Una historia real de política, cuando se desestima al adversario y peor si es de la familia. Cuando se pierde el piso y el personaje se cree invencible, que se le hace imposible sentarse en la misma mesa con alguien que desde su punto de vista no está a su nivel.

Es una práctica de los inexpertos políticos, lo hacen en el caso de los medios de comunicación. Discriminan. Se sienten figuras y por lo tanto cierran su puerta a medios que consideran sin importancia. Nada más aceptan entrevistas con quienes juzgan encumbrados.

Me ha tocado verlo, constatarlo, personajes que al empezar su carrera accedían a todas las entrevistas, pero que una vez instalados en la cima, se olvidan de mirar hacia abajo.

Les gana la soberbia.

Lo que te voy a contar no está estrictamente relacionado con los medios de comunicación sino con los hermanos de sangre de los políticos, a propósito de lo que ahora sucede con Andrés Manuel López Obrador y su hermano de madre y padre, Arturo López Obrador.

No es el primer caso con estas características, es usual en la competencia, intentar dividir a la familia.

Sucedió con Fernando Ortiz Arana, quien nunca logró su sueño de ser gobernador de su estado, Querétaro.

La primera vez que hizo planes para participar en el proceso estatal, Carlos Salinas lo hizo cambiar de opinión. Lo invitó a quedarse en la ahora Ciudad de México. Se convirtió en líder de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, en coordinador de los diputados de su partido, coordinador de los senadores de su partido y dirigente nacional del PRI. También fue promovido por sus colaboradores para aspirar a la candidatura presidencial.

Dos veces compitió por la gubernatura y las dos veces perdió. Desde la primera ocasión su imagen se desdibujó, perdió fuerza por las diferencias con su hermano. Su hermano José, el mayor, sintió que tenía derecho a su propia proyección y se dejó convencer para participar en la “oposición”.

Fernando  no le dio la importancia que ameritaba el tema familiar, no buscó a su hermano con el empeño que se requería para recobrar la unidad, para dialogar y llegar al entendimiento. Dio por hecho que su exitosa trayectoria en la Ciudad de México sería suficiente. Se equivocó. Para su segunda participación en Querétaro, el daño ya estaba hecho.

Cuando fue coordinador de los diputados priístas, con tal de avanzar en la negociación, no dudó en ir hasta la oficina de la misma Rosalbina Garabito. Entonces ella era del ala dura de los perredistas. A Fernando no le importó subir tres pisos y caminar hasta el final del pasillo para llegar al reducido espacio que ocupaba la diputada. Hubo acuerdos y mejoró la relación entre mayorías y minorías en el recinto de San Lázaro.

Con su hermano José, no habló.

El caso de Andrés Manuel López Obrador no es igual pero se parece por el lazo familiar. Andrés Manuel, en vez de buscar a su hermano Arturo para superar diferencias, optó por descalificarlo, por llamarlo traidor. La soberbia del primero no es una novedad.

Se subió al ring mediático, cayó en el juego de los que quieren minar sus aspiraciones. Se sintió patriarca, intachable. Y ese distanciamiento le puede pesar en el 2018. Todo por no bajar del cielo para dialogar con los mortales.

Vale la analogía para lo que hoy te voy a contar. El futbol y la política, el gol y la candidatura presidencial, los veteranos con la experiencia y el vigor vigente frente a la impetuosidad y ambición de  los más jóvenes, los que están en el campo de juego y los que están fuera del campo o en la banca.

Manlio Fabio Beltrones Rivera y José Narro Robles están en el campo de juego y por lo tanto tienen la posibilidad de anotar gol, con el perfil y el acervo que los mantiene activos como sucede con Rafa Márquez y Óscar “El Conejo” Pérez en el balompié mexicano. Se conservan como figuras, el primero como defensa o medio, el segundo como portero y también anotador; han sabido cuidarse para seguir en la competencia.

Cuando el periodista Ciro Gómez Leyva escribió que el propio Manlio se había descartado para el proceso electoral del 2018, recordé de inmediato que algo parecido hizo para el 2012 y en ese entonces el argumento utilizado para excluirse había sido la edad. Por supuesto que aquella vez, nadie se atrevió a escribir que el entonces senador se auto eliminaba.

En esta ocasión la excusa empleada, la “inequidad” en los anuncios partidistas, la ventaja sobre sus compañeros al poder aparecer en los “spots” como lo hacen Andrés Manuel López Obrador (Morena), Agustín Basave (PRD) y Ricardo Anaya (PAN).

Se dijo que en este 2016, el actual dirigente del PRI, se expresó en esos términos ante un grupo de periodistas. Y nada más uno se la “creyó”, por lo menos eso fue lo que difundió. Quizás pecó de inocencia, lo dudo, a estas alturas. Quizás era emocionar a los más jóvenes y hacerles suponer que el más colmilludo de la política presente ha resuelto excluirse. Ningún otro compañero periodista tomó o reprodujo las palabras con la literalidad de Ciro. De cualquier manera, respetable lo que haya registrado en sus apuntes y  pregonado después.

Lo cierto es que Manlio sigue en el campo de juego como Rafa Márquez. Con la posibilidad, ambos, para anotar gol, uno en la política y otro en el futbol. ¿A poco algún cronista le creería a Márquez que no meterá la pelota en las redes contrarias porque sería “inequitativo” porque él tiene más experiencia, ha jugado en Europa y tiene más anuncios en la televisión que sus compañeros de equipo? ¡Claro que no! Rafa irá al área chica, las veces que sea necesario, cuando haya un cobro de castigo o un tiro de esquina, para tratar de cabecear y meter gol. Su especialidad, por su estatura y calidad cabeceadora.

Rafa Márquez no ha renunciado ni renunciará a meter gol. Tampoco Beltrones. Ser presidente es la aspiración de quienes están en las grandes ligas de la política y no tienen que andarlo propagando. En un ejemplo reciente, ¿cuántas veces López Obrador llegó a decir  “a mi denme por muerto” cuando le preguntaban anticipadamente si buscaría ser candidato? Tampoco nadie de los más jóvenes va a gritar a los cuatro vientos que quiere ser, ni en “off the record  con periodistas ni en privado con sus colaboradores. Tampoco va a descartarse. Y si lo hace, no hay que perder de vista que es un político. Sería, como dicen los católicos, una mentira piadosa.

Así que Manlio está dentro del campo de juego y puede meter gol, como también lo puede hacer el doctor José Narro, ex rector, ahora secretario de Salud, con un historial que no tiene ninguno de los más jóvenes.

Sería aventurado descartarlos para el 2018.

Lo que te voy a contar es a propósito de los documentales “Maquío: Rebeldía, Seducción  y Tragedia” y “Cárdenas: Oportunidad, Poder, Desolación”, producidos por Azteca Opinión, la barra nocturna de TV Azteca que dirige Benjamín Salinas Sada. Testimonios reveladores sobre la actuación de los protagonistas en la elección presidencial de 1988.

Como reportero de El Universal, en ese año, me tocó acudir a diversos actos del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. También estuve en algunos del Maquío, en su huelga de hambre frente al monumento a la Independencia. En el caso de Carlos Salinas, solo en la Ciudad de México, porque quien lo siguió a todas partes por el Gran Diario de México y terminó siendo amigo del presidente fue mi compañero Fidel Samaniego (QEPD).

Se grabó para siempre en mi disco duro cerebral el rostro nervioso y descompuesto del ingeniero Cárdenas cuando lo enteré de que lo habían echado de su partido el Revolucionario Institucional. Le leí el punto resolutivo de la dirigencia. Esa noche había dado una plática en una casa de Azcapotzalco en la Ciudad de México.

El periódico había sido avisado de que el PRI sancionaría el desempeño del ingeniero, así de que inmediato recibí la instrucción de que no me le despegara y que hablara cada diez minutos a la redacción. Entonces no había teléfono celular, así que prácticamente me adueñé del que tenían en ese domicilio. Estaba más atento al teléfono que a lo que decía Cuauhtémoc a los vecinos.

Ningún otro reportero había en dicho lugar, era tarde. Por fin se dio la noticia, apunté textual el resolutivo priísta en mi libreta, casi justo cuando terminaba la reunión vecinal. Apresuré el paso para acercarme al ingeniero y leerle el punto medular del anuncio. Lo impactó, pasaron varios segundos antes de reaccionar y comentar que revisaría el documento. Salió rápido de la casa. A su fiel escudero, Armando Machorro, le constan los hechos.

La imagen que no olvido del Maquío es cuando estaba sentado en su tienda de campaña frente al monumento al Ángel de la Independencia, en huelga de hambre. La verdad, al verlo, pasado de peso, pensé que tenía dos propósitos su acción, uno de ellos, reducir algunos kilos; el otro, la protesta electoral.

Al escucharlo confirmé que era un personaje de una pieza, con un discurso bien estructurado, sin dobleces, decidido, inteligente, comprensible. Arrió banderas cuando su partido el PAN decidió negociar. Don Luis H. Alvarez, líder panista, me comentó en cortó que por ningún motivo iban a permitir que Cárdenas llegara al poder. Los panistas prefirieron lo que le llamaron la legitimación en el ejercicio del poder del candidato que oficialmente resultó ganador de la elección.

Con estos antecedentes que te cuento, en calidad de testigo de esa etapa de la política nacional, puedo decir que los documentales de investigación periodística que aporta Azteca Opinión son de consulta obligada para historiadores, políticos, jóvenes y sociedad en general.

Son videos que deben estar en universidades, por las revelaciones que hacen sobre el proceso de 1988, como la documentada y detallada caída del sistema electoral, tantas veces negada.

Se que falta la tercera parte, la que tiene que ver con Carlos Salinas. Desde hoy, ya hay apuntados para ver el documental.

La noche del domingo 2 de julio de 2000, por primer vez en su vida, mis amigos Luis y Sofía decidieron participar en una marcha, en la marcha vehicular del foxismo-panismo sobre la avenida Insurgentes.

Iban felices, convencidos de que había llegado una nueva realidad para México. Su rostro tan regocijado como el del mismo candidato ganador. Sólo les faltó que él les compartiera la botella de champán (champagne) que destapó en el templete instalado frente al monumento al Ángel de la Independencia.

Antes de ese año, sus simpatías habían estado con el priísmo, incluso llegaron a ponerse la camiseta colosista. Todavía después del suceso trágico del 23 de marzo de 1994, se mantuvieron leales al PRI. Estaban agradecidos, de alguna manera ese partido los había beneficiado. No se si alguna vez se afiliaron y obtuvieron su credencial de militante. Él trabajó para el tricolor.

Cuando una semana después del 2 de julio recordaron su noche triunfal foxista, lo hicieron con la misma emotividad con que vivieron el momento. Descriptivos, detallistas. Al escucharlos, me preguntaba para mi, en silencio: ¿y qué no eran priìstas y seguidores de Colosio?

Su alegría les salía por todos los poros, daban por hecho un cambio de 360 grados y el final de la corrupción. Eran comerciantes y estaban hartos de dar una cuota periódica para operar su negocio. A pesar de cumplir con la normatividad, tenían la obligación de pagar derecho de piso. Estaban cansados de que para todo trámite delegacional o gubernamental, por delante la “comisión”.

Con el foxismo veían el exterminio de esa arraigada práctica. Encantados con el discurso del candidato ranchero. Le creían todas y cada una de sus palabras, sus promesas. Disfrutaban sus expresiones folklóricas, sus dichos de que acabaría con las víboras prietas y tepocatas, con lo maligno y perverso de los que temporalmente dejarían el poder.

La noche que conversamos del tema me concreté a escucharlos, a mirar la emoción en sus rostros. Tuve el cuidado de no decir nada contrario o que pusiera en duda la llegada del “cambio”.

Pronto les llegó la decepción, el foxismo no había sido lo ofrecido por su propio creador y su pareja. Foxilandia se hizo realidad únicamente en la mente de sus promotores.

La corrupción siguió y se recrudeció.

En las ocasiones posteriores que volví a convivir con los amigos, con Luis y Sofía, la política dejó de ser tema de conversación.

A pesar de que los había decepcionado el gobernante de las botas, me dio la impresión de que en el 2006 volvieron a votar por el PAN, aunque no los vi emocionados como en el 2000. Me parecieron menos felices.

Terminaron en víctimas, como muchos mexicanos, de la inseguridad, de una “guerra” que todavía persiste.

El derroche en la construcción de la Estela de Luz sobre el Paseo de la Reforma pulverizó sus afectos azules.

Obvio, tampoco el gobierno de Calderón los había complacido. La corrupción siguió y las “comisiones” por derecho de piso para mantener un negocio, se incrementaron. En 12 años nunca vieron que fuera atrapado un “pez gordo”  ni que mejorara el nivel de vida de la mayoría de los mexicanos.

No se por quién votaron en el 2012, es su secreto. Lo que ya no aguantaron y sacaron de sus adentros, como para liberarse de lo que se convirtió en su demonio azul, fue al PAN.

Ahora solo hablan del pan de harina, del comestible, que les gusta mucho.

 

En 1988 prácticamente ningún medio se ocupó de la campaña del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas. Era la primera vez que participaba como candidato a la presidencia de la República. No pasaban de los dedos de una mano el número de diarios que le daban cobertura. En radio y televisión no existía, salvo para intentar desacreditarlo o exhibir sus errores.

Recuerdo que el titular del noticiero 24 horas, Jacobo Zabludovsky, entrevistó a sus dos medios hermanos, pero porque estos hablarían mal de su pariente, en horario estelar, en el canal de las estrellas.

Nadie apostaba a que el abanderado del Frente Democrático Nacional fuera a dar la campanada.

La dio y se cayó el sistema, la cúpula priísta se espantó. Dejaron de fluir los números que salían del organismo electoral que entonces estaba bajo el control de la Secretaría de Gobernación. Manuel Bartlett, hasta la fecha, no ha podido revertir la versión de esa caída.

Si bien las cifras oficiales no le fueron favorables, los seguidores del ingeniero siempre tuvieron la certeza de que había ganado; llegaron a considerar la idea de emprender un movimiento que obligara a las autoridades a reconocer lo sucedido en la contienda electoral.

Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo terminaron por tomar el camino del diálogo. Los panistas de Luis H. Álvarez convinieron en firmar un acuerdo con los salinistas, aceptar lo que se conoció como la legitimación en el ejercicio del poder. Don Luis, con todas sus letras, en las oficinas de su partido, cuando estaban en el Eje 6 de la colonia del Valle, me dijo que jamás iban a permitir que Cuauhtémoc Cárdenas llegara a lo Pinos.

Le tenían miedo al ingeniero, como hoy quizás se lo tienen al tabasqueño Andrés Manuel López Obrador.

Aquí el punto que te quiero subrayar es que la gente salió a votar por Cárdenas a pesar de su escasa o inexistente promoción en los medios.

En el 2000 Vicente Fox con Marta Sahagún se les adelantó a los panistas y priìstas. Empezó primero con una campaña por su candidatura. Cuando la directiva de Acción Nacional pretendió algo distinto, era demasiado tarde. El PRI dejó solo a Fox en los medios. Se volvió popular con sus botas y dichos.

Sin embargo, lo que marcó la diferencia en las urnas fue la sociedad harta del mismo partido en el gobierno, y un foxismo que no vaciló en aliarse con el magisterio de Elba Esther Gordillo.

Hubo versiones de que la gente del dinero se iba a ir del país si triunfaba la oposición, no se fue.

En el 2006, otra vez el miedo, ahora a López Obrador. De nuevo se sumaron las fuerzas tradicionales o poderes fácticos. Sufrieron para vencerlo, en un cierre de fotografía.

Para el 2012 el panismo estaba desinflado. Hubo decepción, una docena de años y el cambio no llegó. Tengo amigos que creyeron que con Fox y el PAN la corrupción se acabaría. Comprobaron que empeoró. Por eso el PRI recuperó la presidencia de la República.

La batalla por el 2018 está a la vista y de nuevo el miedo en los círculos conservadores por el repunte tabasqueño, nada más que las encuestas electorales, por lo menos en México, no son confiables.

Además, la gente ya conoce a López Obrador, ya tiene sus antecedentes de gobernante, ya sabe que no resolvió el problema de la inseguridad en la ciudad de México, que no acabó con la corrupción y que tampoco se ha significado por la transparencia en sus actos y decisiones.

En este contexto, resulta exagerado el temor al líder morenista, porque ni él, ni Margarita, ni Ricardo Anaya ni cualquier otro que tenga origen partidista, está en el ánimo de los electores.

Hay quienes ya se dieron cuenta, otros se resisten a creerlo y van a insistir en la formula desgastada, pero es obvio que los ciudadanos esperan un perfil que no tenga el olor rancio derivado de vicios partidistas.

 Es tal el conocimiento, la experiencia y capacidad que como político tiene Manlio Fabio Beltrones (63 años) que hasta el mismo Andrés Manuel López Obrador (61 años, el 13 de noviembre cumplirá 62) procura guardar distancia. Es al que ve como su real adversario en México, a nadie más.

¿Por qué?

Manlio es egresado de la escuela de Don Fernando Gutiérrez Barrios, con quien aprendió la importancia de la información confidencial, la lealtad, el valor de la palabra, la negociación, la “coptación” y la anticipación de escenarios.

Tiene en su esquema mental no solo la previsión de la agenda del día, semanal o mensual, sino de los años próximos relacionados con eventos relevantes, nacionales, electorales.

Delineados los escenarios y las acciones que deberá de llevar a cabo en el camino hacia sus objetivos para el 2016, 2018 y lo que sigue.

Es el perfil que le acreditan militantes del partido Morena al actual dirigente del PRI. Es el que les preocupa en la competencia por la silla presidencial, no Miguel Ángel Osorio Chong, ni Luis Videgaray Caso, tampoco José Antonio Meade Kuribreña ni Aurelio Nuño Mayer.

Saben también que en este momento Andrés Manuel va con amplia ventaja en las encuestas, lo que no es ningún secreto, por eso la alarma de quienes pertenecen al equipo gobernante.

De igual manera, saben que esa ventaja el único que se la puede quitar a su líder es el propio Andrés Manuel, por su arrogancia, defecto que todavía conserva, a pesar de sus esfuerzos por superarlo.

Dicho por morenistas, en su partido hay pejezombies, los que creen a ciegas todo lo que pregona el tabasqueño y los que están convencidos de apoyarlo, sin dejar de ser autocríticos y señalar errores.

Temen que la arrogancia pueda volverlo a llevar a la derrota como sucedió en el 2006, cuando desairó la fuerza del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y rompió con el sector privado.

Intuyen, por lo que observan, que Beltrones se convertirá en el rival de su jefe en el proceso del 2018.

¿Y por qué si le reconocen todas esas virtudes políticas, Manlio no pudo en el pasado proceso electoral ser el candidato del PRI y perdió por amplio margen en la contienda interna de su partido ante Enrique Peña Nieto (49 años)?

Manlio supuso que estaba en desventaja por su edad, una diferencia de 13 años con el mexiquense y en una sociedad donde predominan los jóvenes. Cuando decidió arrancar su campaña, Peña iba muy adelante.

Tarde se dio cuenta que la edad no es el factor que resta aspiraciones y menos ahora que el pueblo mexicano busca y quiere gobernantes capaces, con respuestas y acciones inteligentes.

Comprobó que la edad no es lo que rechazan los jóvenes, sino la incompetencia e inoperancia.

Sin duda, la veteranía, pero sobre todo la sabiduría política, es lo que puede colocar a Manlio y a AMLO como rivales en el 2018.

Siempre les vi pinta para llegar a la gubernatura. Cuidados y cuidadosos en el poder legislativo. Crecieron cerca de Manlio Fabio Beltrones. Les asignaron comisiones pacíficas, nada conflictivas. Era evidente la identificación entre ellos. Amigos, sin importar que uno traía la camiseta tricolor y otro la verde, aunque con el paso de los años y las campañas estos colores se han vuelto aliados en todos los sentidos, en el parlamento y en las elecciones.

Viajaban juntos en una camioneta el 8 de mayo de 2008 cuando fueron asaltados a mano armada y les quitaron su respectivo reloj en el cruce de Paseo de la Reforma y Periférico, en las Lomas de Chapultepec. El episodio nunca se aclaró y mucho menos se detuvo a los responsables.

Uno tiene 40 años y el otro 35 años de edad, ambos abogados, han coincidido en la Cámara de Diputados y en el Senado, ahora son dos de los tres gobernadores más jóvenes en México (Roberto Borge, de Quintana Roo, tiene 35).

Alejandro Moreno Cárdenas, “Alito”, empieza su periodo en Campeche; Manuel Velasco Coello, “El Güero”, va casi a la mitad de su sexenio en Chiapas. El primero ha sabido relacionarse con los Slim desde que era senador. El segundo se casó con la cantante Anahí y es nieto de la eminencia médica Manuel Velasco Suárez, quien fuera también gobernador chiapaneco.

Su trayecto legislativo los llevó por el camino de Beltrones, actual dirigente del PRI. Estrictamente no ha sido su maestro pero es muy probable que algo le hayan aprendido sobre cómo se hace política.

En la próxima reunión de la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago) volverán a sentarse en la misma mesa. Otra vez al mismo nivel.  En las cámaras legislativas presidieron comisiones alejadas de la controversia. “Alito” llegó a encabezar la de Gobernación en diputados pero antes estuvo en las de Juventud y Deportes en el Senado. “El güero” presidió las de Ecología, Concordia y Pacificación cuando ya no atraía reflectores y la Belisario Domínguez.

Alejandro es priísta y Manuel, el más joven, verde ecologista. Al competir por la gubernatura de su estado lo hicieron con el apoyo del PRI y PVEM. Otra coincidencia más en su carrera.

Hay muchos que se quedan sin hacer realidad su sueño de gobernar su estado, por diversas razones. Otros, después de varios intentos, logran el ascenso; nada más que cuando por fin llegan a la cima, están cansados y sin el ánimo con que iniciaron la búsqueda del poder.

Los casos de “Alito” y “El Güero” son diferentes, con la fuerza de su juventud, no exentos de dificultades ni de cometer errores o enfrentar quejas sobre su comportamiento.

Velasco ha sido señalado por la profusión de sus campañas en medios de comunicación con motivo de sus informes de gobierno, acusado de malgastar recursos de una entidad que parece tener tatuada la etiqueta de pobre, porque nadie se la ha podido quitar. Tampoco se olvida el día que perdió la tranquilidad y le dio una bofetada a uno de sus colaboradores; sin embargo, le funcionó el antídoto de que el empleado se la regresara al día siguiente. Su boda con la cantante Anahí, hasta ahora ni lo beneficia ni lo perjudica. Falta ver qué hace la artista como primera dama en Chiapas.

Moreno, desde muy joven ha sido impetuoso, dirigió el Frente Juvenil Revolucionario de su partido. Su paso por las secretarías de Organización y Operación política del comité nacional no dejó huella. En su estado lo han visto crecer aficionado a lujos, a los autos deportivos. Trataron de eliminarlo de la competencia con quejas sobre sus propiedades. Tuvo la fortuna de relacionarse y hacerse amigo de uno de los hijos de Carlos Slim.

“Alito” y “El Güero” han conservado su amistad, el uno parece seguir al otro en los ascensos.

Por la seguridad que los acompaña como gobernadores, ahora nadie se atrevería a tratar de quitarles sus relojes.

 Su principal riesgo en esta etapa es perder el piso, por esa juventud e impetuosidad que les caracteriza, aunque no son factores determinantes. Al margen de su edad, si quieren seguir hacia la punta del “Everest”, deberán ir atados de la sociedad que en Chiapas y Campeche les exige calidad de vida.

El único que llegó tarde a la boda fue Jorge Emilio, el “Niño Verde”. La ceremonia ya había empezado, el enlace civil en un salón de fiestas de Huixquilucan, estado de México.

Apresurado se abrió paso entre la gente y se ubicó en el sitio destinado a los testigos. A los pocos minutos el arribo de una joven mujer que se colocó a su lado. Jorge Emilio se veía molesto y su acompañante parecía ser la causa de su retraso, en el casamiento de su amigo.

El novio era Arturo Escobar y Vega, actual subsecretario de Prevención y Participación Ciudadana de la Secretaría de Gobernación. Entonces, en mayo de 2007, senador de la República.

Atuendo formal, casi todos de etiqueta, la excepción el empresario bajacaliforniano Jorge Hank Rhon. Cuando entró lo hizo como si fuera un torero, partiendo plaza; desde que cruzó la puerta atrajo miradas. Vestía chamarra de piel, por supuesto, sin corbata. Su esposa con vestido propio para el festejo.

Jorge, por su estatura, corpulencia y chamarra, era imposible que pasara desapercibido. Priístas se acercaron y lo rodearon de inmediato. Se volvió el centro de la plática de una quinteta de invitados. Ahí estaba el sonorense Manlio Fabio Beltrones, en ese tiempo líder de la bancada de su partido en el Senado.

Enrique Peña Nieto, quien era gobernador del estado de México, también entre los  testigos de la boda. Llegó puntual. Fue la luz verde para que empezara la ceremonia. Hay que decir que en 2007 únicamente era visto como la principal figura política mexiquense, no se hablaba de su candidatura presidencial y mucho menos que viviría en la residencia oficial de Los Pinos.

El magistrado Alejandro Luna Ramos, otro de los invitados, todavía no era el presidente del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. El consejero electoral Virgilio Andrade Martínez. Emilio Gamboa Patrón, coordinador de los diputados tricolores. Mariana Gómez del Campo, líder de los panistas en el Distrito Federal. Raúl Salinas y Paulina Castañón. El legislador Manuel Añorve.

Arturo Escobar y Vega con rostro radiante, feliz, al lado de su futura esposa María de Lourdes, hija del periodista deportivo Alfredo Domínguez Muro. Así que en ese momento, en ese escenario, con estos testigos y afectos, lo que menos le preocupaba era la tardanza de su amigo. El evento empezó sin Jorge Emilio González Martínez, lo que no hubiera sucedido en una reunión del PVEM.

Sólo dos periodistas en la fiesta, Alfredo en su calidad de papá de la novia y yo, invitado por Arturo.

Desde hace más de diez años conozco al ahora subsecretario. He seguido su trayectoria en la política. Por su trabajo se hizo operador clave en la organización de su partido. “Cerebro” es el término que siempre ha utilizado la decana de los verdes, Sara Castellanos, para describirlo.

Arturo le dio la solidez jurídica al PVEM cuando el desaparecido IFE cuestionó la redacción de sus estatutos.

En El Universal más de una vez escribí las graves deficiencias en los documentos básicos del Verde Ecologista, que al final el partido tuvo que corregir. Las ocasiones en que conversé con Arturo, en ninguna me reclamó. Siempre fue respetuoso e interesado en saber que otras observaciones tenía sobre las normas internas.

Arturo fue receptivo, demostró que sabe escuchar. Prevaleció una relación profesional respetuosa, de ambas partes. Es evidente que perfecto no es. En política, como en cualquier otra actividad laboral, hay aciertos y desaciertos.

Tiene su carácter, lo he visto enojado, con la cara enrojecida ante equivocaciones, pero también dispuesto a las correcciones; aprende rápido.

Seguro que todo lo que se ha dicho de él, lo tomará en cuenta; un acicate para atender su nueva responsabilidad.

Está viejo o es muy joven en ocasiones se convierte en el argumento fácil para tratar de frenar aspiraciones presidenciales. Y a veces, el mismo interesado se limita porque cree que todavía está muy verde o ya se pasó de maduro. Más de uno se ha descartado por ese motivo de la competencia cuando en ningún caso se trata de un impedimento.

Lo que importa es la capacidad, el compromiso de servir a la sociedad y demostrar que puede hacerlo. En fecha reciente en México se produjo un episodio que puso sobre la mesa el tema de la edad. La renovación de la dirigencia nacional del Partido Revolucionario Institucional. En la recta final de la definición se ubicaron Aurelio Nuño Mayer, jefe de la oficina de la Presidencia de la República, y Manlio Fabio Beltrones, quien termina como diputado en este mes de agosto.

Como ingrediente especial se agregó un mensaje del presidente Enrique Peña Nieto que más de uno creyó descartaba a Beltrones y perfilaba a Nuño, al decir que el nuevo líder debería tener capacidad de ser interlocutor de los universitarios, estar al día en la atención y comportamiento de las redes sociales. Manlio cumple 63 años el próximo domingo 30 de agosto. Aurelio tiene 37 años. Por lo tanto, supusieron los adivinadores, la edad será un factor decisivo. No lo fue. Lo que marcó diferencia fueron la trayectoria y experiencia del sonorense.

Se puede ser joven y contar con trayectoria y experiencia para tareas partidistas, pero no es el caso de Aurelio. Tampoco el ser maduro es garantía de contar con esas cualidades. Hay muchos adultos que no las tienen.

También el ser joven no es garantía de identificación con los universitarios y dominio de las redes sociales. Las cualidades se tienen que demostrar en los hechos, en cualquier situación y en cualquier edad. Por lo tanto, no es la edad lo que detona el ascenso de un político.

Quienes conocen a Beltrones saben de su facilidad para relacionarse con los jóvenes y de su habilidad para las redes sociales. Está al día en el uso de las modernas herramientas de la comunicación.

En definitiva no es la edad lo que lleva a un personaje al poder. Les he platicado el suceso priísta como un ejemplo. Lo mismo seguro aplicará en ese partido cuando se tenga que elegir al candidato presidencial.

La edad es lo de menos.

Fidel Castro tenía 33 años al asumir el gobierno de Cuba. Alan García 36 en Perú y Collor de Melo 41 en Brasil.

En contraste Giorgio Napolitano culminó su presidencia en Italia a los 92 años. Raúl Castro, actual gobernante de Cuba, tiene 83. Tabaré Vázquez llegó a los 75 a gobernar Uruguay, Ronald Reagan a los 69 años para encabezar el gobierno de los Estados Unidos, la potencia número uno en el mundo. En México, Adolfo Ruiz Cortines tenía 63 al empezar su periodo y todavía es recordado por su sabiduría en muchos de sus actos.

Todo esto para concluir que ni los jóvenes ni lo adultos están impedidos para buscar la candidatura presidencial. Lo único que se les va a pedir es capacidad para atender los reclamos de la sociedad, constancia de que lo saben hacer.

Hasta ahora las empresas encuestadoras no han resuelto su desatino en los procesos electorales en México. Cada vez son más los desaciertos que los aciertos. Las supuestas amplias ventajas se convierten en diferencias cerradas o al revés, en amplias ventajas cuando el pronóstico era final de fotografía. Han fallado tanto en comicios nacionales como estatales.

A pesar de que han perdido credibilidad sus cifras, los candidatos y partidos políticos no han dejado de comprarlas, porque les encanta creer que van adelante en la competencia. Queda la impresión de que las encuestadoras hacen su trabajo de acuerdo con lo que quiere ver el cliente. Puede ser que en algunos casos sea de esa manera.

Sin embargo, hay empresas serias que no solo hacen encuestas electorales. Están preocupadas porque viven el mismo problema que la mayoría. Ahora se nota más por la pluralidad y diversidad de medios que dan cuenta de las estimaciones que se hacen cuando se avecinan las elecciones.

El problema es viejo. En 1988 todos decían que Carlos Salinas tenía en la bolsa el triunfo. Su competidor era Cuauhtémoc Cárdenas quien prácticamente no existía para los medios electrónicos. Y a pesar de la arrolladora propaganda del primero, quedó la duda sobre el resultado, sobre todo a raíz de que se le cayó el sistema a Manuel Bartlett, entonces secretario de Gobernación. Por unanimidad las encuestadoras daban la victoria al PRI.

Tampoco las encuestadoras percibieron, por lo menos la mayoría, el éxito de Vicente Fox en el 2000. En el 2006 también la mayoría no anticipó la diferencia raquítica entre Felipe Calderón y Andrés Manuel López Obrador. En el 2012 fallaron en el desplome del panismo.

Sin embargo, no hay que dar por hecho que las empresas actúan con premeditación, alevosía y ventaja. Se da el negocio por la estrategia y ego de partidos y candidatos. Y a estos no les importa mucho el gasto porque al final el dinero sale del erario público.

O sea que el business va a seguir.

Entonces que se les exija más eficiencia a las encuestadoras.

¿Dónde está el quiebre? ¿Cómo corregir la falla?

En primer lugar la sociedad ya no es la misma que hace diez o más años. En la actualidad tiene más fuentes de información y se ha vuelto mucho más desconfiada. La mula no era arisca, dice el dicho. Se le ha mentido en exceso a la gente y los gobiernos no han estado a la altura de sus necesidades.

Por eso, cuando alguien le pregunta a los ciudadanos por sus preferencias, es poco probable que digan la verdad.

Es una situación que obliga a las encuestadoras a modificar sus fórmulas para obtener la información.

¿Qué hacer?

Cambiar o mejorar las preguntas que hacen a la sociedad, cambiar o mejorar la forma de comunicarse con sus encuestados y consultar dos veces a la misma población para registrar contradicciones.

Lo que no puede ni debe continuar es la simulación o la falla en las encuestas. Están a tiempo para corregir métodos para el 2018.

El PRI, cuando todo parecía a su favor, perdió Querétaro porque su candidato careció del consenso interno y el adversario demostró mejor perfil.

La peor derrota que ha sufrido en ese estado. Perdió la gubernatura con una diferencia de más de 7 puntos porcentuales, 12 de los 18 municipios, 12 de las 15 diputaciones locales de mayoría relativa y 3 de las 4 diputaciones federales, según cifras de los institutos estatal y nacional electorales (IEQ e INE).

El caso vale analizarlo.

No había focos rojos en la sede nacional priísta. José Calzada Rovirosa ha hecho un gobierno decoroso, sin estridencias, sin escándalos. Tampoco la sociedad ha salido a la calle a protestar por su actuación o alguna medida contraria a los intereses de la mayoría. También hay que recordar que venía de recuperar para el PRI el gobierno estatal.

Además, consiguió que otros tres partidos apoyaran a su candidato Roberto Loyola Olvera. Cualquiera hubiera dicho que con el respaldo del Verde Ecologista era suficiente. El PVEM le funcionó al PRI en el país, en la elección de los diputados federales. Se sumaron a esa coalición Nueva Alianza y el Partido del Trabajo.

Como diría un nostálgico del poder que quiere que su consorte compita en el 2018 por la presidencia de la República, “haiga sido como haiga sido” Loyola tenía atrás a cuatro partidos, para espantar a los demás adversarios. En esas condiciones se veía con la fortaleza suficiente para triunfar.

La estadística a su favor, cuatro partidos contra uno.

¿Cuál fue el talón de Aquiles?

1.- Loyola que nunca pudo vencer en los debates al panista Francisco Domínguez Servién.

2.- Priístas que nunca estuvieron convencidos ni conformes con la nominación de Loyola. Ante la inconformidad interna, silenciosa pero efectiva a la hora de votar por otro partido, no bastó la participación coaligada ni las buenas cuentas de Calzada para ganar.

3.- El hermano del candidato ya había sido gobernador.

4.- No fue capaz de explicar ni justificar cómo le hizo para obtener en dos años y medio 25 millones de pesos con un sueldo mensual de 90 mil pesos como alcalde.

Sin duda, a una sociedad cada vez más vigilante y calificadora, no se le puede engañar sobre el origen del enriquecimiento de alguien que se dedica al servicio público.

Tampoco en estos tiempos es admisible que una familia, con  tal de seguir en el poder, primero compita por el PAN y luego por el PRI. El hermano Ignacio Loyola Vera  fue gobernador de 1997 a 2003 con la camiseta azul. O sea, la familia Loyola iba por 12 años de gobierno con un revoltijo militante.

Después del fracaso, se supone que en este estado y en los demás, en las alcaldías y en la presidencia de la República, el Revolucionario Institucional tendría que seleccionar a sus mejores cuadros. La realidad es que en ocasiones existen otros factores, como el gran elector, que llevan a dicho partido a nominar en primer lugar al que se cree concilia intereses internos.

Y si como en este caso surge un adversario con el perfil del panista Francisco Domínguez, es de esperarse el resultado citado. Tiene trayectoria de legislador y alcalde de la capital de su estado. Veterinario y ganadero. Diputado de mayoría relativa, es decir, salió de su casa a buscar los votos. Participativo en su grupo parlamentario en el Senado. Audaz. Su campaña la enfocó en la gente más que en los medios. Su preparación académica y experiencia política le dieron el éxito en los debates. Es convincente y lo ha demostrado.

Los queretanos decidieron darle una nueva oportunidad al PAN.

Ahora, del desempeño de “Pancho” Domínguez depende conservar el gobierno; si falla, en seis años la sociedad le daría la estafeta a otra fuerza política, ya sabe como hacerlo.

Arturo Zárate Vite

 

 

Es licenciado en periodismo, egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, con mención honorífica. Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal. Más de dos décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político. Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio. Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Es autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.

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