Después del jonrón del 1 de julio (ganador de las elecciones), Andrés Manuel López Obrador no ha vuelto a dar batazo de vuelta entera. Algunos hits (gira de agradecimiento, integración de su gabinete) y dominado en rolas al cuadro o globos a los jardines. Uno que otro ponche, el más sonoro la designación de Manuel Bartlett en la dirección de la Comisión Federal de Electricidad.
No ha entrado en “slump”, su porcentaje de bateo sigue arriba de los .300 pero tampoco ha producido o remolcado carreras. Y ahora está en la cuenta de tres y dos, tres bolas y dos strikes con la consulta y encuesta sobre dónde hacer el nuevo aeropuerto. Sus adversarios dicen que huele a ponche (strikeout). Sus seguidores esperan al menos batazo entre dos, entre los jardineros izquierdo y central, para que pueda llegar hasta la segunda almohadilla, doble.
La afición en las tribunas está expectante, ansiosa de ver que se muevan los números en la pizarra, espera que responda a la hora buena, una vez que tome posesión el 1 de diciembre.
Para nadie es un secreto que Andrés Manuel López Obrador es aficionado al beisbol. Es su deporte favorito. Le gusta verlo y jugar. En Estados Unidos y en otras partes del planeta es llamado “rey de los deportes”. Incluso en el país vecino del norte se juega cada año la “serie mundial”, como si en esta competencia participara la mayoría de las naciones.
Desde niño en Tabasco ha jugado beisbol. Empezó en la tercera base, luego siguió como jardinero central y ahora prefiere la primera base, posición mucho más tranquila y que regularmente ocupa el cuarto bate o sea el bateador de mayor poder en el equipo.
Por lo menos en esta etapa, le ha bajado velocidad a su bate a la hora de tratar de hacer contacto con la pelota, no ha podido pegarle de lleno. Los hits han sido sencillos, a los jardines central y derecho, pláticas y acercamientos con grandes empresarios.
Abanicó bola alta cuando lo embarcaron con el anuncio de que el Papa Francisco participaría en los foros en materia de seguridad y ya vio pasar una bola que por poco le pega en el casco, por el envío de señas a las fuerzas armadas que algunos le dan una lectura ríspida.
El anotador oficial todavía no determina si fue hit o error el tuit que recomienda al periódico El Universal que recontrate a los reporteros “despedidos” por la información difundida sobre la salida del hospital del hijo menor de López Obrador. Lo que sí sumó a su porcentaje de bateo fue el reciente regreso a la radio comercial de la periodista Carmen Aristegui.
En la caja de bateo ha recibido algunos golpes, el más sonoro ha sido por la boda del próximo coordinador general de política y gobierno.
Como primera base no ha tenido problema para atrapar la pelota cuando revira el pitcher. Ha mantenido pegados a la inicial a líderes sindicales que quisieran robarse la segunda para colocarse en posición de anotar. También ha sabido abrir al máximo el compas de sus piernas y estirar el brazo para poner out al magisterio disidente que quiere embasarse.
La verdad, el juego de beisbol político, formalmente todavía no empieza, la primera entrada se abre el 1 de diciembre.
Y no hay que olvidar que en el beisbol, lo saben los expertos y aficionados, para ganar, se juega con “el librito” en la mano.
Bateo de López Obrador
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