Bailó y cantó de principio a fin. Demostró dominio de la música de sus favoritos. Lo mismo un grupo español travesti llamado Nancys Rubias, otro con trajes arlequinescos de origen argentino con el nombre de Miranda y para cerrar la mexicana Alaska cabeza de Fangoria, con fama sobre todo en la madre patria e intérprete de “A quién le importa” y “Ni tu ni nadie”.
Era un fan jovencito de aproximadamente 20 años, piel morena, 1.70 metros de estatura, complexión delgada, cabello negro corto y encopetado, vestido de camiseta roja descolorida, pantalón de mezclilla y tenis de marca. No paró en ningún momento. Desde que se abrió el telón y empezó a sonar la música agitó sus brazos, hacia arriba, hacia los lados, al frente. Pendular el movimiento de su cuerpo. Por el estruendo de las bocinas era imposible escucharlo pero a la distancia se veía que su boca abierta acompañaba el canto pop y la música electrónica.
Se ubicó en el primer piso del Teatro Metropólitan. Sacó su teléfono celular para fotografiar a los protagonistas del espectáculo. Unos minutos y lo guardó. Optó por mirar de manera directa, sin pantalla digital de por medio. Traía anteojos de armazón negro y lentes antireflejantes. Feliz. No parecía estar acompañado. Cuando todo terminó a la medianoche, se fue solo, con un rostro encantado. Sus ojos no perdieron detalle del show. Agitó su cuerpo al ritmo de sus ídolos. Fan leal que se sabe las canciones de sus artistas favoritos y goza cuando puede verlos aunque sea a distancia y escucharlos como si le cantaran muy cerca de los oídos porque es la sensación que provocan los amplificadores.
Demasiado lejos para captar todos los gestos de quienes estaban en el escenario. No parecía importarle. Fascinado con sus estrellas. Para nada le afectó que no se hubieran ocupado ni la mitad de las butacas del teatro. Los ausentes se lo pierden. Los organizadores lo atribuían a la falta de promoción. Una situación que tenía sin cuidado al fan.
Se sumó al coro del público y grito “otra, otra, otra”, al final de la actuación de cada grupo. Ni él ni otros tuvieron la respuesta deseada, salvo con Nancys Rubias que accedió a tocar tres más. Fangoria respondió que ya era tarde y hora de ir a dormir. Nadie se quejó de que en un evento de esas características se extrañara al Dios de los sueños. Tampoco había motivo para que alguno de los tres grupos se sintiera agotado porque el tiempo de la nocturna presentación se lo distribuyeron de acuerdo con su popularidad. Además, el evento inició con retraso de 45 minutos y hubo pausas para acomodar los instrumentos de cada uno.
En cambio, el chico, el fan, que nunca se sentó en su butaca, llegó y se fue con la misma energía. Exhibió el ánimo y el sello de su lealtad musical, en la noche del último viernes de junio.
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La lealtad de un fan
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