En ninguna parte del mundo existe el político perfecto, es humano, se equivoca. Es de carne y hueso. El problema es que en ninguna parte del mundo el político acepta que se equivoca o comete errores.
Hasta ahora no he visto en ningún lado que salga a dar la cara y diga que le ha fallado a la sociedad. Si todo lo que hace fuera acertado, el mundo sería otro, con mucho menos pobreza y calidad de vida. Menos inseguridad, más seguridad. Menos violencia, más paz y tranquilidad.
México no es la excepción, igual el comportamiento. ¿Se acuerdan del error de diciembre, en el primer mes de gobierno de Ernesto Zedillo?. Al final resultó que nadie era culpable. El mandatario saliente responsabilizó al entrante y el nuevo mandatario acusó a su antecesor. La economía quedó prendida de alfileres, pero ustedes se los quitaron, reparto de excusas.
Historia repetible. No va a cambiar, porque aceptar la equivocación, para el servidor público implica aceptación de la falla. Quedaría confeso para las autoridades judiciales. En condiciones de ser sometido a juicio y sancionado en los términos de las leyes.
Por lo tanto, ni en México ni en cualquier parte del mundo aceptara que ha cometido un error.
Al político o política, no le queda otra que comportarse como si fuera perfecto o perfecta, hasta que se le demuestre lo contrario, generalmente, una vez que ha terminado su encargo.
En el ejercicio del poder, su caparazón adquiere tal fortaleza que parece indestructible. Las críticas solo lo debilitan y perforan cuando en redes sociales y medios convencionales lo exhiben y reprueban. Hay quienes traen doble caparazón, resisten y mantienen su puesto. En ningún caso termina por aceptar haber cometido un error.
Observen lo que pasa en la familia. Sucede algo parecido, sobre todo en estos tiempos de pérdida de valores. Ninguno de los hijos o hijas admite el error, aunque sea evidente. Sucede lo mismo en la relación de pareja. Para no generalizar, diré que conozco una pareja amiga donde ella es perfecta y él, igual. Concluyen que las equivocaciones son de su mascota, al fin que no puede hablar y mucho menos defenderse.
La desgracia en el caso del político o política es para la sociedad, porque sufre las consecuencias del error, del tipo que sea.
El político o política cree en su perfección, se siente infalible. Nunca dirá que la regó, aunque la realidad del mundo diga lo contrario.
El político perfecto
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