En México nunca una mujer ha llegado a la presidencia de la República. El PRI, durante 70 años en el poder, optó siempre por la candidatura masculina. No se recuerda que alguna vez haya intentado nominar a una mujer. El PAN propuso a Josefina Vázquez Mota en el 2012, pero perdió, quedó en tercer lugar. Y el PRD, tampoco ha postulado candidata.
Los partidos pequeños, algunos ya desaparecidos, han propuesto mujeres. Ninguna cerca de ganar. La primera fue Rosario Ibarra con el Partido Revolucionario de los Trabajadores. Siguió Cecilia Soto con el Partido del Trabajo. Marcela Lombardo por el Partido Popular Socialista. Y Patricia Mercado por el Social Demócrata. Margarita Zavala, ex panista, compitió sin éxito como independiente.
En la actualidad, en términos de beisbol, el presidente Andrés Manuel López Obrador tendría una novena femenil, con posibilidades para competir en el 2024.
Su cuarto bat y primera base sería Claudia Sheinbaum, doctora en ingeniería ambiental, egresada de la Universidad Nacional Autónoma de México, ex delegada de Coyoacán. La más mencionada en medios.
Tatiana Clouthier, la hija del “Maquío”, sería su pitcher o lanzadora estrella. Secretaria de Economía. Maestra en administración pública. Fue coordinadora de campaña del ahora presidente de México.
Rosa Icela Rodríguez, egresada de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, en la tercera base, para atajar los batazos que llevan mucha fuerza. Altamente confiable y leal. Si llega a tener éxito como secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, estará en la recta final por la nominación de Morena.
Rocío Nahle, ingeniera petroquímica, en paradas cortas, “shortstop”. No la tiene fácil en su sector con dos empresas cuestionadas como CFE y Pemex. De su actuación dependerá confirmarse como presidenciable.
Olga Sánchez Cordero, secretaria de Gobernación, sería la bateadora designada, solo para ir a la caja de bateo en su turno y tratar de dar hit oportuno. Ministra en retiro, abogada egresada de la UNAM, notaria, pasara a la historia como la primera jefa de política interior. Es la mayor del equipo, 73 años.
Irma Eréndira Sandoval, secretaria de la Función Pública, doctora en Ciencia Política, en la posición de cácher o receptor, alerta para que no se le escape ninguna pelota lanzada por el pitcher y nadie le robe la segunda base.
Luis María Alcalde, secretaría del Trabajo, la más joven, 33 años de edad, en el jardín central, con rapidez para desplazarse hacia la izquierda, a la derecha o profundo del parque. Alcanzaría los 35 años antes del 2024, requisito para poder competir por la presidencia. Es maestra en Derecho por la Universidad de California.
María Luisa Albores, secretaria de Medio Ambiente, chiapaneca, ingeniera agrónoma, empezó en el 2018 como secretaria de Bienestar, en el jardín izquierdo.
Alejandra Frausto Guerrero, secretaria de Cultura, en el jardín derecho, para donde llega menos la pelota.
Solo faltaría cubrir la segunda base, ahí donde se requiere agilidad para hacer doble play o hasta triple play. Podría ser ocupada por próxima gobernadora o legisladora (sujeto a resultado de elecciones 2021), con capacidad para enlaces o conexión de una doble jugada.

Los colosistas prácticamente han desaparecido de la escena política. Aquellos que trabajaron cerca del malogrado candidato presidencial priísta Luis Donaldo Colosio, perdieron presencia y dejaron de interesar a su partido.
El mismo hijo de Luis Donaldo, Donaldo Colosio Riojas, una vez adulto, optó por una participación distinta a la de su padre, no en la misma organización. El nombre o apellido le ha alcanzado para ser diputado local y para suspirar por la gubernatura de Nuevo León, aunque pareciera haberse resignado a una candidatura a presidente municipal en Monterrey, porque no vislumbra la alianza necesaria para algo más. Es una forma de admitir que en lo personal no se tendría la fuerza suficiente para ganar en todo el estado.
Su padre, en cambio, siempre tuvo claro el objetivo, hizo carrera para convertirse en candidato presidencial y lo consiguió. Con lo que no contaba es que la decisión tomada en Los Pinos fuera a despertar el enojo de Manuel Camacho, al extremo de minar el arranque de campaña, hasta que surgió la expresión “no se hagan bolas”, para reafirmar la nominación del político de Magdalena de Kino.
Justo cuando tomaba pista, cuando desplegaba las alas, una bala asesina terminó con su sueño. Los colosistas quedaron huérfanos. Nunca conformes con las investigaciones para aclarar el homicidio.
El proyecto se cayó, algunos llegaron al poder legislativo, a posiciones diplomáticas o administrativas, como una especie de recompensa o compensación por lo que había sucedido. El tiempo se encargó de disolver al equipo. Al padre de Luis Donaldo, Luis Colosio Fernández, lo reconfortaron con una senaduría.
La fuerza colosista se extinguió. Los hijos Donaldo y Mariana, siendo niños cuando falleció su madre Diana Laura, víctima de cáncer, crecieron y vivieron en Monterrey, con el apoyo del empresario Ricardo Canavati Tafich.
Donaldo Colosio Riojas todavía es joven. Tiene tiempo para reforzar su formación. Buscar la alcaldía de Monterrey, la segunda ciudad en importancia en México, si la logra, enriquecería su experiencia política. Es bien visto por el grupo empresarial. No está contaminado y guarda distancia de los contaminantes.
Alfonso Durazo, ex secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, fue secretario particular de Luis Donaldo Colosio. El candidato presidencial malogrado lo apoyó y le dio tiempo para la preparación académica en el exterior.
Durazo se quitó la camiseta colosista. En la administración panista 2000-2006 trabajó cerca de Vicente Fox. Hasta la fecha están distanciados. Se perdieron la confianza y hasta el respeto. Alfonso supo sumarse al movimiento de Andrés Manuel López Obrador. Ganó en Sonora como candidato a senador. Una vez en el Senado fue jalado por el presidente para incorporarlo al gabinete.
Ahora como aspirante a gobernar su estado natal, no la tiene fácil, porque su rival es Ernesto Gándara Camou, personaje conciliador, con arraigo, simpatía y proyecto para suceder a Claudia Pavlovich en el gobierno de Sonora.

El panista Ricardo Anaya está de regreso. Hasta el momento no se ha posicionado como líder opositor y está muy lejos de convertirse en contrapeso para el actual gobierno.
Tendrá que ajustar su estrategia, porque la utilizada para la competencia electoral del 2018 quedó desgastada, no le funcionó y tampoco encontró la forma rápida para deshacerse de la inesperada imputación que le hizo la administración saliente. Le quitó tiempo y dañó su imagen.
Los problemas internos en su partido y la escisión de figuras relevantes, no le ayudaron. Su propuesta e impetuosidad en algunos momentos lo hicieron verse sobrado, sin la serenidad que requería para hacerle frente a un adversario que tenía amplia ventaja en las encuestas.
Equivocó el enfoque, porque se fue con todo contra el que todavía habitaba en Los Pinos, al punto de amenazarlo con meterlo a la cárcel, en vez de ocuparse del principal adversario. Ambos, PRI y PAN, desatendieron el objetivo y ellos mismos se debilitaron.
Sería error de Anaya seguir la tesitura virulenta, porque está visto que la sociedad no es partidaria de pleitos y menos en estos tiempos de pandemia. Tendría que replantear su oferta, no perder de vista que ya hubo dos sexenios panistas que no lograron la calidad de vida ofrecida.
Las circunstancias lo obligan a construir una oferta distinta. Para grandes males, grandes remedios. Su perfil, si es que le interesa volver a competir por la presidencia, tendría que ajustarse. Acercarse más a la gente, aterrizar sus propuestas, procurar un México justo, menos desigual. Hasta admitir que su partido ha desaprovechado oportunidades. Es la verdad, porque de otra manera no hubiera perdido el poder en solo 12 años.
No la tiene fácil. En el 2000 mucha gente creyó que había llegado el cambio y no llegó. Y que conste que se anunció la búsqueda de los mejores hombres y mujeres para gobernar el país.
Al ver que le habían fallado, la gente le dio una nueva oportunidad al PRI en el 2012. La desperdició. El pueblo tuvo sobrados motivos para hartarse y votar por otra opción política.
La pandemia le ha complicado la vida a todos los países, en su salud y economía, México no es la excepción. Es enorme el reto para quienes ahora gobiernan y también para los gobernados.
Por eso, si en vez de mejorar su oferta de 2018, Ricardo Anaya se concentra en el ataque, no sería el camino que lo lleve a sumar voluntades. Ya lo constató en la pasada elección.
Tampoco es un hecho que su partido lo vuelva a nominar como candidato presidencial. De cualquier manera, quiera o no quiera, estaría apuntado en la lista de aspirantes a considerar para el 2024.

Al margen de lo que resuelva el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) sobre si revierte o no la decisión del Instituto Nacional Electoral (INE) de negarle registro de partido a nuevas organizaciones políticas, es un hecho que la sociedad mexicana estaría interesada en alternativa distinta, pero no en las mismas caras.
Los que ahora buscan registro de partido, ya han participado en elecciones y hasta han tenido oportunidad de gobernar. El saldo no es favorable para ellos, por eso están fuera de la jugada.
Es una desgracia que no haya ni surjan grupos con otra propuesta y decididos a competir por el poder, más cerca de los reclamos de sociedad, congruentes, calificados, convencidos y eficaces para darle calidad de vida a los mexicanos, sin tanta violencia, sin inseguridad, con más salud y reparto de ingresos equitativo y justo. Son personajes ya vistos los que quieren regresar al ruedo. Está probado que no son opción.
Se supone que un partido político se forma para competir por el poder, no para vivir del financiamiento público y colgarse de alguna de las organizaciones principales para alcanzar posiciones. Así ha sucedido con partidos pequeños que todavía conservan su registro.
En caso de que el tribunal federal electoral le de la razón a la impugnación de alguna de las organizaciones aspirantes, en nada va a cambiar la correlación de fuerzas en México.
¿Dónde están las nuevas caras?
Por supuesto que en el país hay gente muy valiosa, preparada, que vive de su trabajo, que está atenta a los que sucede, critica o aprueba, va a las urnas cuando algún candidato o candidato le convence, nada más.
No hay iniciativa para integrar un movimiento con nuevos valores, prevalece el conformismo, la resignación. Seleccionar solo de lo que ha existido por muchos años, por décadas.
La novedad la dio Morena en el 2018, su dirigente ahora presidente de la República, creó un nuevo partido con la meta de llegar al poder y llegó. Seguro que nunca pasó por la cabeza del líder quedarse en la medianía y sobrevivir haciendo alianzas en el espectro político.
Quien ha querido despegar y no despega es Movimiento Ciudadano, con repuntes focalizados, en determinados puntos de la República, sin poder tener presencia en todos lados.
En síntesis, resuelva lo que resuelva el tribunal electoral, la vida partidista en México mantendría como principales fuerzas políticas a Morena, PAN y PRI, seguidos de Revolución Democrática, PT, Movimiento Ciudadano, Encuentro Social (próximamente Solidario) y Verde Ecologista.

Cuando se caía un alimento al piso, la expresión inmediata de la abuela era “tíralo, ya lo besó el diablo”. La orden era cumplida, iba al bote de la basura, lo que fuera, pan, fruta, tortilla o carne. Hoy, en tiempo de crisis, no aplica el dicho popular; lo que procede es limpiar, lavar, llevar la comida a la boca, deglutir. Enjuagar con agua y jabón sería suficiente para borrar el sello demoniaco.
Alguna vez en la política mexicana se utilizó la misma expresión, en voz del extinto líder priísta y veracruzano, Gustavo Carvajal Moreno, para descalificar al aspirante a candidato a gobernador o a cualquier cargo, si visitaba al ex presidente que hasta la fecha vive en San Jerónimo, en la Ciudad de México (CDMX), en busca de apoyo. Perdía la posibilidad de ser nominado por el partido hegemónico.
Al que vaya, lo besa el diablo, la advertencia del dirigente para quienes supusieran que todavía podía influir el personaje que había terminado su sexenio.
Hoy, cuando se aproximan las elecciones del 2021 (en juego 21 mil 368 cargos en México) está descartado el beso del diablo. Ni el mismo demonio va a exponerse al contagio. La esperanza para aspirantes es que llegue a tiempo la vacuna, antes de las nominaciones. Con tal de ganar la candidatura son capaces de buscar hasta el citado beso.
Un simple beso en las actuales circunstancias, puede ser fatal, al menos mientras no se venza al virus. Es la realidad de México y el mundo. Prohibido el contacto humano, que antes del 2020, era lo común, el beso en la mejilla entre personas del mismo o distinto género, los abrazos familiares, amigueros, políticos. Estrechar la mano, lo cotidiano.
Dentro de este contexto, resulta inadmisible que un juzgador se haya atrevido a considerar el beso en la mejilla como abuso sexual (habría que castigar a medio mundo). No hay precedente en la historia del poder judicial. Por fortuna y por justicia, la valoración del magistrado Miguel Ángel Aguilar López fue desestimada por el SéptimoTribunal Colegiado en materia penal de la CDMX. Quienes conocen la trayectoria respetable del magistrado, dan por hecho que alguien lo sorprendió y se aprovechó de su buena fe. Equívoco inducido, reparado por autoridad superior.
En la actualidad, el beso en la mejilla, por el riesgo de contagio, podría llegar a ser igual o peor que el beso del diablo, pero no hace más de ocho años, cuando no existía ni nadie imaginaba el arribo de la pandemia.
Como toda obra humana, la impartición de justicia es perfectible, por eso la propuesta que ha llevado el poder judicial al legislativo, para que en todo asunto prevalezca la verdad. Nada de torcer la ley para atender consignas. Las resoluciones en base a pruebas y no dichos falaces e insostenibles.
Está visto que “el beso del diablo” tiene distintas historias, hoy tiene el veneno del Coronavirus.

Si algún valor ha catapultado la carrera política de la periodista de profesión Rosa Icela Rodríguez Velázquez ha sido su lealtad. Para nadie es un secreto que se distingue por ser leal al actual presidente Andrés Manuel López Obrador. Valor desgastado y raro encontrarlo, sustituido o rebasado por la traición, el engaño, la mentira; por eso tanto pleito y división, en muchos ámbitos lo que prevalece es la desconfianza.
Rosa Icela ha combinado la lealtad con la discreción. Nunca ha buscado ni disputado reflectores. Hace lo que le indican, nada más. Lo suyo no es la ocurrencia ni cacarear logros.
Desde que ejercía el periodismo, egresada de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, se distinguía por su trabajo, por cumplir órdenes de su jefe inmediato en la redacción. Estuvo en los diarios El Universal, La Afición y La Jornada. También en Televisa Radio.
Seguro que pronto descubrió que su misión estaba en la administración pública, porque desde hace más de 20 años que ocupó su primer cargo, nunca se ha planteado el regreso a los medios. Ni siquiera utilizado tiempo para escribir artículos en páginas editoriales como lo hacen algunos funcionarios. Ella en lo suyo, en las diversas tareas asignadas.
Ha sido secretaria de Desarrollo Rural y secretaria de Desarrollo Social en gobiernos de la Ciudad de México. Directora General del Instituto para la Atención de los Adultos Mayores. También Coordinadora del Gabinete de Gobierno, Seguridad y Procuración de Justicia, entre otros puestos.
Colaboradora de los gobiernos en la Ciudad de México de Andrés Manuel López Obrador, Marcelo Ebrard y Miguel Ángel Mancera. Ahora es parte del equipo del presidente.
Está claro que la identificación laboral se dio con López Obrador. Ha sido su tutor en la política. Si algo le aprecia el presidente es la honestidad. Nadie la ha acusado, hasta ahora, de que se haya enriquecido o desviado recursos para fines distintos a los encomendados.
Por eso es que no debe sorprender que el presidente mismo decidiera nombrarla Coordinadora de Puertos y Marina Mercante, en un área que pareciera ajena al perfil de Rosa Icela.
La honestidad y la lealtad son los valores que la llevan a la nueva responsabilidad, ante el reto de cumplir en los términos que marca la ley y la petición del presidente para contribuir a terminar con la corrupción en ese espacio.
Ni duda cabe, por lo antes expuesto, que Rosa Icela es una periodista con enfoque político.

En México hay partidos políticos que se pelean hasta con el espejo; más que ocuparse en trabajar para conservar o recuperar el poder, se desgastan mirándose, buscan defectos en el compañero.
Morena, el partido mayoritario, parece empeñado en debilitarse y en cualquier momento puede romper el espejo. No ha sabido procesar la renovación de su dirigencia nacional. Ha convertido al Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) en su paño de lágrimas, ahí quiere resolver sus diferencias internas.
Todavía no puede ponerse de acuerdo sobre si la elección debe ser por consulta abierta a la población o solo a la militancia.
En el PRI, Alejandro Moreno Cárdenas, acostumbrado al viejo estilo de la política, que llevó a su partido a perder el poder, parece que el espejo ya le dijo que es el mejor líder y que como tal está en su derecho de modificar estatutos a su gusto y seleccionar candidatos “ideales” para las elecciones que se avecinan en 2021.
Los panistas, después del espejo que rompieron con la salida de Felipe Calderón y Margarita Zavala, se miran con más cautela, no quieren estrellar otro. Hay que esperar a ver qué hacen cuando tengan que seleccionar candidatos para el próximo año.
El PRD se quedó sin espejos.
PT, Verde y Encuentro Social esperan que el espejo les responda si deben seguir aliados con el mismo partido o buscar otra alianza.
Y Movimiento Ciudadano ya se enamoró de su propia imagen.

Vender un avión no es sencillo y menos cuando se trata del Boeing 787-800 con características especiales, remodelado, que no a cualquier comprador podría interesar.
Imposible que haya larga fila de clientes. De entrada, descartadas las líneas aéreas comerciales, porque sus necesidades son diferentes. Tendrían que reordenar el interior. El modelo comercial tiene capacidad para 184 pasajeros, el presidencial mexicano TP01, utilizado por Enrique Peña Nieto, solo cuenta con 80 lugares. Así que las empresas aéreas no lo van a comprar.
Hacerlo, significaría gastar más de lo que invertirían en uno nuevo. Además, los aviones, como las computadoras, teléfonos y otros aparatos digitales, pronto se modernizan, surgen modelos mejorados.
En el caso de los aviones, ya existen el Boeing 787-900 y el 787-10. El primero con 274 plazas y el segundo 338. Más ligeros, menos contaminantes, menos ruidosos, mejor iluminación interior y accesorios de alta tecnología para el viajero. Aeroméxico compró 10 del primero. El segundo, el más avanzado de los comerciales, hasta ahora, lo tienen KLM, Lufthansa y United Airlines.
Al principio, cuando se puso a la venta, parecía que el TP01 mexicano, que en el 2012 tenía un costo de 218 millones de dólares, se vendería de inmediato. Con oficina, sala de juntas, recamara, regadera, caminadora y capacidad de vuelo directo de México a Europa, sin detenerse a cargar combustible.
Como sucede con casi todo lo nuevo que deja de serlo, pierde valor con el paso del tiempo. Según el reporte oficial, el avalúo lo colocó en 130 millones de dólares. El precio iría en descenso de no ser adquirido en un plazo razonable. No aumentaría de valor aunque lo haya usado un presidente mexicano y menos si el gobierno de éste terminó desacreditado.
¿Es negocio comprarlo?
El adquirente tendría que ser genio de las finanzas y contar con mucho dinero para darle mejor uso, recuperar la inversión y obtener ganancias.
Hubo un ofertante mediático que habló de comprarlo, rentarlo y prestárselo al actual presidente. El mandatario mexicano no se subiría y seguramente tampoco habría clientela para pagar renta o alquiler de avión con esas características.
Los multimillonarios en dólares, de la nacionalidad que sean, difícilmente lo comprarían, porque tienen tanto dinero, que es muy probable ya cuenten con avión, y si planearan comprar otro, la lógica dice que optarían por uno nuevo. Tampoco hay adinerados coleccionistas de aviones, como algunos lo hacen con automóviles clásicos o antiguos.
En este contexto, complejo que se venda el TP01, salvo que alguien esté dispuesto a correr el riesgo de perder su dinero.

Nadie se escapa, cada partido trae su pleito interno, en unos más intenso que en otros; desgaste por intolerancia. Ninguna de las principales fuerzas políticas se salva.
Tiempo atrás, había partidos que se esmeraban, como decían, en lavar los trapos en casa. Cerraban filas para no exhibirse ni minar sus propias fuerzas. Discutían a puerta cerrada y la abrían cuando estaba el acuerdo.
Por muchos años funcionó de esa manera el PAN, hasta que los González Torres, Batiz, Madero y González Schmall sintieron que eran desplazados y, relegados principios originales de su partido; resolvieron quitarse la camiseta azul; rompimiento que no tuvo costos electorales. En contraste, la fragmentación abanderada por Felipe Calderón, lo debilitó en las elecciones de 2018. Todavía no ha conseguido consolidarse como segunda fuerza política nacional.
El PRI, en sus mejores tiempos, se caracterizó por la disciplina interna sujeta a la palabra del presidente de la República. La palabra del mandatario era la última, hay de aquel que se atrevía a objetarla, porque extinguía su carrera política. El criterio cambió a partir de que pierde el poder en el 2000, entonces procuraba el consenso. Su regreso en el 2012 supuso que había entendido la lección de la alternancia, pero no. Volvieron vicios acentuados, con las consecuencias que ya sabemos. En la actualidad, ha perdido identidad, presencia. Pecados del pasado lo han vuelto dócil ante el nuevo partido en el poder.
El PRD quedó mermado por contantes diferencias entre sus grupos internos o tribus, la batalla por cargos políticos. La salida de militantes hacia Morena por poco lo lleva a la extinción. Se quedó sin su bastión que era la Ciudad de México.
Morena es creación de Andrés Manuel López Obrador. Arrasó en el 2018. Una vez en la presidencia, decidió que la misma militancia se organizara y afianzara al partido. No lo ha conseguido. Yeidckol Polevnsky no pudo unir a sus compañeros, los pleitos se ahondaron por la renovación del liderazgo. El diputado Alfonso Ramírez Cuéllar desplazó transitoriamente a Yeidckol quien ha sido acusada de supuestos malos manejos de las prerrogativas. Alejandro Rojas Díaz Durán, suplente del senador Ricardo Monreal y aspirante a dirigente, tiene suspendido sus derechos políticos. El académico y promotor de la 4T, John Ackerman cree tener la autoridad para ordenar quitar a Monreal de la coordinación en el Senado, solo porque éste concedió una entrevista al periodista Loret de Mola. Lily Téllez abandonó a Morena para irse al PAN. Porfirio Muñoz Ledo no consigue que directivos sean distintos a personajes del pasado como habían ofrecido. Hoy, el enemigo de Morena es Morena y aún no logra culminar el proceso para renovar a su dirigencia.

De nuevo la libertad de expresión está en la mesa del análisis jurídico, en el terreno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN).
El ministro Arturo Zaldívar, en los casos que le ha tocado revisar, se ha significado por defender la libertad de expresión.
Así sucedió cuando la primera sala de la Corte revisó y resolvió el amparo directo 28/2010, en el que un columnista de revista había sido demandado por un periódico al que señaló de estar vinculado con el narco.
Por mayoría se consideró que en este caso tendría que prevalecer el debate abierto sobre temas de interés público.
Además, se estimó que la libertad de expresión protegía no solo la sustancia de la información y las ideas, sino también la forma o tono en que se expresaban.
Ganó la libertad de expresión y se liberó de cualquier culpa al columnista.
El pasado fin de semana se presentó el número nueve de la Revista del Centro de Estudios Constitucionales, en la que escriben varios expertos, entre ellos el ministro Zaldívar.
De su documentado texto hay que entresacar lo que escribe sobre libertad de expresión:
“La libertad de expresión es una piedra angular de toda sociedad democrática. En esa línea la Corte ha desarrollado una abundante doctrina, cuya finalidad ha sido clarificar los supuestos en los que una persona debe responder civil o penalmente por la difusión de sus expresiones. De manera particular, la doctrina constitucional ha protegido la actuación de los periodistas, cuya función resulta trascendental en un Estado constitucional. Por lo demás, su doctrina ha enfatizado que los funcionaros públicos deben tolerar mayores niveles de intromisión en sus derechos debido al carácter de sus funciones”.
Queda claro que el presidente de la Corte, Arturo Zaldívar, es abierto defensor de la libertad de expresión.

Hasta ahora ningún partido de oposición ha podido inquietar o amenazar la hegemonía que ejerce Morena desde que ganó la elección presidencial. Salvo Acción Nacional, los demás han preferido darle prioridad a los acuerdos y el consenso con el grupo en el poder.
Así que por ese lado, el Movimiento de Regeneración Nacional puede estar tranquilo. Sus adversarios parecen cómodos con el tamaño al que fueron reducidos en los pasados comicios. Si no están cómodos, no hacen nada por remontar o recuperar espacios perdidos.
Sin embargo, en un año, con su dirigente en funciones, Yeidckol Polevnsky, Morena no ha conseguido consolidarse y no termina por entender cómo debe comportarse el partido en el poder. Ha tomado el camino de la autodestrucción, la pelea interna por controlarlo.
Es tal el encono entre los grupos internos que hasta han desestimado la sugerencia del presidente Andrés Manuel López Obrador de llevar a cabo una encuesta para resolver quién debe ser el líder del partido. Pronto olvidaron que lo que ahora son y el poder que tienen, se lo deben cien por ciento al tabasqueño. Él los llevó al lugar que ocupan.
De otra manera, por su cuenta, jamás hubieran alcanzado los 30 millones de votos y ni imaginar la mayoría que disfrutan. Es lo que han perdido de vista en su ambición para posicionarse con miras al 2024. Quienes ahora trabajan como diputados, senadores, alcaldes y gobernadores, le deben el puesto a la campaña e imagen de López Obrador.
Yeidckol como secretaria general y presidenta en funciones, asumió la tarea de organizar y ordenar a su partido. En un año todavía no ha sido capaz ni de darle un nuevo edificio a sus compañeros, la sede nacional que de cabida a toda la estructura del partido.
Su aspiración a ser electa presidenta de Morena la ha convertido en juez y parte en la competencia interna. Es vista como adversaria y no como responsable de la consolidación.
La reciente decisión de llevar al Instituto Nacional Electoral (INE) el oficio para que en este año le descuenten a su partido el 70 por ciento del financiamiento, calentó más los ánimos, porque al parecer, consultó hacía arriba e ignoró a los de abajo, a la militancia.
Ahora, por ambiciones desmedidas, resulta que Morena tiene dos cabezas o dos dirigentes. La propia Yeidckol y el diputado Alfonso Ramírez Cuéllar quien fue designado presidente interino en Congreso Nacional, para realizar la elección pendiente. Yeidckol desconoció el Congreso y lo impugnó en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Morena se ha convertido en el principal enemigo de Morena.

Arturo Zárate Vite

 

 

Es licenciado en periodismo, egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, con mención honorífica. Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal. Más de dos décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político. Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio. Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Es autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.

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