia, había sido presidente municipal de Zitácuaro. Su trayectoria era local y eso lo llevó a convertirse en candidato a gobernador en una entidad que se significó por ser bastión cardenista, gobernada y controlada por la familia Cárdenas.
Cuando le tocó competir por la gubernatura, el cardenismo ya se había debilitado. El último beneficiario de dicha corriente fue Leonel Godoy. Silvano no pudo ligar un tercer gobierno perredista. El primero había sido Lázaro Cárdenas Batel, el hijo del ingeniero Cuauhtémoc y nieto del general Lázaro Cárdenas del Río.
Por supuesto que el general y su hijo el ingeniero también gobernaron Michoacán, aunque con las siglas del PRI. También con esa camiseta estuvo el hermano Dámaso Cárdenas del Río.
El PRI recuperó el gobierno de Michoacán con Fausto Vallejo y el PAN se convirtió en segunda fuerza con María Luisa Calderón, por el apoyo de su hermano Felipe desde la presidencia.
Silvano relegado al tercer lugar, regresó al Senado y después siguió su carrera parlamentaria como diputado. No se desanimó de sus aspiraciones locales. Se consolidó como legislador y negociador, aprendió a convivir con sus adversarios. Su tolerancia le permitió escalar a la presidencia de la mesa directiva de la Cámara de Diputados.
Su comportamiento, como se anticipó, ha sido institucional y ha acudido con esa vestidura a los actos del presidente Enrique Peña Nieto.
Ha sabido manejar sus tiempos, su imagen, su relación con perredistas, priístas, panistas, cardenistas y pejistas. Tiene más conocimiento de su estado y más aceptación de sus paisanos.
Va a volver a competir con “La Cocoa”, quien si no ganó con su hermano en la presidencia de la República, menos ahora. El PRI tiene como candidato a José Ascención Orihuela Bárcenas, con la desventaja de lo que hizo y no hizo su compañero y ex gobernador Fausto Vallejo.
El escenario, de acuerdo con esta valoración cualitativa, está hecho para Silvano, tiene el peso político que reclama Michoacán, pero todavía falta la valoración cuantitativa del próximo 7 de junio.
Michoacán para Silvano
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