Es como una inyección de más vida. Cuando empiezas a sentir que se agota el tiempo, que en cualquier momento puedes irte con la muerte al mundo desconocido, vuelves a sonreír, a dejar atrás la incertidumbre.
Cancelas imágenes del contagiado y del que está en el hospital con oxígeno directo en la nariz, ya sin poder ver a nadie porque se ha convertido en transmisor mortífero.
La primera o la segunda dosis, de la vacuna que sea, porque en estos trances lo que importa es que sea efectiva, impacta para bien en la protección y blindaje del organismo, también en la mente. Baño de optimismo para el pensamiento. Renace la esperanza por alcanzar metas, cumplir planes y no quedarse en el intento.
Recuerda la película de ciencia ficción “In Time” (2011) del director norteamericano Andrew Niccol, donde reloj tatuado en el brazo, con cuenta regresiva, indica lo que resta de vida. Y si no vas al módulo para que aumenten horas, días, semanas meses o años, se agota el tiempo, se apaga tu luz para siempre. Analogía válida ante la pandemia mundial. En la ruleta de la vida y la muerte, porque hasta la fecha, en ningún país del planeta, hay suficientes dosis para todos.
Hay a quienes no les importa la cuenta regresiva ni creen en la existencia del virus, hasta que les toca.
Para los que están conscientes de la dimensión del mal, entran en una ansiedad que nunca antes habían imaginado, por la vacuna. Suspiran por la pronta inmunización, para contar con el blindaje que garantice ganarle la batalla al virus en caso de contagio.
Cambia el ánimo con el anuncio de que está próxima la vacunación, la primera dosis. Si el apellido paterno empieza con la letra A del abecedario, celebras por ser programado para primer día. Si en cambio la letra es Z, quisieras que alguna vez, en lo que sea, digan que vas por delante.
Llega el día. Apenas si dormiste, por la emoción o por el nervio. Te levantas más temprano que de costumbre. Bañarse y arreglarse, comer algo, para no salir con el estómago vacío. Acudes al sitio designado antes de la hora señalada. No quieres ser el incumplido, en nada. En los días previos preparas la documentación requerida, el comprobante de domicilio, la identificación. Por fin camino a la inyección de más vida, como en la película de Niccol. Largas filas de los convocados, entusiasmados los de la tercera edad, como niños cuando llega la hora del recreo o de partir la piñata. No estabas ahí por la bolsita de dulces sino por la “bolsita” de más vida.
Respetuoso de los protocolos, de las indicaciones. Emoción. No es para menos. Nadie se quiere morir por el virus. Decenas de vacunadores. Prevalece el orden, mucho más que en los primeros días de la campaña. Hay animadores y animadoras, música. Reparto de manzana y barra de amaranto. Sigues en turno, sientes el piquete de la jeringa. Escuchas las recomendaciones del enfermero o de la enfermera. Al área de los vacunados, media hora, como medida preventiva ante reacciones inesperadas. Todo normal. Sales con otro talante, no exactamente con el vigor de superhéroe. Sí con la energía del que ha recibido el primer refuerzo. A seguirse cuidando y esperar la segunda dosis. Sensación diferente en los días siguientes. Ignoras hasta molestias, cierto dolor en el brazo, nada más de saber que ya tienes una dosis.
Por la segunda dosis. Igual el ritual para dormir, despertarse, vestirse. De los primeros en llegar en la cita. Descubres en esta ocasión que la enfermera muestra como carga la vacuna en la jeringa, para que no haya duda de que la aplicación es real.
No brincas de gusto porque ya no estás para movimientos brucos, pero, la emoción y la sonrisa no la puedes ocultar, como los que en la película “In Time” recibían más tiempo de vida.
Vacuna de la vida
Typography
- Font Size
- Default
- Reading Mode