Lo vi sentado frente a lo que parecía una copa de tequila, en el estreno de su exposición “Misterio”.
No le dio ningún sorbo, por lo menos en la conferencia, en la sesión de preguntas y respuestas, pero de que le gusta el elixir y sus efectos, lo confirman sus propias palabras.
-¿Has pintado después de tomarte una copa?
-Una vez pinté borracho un autorretrato, demasiado feo, me horrorizo, lo destruí. Nunca más. Trabajo lo más consciente posible. Muy crudo, sí he pintado, soy sensible.
Arturo Ocampo es un joven pintor morelense, con su propio estilo, con su personalidad, que ha conseguido desprenderse de sus primeras influencias, no es un “Toledito” ni un “Lezaimita” ni ningún otro.
Aprendiz y asistente del maestro Daniel Lezama, no lo niega.
Como lo dice su presentador, es un artista que ha “matado” a su tutor, ahora el camino del arte lo sigue por su cuenta, con su inspiración, bajo su riesgo, en su “misterio” como ha titulado la exposición en la Pulquería “Los Insurgentes”.
Quizás por ese entorno, en ese contexto, la explicación de la copa sobre la mesa.
Por la ocasión, por el estreno, después del corte del listón, un tarro de pulque de guanábana, cortesía de los organizadores para los invitados.
El “misterio” de su obra, depende de la percepción de cada quien, puede estar en las sombras, en los oscuros de sus cuadros que ennegrecen arbustos y árboles.
La temática es el árbol, la vereda, el camino, el llevar sobre las espaldas el bosque. Una calavera dibujada con ramas, como si quisiera advertir el riesgo que corre en la actualidad la naturaleza, amenazada por el mismo hombre, por lo incendios, por taladores, por urbanistas sin escrúpulos que han sepultado bajo cemento lo verde, sin importar que es el proveedor del oxígeno que le da vida a la humanidad.
El bosque , en otra de sus obras, va como una losa pesada sobre un hombre que la carga con la espalda doblada.
La calavera causa temor, miedo, no por ella misma, sino porque en el mundo de hoy, es un hecho que la muerte ronda a la naturaleza.
Hay otro cuadro que lleva el bosque en una cabeza humana, rostro con los ojos cerrados y labios apretados, con una ramilla que le crece por la oreja izquierda. ¿No entiende, ni ve ni escucha lo que hace con la naturaleza? La pregunta es mía. No se si esa sea la intención de Arturo Ocampo, ya no está en ese momento a la mano para responder, se ha internado en uno de los pasillos de la pulquería.
Caminar es lo suyo, le gusta hacerlo y por eso las veredas en su arte, y lo que observa a su paso.
Es un caminante de las ciudades y un artista que con su propio sello plasma en el lienzo su entorno.
La copa de tequila, no vi si finalmente se la tomó.
Arte de Ocampo, entre pulques
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