Tiene 85 años cumplidos y no está dispuesto a rendirse, quiere seguir hasta el límite de sus fuerzas. Hay quienes daban por hecho que cerraría su ciclo con la entrega de la banda presidencial el próximo 1 de diciembre al morenista número uno del país, Andrés Manuel López Obrador.
Argumentaban la edad, el supuesto cansancio, sobre todo que ya no puede desplazarse con la agilidad de sus mejores tiempos, debido a la caída que sufrió hace varios años y le fastidió la cadera. El desgaste físico no perdona, pero es indiscutible que está intacto su cerebro, cien por ciento lúcido, con una brillantez admirable. Es un maestro para cualquier otro político.
Conozco su trayectoria, sus altas y bajas, no ha estado exento de los desatinos y costos políticos. Sin embargo, el saldo está ampliamente a su favor. Quizás, porque lo he entrevistado y hemos platicado innumerables veces, el punto que le irrita y quisiera borrar de la historia es la versión de que recuperó para el PRI, como presidente de este partido, la gubernatura de Nayarit cuando la ganó el socialista Jorge Cruickshank García. Negociaron y al socialista le dieron un lugar en el Senado.
Después de sus batallas como legislador de oposición, cuando él solo se bastaba para poner en jaque a la mayoría priísta en el Senado, ganaba en la tribuna y perdía en la votación, dejé de verlo algunos años. Ocasionalmente nos encontrábamos en la calle, todavía no sufría la caída.
Lo volví a ver en el antiguo edificio del ayuntamiento de la Ciudad de México. Ahí se acordó una cita para que fuera entrevistado por TV Azteca, sobre documental relacionado con las elecciones de 1988. Ya era ayudado por asistente para ir de un lado a otro. Estaba inquieto porque temía que lo pudieran sorprender con alguna pregunta. “Ya no estoy para pleitos”, me dijo casi al oído. Le comenté que el trabajo de los compañeros del Ajusto era serio, profesional y no tenía nada de que preocuparse. Así fue.
Se oxigenó con Morena, el movimiento social y político de López Obrador lo revitalizó. Forma parte del equipo ganador. Regresó a la Cámara de Diputados y nadie se atrevió a objetar su ascenso, por segunda vez, a la presidencia de la mesa directiva. (la primera vez fue en 1997, como opositor). En esta ocasión es parte del partido que ha empezado a gobernar.
¿Y cómo se comporta ahora?
La respuesta de quienes están en su entorno, aliados y adversarios es que Porfirio Muñoz Ledo está convertido en estadista, con una sabiduría de la que hay que abrevar.
Nadie como Porfirio para poner en su lugar al impetuoso Gerardo Fernández Noroña. Le dio una lección de madurez política.
Más recientemente, otra pequeña muestra de su manejo político, sucedió el 31 de octubre pasado. Sus compañeros integrantes de la mesa directiva advertían que tendrían larga sesión. La Junta de Coordinación Política entregó una lista de temas a tratar, interminable. Lo importante era solo la discusión sobre el ejercicio presupuestal de 2016.
Porfirio, sin avisarle nada a nadie, apenas agotado el debate sobre el presupuesto, ya eran las cuatro de la tarde, dio por terminada la sesión. Y todos felices se fueron a sus festividades de los primeros días de noviembre. Mario Delgado, coordinador de la mayoría, le tiene gran respeto y ya se vio en la integración del equipo de prensa de la Cámara de Diputados.

El mismo Andrés Manuel López Obrador contó la anécdota, lo que le sucedió cuando ya iba en su automóvil camino al recinto legislativo de San Lázaro, a la ceremonia de toma de protesta como nuevo presidente de México. El comentario de un joven ciclista.
Contó que el muchacho se le emparejó para saludarlo y decirle “no tienes derecho a fallar”.
La expresión impactó a López Obrador. Lo hizo reflexionar y llevarla a la tribuna del Congreso de la Unión. Frase corta pero con un contenido que encierra la esperanza de millones de mexicanos. Sería demoledor por las condiciones en que se encuentra el país que hubiera otra decepción y fracaso. El mandatario entrante ha descrito y explicado con todo detalle la gravedad de los problemas, el deterioro causado y aprovechado por grupos de poder en sexenios anteriores, a los que ha decidido perdonar.
“No tienes derecho a fallar” es una frase que no solo debería aplicar para el actual presidente. También para los que ya se han ido. No tenían derecho a fallar y fallaron, a México. No lograron, no quisieron o no pudieron esos gobiernos darle una mejor vida a la mayoría, por el contrario, empeoraron la crisis económica de familias, minaron aspiraciones legítimas, básicas, fundamentales, a la salud, a la educación, a la seguridad. Por eso hartaron esas fuerzas insensibles y perdieron el poder como quizás nunca se imaginaron el pasado 1 de julio. Grupos políticos y económicos amalgamados por una ansiedad ilimitada de riqueza.
Dejaron el tiradero y ahora urge levantarlo. El mexicano, el que forma parte de las mayorías, quiere sentir que va hacia un mejor nivel de vida, pronto. Por eso el gobierno de López Obrador ha decidido ocuparse en lo prioritario, en lo que importa a la gente, en su bienestar. Revertir lo que ha ahondado la injusticia. No será fácil, hay resistencias.
Sin embargo, el nuevo gobierno llegó al poder con más de 30 millones de votos, con la fuerza para hacer los cambios anhelados. Tiene a la mano los instrumentos para avanzar en ese sentido, para ajustar la estructura nacional en diferentes niveles y enfocarla a lo prioritario.
Ya no podrá alegar, como lo hicieron otras administraciones, que los objetivos se frenaron en el poder legislativo. Los morenistas tienen el control de las cámaras federales y locales, el número suficiente para emprender los ajustes que permitan cumplirle al joven de la bicicleta.
Ha dicho bien Andrés Manuel López Obrador, al responderle a ese joven desde la tribuna legislativa del recinto de San Lázaro y con la banda presidencial en el pecho: “no tengo derecho a fallar”.

La más reciente vez que escribí de este caso fue el pasado 5 de febrero y entonces titulamos con interrogaciones “¿Juristas, vestidos y alborotados?” (ver https://arturozarate.com/?p=3453) . Finalmente, así los dejaron, todas las ilusiones de 18 abogados que estaban en la antesala de ascender a magistrados, se fueron por el caño.

En abril del año pasado, el titular de poder ejecutivo los había propuesto para convertirse en magistrados anticorrupción. El entonces consejero jurídico de la presidencia, Humberto Castillejos, se encargó de hacer la auscultación, antes de ponerlos a consideración del Senado, para su ratificación o rechazo. No pasó nada. Se quedaron en la sala de espera del legislativo.

Un equipo especial de magistrados del Tribunal Federal de Justicia Administrativa (TFJA) para atender casos de corrupción. Recuerdo que al principio del procedimiento seleccionador me topé con alguno de los aspirantes. Dedicaba tiempo extra al estudio para estar listo cuando fuera llamado para ser examinado por los senadores. Lo entusiasmaba la idea de alcanzar el ascenso laboral, aunque también sospechaba que no sería pronto, porque advertía que no había urgencia de acelerar y darle vida al sistema anticorrupción, con sus leyes y operadores. De esa manera los presuntos corruptos estarían tranquilos.

Transcurrió el tiempo, se agotó el periodo del Senado de mayoría priísta, terminó el sexenio de Enrique Peña Nieto y los prospectos para magistrados se quedaron en la sala de espera legislativa.

Supusieron que la nueva composición senatorial, con mayoría morenista, los rescataría y que al fin serían evaluados, para decidir si eran o no ratificados como magistrados especiales.

La actual secretaría de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, acabó con sus sueños con el anuncio de la reforma a la ley orgánica del tribunal administrativo que eliminaba los magistrados especiales. Por austeridad y porque el tribunal administrativo ya cuenta con personal que puede hacer la tarea que se pensaba encomendar a los especiales. Ojalá, para que ningún caso de este tipo que sea analizado por dicho tribunal se vaya a rezagar.

El hecho innegable es que los 18 prospectos para magistrados se quedaron vestidos y alborotados. No creo que sea ético el trato que les dieron. Sometidos a un proceso de selección y al final cancelado, desaparecido. Por supuesto que nadie les dio las gracias ni ofreció disculpas, mucho menos les planteó otra alternativa.

No se vale jugar con la legítima aspiración de un grupo de mexicanos. Recomendable que no se repitan estos episodios que restan credibilidad a senadores y a representantes del gobierno, a la política.

Hay que ser serios.

El medallón de sor Juana Inés de la Cruz debe de conservarse en el Museo Legislativo de la Cámara de Diputados. En ningún momento Margarita López Portillo, quien entregó el pectoral, planteó que el destino final fuera la Universidad del Claustro de Sor Juana y mucho menos el Centro Cultural de la poeta en Nepantla, estado de México. Ella decidió que tenía que permanecer bajo el resguardo del poder legislativo, desde 1995.

La histórica pieza que se atribuye a la literata, ni siquiera ha sido analizada por expertos pasa saber si es auténtica. Por eso es que en la vitrina donde se encuentra en el recinto legislativo de San Lázaro, en la ciudad de México, en su parte baja aparece el letrero: “escudo monjil, carey, atribuido a Sor Juana”. No hay planes para averiguar si realmente lo usó la escritora. Tampoco recursos. Así seguirá por muchos años.

Te cuento esto porque hay dos instituciones que serían felices si los diputados decidieran darles el medallón: La Universidad del Claustro de Sor Juana y el museo en Nepantla, construido sobre el lugar donde nació Sor Juana. Por supuesto, el tema está muy lejos de ser una prioridad de los legisladores.

La pieza fue hallada en el Ex Convento de San Jerónimo, junto con los restos también atribuidos a la Décima Musa, en 1978, durante el periodo sexenal del entonces presidente José López Portillo. Su hermana Margarita “sanjuanista” de hueso colorado, consiguió que el pectoral fuera a parar a sus manos. Lo tenía guardado en su casa de Las Lomas.

Como reportero de El Universal recibí la orden de entrevistar a doña Margarita en su domicilio. Ella misma había llamado al diario. Quería hablar del medallón y hacer un anuncio.

Había resuelto entregarlo a la Cámara, un lugar que le parecía propicio, la casa del pueblo. Para que cualquier persona tuviera la oportunidad de admirarlo, sin pagar un quinto, de manera gratuita, como sucede hasta ahora. Por ahí han pasado miles y miles de estudiantes, universitarios y público en general. Margarita estaba convencida de que el medallón no podía seguir bajo su resguardo. No era recomendable que siguiera en manos de un particular.

Durante la entrevista, en la sala de su residencia, en ningún instante habló de que el resguardo de los diputados fuera temporal, para que después se depositara en la Universidad del Claustro de Sor Juana. Hizo énfasis en la importancia de que estuviera en la cámara, a la vista y alcance del pueblo.

Acabo de ir al museo legislativo y ahí sigue el pectoral de Sor Juana, en las mismas condiciones que lo vi hace 23 años cuando me lo mostró doña Margarita. Lo han cuidado. Observé en el museo visitas guiadas para escolares.

Lo único que ha faltado es que un experto aclare e investigue si era o no el medallón que realmente portaba la poeta.

Para quienes colaboraron muy cerca de Luis Donaldo Colosio Murrieta en 1994, saben que el candidato priísta a la presidencia de la República aborrecía la seguridad. No iba con sus fines de mantener contacto estrecho con militantes y simpatizantes. Creía que la presencia de la escolta alejaba a la gente. Y así se lo hacía saber a quien era responsable de cuidarlo.
Incluso, dejó correr la versión, en su primer círculo, que no era necesario contar con el Estado Mayor Presidencial. Pensaba hacerlo a un lado una vez que ganara la elección y después de tomar posesión como jefe de la nación.
Quería dar imagen diferente, mucho más accesible. Por lo tanto, esta idea cacareada ahora, nace años atrás. Con Colosio. Uno de los integrantes del próximo gabinete, trabajó con el sonorense. Lo hizo muy cerca. Alfonso Durazo, quien va a desempeñarse como Secretario de Seguridad Pública.
En México y en el mundo, lo registra la historia, cuando alguien está dispuesto a dar su vida a cambio de quitársela a otro, es muy complicado evitar que cumpla su objetivo. Por fortuna, cada vez hay personal más calificado y mejor tecnología para impedir sucesos fatales.
He visto en la calle personajes que no son de la política, sino del poder económico, que cargan con una media docena o más de guardaespaldas, aunque no me dan la impresión de que sean altamente eficaces.
Otros que conozco, también de la iniciativa privada, solo usan una persona. Se nota que tienen una preparación de primera. En ningún momento pierden de vista a su protegido. He preguntado sobre su capacitación y la respuesta ha sido que estudiaron fuera de México. Mencionan Israel. Fama de excelencia en materia de protección.
Es decir, para estos personajes del poder económico, la garantía de su seguridad y preservación de vida está más en relación con la calidad de la escolta que con la cantidad.
Hay consenso y consciencia de que los jefes de Estado y de gobierno la requieren,  porque no están exentos de que en el camino se les cruce un desequilibrado.
No son ciudadanos comunes, fueron elegidos para representar a un país, representan a una nación.
Por eso, por su investidura, la seguridad es obligada.

Están en el limbo. Los 18 juristas no saben si van o no a ser aprobados por el Senado como magistrados del Tribunal Federal de Justicia Administrativa (TFJA).

Los llamados magistrados anticorrupción, propuestos por el Ejecutivo federal desde el mes de abril del año pasado. Cada uno con la ilusión de ascender en su carrera profesional. Daban por hecho que ya tenían en la bolsa la magistratura. Habían participado en un proceso de selección. Examinados por el entonces consejero jurídico de la presidencia, Humberto Castillejos. Dispuestos a la evaluación de senadores.

Nada, cero, ni evaluación ni aprobación. El que la ley estableciera un plazo para que entraran en operación todos los componentes del sistema anticorrupción, no importó. Los días y semanas transcurrieron sin aterrizar la propuesta del Ejecutivo. Falta el consenso legislativo. Por lo visto, no hay prisa para nombrar a los magistrados. Ningún apuro ni acuerdo con el propósito de hacerlo en el actual periodo ordinario de sesiones del Congreso de la Unión. Y menos cuando los partidos están ocupados en la batalla electoral.

A nadie le interesa lo que piensan y digan los aspirantes a magistrados. Ninguno de ellos se ha quejado públicamente. Si hay cierta incomodidad y molestia, están guardadas, en reserva. Su entusiasmo debe de estar por lo suelos. Creyeron que era inminente su ascenso. No lo ha sido. Como va el proceso, de no sacarlo en las próximas semanas de la actual legislatura, la decisión se dejará a la nueva composición del Senado, que dependerá de lo que suceda en las elecciones del 1 de julio.

Y si la decisión se deja para la siguiente legislatura, es muy probable que surja una nueva propuesta. Cambio de baraja. Nuevos nombres. Quizás rescaten algunos de los propuestos en abril. Aquellos que tengan impecable perfil y no hayan sido acusados de supuestas ligas partidistas.

¿Se vale darle ese trato a los 18 juristas? ¿Es respetuoso? ¿Justo? ¿Ético? ¿Legítimo?

Hay quienes todavía conservan la esperanza de ser nombrados y ocupan parte de su tiempo en revisar y estudiar las tareas que tendrían asignadas. Tienen la esperanza de que los tiempos electorales no sea el pretexto para desecharlos. La realidad es que existe el riesgo de que manden al archivo o al bote de basura los 18 nombres. Dañaría la imagen del Senado, otra mancha más, pero parece que tiene sin cuidado a los integrantes de esta cámara.

Por lo pronto, les recuerdo que los aspirantes a magistrados son Álvaro Castro Estrada, Jesús Rojas Ibáñez, María Zaragoza Sigler, Javier Armando Abreu Cruz, Verónica Aguilera Orta, Ana Yadira Alarcón Márquez, David Alejandro Alpide Tovar, Carlos Antonio Alpízar Salazar, Miguel Guillermo Aragón Lagunas, Gerardo Alfonso Chávez Chaparro, Alejandro Víctor Jesús Díaz de León Carrasco, Hortensia García Salgado, Gustavo Adolfo Guerrero Gutiérrez, Luis Eduardo Iturriaga Velasco, Claudia Rosana Morales Lara, Marco Antonio Palacios Ornelas, Víctor Mariel Soulé y José Luis Stein Velasco.

¿Se quedarán vestidos y alborotados?

La frase “prometer no empobrece, es el dar el que aniquila” seguro papalotea por la cabeza de los partidos políticos. Prácticamente todos han expresado su disposición de contribuir con la devolución de recursos públicos a la reconstrucción de México, por la daños causados por los sismos del 7 y 19 de septiembre. El quedarse sin recursos públicos sí los puede aniquilar, sus planes de campaña con miras a las elecciones presidenciales del 2018. Por lo mismo, no veo que vayan a vaciar sus arcas y acepten quedarse en ceros.

Tampoco veo viable que vayan a eliminar el financiamiento público y volver a la exclusividad del apoyo privado. Por muchos años pelearon para que no solo los particulares, simpatizantes, seguidores e interesados, influyeran de manera decisiva en el resultado de la elección. Por eso se convino, para tratar de equilibrar la competencia, en utilizar dinero del erario.

Sin embargo, por las circunstancias que vive el país, en particular los estados afectados por los temblores, los partidos se han colocado entre la espada y la pared, porque si el dar pudiera aniquilarnos, el no dar puede llevarlos al desastre electoral el siguiente año.

La frase escrita al principio, la modificaría: “prometer no empobrece, pero el no dar, aniquila”, porque la sociedad o los damnificados, van a utilizar su voto para premiar o castigar en el 2018. Hay de aquel partido que haya ofrecido dar y no haya dado nada; de una vez que de por hecho que su votación es muy probable que se desplome y hasta corra el riesgo de perder el registro.

Fallar a la promesa de ayudar, de entregar o devolver parte o todas las prerrogativas económicas, sería suicida. Imperdonable. La gente está muy sensible, no toleraría un engaño de esa naturaleza.

Lo más conveniente es devolver dinero y asegurarse de que el beneficio llegue a su destino, a los afectados, a los que se han quedado sin casa. Los partidos no se pueden ni deben echar para atrás, hay de aquel que lo haga. Pagaría las consecuencias el día de la elección.

Es un proceso que debe transparentarse, para que no haya duda de quién da y quién prefiere quedarse en las palabras. El tiempo corre en contra de los partidos, porque la reconstrucción urge y la contienda presidencial está encima, cada vez más cerca, a nueve meses.

Un tema que puede volverse determinante para el resultado que esperan los partidos. Es jugar con fuego para sus aspiraciones si solo pretenden simular. Como está el ambiente social, lo que hagan o dejen de hacer, tendrá efectos. Se han puesto entre la espada y la pared.

Hay quienes describen el futuro de México con pesimismo, deteriorado en lo político, social, económico, cultural. Sin embargo, quiero llamar tu atención hacia un hecho contrastante.

Si hay mexicanos capaces de convertir en transnacionales sus empresas y aparecer en la lista de más ricos en el mundo; estudiantes y profesionales con altas calificaciones académicas a nivel internacional, con premios y medallas; connacionales reconocidos por su creatividad en la ciencia y tecnología, es incomprensible que no haya mexicanos con inteligencia que hagan de México una nación de éxito, con mejor distribución de riqueza y calidad de vida.

¿Por qué se puede hacer una empresa con alto rendimiento y no se puede hacer un país con ese mismo resultado?

Hace más de veinte años vi la cerveza Corona en el continente Europeo, cuando era totalmente mexicana. El pan de caja del osito Bimbo tiene planes hasta para entrar al continente africano. Los chiles la Costeña tienen venta en más de 50 países. La leche Lala compite en el continente americano. Cementos Mexicanos (Cemex) es de las cementeras más sobresalientes en el mundo. Mexichem es el principal productor de tubos de plástico en América Latina. La empresa de telecomunicaciones América Móvil también es la número uno en latinoamericana. Alfa, el grupo industrial con sede en Monterrey, con especialidad en químicos y petroquímicos, alimentos procesados, telecomunicaciones y el sector energético, realiza operaciones en 17 países. Gruma, la productora de harina, está en cuatro continentes. La regiomontana embotelladora Femsa-Coca Cola, representa el 14 % de la producción mundial de la refresquera. El grupo Kaltex, relevante exportador de textiles a los Estados Unidos. El grupo Carso, un abanico de inversiones en América en los ramos industrial, comercial, consumo y telecomunicaciones. Grupo empresarial Ángeles, con presencia en medios y hospitales. Grupo Bal, con desarrollo minero y asegurador. Y la tequilera José Cuervo, calidad de exportación.

¿Por qué la grandeza es solo de empresas en lo individual y no de México en su conjunto?

¿Y si los dueños de estas empresas se convierten en cerebros y administradores del país?

Al menos que sus ideas y consejos sean tomadas en cuenta para hacer a México una empresa de éxito, con mucho menos pobreza y más bienestar para la mayoría de la población.

Son mexicanos y seguro estarían dispuestos a participar, contribuir a lograr el México anhelado.

Ellos ya han demostrado de lo que son capaces; con inteligencia y trabajo, con perseverancia y estrategia, con eficiencia en la administración y planificación. No han dejado de crecer.

Carlos Slim, María Asunción Aramburazabala, Tricio, Bailleres, Garza Sada, Zambrano, Servitje, Eva Gonda, Beckmann, González Moreno, Arango, Salinas Pliego, Bours, Del Valle, Achar, Espinosa Abdala, Bringas, Azcárraga, Vigil, Losada, Hank, Roberto Hernández, Bruce, Chedraui, Peñaloza, Harp Helú, Moisés Kalach Mizrahi, Chico Pardo, Olegario Vázquez Raña. La lista de nombres y apellidos es más larga. México tiene gente valiosa y exitosa. Falta hacer a México exitoso, con justicia.

Seguro que ninguno de los asistentes a la reunión de la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago) observó con detalle el mural del maestro Ariosto Otero en el salón Virreyes del Antiguo Palacio del Ayuntamiento, en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

Ni gobernadores, ni funcionarios ni reporteros se percataron el 26 de junio pasado de todos los personajes que estaban en el político mural y mucho menos de una imagen parecida a Javier Duarte.

Nadie se ocupó de identificar a cada personaje, las actitudes y gestos en un contexto que recoge la consecuencias de quien no ha sabido cumplir con los mandatos de ley, que plasma pasajes dolorosos como la pobreza misma, las víctimas de una guerra indeseada, servidores públicos incumplidos y el episodio reciente de los estudiantes de Ayotzinapa. Cada figura no es un ente aislado, hay un mensaje, hay un significado, tiene un sentido. Así es la obra de Ariosto.

Cualquier parecido con alguien es pura coincidencia, ha dicho el maestro Otero, para que cada quien saque sus conclusiones. No hace falta que diga nombres. Puede deducirse de quienes se trata. Y no solo es la simple imagen de la persona, tiene una lectura política, social y crítica. Si hay alguien que se parece a Felipe Calderón, no es para ensalzarlo. Tampoco en el caso de quien tiene parecido con Josefina Vázquez Mota, René Bejarano o Norberto Rivera. Existe el mensaje del muralista pero que cada quien puede leer o interpretar a su manera. Hay injusticia y exigencia de justicia.

Prácticamente el jefe de gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, dejó en absoluta libertad al maestro Ariosto en la elaboración del mural. Lo único que pidió es que se incluyeran a Benito Juárez y Miguel Hidalgo y Costilla. Son las figuras centrales en la obra, intocables. Próceres venerados.

Todavía no se inaugura de manera oficial, sin embargo, Mancera decidió que el pasado 26 de junio se realizará en el salón Virreyes el encuentro de gobernadores, para presumir la obra denominada “El Despertar de México”. Incluso de un día para otro se invitó al autor para que fuera a explicarla.

Transcurrieron más de 10 días para que alguien se diera cuenta de la existencia de un personaje parecido al ex gobernador de Veracruz, amarrado a un poste llamado “corrupción”. Fue en un acto de reconocimiento al maestro Ariosto, en la sede de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, en el que se exhibió el mural en una pantalla, seccionado, lo que permitió el hallazgo. El descubrimiento llegó a oídos de reporteros de El Universal y el periódico lo difundió.

Ahora hay que preguntar:

¿Una vez enterados del contenido del mural, aceptarán gobernadores volver a reunirse en ese sitio?

¿Pedirá alguien se borren imágenes o que se posponga indefinidamente la inauguración del mural?

¿Cuándo podrá ser visto por el público?

La historia que te voy a contar debería ser común, lo cotidiano. Es todo lo contrario, lo raro, la excepción. El valor de la honestidad, perdido en muchas partes del mundo, en la política, sobre todo.

Una muestra del impacto que tiene el ejemplo en la formación.

Es la historia de un frutero, vende jugos y vasos con fruta variada, bañada con limón y salsas.

De niño, por error involuntario, dio el cambio de un billete de 200 pesos cuando solo le habían pagado con uno de 50.

Inmediatamente el comprador hizo la aclaración y devolución.

De cualquier manera su padre enfureció, con la mirada quería fulminarlo. Lo reprendió en voz alta, sin insultos. El regaño duro para quien estaba a punto de entregar parte de las ganancias del día. Desapareció el rostro feliz del menor. Entristeció con el desatino. Evidente su nerviosismo. Ruborizado y apenado. “¡Fíjate! ¡Ten cuidado! ¡Que no sabes contar!”, expresiones del padre hacia el hijo, con el semblante descompuesto y la cabeza agachada.

La escena ocurrió hace 11 años, el niño quizás tenía apenas 10 años.

Hoy ya rebasó la mayoría de edad y en ocasiones está solo, al frente del negocio frutero, en una de las esquinas de la colonia Nápoles de la Ciudad de México.

En otras, lo acompaña su padre y el hermano mayor, mucho más alto, 15 centímetros de diferencia.

Atento, desenvuelto y correcto.

Tiene memoria, es agradecido y confía en la gente. A veces no tiene cambio y pide que le paguen más tarde u otro día. Así debe ocurrir porque el criterio lo aplica con regularidad

El precio del medio litro de jugo lo vende a 20 pesos, pero al cliente que hace 10 años tuvo la honestidad de regresarle el exceso en el cambio, a 15 pesos, cinco pesos menos.

“Ya vale 20”, trató en algún momento de imponerse su padre, aunque sin insistir ni alzar la voz, con tono apagado. El muchacho solo cobró 15 pesos, a pesar de la molestia de su jefe.

El otra ocasión, le despachó el hijo mayor. Esa vez el cliente pidió un litro de jugo.

-¿Cuánto es?- preguntó.

-¿Cuánto le cobran?

-Por el mediano 15 pesos.

El hijo mayor no sabía qué hacer, si cobrar 30 ó 40 pesos. De reojo miraba a su hermano y a su papá que estaban cerca.

Con voz de mando intervino el hijo menor:

-15 pesos porque vive en nuestra colonia –justificación que encontró para el cobro diferenciado.

El padre no dijo ni una palabra.

Seguro que su hijo, ahora un jovencito, aprendió la lección de honestidad hace 10 años y es agradecido.

A México y al mundo, a las sociedades, a la política, le hacen falta ejemplos de honestidad.

 

Es evidente que Cuauhtémoc Blanco no es un político de carrera, nunca antes había ocupado un cargo público. Orgulloso americanista, autor de la “Cuauhtemiña” en el futbol mexicano. Ídolo indiscutible. Con estilo singular para celebrar sus goles, la pose del indígena del mismo nombre que tira una lanza.

Lo suyo no es poner la otra mejilla. No se olvida el día que le soltó un golpe al cronista deportivo David Faitelson. Futbolista estrella, característico por sus rabietas en el campo de juego y ante decisiones arbitrales que le han parecido injustas.

Solo una vez he tenido la oportunidad  de verlo en persona. Encuentro casual. Coincidimos en el mismo restaurante de Polanco en la Ciudad de México en enero de 2003.

Cuando llegué con mi familia a “Los Arcos” ya estaba ahí, sentado, con un “pescado zarandeado” sobre la mesa.

Eran tiempos de gloria futbolera para el americanista. Carismático, ocurrente.

A su lado estaba la conductora de televisión Galilea Montijo, quien entonces era su pareja o novia.

Mi hijo menor consiguió el autógrafo de los dos. Ambos sonrientes y cordiales. Accesibles. Bien comidos y contentos. Divertidos. Estaban con otros personas que no identifiqué.

Años después, con la fama de futbolista y miles de seguidores, Cuauhtémoc logró convertirse en presidente municipal de Cuernavaca. Sorprendió a muchos. Convenció a una sociedad que anhelaba un alcalde diferente.

Hasta ahora ha resultado más hábil que los políticos del estado de Morelos. A pesar de que los tres poderes (Ejecutivo, legislativo y judicial) han intentado derribarlo o quitarle la presidencia municipal, ya cumplió un año en el ejercicio del poder y sigue indoblegable.

Ni el mismo gobernador Graco Ramírez que tiene el colmillo retorcido, con larga experiencia y aspiraciones presidenciales, ha podido vencerlo.

¿Por qué? ¿Cuál es el secreto? ¿Qué lo ha hecho invencible?

Ha demostrado que no es un pendejo, sino un tipo listo y audaz, con un instinto de supervivencia muy desarrollado para salvar las adversidades de la política.

Lo han victimizado y así es visto por la sociedad de Cuernavaca. Ha resistido hasta la andanada de notas negativas en el programa de televisión de la periodista Denise Maerker. Le funciona el argumento de que no lo dejan trabajar, por la diversidad de acciones legales que han emprendido en su contra. Tiene complicado llevar a cabo grandes obras en beneficio del municipio que gobierna.

De cualquier manera, en esa batalla desigual, por su destreza conocida, si sus contrarios pecan de soberbia, insisten en tirarlo con “una plancha” (como se dice en el futbol) y descuidan la defensa, puede hacerles la “Cuauhtemiña”, burlarlos y colarse hasta la gubernatura.

Arturo Zárate Vite

 

 

Es licenciado en periodismo, egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, con mención honorífica. Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal. Más de dos décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político. Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio. Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Es autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.

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