Hay un punto que me ha llamado la atención de los medios en relación con la consulta realizada sobre el aeropuerto, que una docena de ellos o más haya mandado a sus reporteros a demostrar que se podía votar más de una vez con la misma credencial de elector.
La prioridad, al menos en una primera instancia, no era ver cuánta gente se formaba para votar sino la debilidad de la aplicación para evitar la duplicación del votante y en consecuencia exhibir que en esas condiciones habría que sospechar o dudar de la autenticidad del resultado.
Cada quien podrá sacar su propia conclusión, si fue correcto o no, ético o no, pero no ha sido lo usual. No recuerdo otro suceso de este tipo donde los medios hayan coincidido en poner a prueba las medidas tomadas por los organizadores, con la instrucción específica para los reporteros de tratar o votar más de una vez en las diferentes mesas receptoras.
Me hizo recordar algunos episodios del ejercicio periodístico. La ocasión en que participé en una reunión interparlamentaria México-Canadá. Al llegar a la sede canadiense los enviados recibimos la agenda completa de los legisladores, los actos a llevarse a cabo. Cada uno tenía el aviso de si era privado o con acceso para los reporteros.
Recuerdo perfectamente que uno de los actos privados se realizó con la puerta abierta del auditorio. Los periodistas en el mismo edificio, a 30 metros de dicho salón parlamentario. Cualquier informador hubiera podido ingresar si lo deseaba, nadie se lo iba a impedir.
Pregunté porqué estaba abierta la puerta si el acto era privado. La respuesta del personal canadiense fue que en su país, los periodistas, cuando saben que una actividad es privada, respetan ese carácter, las reglas del juego, la norma, el orden o como se le quiera llamar. Prevaleció el respeto de los visitantes.
En otra ocasión, recibí la orden del director, sin dar nombres, porque al final lo que cuenta para este caso es el hecho, de ir a la casa de campo de un ex servidor publico, con la finalidad de entrevistarlo, sin previa cita. Era un personaje que no se le localizaba por ningún lado, muy mencionado en los medios. Parecía rancho. El lugar estaba cercado. No había personal de seguridad a la vista. Analicé con el fotógrafo si saltábamos la cerca. Coincidimos en que no sería lo correcto, entraríamos a propiedad privada y seguramente violaríamos alguna ley. Resolvimos que no era el camino para entrevistar al personaje.
Tercer episodio. Llevaba a cabo una investigación, por los cauces institucionales, las herramientas que te da la ley de la transparencia. El director me llamó para pedirme que dejara ese asunto, “porque no vas a lograr nada y solo harás el ridículo”. Decidí seguir, obtuve la información, al medio no lo quedó otra que difundirla, por su valor y trascendencia nacional e internacional, pero nunca más me llamó el director para realizar tareas especiales.
Por eso, lo de mandar reporteros a poner a prueba la citada aplicación de la consulta y dejar en segundo término la afluencia de votantes, llama la atención. Que cada quien saque sus conclusiones.

Después del jonrón del 1 de julio (ganador de las elecciones), Andrés Manuel López Obrador no ha vuelto a dar batazo de vuelta entera. Algunos hits (gira de agradecimiento, integración de su gabinete) y dominado en rolas al cuadro o globos a los jardines. Uno que otro ponche, el más sonoro la designación de Manuel Bartlett en la dirección de la Comisión Federal de Electricidad.
No ha entrado en “slump”, su porcentaje de bateo sigue arriba de los .300 pero tampoco ha producido o remolcado carreras. Y ahora está en la cuenta de tres y dos, tres bolas y dos strikes con la consulta y encuesta sobre dónde hacer el nuevo aeropuerto. Sus adversarios dicen que huele a ponche (strikeout). Sus seguidores esperan al menos batazo entre dos, entre los jardineros izquierdo y central, para que pueda llegar hasta la segunda almohadilla, doble.
La afición en las tribunas está expectante, ansiosa de ver que se muevan los números en la pizarra, espera que responda a la hora buena, una vez que tome posesión el 1 de diciembre.
Para nadie es un secreto que Andrés Manuel López Obrador es aficionado al beisbol. Es su deporte favorito. Le gusta verlo y jugar. En Estados Unidos y en otras partes del planeta es llamado “rey de los deportes”. Incluso en el país vecino del norte se juega cada año la “serie mundial”, como si en esta competencia participara la mayoría de las naciones.
Desde niño en Tabasco ha jugado beisbol. Empezó en la tercera base, luego siguió como jardinero central y ahora prefiere la primera base, posición mucho más tranquila y que regularmente ocupa el cuarto bate o sea el bateador de mayor poder en el equipo.
Por lo menos en esta etapa, le ha bajado velocidad a su bate a la hora de tratar de hacer contacto con la pelota, no ha podido pegarle de lleno. Los hits han sido sencillos, a los jardines central y derecho, pláticas y acercamientos con grandes empresarios.
Abanicó bola alta cuando lo embarcaron con el anuncio de que el Papa Francisco participaría en los foros en materia de seguridad y ya vio pasar una bola que por poco le pega en el casco, por el envío de señas a las fuerzas armadas que algunos le dan una lectura ríspida.
El anotador oficial todavía no determina si fue hit o error el tuit que recomienda al periódico El Universal que recontrate a los reporteros “despedidos” por la información difundida sobre la salida del hospital del hijo menor de López Obrador. Lo que sí sumó a su porcentaje de bateo fue el reciente regreso a la radio comercial de la periodista Carmen Aristegui.
En la caja de bateo ha recibido algunos golpes, el más sonoro ha sido por la boda del próximo coordinador general de política y gobierno.
Como primera base no ha tenido problema para atrapar la pelota cuando revira el pitcher. Ha mantenido pegados a la inicial a líderes sindicales que quisieran robarse la segunda para colocarse en posición de anotar. También ha sabido abrir al máximo el compas de sus piernas y estirar el brazo para poner out  al magisterio disidente que quiere embasarse.
La verdad, el juego de beisbol político, formalmente todavía no empieza, la primera entrada se abre el 1 de diciembre.
Y no hay que olvidar que en el beisbol, lo saben los expertos y aficionados, para ganar, se juega con “el librito” en la mano.

En ocasión de las festividades de fin de año hoy te voy a contar la historia de un personaje emblemático de la llamada contracultura, ejemplo de perseverancia en las letras y en el ejercicio periodístico. Conoce a Jesús Ramírez Cuevas, actual vocero de la presidencia de la República. Han compartido batallas desde su trinchera, en la contracultura.
Aclara que no es su amigo, sino su cómplice de banderas a favor de la libertad social y en contra de la imposición. Espera que no se olvide del pensamiento compartido en foros y conferencias.

Se trata de Carlos Martínez Rentería, escritor irreverente que describe la contracultura como lo incorrecto, rebelde e incómodo.

Lo conozco desde que éramos jóvenes, incipientes en el periodismo y nunca en nuestra interlocución le he escuchado un insulto, ha sido educado y respetuoso.

Agradecido con el medio que le abrió las puertas, con El Universal, porque como reportero cultural, le permitió recorrer el mundo, ir a eventos en diversas partes del planeta, encontrarse con artistas, pintores y literatos famosos, con cantantes como Joaquín Sabina. Tener como jefe y amigo a Paco Ignacio Tabio I (QEPD) en ese diario, con el que comía cada tercer día, porque al entonces editor de la sección cultural, gourmet español que llegó exiliado a México, acostumbraba invitar a colaboradores y amigos a su casa.

Como periodista se hizo amigo del pintor José Luis Cuevas y del escritor Carlos Fuentes. Hizo llorar durante sus entrevistas al poeta Renato Leduc y al pintor oaxaqueño Rufino Tamayo. A Don Renato al ahondar en el invierno de la vida, cuando se aproximaba el final del que nadie está exento. A Tamayo, por la preguntas que le recordaron el cúmulo de pendientes como artista y persona, inalcanzables. El tiempo nunca será suficiente para nadie, para todo lo que imagina y planea hacer. 

Conoció también a Gabriel García Márquez y Juan Rulfo.

Periodista con suerte, solo una vez logró las ocho columnas del periódico citado, de la primera sección, la principal. Le tocó ser testigo prácticamente del inicio del incendio del palacio legislativo de San Lázaro, en mayo de 1989. Iba en taxi en horario nocturno, pasaba la medianoche, camino a su casa, sobre avenida Congreso de la Unión cuando vio fuego en el recinto parlamentario. Sin dudarlo, ordenó al taxista detenerse. Pagó y se bajó. Recuerda haberse topado con supuestos incendiarios, par de individuos con cara de haber cometido algo indebido y el comentario entre ellos: “¡vámonos, ya estuvo!”. Vio el crecimiento de las llamas, llegar a los bomberos para sofocar el siniestro. Buscó teléfono público para llamar a la redacción, nadie le contestó. Se concretó a recabar información y no perder detalle de lo que sucedía.

Al día siguiente recibió la instrucción de escribir la historia. La crónica de la conflagración, sin pensar que sería la nota de ocho columnas. La única vez que lo consiguió. Por práctica y costumbre, el periodismo cultural tiene su propia sección dentro de los diarios, aunque a veces hay episodios que ganan la primera plana de información general.

Nadie que lo conoce imaginaría que estudió la primaria en colegio de religiosas o monjas. Secundaria, preparatoria y la carrera de periodismo en instituciones privadas. La preparatoria en una escuela ubicada en las Lomas de Chapultepec. Entonces su padre era servidor público, jefe de prensa de la primera dama María Esther Zuno de Echeverría. Ganaba bien.

Su familia y el colegio católico lo hicieron cumplir con obligaciones religiosas. Iba a misa cada domingo, aprendió el catecismo para hacer su primera comunión. Se confesaba y comulgaba cada vez que iba a misa. Sus travesuras y pecados infantiles. Conserva la foto de la primera comunión. Disfruta verla. Le digo que me la preste para escanearla. La considera un tesoro. Rechaza la petición y ofrece escanearla, después enviarla al interesado por correo electrónico. Cumplió su palabra. Repaso su álbum de fotografías. Me detengo en la foto donde aparece vestido de diablo, personaje de la pastorela navideña. Sirve de pretexto para hacerle ver que de niño era un santo y ahora está convertido en un “diablo”.

Acota de inmediato: “diablo bueno, travieso y con sentido del humor”. 

Platicamos para saber más de su vida en su departamento de la colonia Roma de la ciudad de México, en un edificio que tiene el nombre de “San José”. Ahí vive con su hijo Emiliano y su perro “Chubaca”, pequeño peludo. Me consta que es buen padre y que tiene buen hijo. Los encontré con los preparativos para viajar a Guadalajara, a la Feria Internacional del Libro, invitado con motivo de los 30 años de su revista “Generación”. Para poder conversar sin distracciones, pidió a un vecino que llevara a pasear a su adorado canino.

Los dos primeros números de “Generación” fueron impresos en las rotativas del periódico en el que trabajó 11 años. El contenido no coincidía con la política editorial del medio, así que Carlos Martínez Rentería siguió por su cuenta.

Se convirtió en su propio jefe, con apuros para encontrar financiamiento. La mantiene con donaciones de diversos artistas, con obras que subasta o vende. No vive de la publicación. Para sufragar sus gastos personales y familiares, trabaja como promotor cultural o de la contracultura en la Pulquería Insurgentes. Ahí hay un espacio destinado para este propósito. Lo he visto desenvolverse. Tipo simpático y ocurrente. Antes de estudiar periodismo en la Carlos Septién García, aprendió actuación en el Instituto de Arte Escénico.

Carlos Martínez Rentería es un diablillo de la las letras, de la poesía y del periodismo, un personaje Para Contar.Diablo CMR

Sufrió poliomielitis y vive con esta enfermedad desde niño, la parálisis parcial lo hacía arrastrarse por el suelo. Aprendió a darle fuerza a su físico a través del arte marcial. Estudió periodismo.
A Juan Manuel Rentería lo conocí de adulto, cuando ya se desempeñaba como reportero del programa de noticias 24 Horas que conducía Jacobo Zabludovsky, en el canal estelar de Televisa.

Tenía la cobertura del Senado de la República y no recuerdo haberlo escuchado solicitar trato preferencial por su condición de persona con capacidad diferente. Actuaba como si no tuviera que apoyarse en muletas para desplazarse por los pasillos legislativos. Y entonces no era prioritario ni autoridad alguna se esmeraba en que los inmuebles públicos contaran con accesos especiales para estos casos.

Más de una vez lo vi aguantar largas esperas por una entrevista, recargado sobre sus muletas. Participaba en las ruedas de prensa. Se habría paso para estar cerca del legislador y hacer sus preguntas.

Siempre me pareció un buen reportero de la fuente política, sabía identificar cuál era la nota, lo principal.

Tenía como auxiliar a Santos Briz Fernández, jovencito que con el tiempo se convirtió en figura de la televisión, autor de las famosas “Mangas del Chaleco”. Santos adquirió experiencia al lado de Juan Manuel, al que ayudaba a cargar la grabadora y a sacar las versiones de lo dicho por el entrevistado.

Antes de leer la versión, Juan Manuel, ya había identificado los “inserts” o fragmentos del video que utilizaría para el armado de su nota. Competía por presentar o elaborar el mejor trabajo periodístico.

Daba su salida o nombre a cuadro para la televisión, buscaba la forma de cargar el micrófono con el logo de Televisa. Como cualquier otro reportero, estaba en el Senado de lunes a viernes. Pendiente de que no se le fuera a escapar la información importante.

Cuando platicábamos, se desenvolvía sin hacer sentir a los demás que era obligado darle un trato diferente por su condición física y muchos menos asumía una actitud para que alguien se compadeciera de su parálisis parcial.

Era de las figuras del equipo de reporteros de Jacobo Zabludovsky. Regularmente entraba su información al noticiario.

Cuando había viaje de trabajo, reuniones parlamentarias fuera de la ciudad de México, estaba puesto para participar y desplazarse para cumplir su misión como periodista.

Desconozco los detalles del problema legal y familiar que ahora enfrenta; sería imprudente hacer juicios, porque para ello, se requiere ser experto o abogado para adentrarse en el expediente.

Sin embargo, no tengo la menor duda de sus capacidades como reportero. Ya no trabaja para Televisa, pero hace entrevistas para la televisión en programas financiados por el empresario Víctor González Torres, mejor conocido como el Doctor Simi.

Ojalá que pronto su conflicto se resuelva y que organizaciones periodísticas puedan asesorarlo en la vía legal.

La expresión no es mía, sino de un personaje que toda su vida ha sido crítico de lo que juzga incorrecto o injusto, partidario y promotor de acciones que van y se hacen en beneficio de México y los mexicanos.

Cuando se la escuché, quise saber más, porqué esa descripción de la medida tomada por el gobierno para combatir el robo del combustible, para hacer frente al llamado “huachicoleo”.
Se trata del maestro y muralista Ariosto Otero, artista respetado por propios y extraños; por su pensamiento, crítico y progresista. Me senté a escucharlo. Le pedí ampliar su comentario, conocer en detalle el alcance de sus palabras, de su expresión ante lo que ocurre.
Hace una analogía con los felinos, con el tigre, con el jaguar, con el puma, que no se lanzan a perseguir su presa sin antes haber medido el terreno y haberse asegurado de que alcanzarán su objetivo. Primero analizan, sin hacer ruido, sin llamar la atención, observan. Una vez hecho los cálculos, empiezan la cacería.
Así describe, como un “zarpazo”, la acción contra el “huachicoleo”, contra la corrupción, contra el robo de combustibles, contra la impunidad, contra la delincuencia. Tenía que ser de esa manera, con el sigilo requerido, sin filtraciones previas, nada que espantara la presa.
Hay quien ha dicho que tenía que avisar a los gobernadores, enterar a más gente de lo que haría, realizar una reunión previa con los grupos relacionados o involucrados con el tema, para que entre todos coordinaran el reparto del combustible a las gasolineras.
Sin embargo, haber enterado a más gente, cuando se sabe de los recursos de la delincuencia para obtener información con oportunidad de lo que planea la autoridad y escapar o protegerse, lo más seguro es que hoy el “Huachicoleo” se estaría riendo y el gobierno en el ridículo.
Por el tamaño de la corrupción, tenía que darse el “zarpazo”, sorprender a la delincuencia, ubicar los ductos utilizados para robar el combustible, terminar con esa práctica, con ese daño a la nación, a la economía. De lo contrario, de haber anticipado la medida, los “huachicoleros”, dentro y fuera de la empresa Petróleos Mexicanos, hubieran tenido tiempo para desconectar sus mangueras, para ocultarlas y ver pasar una fallida embestida.
Es obvio y explicable que una vez sorprendido, ya en las garras del felino, para seguir con la analogía, el “huachicoleo” lance patadas, ruede, se jaloneé y se revuelque por el suelo, herido de muerte.
Pareciera que no se tomaron en cuenta los daños colaterales, la afectación temporal a consumidores e insuficiente abasto de combustible a todas las gasolineras, pero sería superficial suponer que no se consideraron los diferentes escenarios.
Para el maestro Ariosto el objetivo principal se ha cumplido, darle el “zarpazo al huachicoleo”.

Fue protagonista y heroína de la primera Transformación en México, la Independencia. Ya vamos para la cuarta, es lo que anticipa el próximo nuevo gobierno (la segunda, la Reforma, la tercera, la Revolución). Considerada la primera periodista mexicana. La única que hasta ahora ha tenido funerales de Estado y sus restos han recibido toda clase honores, desde ir a la Rotonda de las Personas Ilustres hasta la columna donde se posa el Ángel.
Su nombre tan largo como grande su participación en esa gesta histórica, como inmensa la Hacienda de San Francisco Ocotepec (a dos kilómetros de Apan, Hidalgo) que recibió para ser indemnizada por sus servicios al país. Antes, por la guerra, le habían quitado todo, por espiar para ayudar a los insurgentes, por financiar y proteger a los rebeldes. Su familia era adinerada en el virreinato. Y ella utilizó el dinero para luchar por sus ideales.
Se llamaba María de la Soledad Leona Camila de San Salvador, mejor conocida como Leona Vicario. El Congreso de la Unión le dio el título de Benemérita y DulcísimaMadre de la Patria  y, la Cámara de Diputados colocó su nombre con letras de oro en el muro de Honor del recinto legislativo. A los 18 años, huérfana de madre y padre. A los 20 años se casó con Andrés (coincidencia con el nombre de pila del próximo presidente de México) Quintana Roo. Ambos en la batalla por la libertad de México.
La descubrieron y fue a dar a la cárcel. Con el auxilio de sus aliados logró escapar. Nunca delató a los insurgentes, a pesar de los interrogatorios. Era parte de una red de mensajería que comunicaba a Hidalgo y Morelos. Pasó de la opulencia a la vida de sacrificio. La primera de tres hijas la tuvo en una cueva. Ahí dio a luz, para evitar volver a ser detenida.
“¿A quién le importa en este momento hablar de la Hacienda de Leona Vicario?” cuestionamiento que calló de tajo a quien pretendía que en reunión de amigos fuera tema de conversación. Cerró la boca. El de la voz interruptora se salía con la suya. Consideraba que no podía haber mejor tema que la integración del equipo de la siguiente administración federal.
Yo era testigo mudo de ese conversatorio. Y para mis adentros empecé a recordar que la hacienda tiene su historia. La conozco. Además, Doña Leona Vicario fue participante de la primera Transformación, la Independencia. Ahora se ha puesto de moda en México hablar de Transformaciones.
Recordé la majestuosidad de la Hacienda. Sus muros y pasillos. Salas y largos comedores. Los estantes semivacíos de la biblioteca, porque su dueño, Don Saúl Uribe Ahuja, decidió donarlos a la Universidad de Hidalgo. La cama intacta donde dormían la heroína y Andrés. Las habitaciones de las tres hijas eran contiguas y si alguna pretendía salir de la casa, forzosamente tenía que atravesar la recamara de sus progenitores. Cuidados y valores practicados hace más de dos siglos.
Construida en el llano de Apan, donde tuvo su mayor auge la siembra de maguey y la producción de pulque, donde no podía faltar una capilla en honor de San Francisco de Asís. Ahí está también, restaurada, el espacio que funcionó como oficina de Leona Vicario, antiguas máquinas de escribir, documentos con firmas de Porfirio Díaz y Francisco I. Madero. Obras pictóricas de la época. El clásico tocadiscos. El radio de bulbos.
Abierta a los turistas e investigadores. Hacienda de amplios jardines. Las vías del tren a 500 metros. Jesús es el nombre del joven historiador que está de base en el lugar para organizar y hacer el recorrido con los visitantes. Sabe de los detalles del pasado y de lo que se hace para mantener el inmueble. Admira y respeta al actual dueño de la Hacienda. La familia Uribe adquirió la hacienda a principios del siglo pasado.
Don Saúl Uribe Ahuja, abogado prestigiado, con 91 años de edad, con parálisis parcial, obligado a estar sentado en una silla de ruedas, con mente brillante, estudioso, lúcido, ordena el cuidado y mantenimiento de su patrimonio. Tiene el equipo humano para hacerlo. Y no se rinde.
Lo único que lamenta es tener que enfrentar un litigio por esa propiedad. Lo peor: es con seis de sus ocho hijos, que supusieron moriría después de una embolia. Sin su consentimiento, cuenta Don Saúl, se favorecieron con una irregular donación, que nunca firmó el dueño.
Caso que reclama justicia. Seguro que si viviera Doña Leona Vicario, ya hubiera reprendido a los abusones.
Por eso no es ocioso el tema, ni más ni menos importante que hablar del nuevo gobierno. La Hacienda de Doña Leona Vicario y la injusticia que sufre Don Saúl Uribe Ahuja, están relacionados con Transformaciones, respeto a valores y combate a la corrupción.

Después de tres meses, cuando por fin estaba lista su acta de nacimiento que había solicitado para trámites administrativos, descubrió que no traía en su bolsa cien pesos para adquirirla.
Hace ya un buen rato que las actas que los padres gestionaron para sus hijos, dejaron de tener vigencia. Ahora hay que obtenerlas digitalizadas, con nuevo formato y validez de solo tres meses.
Así que cada vez que se requiere el acta de nacimiento certificada para cumplir con requisitos oficiales, hay que pagar.
La historia que esta vez te cuento es inverosímil, salpicada por desatinos burocráticos y vicios que ni la modernidad de las nuevas tecnologías han podido erradicar, porque finalmente está de por medio la mano humana y el humano se puede equivocar, no es perfecto.
Cualquier servicio público debería ser de primera, es lo menos que se le debe dar al ciudadano. Desgraciadamente no es lo común. Y por si fuera poco, cuando se realiza el  trámite, hay empleados que dan la impresión de regodearse por el “favor” que le hacen al usuario.
Un trámite que tendría que ser sencillo, rápido y preciso, como la obtención de la copia certificada del acta de nacimiento, a veces no lo es. Se vuelve tortuoso y molesto. Le pasó a la señora Martha.
¿Y a quién le importa lo que le suceda a esta señora? ¿Cuál es la trascendencia? ¿Afecta al gobernante?.
Quienes están en el poder dirán que no, nada más que cuando esta irritación se repite y multiplica, perjudica a más de uno, las consecuencias se manifiestan el día de las elecciones. El voto de castigo es fulminante, no importa el color del partido que esté en el gobierno.
Resulta que Martha, originaria de Sonora, habitante de la ciudad de México, acude a la representación del estado norteño. ¿Se imaginan si tuviera que ir hasta Sonora por el acta, pagar transportación?
Lo primero que le dicen es que su original (manuscrita como se hacía antiguamente) tiene un error porque en la introducción del documento solo le pusieron el apellido paterno, aunque está implícito cual es el materno, están los nombres de los dos progenitores.
Por ese “error” le dicen que la digitalización, en su caso, no está completa. Existe la opción de enviar la petición por mensajería a Sonora para que se corrija, al departamento jurídico del registro civil. Acompañar la solicitud con copia de la credencial de elector, copia del acta original y la firma de dos testigos con las respectivas copias de la credencial de elector. Se supone, es lo que le dicen, que en 15 días quedaría todo arreglado.
No fue así. Después de seis vueltas a la representación sonorense, con oficina en uno de los edificios del Paseo de la Reforma, le informan que el problema ha sido solucionado. Ya en el nuevo formato aparecen los apellidos paterno y materno. Todo iba bien hasta que el empleado descubre que el número de la Clave Única de Registro de Población (CURP) estaba mal escrito. Se habían equivocado en Sonora al transcribirlo.
Dos semanas más de espera.
Cuando doña Martha decide ir de nuevo por su acta, llega a la oficina a la hora de la comida. Tiene que aguantar el reproche por ser inoportuna. Y esta vez no le dan el documento porque se le olvidó llevar los 100 pesos en efectivo para el pago. No aceptan tarjeta de crédito o débito.
Para terminar esta historia, te recuerdo que el partido que gobierna en dicho estado, perdió municipios, diputaciones y senadurías en las pasadas elecciones ante la ola morenista.

Cuando eres joven, te quieres comer el mundo. Todo te parece alcanzable. La entrega en el escenario es total, alto rendimiento, como si el organismo fuera carro nuevo, nada le falla. No es una competencia entre ellos, sino consigo mismo. La meta es la fama, ya van más allá de la mitad del camino.
La mayoría de los que cantan y actúan en el musical “Los 40” en el Foro Chapultepec de la Ciudad de México tiene hambre de ser. Es evidente. Los adultos como Gerardo González, con experiencia acumulada, se contagian del ímpetu que da la corta edad y la energía juvenil.
Todos, sin excepción, exhiben cualidades hasta donde el límite de sus fuerzas lo permite. Colectivo sincronizado. Cada uno cumple con el papel que le corresponde. Funciona el equipo.
La obra musical tiene historia hilvanada, coherente, que resalta valores y defectos humanos, la versatilidad sexual, emociones, sentimientos, el amor, la alegría, el encanto, la belleza, la fortaleza física, los afectos familiares, la fidelidad, la infidelidad, el humor y las consecuencias de llevar una vida sin freno.
Hay empatía entre la historia y las canciones, calidad musical de cantantes y músicos. Todo en su lugar, los bailes, la escenografía, las luces, el vestuario, las pelucas, cortes y peinados. “Los 40” es una obra probada que tiene su origen en España, basada en los éxitos de la cadena de radio “40 principales”, con libreto de Daniel Sánchez Arévalo.
Produce Faisy, dirige Ricardo Díaz y la coreografía es de Neisma Ávila. Los tres con perfiles sólidos, calificados en su especialidad.
Voy a citar a cada uno de los participantes en la obra, por su nombre, porque seguro, mañana, cualquiera de ellos, por sus ganas y méritos, llegará a la cima. Más vale que anotes su nombre, como un ejercicio para constatar en el tiempo, que cuando se quiere, se puede. Tener éxito profesional, fama y dinero. Ojalá todos lleguen, pero a veces se atraviesan obstáculos insalvables para algunos. Es la vida, unos llegaran primero y otros después.
Por lo pronto, es indiscutible que todos tienen madera y disposición para terminar de pulirla.
Digno de ver “Los 40”. Muy bien por la comunión y el esfuerzo colectivo de: Luis Javier Duhart, Fran Meric, Faisy, Regina Vallejo, Alberto Collado, Rubén Branco, Gerardo González, Melissa Galindo, Yanys González, Darren Portman, Jacko Prado, Scarlet Ramírez, Dita Edith Pérez, Ale Berrmejo, Paco Ortiz, Brian Mejía, Eduardo Noyola, Fergo, Ignacio Nass, Lupillo Martínez, Mayra Grissel y Jonathan Castillo.
La gente sale del teatro sonriente, contenta y motivada por la impetuosidad juvenil del musical “Los 40”.

María Filippini dice en su twitter: “siempre me pongo nerviosa” cada vez que está por subir al escenario. La verdad, su experiencia, calidad y profesionalismo borran pronto ese desasosiego.
Por el contrario, se ve como una actriz realizada, con voz educada y domina el guión de manera natural.
La vi actuar en la comedia romántica musical “¡Perro Ámame!”. Es una maestra, próxima a la tercera década como artista.
En otro musical, “Mentiras”, que ha sido exitoso por más de diez años, la valoré por primera vez. No sabía nada de ella. Por fortuna, para estos casos, tengo cerca a mi esposa. Identifica y conoce mucho más a los artistas, por su nombre e historia.
María es simpática y graciosa en su personaje de “Mentiras”. La escuché cantar como debe hacerlo quien quiere interpretar a las famosas de los ochentas en México. Le imprime su estilo.
Esmerada en su trabajo.
También tiene en su historial participaciones en obras como “Mamma mía”, “A ChorusLine”, “Mame” y “Si nosdejan”, Ha explorado el disco con “Sujétame”. Cantó en Valores Juvenilesy fue protagonista de la película “Lluviade Luna”.
Ha dado clases de actuación en la Escuela de Artes de la Universidad Anáhuac y en el 2011 recibió el Premio Nacional de la Mujer.
Artista empeñada en dar el cien como artista. Es versátil.
Ahora en “Perro Ámame”.No me costó trabajo ubicarla e identificarla. Graciosa, seria, apasionada y entusiasta en su personaje de mujer divorciada de 40 años, autora de un libro que describe de manera perruna la conducta de los hombres y termina por enamorarse de uno más joven que ella.
Su compañero Rykardo Hernández, impecable en su papel de galán y experto para interactuar con el público. Sencillo. Nada que criticarle a su voz a la hora de cantar. Sentidas y limpias interpretaciones.
Ambos con calificaciones aprobatorias, en una obra entretenida y divertida. Con un maestro del teclado que le sigue el juego a los actores. La escenografía no cambia pero es suficiente para el objetivo de la trama, un restaurante o cafetería donde se encuentra los dos personajes, a la luz de una vela.
Nadie sufre como espectador. Te ríes y mantienes todo el tiempo la atención en el escenario. Los oídos bien abiertos. Inquietud, sí, entre el público, cuando Rykardo empieza a interactuar con la gente, pero nada para alarmarse, es parte de la diversión de la obra.
Así que, María Filippini, no tienes ningún motivo para ponerte nerviosa. Has crecido en el escenario y tienes ganada la admiración del público. El aplauso.

Sergio está orgulloso de su camiseta. La defiende y la suda. La ve y la siente como parte del patrimonio de su familia. Lleva su nombre. La marca de la casa. Jamás pensaría en quitársela para ponerse la de sus competidores o adversarios como hacen políticos. Tampoco simularía o pretendería engañar a sus seguidores como sucede con futbolistas profesionales cuando no hacen el mayor esfuerzo en el campo de juego.
La camiseta solo se la quita para lavarla. Para nada le pasa por la cabeza renunciar a sus principios. No tiene ideología ni milita en partido alguno. Su filosofía particular es una mezcla de congruencia, lealtad y amistad. Congruente con lo que piensa y hace. Vive de su trabajo, el negocio de los helados que aprendió desde la infancia, al lado de su padre. Tiene una fórmula secreta que cuida como su mayor tesoro. No va a las exposiciones o ferias de la nieve para no correr el riesgo de que la competencia logre copiarla. Ese secreto quiere heredarlo a sus hijos, se dediquen o no a lo mismo.
Procura a sus clientes. Amigable con todo el que se le acerca. Invita nieves a uniformados. Entre sus compradores, hasta compadres tiene. Grita “¡Nieves!” para llamar la atención. También chifla. Sonido peculiar en dos tiempos, con alcance de varias cuadras.
Nieves apetecibles, deliciosas. Su éxito lo confirma. Más de 40 sabores, de leche y de agua, para todos los gustos.
Por largo tiempo consumí la de piñón, con piñones auténticos, no nada más el puro sabor. En la actualidad prefiero cereza, con cerezas auténticas. Ambas de primera. Precios según el tamaño del vaso, razonables. Debo decir que no le pide nada a las que se hacen en Coyoacán y Condesa.
Sergio López Navarrete, de 47 años de edad, trabaja en la colonia Nápoles de la Ciudad de México, no tiene un establecimiento formal. Vende en la calle, en la esquina de Nueva York y Arizona. Es parte del mercadillo que se instala cada domingo sobre Filadelfia. Ahí desde hace 30 años. Domingo tras domingo. En verano y en invierno. Todo el año. Sus ausencias por motivos de salud, festejos familiares y visitas al pueblo. Contadas.
Tres momentos, tres estampas de su ajetreo nevero. La que lo llena de gozo es cuando no tiene respiro entre despachar una y otra nieve. En la tapa de la barrica va el nombre de cada una. Rápido para servir y ágil en el cobro.
Otra imagen significativa. Cara de angustia. Al menos un mes, cuando sus barricas fueron levantadas por la camioneta delegacional. Había nueva cuota. No había opciones. Intentó resistir. Por fin recuperó sus recipientes de madera. Volvió a su habitual esquina. Desconozco el arreglo. Lo imagino. A trabajar,  como si nada hubiera pasado. De nuevo los clientes que extrañaban la delicia de la nieve cada domingo. La camiseta puesta.
Tercer momento, el día que llegó al sitio sin barricas, con cara desdibujada, cara de “muerto”, descompuesto por un impacto negativo, perjudicial. Le habían robado su camioneta Ranger 93. Nunca más la volvió a ver. La denuncia ante la autoridad solo fue cumplir el trámite administrativo. Ni modo de cargar al lomo 20 o más barricas. En  taxi tampoco caben. Surgió la solidaridad familiar. Una de las hermanas le presta su camioneta para ese propósito, exclusivamente. Recobró la sonrisa. Otra vez el chiflido, el grito de “¡Nieves!” para convocar a sus clientes.
A sudar la camiseta, la viste orgulloso.
No entra en sus planes ponerse una distinta, mucho menos la de quienes han sido adversarios, porque entonces confundiría a sus clientes, perdería confianza.
La lealtad de Sergio López Navarrete a la camiseta contrasta con lo que ocurre en política.

A César Yáñez Centeno Cabrera lo conozco desde que empezó su carrera política al lado del ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas, en la campaña presidencial de 1988, como parte del equipo de prensa del entonces candidato presidencial. La primera vez que el hijo del general Lázaro Cárdenas buscaba llegar a Los Pinos.
Decir “equipo” de comunicación sería un exceso, porque nada más lo integraban dos personas, Armando Machorro y César. Ambos hacían la cobertura de los actos de campaña. Por la forma en que se desempeñaban, el primero tenía la principal responsabilidad y estaba más cerca del ingeniero.
Había ocasiones en que los dos sumaban más que el número de representantes de medios de comunicación que hacían la cobertura. Siempre fue suficiente una camioneta para transportar a los periodistas. Eran dos unidades, la de Cuauhtémoc y la de los periodistas. Sobraban lugares en el vehículo destinado a los informadores, a pesar de que ahí mismo viajaban Armando y César.
Otros tiempos, la pluralidad no había llegado a los medios. Se contaban con los dedos de una mano los que daban espacios a la oposición. La mayoría no iba a las actividades de campaña. Cuando citaban al candidato, lo criticaban y trataban de minimizar sus actos. No existía la obligación de darle equidad a la presencia de candidatos en medios.
Cada medio aplicaba su propio criterio. Prácticamente no existía la campaña de Cuauhtémoc en medios electrónicos y muy escasa la información que difundían los escritos.
El Universal, periódico en el que laboré 18 años, se caracterizaba por la apertura. Recuerdo que fue el primero que abrió sus páginas a todas las corrientes políticas. Con la representación de este medio, seguí todo el tiempo la campaña de Cuauhtémoc Cárdenas.
César Yáñez se concretaba a realizar su trabajo, la tarea que le era asignada por Machorro. Discreto, parco. Sacaba o transcribía versiones de entrevistas que le hacían al ingeniero. A veces me parecía que participaba en misiones de logística o actividades no propias del contacto con la prensa.
Armando Machorro hacía las relaciones públicas con los periodistas, departía, ayudaba en lo que se ofrecía, intercambiaba impresiones y era el conducto cuando se requería entrevistar al ingeniero.
César Yáñez cumplía su papel, nunca observé un intento por desplazar o rebasar a Machorro en el trato con los periodistas. Se veía que entre ellos existía excelente comunicación.
Solo una vez registré alguna diferencia, cierto distanciamiento, que el propio ingeniero Cárdenas se encargó de resolver. Lo vi hablar con los dos, llamarles a atención y aclarar puntos.
La lealtad al ingeniero distinguió a Machorro y seguro que César Yáñez aprendió en ese tiempo la importancia de esta cualidad. Ayudar y hacer únicamente lo que diga el líder.
También la perseverancia, otro de los valores del ingeniero.
Por eso es que ahora vemos a César como sombra de Andrés Manuel López Obrador, su fiel colaborador desde la jefatura de gobierno en la Ciudad de México, hoy vocero de la campaña presidencial.

Arturo Zárate Vite

 

 

Es licenciado en periodismo, egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, con mención honorífica. Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal. Más de dos décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político. Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio. Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Es autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.

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