El compañero Manuel, por decir un nombre, estaba nervioso. Habíamos hecho escala en el aeropuerto de Dallas. El destino final era Londres. En la espera una y otra vez su ofrecimiento “¿Te ayudo con el equipaje?”
La verdad, apenas podía cargar las dos maletas. La oferta era tentadora. Pesó más la advertencia de que en los viajes jamás debes permitir que otra persona te auxilie y mucho menos si no la conoces.
Manuel era periodista, pero era la primera vez que lo veía. El grupo de seis reporteros. El propósito del viaje una crónica turística. Nueva experiencia para alguien dedicado a la nota política.
Llegó la hora de encaminarse hacia el avión. Acalorado y con las manos enrojecidas pero contento a punto de abordar. En cambio Manuel que sólo traía un libro en su mano derecha, no podía superar el nerviosismo.
En uno de los andenes y a unos cuantos metros de la puerta. Justo en ese tramo un tipo alto, vestido de civil. No alcance a ver si traía alguna placa que lo identificara como policía. Apresuré el paso para llegar cuanto antes a guardar las maletas arriba de mi lugar.
De reojo alcance a ver que Manuel hablaba con el tipo del andén. Quien iba coordinando el grupo sugirió que todos ocuparan su asiento. Se cerró la puerta del avión y nuestro compañero ya no subió. La información que recibimos fue que le encontraron marihuana en su libro, para su consumo. Lo detuvieron y en esta condición estuvo tres días en Dallas. Su periódico lo rescató. Regresó a México. Perdió su trabajo.
Les cuento esta historia que ocurrió hace más de una década a propósito de que en los estados de Colorado y Washington acaba de aprobarse el uso “recreativo” de la marihuana. En esos lugares ya es lícito el consumo para los mayores de edad (22 años en adelante).
El tema invita a la reflexión y al debate. Pronto México tendrá que fijar su posición en esta materia.
Nunca más supe de Manuel.
La marihuana en el libro
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