Aunque suene extraño, porque Japón es vanguardia en tecnología y ellos tienen raíces japonesas, el señor y la señora Takashi (nombre ficticio) decidieron cerrar su negocio.
Los rebasó la tecnología, no modernizaron su equipo de fotografía y su estudio ha dejado de ser rentable.
Más de 30 años dedicados a la fotografía, a retratar niños, jóvenes y adultos, en blanco y negro y a color; diversos tamaños, infantil, para pasaporte, de óvalo, para la escuela o trámite administrativo.
Ya no más la petición amable de “levante la cara”, “no cierre los ojos”, “sonría”. Se acabó.
“La digitalización nos rebasó”, admite el fotógrafo.
“Ya estamos grandes, necesitamos descansar”, dice ella.
Además, admite la señora, el tema de las facturas electrónicas los asustó y les significaba gasto extra, el pago de un contador.
Su anuncio en la parte exterior del inmueble ya fue quitado.
El señor Takashi, cordial y reverencial, como siempre, mira con nostalgia su antigua cámara Kodak.
“Ahora todo es digitalizado”, comenta.
Se le recuerda que su país Japón es de los más avanzados en tecnología.
“Tenemos raíces japonesas pero nosotros nacimos aquí”, precisa.
“Nunca hemos ido a Japón”, añade.
-¿Y la familia?
-Tenemos familia pero se perdió la comunicación.
Ella no se rinde ante la arrolladora modernidad y con entusiasmo anuncia que estudiara computación, en la Universidad de la Tercera Edad. Sabe que hay una la ciudad de México.
Su esposo, conservador, ha decidido dedicarse a la jardinería doméstica.
Entre los dos, sin apuro, empacan el equipo fotográfico y los accesorios, las luces, las lámparas, la secadora, la cortadora, el papel.
El avance de la tecnología los jubiló de la fotografía.
Rebasados por la tecnología
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