Si eres de los lectores sensibles que no soportan ni siquiera que se les mencione escenas de expulsión de comida por la boca, por favor no sigas esta lectura que describe un episodio de ese tipo.
Resulta que cuando era estudiante de secundaria en mi pueblo Poza Rica, no nací ahí pero viví en dicho municipio veracruzano antes de cursar la universidad, tenía una beca. El monto de lo que representaba lo recogía en la ciudad de México y en el mismo lugar realizaba cualquier trámite relacionado con ella. El precio de la rancia burocracia.
Cada vez que hacía el viaje Poza Rica-DF era un sufrimiento para mi cabeza y mi estómago. Quizás me predisponía para pasar un mal rato nada más de saber que el autobús transitaría por la zona de curvas. Se me hacía eterno ese trayecto. Curva tras curva. Sucedía lo que tenía que suceder. Vomitaba. Muchas veces bañé el respaldo de enfrente, la ventanilla que no se podía abrir o mi propia ropa y asiento. Mis disculpas, a destiempo, aunque nunca es tarde, para la línea ADO y el personal de limpieza.
Tuve la osadía de querer contar las curvas con el propósito de ir entretenido. Cuando iba en la 50 me veía obligado a suspender el conteo. La idea no había corrido con suerte.
Una vez que superaba la amarga devolución alimenticia y desaparecía el dolor de cabeza, soñaba con una carretera sin tantas curvas. Casi hago fiesta cuando se anunció el proyecto para la construcción de la autopista, que reduciría a la mitad el tiempo de viaje entre esos dos puntos.
Sin embargo, el gusto me duró poco porque durante mi estancia en Poza Rica y mis viajes a la capital de la República, no me tocó ver ni la instalación de la primera piedra de la dichosa nueva carretera.
Los mareos y vómitos por las curvas se repitieron. Tampoco de nada me servía dormir porque el zigzagueo era tan marcado que despertaba listo para el desfogue. Ya para entonces tenía la precaución de cargar una bolsa de plástico. Luego las regalaba la compañía camionera.
Hoy compruebo que por fin, después de más de 20 años de obras, el corredor México-Tuxpan (Poza Rica está antes de llegar al puerto tuxpeño) puede ser utilizado.
Esto se los escribo justo cuando voy en camino a Poza Rica. Mi hijo mayor como conductor confiable. Hasta me doy el lujo de usar la computadora y elaborar sin sobresaltos ni interrupciones el escrito, lo que sería imposible si transitara por el camino sinuoso.
Ojalá que para la siguiente carretera que decidan construir las autoridades se tarden mucho menos en entregarla a la sociedad.
Aquí sí, contrario al tango “Volver” de Carlos Gardel, de que 20 años no es nada, para mi la doble década y más, fue el recuerdo indeseable y vomitivo de las curvas en la sierra poblana.
Este día borré para siempre, de mi ordenador cerebral la travesía mareadora, la sustituí con la grata experiencia que me dejar estrenar la carretera inaugurada.
Mareos en sierra poblana
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