Lo que defino como “Voto Derbez” puede convertirse en factor relevante en las elecciones presidenciales del 1 de julio en México.
¿Por qué?
Hay un sector sustancioso de la población que no avaló la intención de chairos de boicotear la película “Hombre al Agua” de Eugenio Derbez, todo porque el artista mexicano en una entrevista para Radio Fórmula, en el programa de Ciro Gómez Leyya, no expresó su simpatía por “ya saben quien”.
“Ofensa” de ese tamaño era imperdonable. Pronto vino la descalificación para Derbez, porque ni de manera indirecta o subliminal aludió al tabasqueño, como lo hacen otros personajes.
Derbez, al menos hasta el día de la entrevista, no había decidido con quién están sus simpatías políticas. En su calidad de ciudadano, tiene derecho a reservarse la información, el voto es secreto. ¿Te imaginas que se hubiera pronunciado por Anaya o por Meade?. Seguro que los chairos lo crucifican. De cualquier forma, no se salvó de la reprobación mediática.
Hubo llamados hasta para realizar manifestaciones en las salas de cine donde exhibieran su película y voces en las redes sociales calificando de malo y aburrido el filme.
En ese contexto, dos semanas después del estreno, decidí ir a ver la película. Supuse que cualquier sala de la Ciudad de México que escogiera, estaría vacía. Por el contrario, no digo que llena, pero había gente, mucho más de la que hubiera imaginado, parejas, familias, padres con sus hijos. Gente sencilla. Pueblo que tiene en su corazón y admira a Derbez.
Desoyeron a los chairos, ignoraron la reprobación, la convocatoria al boicot. Claro aviso de que las acciones tiránicas no son aceptables, sin importar quien las haga, por muy favorecido que pueda estar en encuestas. Los chairos se metieron con un artista popular, querido. Les puede costar votos. Molesta que te quieran imponer hasta lo que debes o no debes ver.
Por lo mismo, esos ciudadanos, si deciden ir a las urnas a votar el 1 de julio, no es nada disparatado que, cuando vayan a cruzar la boleta, recuerden quien intentó prohibirles la película “Hombre al Agua” de Eugenio Derbez.
Aficionados al cine de Eugenio, sin hacer ruido ni escándalos, sin lanzar amenazas en redes sociales ni denigrar a nadie, sin insultos ni discriminaciones, podrían cobrar la afrenta.
La película no es para competir por un premio de la academia de Hollywood. Sin embargo, me consta que los asistentes a la sala de WTC salieron encantados, sonrientes. Pasaron rato amable, alegre, divertido, lo que no les puede dar ni el puntero en encuestas.
Ha sido un error de los que creen que el arroz ya está cocido haber intentado boicotear la película.
El “Voto Derbez” puede echar sus aspiraciones al agua.

De acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en México hay alrededor de 2.5 millones de albañiles.

Por lo competida de la elección presidencial del próximo 1 de julio, para nada es despreciable ese número. No olviden que en el 2006, la diferencia entre el primero y segundo lugar, fue apenas de .56 %, el equivalente a 233,831 votos. Por eso lo valioso del voto de los trabajadores de la

[caption id="attachment_3535" align="alignright" width="168"] Hideki Kawamura[/caption]

construcción. A pesar de ello, hasta ahora, salvo la foto acostumbrada por el día de la Santa Cruz, no he visto el esmero de los candidatos por acercarse y ganarse dicho apoyo.

Al lado de mi domicilio, en la Ciudad de México, construyen un edificio habitacional. Evidente el desarrollo de la industria de la construcción para donde quiera que se mire en la zona metropolitana.

Lo inevitable es el ruido. Me despierto con el ruido y lo escucho hasta que desaparece la luz del día. Cuando observo por la ventana, ahí están los albañiles, sobre lo que llaman columpio o en un andamio, trepados para pegar tabique o aplanar paredes, colocar varillas o preparar techos para el colado o cemento que inyectan las revolvedoras.

Albañiles que no son ajenos a los adelantos de la tecnología, las novedades para comunicarse. Sin excepción, cada uno con su teléfono celular. Mandan mensajes cuando toman un respiro o descanso, contestan llamadas o ellos hacen la suya. Toman fotos de lo que hacen y reciben instrucciones de sus jefes por ese medio. Ya no hay gritos para cuando alguien que está en la planta baja quiere darle un mensaje al que trabaja en el quinto o sexto piso. Tampoco tienen que andar con una pluma o un pedazo de papel para apuntar recados o hacer cotizaciones. El teléfono también les sirve para ese propósito. No se diga a la hora de la comida. Apenas terminan el alimento, el celular en sus manos.

En ese contexto resulta elogiable que la empresa CementosFortalezahaya creado una aplicación gratuita para los albañiles, de cualquier parte del país. “Entre maestros”, es su nombre. Por lo pronto para quienes cuenten con el sistema Androide y en el primer año con capacidad para 100 mil usuarios. Por este medio, podrán archivar fotos de sus trabajos, cotizaciones, videos técnicos y hasta recibir asesoría de un experto de la cementera. Está dirigida a los maestros albañiles. También puede ser útil para todos los trabajadores que de distintas maneras participan en la industria de la construcción, como plomeros y pintores.

Hideki Kawamura, director comercial, y Claudio Páramo, director de mercadotecnia, presumieron la APP. Pioneros en la materia, con ese enfoque. Y gratis para los albañiles.

Supuse que Kawamura no sabía hablar español. Lo domina y tiene toda la traza de mexicano, con raíces orientales inocultables en su nombre. No es candidato ni anda en busca del voto de los albañiles. Lo motiva reconocer la importancia del gremio de la construcción en su negocio. Sector de 2.5 millones de trabajadores que todavía parece pasar desapercibido para candidatos presidenciales.

Es la historia de un ratón bien alimentado. No es de los asustadizos que al primer ruido que escuchan, salen despavoridos hacia su refugio. Tampoco pertenece a la familia de los “ratones verdes” que han hecho famosos algunos cronistas deportivos, para referirse a jugadores de futbol que se espantan ante cualquier rival y corren sin sentido, con ánimo derrotado. No es de los que se achican y mucho menos merecería ser llamado “ratoncito”.

Sin llegar a rata, que es de mucho mayor tamaño, el ratón protagonista de esta historia es robusto, perverso, ágil, veloz, calculador, valiente, listo, cauto, retador. Ni idea de cuánto tiempo lo tuve de huésped. Jamás lo vi moverse durante el día. En la cocina todo parecía normal, en orden.

Hay dos puertas de cristal reforzadas con hierro en forma cuadriculada hacia reducido jardín. En ocasiones se abren para alargar o hacer crecer el espacio donde se desayuna y guisa. Por años, para cuidar que no entrara ningún insecto o animal, taponeé con tira de alfombra el resquicio de las puertas. Todo iba bien hasta que mi esposa observó que había un orificio en uno de los extremos. No le di importancia.

Pasaron varias semanas. Después de nuevo aviso conyugal, busqué pequeño pedazo de alfombra para cerrar la abertura. Al día siguiente, otra vez el agujero. Raro para mi. ¿Quién lo quitó? ¿Sería el aire? ¿Sería un ratón? Las preguntas que me hice. Empecé a revisar el espacio interior. Con una vara hurgué debajo del refrigerador. ¡Sorpresa! Saqué un limpio hueso de pollo, pedazo de cascarón, cáscara de fruta y migaja de pan.

Conclusión: hay ratón en casa. Vive feliz, no es molestado. Se desplaza por las noches, cuando ya están apagadas las luces y no hay movimiento humano en la cocina. Come bien. Guarda sus reservas en la angosta parte inferior del frigorífico. Alarma casera. Mayor protección para los alimentos, embolsar por la noche la basura. Limpieza total.

Compra de ratonera usada, veneno para ratones y ratas. La trampa la adquirí por recomendación del velador del estacionamiento público aledaño. El mismo me la vendió. Su mejor argumento fue que había atrapado una docena de roedores. De las que encierran al animal, especie de jaula pequeña. También compré veneno, pero nunca abrí la caja. Me atemorizó su instructivo. Al final la regresé a la ferretería donde la había comprado. No me devolvieron dinero, acepté la “catafixia chabelera” por otro producto.

La trampa no funcionó. Nunca entró el ratón. Reforcé la tira de alfombra. La roía. Nada parecía detenerlo. El colmo de su osadía. El reto. Una noche lo esperé pegado a la puerta. Lo vi pasearse. Yo del lado de la cocina. El ratón del lado del jardín. No se asustó ni corrió. Se detuvo frente a mis pies. Intercambiamos miradas, asomó la sonrisa por su hocico puntiagudo. Al menos esa fue mi percepción. Se está burlando. Pasó al lado de la trampa. Se marchó en el momento en que lo decidió. Esperaría a que me fuera a dormir para volver a incursionar en la cocina. Listo. A la mañana siguiente encontraba excremento en el piso.

¿Qué hacer con un roedor cínico, que sabía burlar la trampa y reírse de su víctima? ¿Cómo evitar la sustracción de las sobras de alimentos? Mi esposa vio una rata en la barda del edificio vecino. También camiones de redilas del gobierno de la Ciudad de México (CDMX) en el estacionamiento público, de los que utilizan para recoger hojarasca de los parques. De inmediato dedujo que en ese transporte habían llegado los roedores, entre hojas y basura. El vigilante me aseguró que sólo 15 días más estarían ahí los camiones.

El problema seguía, el ratón dedicado al robo de restos de comida, aunque ya nada encontraba, por la operación limpieza. De cualquier manera entraba a la casa, que era como su casa. La tira de alfombra no era obstáculo. La roía con facilidad. Deshilaba un tramo para hacer el orificio, en minutos.

“Veneno no le ponga, porque luego desconoce el sitio donde muere y se entera cuando empieza el hedor, la putrefacción. Lo mejor son las placas de pegamento”. La recomendación del “viene, viene” de la calle, que ahora la hace de “milusos” porque su antiguo negocio quebró con los parquímetros. Hacía la sugerencia basado en su experiencia. Trabaja de conserje en un edificio habitacional y es el método que ha utilizado para deshacerse de roedores.

Compré las placas de pegamento, dos en la caja. Leí instructivo: “póngalas por donde crea que transitan las ratas o ratones. Una vez que el roedor se haya pegado en una, utilice la otra para ponerla encima.

En la puerta coloque las placas, separadas. Me fui a dormir tranquilo, con la ilusión de que esta vez no escaparía el ladrón de cuatro patas. Así fue. Apenas clareó, caminé hacia la cocina.

Revise las placas. Una estaba volteada. Se movía. Me acerqué con sigilo. Descubrí que ahí estaba el ratón, dando la batalla, tratando de despegarse. Tomé la vara para golpear la placa. Chillido escalofriante. Me acordé de las películas en la que los malos se torturan entre ellos y uno vocifera: “chilló como rata”, por el dolor y muerte causada al otro.

Otro varazo, otro chillido y el ratón dejó de moverse. Había llegado su fin. Lo eché en una bolsa y se lo di al camión recolector de basura. Inspeccioné la cocina. Me pareció que lo sucedido produjo una estampida, porque vi más de un orificio en la tira de alfombra. Quizás había más de un ratón. No lo se. Solo vi uno. Hay un dicho que dice “muerto el perro, se acabó la rabia”. Aquí era un ratón. Una vez atrapado, se acabaron los hurtos y el cinismo del perpetrador.

¿Y si le ponemos trampas de pegamento a los ratones y ratas de dos patas?

La historia de hoy resalta dos valores que en la sociedad a veces parecen extinguirse. Seguro que con la descripción, encontrarás otros más. Ejemplos de convivencia y comportamiento.

De acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española, lealtad tiene tres significados: 1.- Cumplimiento de lo que exigen las leyes de la fidelidad y las del honor y hombría de bien. 2.- Amor o gratitud que muestran al hombre algunos animales como el perro y el caballo. 3.- Legalidad, verdad y realidad. Sobre agradecimiento, el diccionario dice que es la acción y efecto de agradecer. Y el significado de agradecer: 1.- Sentir gratitud. 2.-Mostrar gratitud o dar gracias. 3. Dicho de una cosa: corresponder al trabajo empleado en conservarla o mejorarla.

Una mañana, en la ventana de la casa de mi amigo Jorge que da al jardín (es una forma elegante de llamarle, porque no tiene plantas ornamentales y muy escaso césped, abundan plantas silvestres y espacios áridos. Descuidados, quizás, calculo, quince metros cuadros) estaba acurrucada una paloma. Tocó el vidrio varias veces para espantarla. No se movió. Hizo más ruido. El ave, con dificultad, voló al suelo, apenas un metro. Exhibió que tenía dañada una pata, unas de las “llantas” de su “tren de aterrizaje”

¿Y qué hacer con la paloma?

Jorge pensó en atraparla y luego dársela al  “viene, viene” que opera en su calle o al recogedor de basura. También consideró soltarla y dejarla a su suerte en la vía pública. Optó por darle tiempo para recuperarse, dejarla dos o tres días en el jardín, esperar para verla volar de nuevo.

Al día siguiente, llegó otra paloma, en perfectas condiciones. Vino para acompañar y ver que sucedía con la lesionada. Estuvo dos o tres horas. Se fue. Al tercer día, lo mismo y algo más. Como si fuera una araña, trepó por la ventana, para llamar la atención de Jorge.

Mi amigo no conoce el “lenguaje” de las palomas, ni de ningún otro animal. Interpretó que pedía ayuda para la que estaba lastimada. Volvió a reconsiderar las opciones del primer momento, pero ninguna garantizaba la recuperación y vuelta a la normalidad de dicha ave. Ese mismo día, en la calle, vio que un perro dóberman sin correa, alcanzaba y mordía una paloma. El dueño del canino, asustado, sin saber qué hacer. Se escuchó un crujido y la paloma cayó fulminada.

Al observar la tragedia animal, Jorge concluyó que lo mejor era ayudar a la paloma que tenía en su “jardín”. Con la colaboración de su esposa, le entablilló la pata dañada, la izquierda. Para eso utilizó medio palillo y un curita para sujetarlo. La paloma soltó lastimero chillido.

Su compañera se quedó dos noches, como para cuidarla, en las horas de mayor dolor. Después, las visitas eran solo matutinas. También, cada día, iba un pajarito, de otra raza, para acompañar a la paloma. Parecía que “platicaban”. Otra pareja de aves, que tampoco eran de su raza, hacía lo mismo, visitar a la enferma.

Una vez que Jorge vio que la paloma ya podía caminar sin cojear, decidió rehabilitarla, atraparla y hacerla volar en el jardín, hasta que después de dos semanas, totalmente recuperada, se fue.

La paloma regresó por la noche y volvió a dormir en el jardín. Por la mañana, ya la esperaba su compañera en el borde de la barda. Se fueron juntas. Por varios días, regresaban por la mañana, gorjeaban desde la orilla del techo para llamar la atención de Jorge. Una vez que las veía, se iban. Era agradecimiento.

Lealtad y agradecimiento que tanta falta hacen hoy en diferentes ámbitos de la sociedad.

Lo más valioso, en mi opinión del “Stand up” de los Suárez en el teatro “Telón de Asfalto”  en la Ciudad de México es el beso entre ellos, entre el papá e hijo, la manifestación de afecto en el escenario, en cada función.

En cualquier sociedad madura y con valores morales, debería ser lo común el beso entre un padre e hijo. Es lo raro en estos tiempos. Hay reacios y egoístas que no toleran la felicidad del prójimo. Sembradores de odio, partidarios de la división y el pleito. Enemigos de los afectos.

Los dos Héctor saben hacer reír a la gente, no hay duda. Y quizás no tendrían necesidad de recurrir al insulto. Recuerden el éxito del padre en la televisión comercial, sin soltar alguna grosería. Suficiente con parodiar la realidad, el comportamiento de personajes.

En esto del “Stand up” el hijo hace mejor papel, más coordinado, hilvanado. A su papá le cuesta trabajo, otro estilo, otra formación, lo que no le resta calidad. Los dos con el mismo resultado: hilarantes.

Fui con mi hijo a ver a “Los Locos Suárez” . Ni tan locos. Saben lo que hacen y dicen. Hay más locos afuera del escenario que no miden palabras y mucho menos el efecto o daño que causan en la sociedad.

“¡Llévalo!”, la recomendación de mi esposa, que en otra ocasión había visto el espectáculo. Seguro que para ella también lo más significativo es la exhibición de cariño entre el padre y el hijo. Ejemplo, porque lo hacen de manera natural, sin rubor y mucho menos vergüenza.

En estos tiempos es una desgracia el entorno. Inhibe, incomoda a jóvenes manifestar sus afectos por sus progenitores. Hay demasiada violencia en la calle. Agresividad cotidiana. Es la realidad. No se diga en los medios. Es cierto, su misión es informar. Nada más que muchas veces les gana la ambición por ganar, lectores, radioescuchas y televidentes. Llegan al extremo de la apología de la violencia y a emitir sentencias periodísticas con excesiva ligereza, en perjuicio de vidas humanas. Práctica nada justificable, deformación de verdades. Cuando cometen un error, prefieren hacer mutis en vez de disculparse.

Por supuesto que amo a mi hijo. Igual percibo su cariño. Platicamos e intercambiamos impresiones. Valoramos situaciones. Hablamos de política, de conflictos sociales, de todo, como seguramente lo hace Don Héctor con su hijo. Reímos con la obra de los Suárez. Por momentos nos vemos en ese espejo, en esa realidad que recrean con humor los artistas. Salimos complacidos.

Hay tanta crispación social en el mundo, no solo en México, que ese beso entre los Suárez es relevante en el escenario, admirable. La confirmación del amor del padre e hijo, aunque el guión de la obra sea otra historia; reprobar, justificadamente, agresiones en la educación familiar.

Ejemplos que ayudan a la convivencia, a entender a los jóvenes a que no se equivocan cuando expresan el amor por sus padres, aunque haya un entorno social descompuesto, áspero e injusto. Amor es lo que le hace falta al mundo y es lo que hay entre los Suárez.

El bulo no es nuevo en el mundo periodístico. Puede dañar a la comunidad o a una persona. De entrada, en lo psicológico o hasta terminar con la vida de un individuo. No es un asunto meramente frívolo, ligero. Sorprende que el director de un medio minimice el tema o que el conductor de noticias o reportero opte por lavarse las manos y culpar a la fuente de información.

Te invito a la reflexión con una historia que me consta, de la que fui testigo, pero antes recordaré el episodio protagonizado el 30 de octubre de 1938 por el famoso Orson Welles, cuando aterrorizó en los Estados Unidos con la transmisión radiofónica de una supuesta invasión marciana.

Lo que hizo el actor, director y productor de cine fue reproducir “La Guerra de los Mundos”, del británico H. G. Welles. El guión tenía 40 años de antigüedad. Orson lo adaptó y difundió como si fuera un suceso del momento, como si fuera real. Por supuesto que hubo gente que se espantó. Otra optó por averiguar, llamar a la estación de radio, para saber si era real la invasión marciana. Histórico ejemplo de la trascendencia de los medios. Orson no repitió el experimento. Seguro se dio cuenta del peligro.

En el terremoto de 1985 en la Ciudad de México, era un jovencito, apenas acaba de terminar la carrera en la escuela de Periodismo Carlos Septién García. Trabajaba en Imevisión, en lo que hoy es TV Azteca. En ese entonces, Joaquín López Dóriga, el director de noticias. Enterados de que el epicentro había sido frente a las costas de Guerrero, en Acapulco. La orden fue viajar de inmediato al puerto. Sin oportunidad de ir a casa por maleta. Del Ajusco, en motocicleta, me llevaron al aeropuerto. Igual al camarógrafo y su ayudante.

Iba sin pensar en el peligro. Lo importante: estar en el lugar de los hechos y enviar la información. Afortunadamente no había pasado nada en Acapulco. Pronto regresé a la Ciudad de México. Vinieron las guardias, en el día o por la noche, en diferentes lugares afectados, entre ellos Tlatelolco y el Centro Histórico. La orden, estar muy pendiente del rescate de sobrevivientes.

Me tocó el caso del popular “Monchito”, el supuesto niño de 12 años enterrado bajo los escombros de un inmueble. Nunca hice una sola nota de “Monchito” para la televisión. No me constaba que estuviera bajo tierra y mucho menos vivo. Había compañeros de medios impresos, sobre todo, que difundían la existencia del menor y lo que se hacía para rescatarlo.

El día que una tarde leí la entrevista “exclusiva” en un diario vespertino (de la casa periodística más importante de ese tiempo) con “Monchito”, daba por hecho que mis días en la televisora estaban contados. Veía venir el reclamo de los jefes por “perder la nota”. Me preparé para argumentar que no me constaba que estuviera vivo. Nunca me llamaron a cuentas. “Monchito” nunca existió. Fue un invento mediático. El colmo es que un diarista había logrado entrevistarlo. Hasta donde se, de su mismo periódico nació la versión infundada, que otros siguieron por tratarse de dicho medio y no querían “perder” la nota.

En la escuela me enseñaron que la información hay que confirmarla con diferentes fuentes, antes de difundirla.

Lamentablemente, en la actualidad, “por ganar la nota”, hay medios (incluye redes sociales) que incurren en imprecisiones, actitudes antitéticas y falta de rigor periodístico. Y no solo con el caso de Frida Sofía, que tampoco existió, sino en diversidad de asuntos, sin medir consecuencias. Ojalá nunca haya que lamentar pérdida de vidas por un demoledor bulo.

Hace más de 30 años, cuando en la radio empezaban a desarrollar los espacios de noticias, Teodoro Rentería Arróyave y el profesor Juan José Bravo Monroy eran las figuras, competían por el rating.

Estaba en la mitad de mi carrera en la Escuela de Periodismo Carlos Septién García e ingresé al Núcleo Radio Mil, para practicar y aprender. En la redacción, con las antiguas máquinas de escribir, mecánicas. Papel carbón para sacar copias y entregarlas a quienes conducirían el noticiario y al operador. Eduardo López Segura,  redactor principal, rápido y preciso. Recuerdo haberlo visto llorar. Adoraba a los Beatles. Le dolió el asesinato de John Lennon. Su hermano Vicente, Premio Nacional de Periodismo al ganar el destape de un candidato presidencial priísta. Perla Xochitl Orozco, orgullosa oaxaqueña, hizo la cobertura del sexenio de José López Portillo, también premiada por su trabajo como reportera. Ramón Zurita Sahagún, sagaz, intenso y directo. Luis Arturo, compañero amable, caballero, le perdí la pista. Antonio Barragán (QEPD), el único que hacía pausa de varios segundos antes de dar su nombre. Jorge Larrauri, formal y trabajador. Tere Paniagua, conductora titular de noticias. Entre otr@s, equipo del profesor Juan José Bravo Monroy (QEPD). Cada uno con su estilo en busca de primicias. Entonces la competencia de Radio Mil era el Grupo Acir que tenía como director de Noticias a Teodoro Rentería.

Aprendía a redactar y reportear. Escuchaba historias sobre la rivalidad de los dos directores, los noticiarios estrellas de la radio. La verdad no le daba importancia a las diferencias. Tampoco me ocupaba por saber más de Rentería. Había comentarios positivos y negativos. Nunca he sido partidario de la denostación. Para mi, inaceptable en el gremio periodístico. El dicho coloquial de “perro no comer carne de perro”, quedó enterrado muchos metros bajo tierra. Lamentable que a pesar del alto riesgo de la profesión, del cúmulo de compañeros asesinados, haya voces ocupadas en hacer daño a los de su mismo gremio.

Muchos años después supe más de Don Teodoro Rentería Arróyave, de su lucha por la defensa y protección de los periodistas. Lo veía en fotos. Pensaba en lo apreciable y loable que era su actividad.

Valoro la gente de hechos y que no únicamente habla, Teodoro es presidente del Colegio Nacional de Licenciados en Periodismo, presidente fundador de la Federación de Asociaciones de Periodistas Mexicanos y miembro del Consejo Consultivo Permanente del Club Primera Plana.

En fecha reciente, en reunión del Club Primera Plana que preside José Luis Uribe, escuché que Teodoro tiene 80 años de edad. No lo parece, su vigor y compromiso en defensa de los periodistas, siguen intactos. En ese momento decidí que tenía que escribir de Don Teodoro y del profesor Juan José Bravo Monroy, recordar cuándo y cómo se cruzaron estos personajes en mi camino Me congratula la labor que hace Rentería y lo felicito. Del profesor Bravo Monroy puedo decir que fue un excelente jefe y amigo.

En mi caso, por lampiño, estoy muy lejos de ser un potencial cliente de alguna barbería. Ni antes ni ahora. Cuando era niño entraba a una peluquería para corte de cabello. En la espera, veía a quienes eran prácticamente acostados en el reclinable sillón, con una toalla sobre sus ojos. El peluquero sacaba filo a su navaja en lo que parecía un cinturón de cuero, en el costado izquierdo del asiento. En la mayoría de los casos quitaba toda la barba, no recuerdo a nadie que le hicieran un delineado o estilo especial.

Hoy es moda traer barba. ¿Tienes? ¿Te gusta un corte particular o prefieres la cara “limpia”? ¿Te rasuras por tu cuenta con rastrillo o rasuradora eléctrica? ¿Vas o vuelves a ir a la barbería? Hay barberías hasta con spa en la Ciudad de México. No solo te arreglan la barba, también te hacen manicure, pedicure, corte de cabello, masaje y boleada de zapatos. Por la barba pueden cobrar de 200 a 300 pesos, el bigote tiene otro precio, menor. El corte de cabello igual o más. Depende del lugar al que vayas, aunque no hay mucha diferencia en los montos.

Antiguamente, en las peluquerías, cuando era infante, los clientes eran varones. Para las damas estaban los salones de belleza. Se transformaron en estéticas y ya no había distinción de géneros. Hombres y mujeres en el mismo lugar para embellecerse. Los primeros aprendieron a cuidarse las uñas de los pies y manos, dejarlas en manos del experto o experta.

El surgimiento de las barberías, por el nombre, pareciera que solo tienen servicio para caballeros. El nombre de barbería no es una invitación para mujeres. Ninguna tiene barba. La barba no es lo suyo. Quizás por eso no he visto que alguna entre a estos lugares.

Sin embargo, si alguna solicita que le corten el cabello, le hagan manicure o pedicure, no creo que le nieguen el servicio. Así como los varones empezaron a entrar a los salones de belleza y luego a las estéticas, las mujeres también se acostumbrarán a entrar a una barbería, donde les pueden arreglar el cabello. Doy por hecho que el barbero sabe cortar cabello a hombres y mujeres. Debe de contar con los servicios que puede ofrecer una estética.

Las barberías revivieron los viejos sillones de las peluquerías y el tubular o tubo azul, rojo y blanco, pintado en espiral, en algunos casos giratorio, colocado afuera del establecimiento.

El retro en el arreglo personal, otra vez la barba de leñador, profesional, sombreada, holandesa, forma de hacha o cola de pato. La Van Dyke, hipster, prisma, Mutton Chops, Verdi, collar. Al gusto del cliente.

Por supuesto, es más económico usar el rastrillo o la rasuradora eléctrica para quitarse toda la barba y el bigote, pero las modas mandan, nada más que implican un gasto extra.

Gracias a Dios yo soy lampiño.

Con la licencia que te puede dar la temporada vacacional de verano para darle descanso al tema político, la historia de hoy tiene que ver con uno de los hombres más ricos del mundo, relacionado con casi todos los grandes negocios en México, así que toma nota de lo que te voy a contar.

¿Quién no quisiera tener a la mano a uno de los hombres más ricos del mundo para preguntarle lo que se debe de hacer para que un innovador o emprendedor tenga éxito?

Rumania Olivares tuvo la oportunidad. No la desaprovechó, habló de fashion film, de lo que hace su productora RuRu White .13 desde hace un año, hasta ahora, sin cobrar un solo centavo, en un nicho descubierto en Francia por la diseñadora Diane Pernet. El audiovisual de la moda con relato, con historia, en donde l@s modelos no solo exhiben los diseños, la ropa, la novedades del vestir, sino también son parte de un cortometraje que tiene contexto social, cultural. No hay diálogos, pero como en las históricas películas mudas, tiene mensaje. Música electrónica creada especialmente para el video.

Una amiga (Teresa Achar) la invitó a la reunión en la que participó Carlos Slim. La sugerencia del empresario fue “ser constante”, no dejar de hacer fashion film e incluir a la familia en el proyecto, no separarla ni distanciarte de ella, sumarla, hacerla parte activa. Para Slim, la familia es importante y debe de participar en la construcción de la empresa.

En esa plática estaban varias personas, todo oídos para el millonario, hasta la interrupción de una señora, avanzada en años. Quizás basada en su experiencia, advertía que “los nietos acaban con todo”. La acidez del comentario puso punto final al tema conversado.

Rumania no olvida el episodio ni el consejo. Junto con su esposo Juan José Olivares, periodista, músico, creativo, emprendedor, llevan adelante la producción de videos, con vestuarios nacionales, elaborados por diseñadores mexicanos, para exhibir moda y cultura.

La calidad es indiscutible. Dos de sus videos, cortometrajes de siete minutos, “Lupe” y “Casting” fueron exhibidos en la Cineteca Nacional. Fashion film, inusual en pantallas dedicadas al cine de arte. Rumania y Juan José están complacidos, no satisfechos, saben que falta camino por recorrer. Están convencidos de que es clave la constancia e incluir a la familia, como lo dice Carlos Slim.

Y de la Cineteca Nacional, ahora los encuentro en la Pulquería Insurgentes. Pareciera, a simple vista, ir de un extremo a otro. No lo es, porque el expendio de bebidas también promueve la cultura, tiene un espacio específico para ese propósito, coordinado por el poeta y escritor Carlos Martínez. Ahí también exhibieron sus videos fashion film, con el tarro de cerveza y pulque a un lado, para celebrar el primer año de su empresa.

La pulquería está instalada en una casona de la avenida Insurgentes, con arte, pinturas, colgadas en su paredes, con recovecos que despiertan imaginación. Rumania y Juan José anunciaron que tienen planes para hacer uno de sus videos en ese lugar.

Rumania y Juan José Olivares, también el actor y modelo Manú Avellaneda, respondieron preguntas. Sus cortometrajes están dirigidos a todas las audiencias, no solo para los que se interesan en la moda, en el vestir de marca y diseñador. Cuentan historias. L@s modelos no nada más lucen la ropa, expresan sentimientos, emociones, tristeza, felicidad. Actúan. Transmiten un mensaje. Lo que al final queda e importa es la belleza interior del personaje. La cultura de la ropa. Una nueva forma de presentar el trabajo de los diseñadores mexicanos, con arte. No es algo frívolo, tiene connotación social. Va más allá de la estética, muestra el alma.

La receta de Carlos Slim puesta en práctica, constancia y familia en la empresa de fashion film.

[video width="640" height="360" mp4="http://arturozarate.com/wp-content/uploads/2017/07/622852817.mp4" poster="http://arturozarate.com/wp-content/uploads/2017/07/Captura-de-pantalla-2017-07-17-a-las-19.24.04.png"][/video]
FASHION FILM

La carretilla que se utiliza para trasladar tierra, arena, grave y otros materiales para la construcción, ahora sirve para vender mangos y frituras.

Acabo de descubrir el cuidado que tienen los albañiles con la carretilla, especie de media canastilla metálica, con una rueda y dos brazos tubulares.

Sorprendido vi como era guardada bajo llave, en una bodega contigua a la obra. ¿Por qué ese resguardo? ¿Por qué no la dejan con el resto de la herramienta? Porque se la pueden robar.

Cuando era niño, las carretillas las empleaban los adultos exclusivamente para la obra en construcción, para facilitar la carga de materiales. Recuerdo que en la casa había una, no se porqué razón, pero ahí estaba. A falta de un carro de plástico con pedales (en extinción porque ahora son eléctricos), la carretilla era ideal para jugar, cargar al amigo y recorrer el patio. Luego llegaba mi turno. Había que sujetarse con fuerza de los extremos para no caer.

En la actualidad, esas carretillas recorren las calles de la Ciudad de
México, no para transportar grava o arena, sino frutas y botanas, mangos y frituras. Lo que se te ocurra se puede vender para el tentempié a lo largo del día.

Por eso el cuidado que tienen en las obras con esta herramienta, muy apreciada,  tienta a más de uno que sabe de la demanda en el mercado por quienes tienen planes de dedicarse al comercio ambulante.

Hay desde 500 hasta mil pesos por unidad, nuevas. A muchos les parecerá que no es cara y que el precio es accesible, por lo que no se justificaría tomarla sin permiso de las construcciones; sin embargo, para el que vende mangos, es una cantidad que no tiene a la mano y menos cuando empieza en este tipo de negocio. Busca la de menor costo, usada.

Te platico esta historia porque es otra muestra de la inseguridad en la Ciudad de México y de las novedades del comercio callejero. 20 o 30 años atrás, la carretilla se podía quedar sin resguardo en cualquier parte de la construcción. Ahora, no. Es un artículo que tiene demanda. Ruedan las carretillas en las calles, acondicionadas para dedicarse al ambulantaje, manejadas por gente que ha encontrado esa forma para sobrevivir, ganarse unos centavos y tener para comer, al menos.

Innovación popular, expresión de la pobreza en la zona metropolitana, de los que tienen un empleo informal. Venta de mangos cortados en pedacitos y metidos en un  vaso de plástico, con sal, limón y una variedad de chiles, la intensidad del picante al gusto del cliente. Cacahuates, churritos, papas, nueces. Expendedores, casi todos jóvenes, que han abandonado la escuela para ayudar a sus padres con los gastos en casa o para mantener su propia familia. Costo de la crisis.

Se ha sumado a la lista de transportes empleados para vender un producto comestible en la vía publica, como lo hacen el carrito de los camotes y su conocido pitido, el carrito paletero, el triciclo del panadero o del tamalero y la bicicleta del afilador, que hace girar el esmeril al pedalear.

La carretilla salió de la construcción para recorrer calles de la Ciudad de México y de otras ciudades, nuevo transporte del comercio informal.

En pleno verano el ventilador, de esos de piso, que por su forma y ruido que hacen, parece turbina de avión, dejó de funcionar. Doña Rosa, cincuentona, canosa prematura, vigorosa, simpática pero de pocas pulgas, entró en crisis. En parte era su culpa. Por pereza, no se levantaba de la cama para desconectarlo. Estiraba el brazo y jalaba el cordón. La maniobra repetida tantas veces terminó por romperle una “patita” al enchufe interno del aparato.

Vive en la colonia Nápoles de la Ciudad de México desde hace una docena de años. Y está acostumbrada a utilizar los servicios más próximos, aunque a veces no sea lo óptimo ni lo mejor.

Decidió llevar su ventilador al servicio de reparaciones electrodomésticas de la calle Pensilvania, casi esquina con Rochester. Estaba ilusionada. Suponía que su ventilador sería arreglado en 24 horas, de un día para otro. Daba por hecho que solo una noche sufriría calor. Error de cálculo. El técnico le anticipó que la reparación le tomaría tres días. Un exceso para Doña Rosa, sobre todo porque nada más había que reemplazar una pieza, el contacto roto del ventilador.

-Hay que buscar la pieza- comentario del técnico.

Aceptó, resignada, no sin antes hacer una mueca de disgusto.

Regresó a casa, a sufrir el calor tres noches.

Al tercer día, emocionada, acudió al taller. Efectivamente, el ventilador estaba listo. El empleado lo conectó, las aspas giraron con gran velocidad y la potencia del aire suficiente para calmar el calor. Volvió a casa con una sonrisa. Podía cargarlo porque estaba hecho de plástico, ligero. Sin embargo, en su domicilio ya no funcionó. Obvio, enfureció. Fue a reclamar de inmediato. Le ofrecieron repararlo. Pasaron los días. Cuando de nuevo le avisaron que estaba resuelto el problema, las aspas apenas giraban.

Más de 20 días y seguía igual. Ahora la excusa del técnico era el motor, “no funciona, hay que cambiarlo”.

-Oiga, yo lo traje para que le cambiaran un enchufe, usted vio que era la única falla- reclamo airada.

-Vamos a buscar el motor- insistió el técnico.

Para no entrar en pleito verbal, procuró la paciencia y la tolerancia.

Un mes después, el taller decidió regresarle el pago. Nunca pudieron arreglarle el ventilador. Incluso, se lo dieron con las dos patas del enchufe rotas, inservible.

A Doña Rosa no le quedó otra que darle su ventilador al camión de la basura.

Para su fortuna, a la primera amiga que le platicó su experiencia, le prestó un ventilador.

Además, para su mayor tranquilidad, las lluvias vespertinas en la Ciudad de México, a partir del mes de julio, se han vuelto frecuentes, refrescantes.

Doña Rosa comprobó que el servicio de reparaciones electrodomésticas próximo o cercano, no siempre es el mejor y mucho menos recomendable. Platica su historia para que tu que la lees, lo pienses dos veces antes de ir sitio visitado por ella.

Arturo Zárate Vite

 

 

Es licenciado en periodismo, egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, con mención honorífica. Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal. Más de dos décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político. Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio. Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Es autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.

 ine  scjn  cndh  inai