El joven escritor traía doble gorro, chamarra de mezclilla y sudadera en un pequeño salón donde la temperatura rondaba los 25 grados centígrados.
¿Será su estilo?, me pregunté. No lo había visto antes. Solo sabía de sus textos, nada de su personalidad.
Por lo menos tenía el ventilador del techo en dirección de su cabeza.
¿Tendrá frío o se protege la mollera para que no se le escapen las ideas con el viento artificial?, otra pregunta que me hacía.
Abrigarse de esa manera en verano era para provocar a cualquiera más calor y sed.
Estuve a punto de ordenar una bebida de cebada en ese lugar de Insurgentes donde la cultura se promueve entre aromas etílicos.
La vestimenta es asunto de cada persona pero no me pude contener y al final de la presentación de su nuevo libro le pregunté el porqué de su doble gorro.
-Es que llegué caminando, había sol, tengo la piel sensible y se me irrita, así me protejo.
Nada más que para ese momento en el que le solicitaba una explicación ya eran las nueve de la noche.
-Vivo al revés, a veces me pongo calcetines de diferente color –remató .
Ese es Alex Mondragón, un nuevo valor de las letras mexicanas, en el estreno de su libro Muladar, 167 páginas para describir la ciudad en la que nació y vive, la ciudad de México.
No es casual el título, como diría Arturo J. Flores, autor del prólogo. Coincidió con la estrella de la noche en que habitamos “un gigantesco muladar en el que se acumulan violencias, sueños rotos, cariños sinceros y escenas mundanas”. De eso escribió Alex, de lo que hay en el Distrito Federal, de lo que dice la gente. Se definió como un “recabador de sonidos”.
Para él es muy importante escuchar a la gente y por eso considera clave “desarrollar un buen oído”.
Me pareció corto para hablar. Prefirió que le hicieran preguntas en vez de pronunciar un mensaje o discurso sobre su libro.
Tampoco pudo leer un fragmento de su obra, porque el lugar es de poca luz y olvidó sus lentes. Aydeé Bravo, la editora, dueña de Vodevil ediciones, con una mejor visión, leyó uno de los relatos.
Confesó que lloró con el último.
Alex Mondragón demostró que lo suyo no es la expresión oral, sino escribir.
Desde niño siente necesidad de hacerlo.
Cree que no lo hace bien. Para su fortuna sus lectores opinan lo contrario.
Escritor oreja
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