Eran apenas las cinco de la mañana, todavía la oscuridad de la noche no se había ido. Otro día de Coronavirus en plena primavera, en la ciudad de México, encerrado, en casa, sin poder abrazar ni besar a tus hijos, tampoco a la pareja. Todos en la sana distancia.
La preocupación de si había agua o no de la llave, de la que suministra el Sistema de Aguas de la Ciudad de México (Sacmex). Tres días atrás se había interrumpido el servicio, por una “falla de válvulas”. ¿Y ahora con qué nos lavamos las manos?. Día a día, desde que llegó el virus a territorio nacional, la voz mediática y oficial con la recomendación de lavárselas con frecuencia.
Apenas clareó, a revisar la llave de la calle. Estaba restablecido el servicio, con menos presión pero ya había agua. Resuelto el problema por los operadores o técnicos del Sacmex.
Por fin, otra vez, agua para lavarse las manos, para espantar o alejar al virus maligno, asesino; ha cobrado más de 30 mil vidas en el mundo. Alienta que en algunos lugares empieza a revertirse la tendencia, a disminuir los contagios y ganarle la batalla. Todavía tomará tiempo. Por desgracia, exterminará a más gente. México no es la excepción.
La vida sigue, también la primavera. Descubro que mi planta favorita, Agapanto blanco o flor del amor, florece; sus diminutos botones abren, la mitad de ellos, los otros lo harán en los siguientes días. La contemplo. La perfección de la naturaleza, a ella nada le hace el Coronavirus.
Bello su florecimiento, gradual, con paciencia, sin atropellarse, sin alterar su desarrollo natural, sana.
Observo detenidamente sus botoncitos y su transformación al abrirse, para cumplir su ciclo primaveral, perfecto. Sin queja alguna por estar sembrada en una maceta ni porque se haya quedado sin agua tres días. La veo alegrarse al recibir de nuevo su riego cotidiano.
Mi planta solo ha hecho lo que le corresponde hacer, de acuerdo con su naturaleza y el resultado es perfecto. Tiene fama de atraer al colibrí. Con paciencia espero verlo volar para hurtar el polen de la flor del amor. Lo he visto en otros lugares, ansío que aparezca y haga lo mismo.
Espero que el Coronavirus no espante a la maravillosa ave, que mueve sus alas a 90 veces por segundo, la más rápida. También carga la fama de ser un imán para el amor.
Así que estoy ante la flor del amor, con suficiente tiempo, por la cuarentena, para ver el momento de su encuentro con el colibrí.
Regalo de la naturaleza en la primavera del Coronavirus en México.
El Coronavirus en Primavera
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