Existe la propuesta de aumentar el precio del boleto del metro de tres a cinco pesos, con el fin de obtener recursos que permitan la adquisición de nuevos trenes, con aire acondicionado.
Joel Ortega, director del Servicio del Transporte Colectivo Metro ha dicho que se requiere adquirir más unidades y con ese incremento al año se tendrían ingresos aproximados por tres mil millones de pesos, suficientes para comprar 45 trenes para las línea 1 y 12 más para la línea 12, además de contar recursos con el propósito de rescatar un centenar que están en el taller y darle mantenimiento a todo el sistema.
Gasto justificable y al que nadie se opone, tratándose de un transporte al servicio del pueblo.
Lo que no se entiende es que se gaste dinero en mandar a elaborar encuestas para saber si la sociedad de la ciudad de México está de acuerdo con la propuesta de aumentar el precio del boleto.
En ninguna parte del mundo la gente está dispuesta a pagar más y menos cuando los que tienen que hacerlo apenas reciben un salario para atender sus necesidades básicas.
Además, después del ridículo que hicieron las encuestadoras en el pasado proceso electoral federal, su credibilidad está en duda.
Se ha visto que los resultados se acomodan a los intereses del que decide pagar la encuesta.
Entonces ¿para qué pagar una encuesta? Y ¿cuánto cuesta una encuesta?
¿Qué garantías hay de que el encuestador dará resultados confiables?
No hay que quebrarse la cabeza para saber que los resultados dejarán satisfecho a Joel Ortega.
Aunque afecte el bolsillo, si el Metro necesita más trenes y mejor mantenimiento, todos estarán de acuerdo en pagar el incremento, por el beneficio constatable que representa el servicio.
La única condición de los usuarios es que no se tire el dinero en encuestas manipuladas y al gusto del cliente.
Las encue$tas del Metro DF
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