Lo que hoy te voy a contar es una historia que revela lo que llevó a que por única vez se entregara el Premio Nacional de Transparencia en México, otorgado por la Secretaría de la Función Pública, Instituto Federal Electoral (ahora INE), Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio, en el 2005.

Me consta de primera mano el episodio porque me tocó recibir ese premio, consistente en un diploma y una flor. Recuerdo que después de recibirlo, un amigo preguntó de inmediato por el monto económico. Le dije que cero pesos, cero centavos, nada metálico.

Bromeó:

-Con razón es premio de transparencia, es transparente, no se le ve ningún billete, ninguna moneda.

Era lo que menos me importaba, para mi lo significativo estaba en haberlo ganado y recibido de cinco instituciones, en reconocimiento a mi trabajo periodístico en materia de transparencia.

Se consiguió por el hecho de haber logrado transparentar el sueldo de los dirigentes de los partidos políticos nacionales.

No fue sencillo, me ocupó más de un año. Quería saber lo que percibían porque el dinero con que se les pagaba salía de los partidos y los partidos eran financiados, hasta la fecha, con recursos públicos.

Eché mano de la ley federal de trasparencia, me topé con varias negativas y hasta con la respuesta de que esa información no se tenía o no estaba disponible.

Llevé el caso hasta la sala superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.

Hubo directivos de mi propio medio de comunicación que dudaban de que fuera a obtener la información. Incluso no faltó quien pretendiera desalentarme con el argumento de que haría el ridículo y que por lo mismo dejaría en ridículo a la empresa. La verdad, nunca pensé en desistir.

Seguí hasta que el TEPJF resolvió que el entonces Instituto Federal Electoral tenía que entregarme la información, la que tuviera. Se emitió lo que se llama “tesis relevante” de dicho tribunal.

Una historia, que por su trascendencia, porque obligaba a los partidos a transparentarse, se incluyó en un informe de la Relatoría para la Libertad de Expresión de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Por su magnitud, por su importancia, por todo lo que representaba, por el esfuerzo realizado, fue lo que propuse al jurado calificador del Premio Nacional de Transparencia.

En el proceso de evaluación de ese jurado, no faltó quien pretendiera manipular el resultado, favorecer a determinada persona, que buscó ganar con el apoyo de relaciones e influencias.

Lo supe porque aun cuando no participó el Instituto Federal de Acceso a la Información Pública (IFAI), estaba al día de lo que se hacía y deliberaba el jurado. Un funcionario de la institución me llamó para decirme que mi trabajo era el mejor, pero

que había gente que presionaba para que el premio se le diera a otro. No me dio detalles de quien era ese otro ni de quienes presionaban.

Solo le comenté que era injusto, el colmo, que un premio de transparencia, se decidiera en lo oscurito, por intereses, por favoritismo.

Al final, gané, se impuso la justicia, la imparcialidad y la transparencia.

Desafortunadamente, las instituciones rompieron relaciones para ese propósito y nunca más volvieron a reunirse para otorgar el premio, solo tuvo una edición.

La planta que me dieron y que rebauticé como “transparencia” (tiene otro nombre), no ha dejado de florecer cada año, cada primavera.

De las 32 entidades con que cuenta México, sólo en 21 hay aspirantes a candidatos independientes a diputados federales. En total sólo son 56 aspirantes (www.ine.mx) que todavía no alcanzan la categoría de candidatos independientes, porque falta ver si cumplieron con todos los requisitos.

O sea, esa cifra raquítica de 56 aspirantes se puede reducir de manera sustancial, porque seguramente la mayoría de ellos se atoraría o frustraría en la obtención de firmas o apoyos de ciudadanos con credencial de elector, del distrito donde se quiere competir.

Hay participación de este tipo en apenas el 15 % de los 300 distritos que tiene el mapa electoral del país.

¿Y alguno de ellos es popular o conocido? ¿Sabes quién es? ¿Lo identificas? ¿Has visto alguna vez su cara? ¿Conoces su nombre?

Son preguntas que doy por hecho tienen una respuesta negativa. Supongo que por lo menos en su respectivo distrito son identificados por familiares, amigos y simpatizantes.

La mayoría están en el anonimato, leo y releo la lista de los 56 y el único personaje popular es Jesús Clouthier Carrillo, hijo del famoso ya extinto “Maquío” quien antes de morir en un accidente de carretera, fue candidato a la presidencia de la República por el PAN.

Jesús fue diputado por ese mismo partido pero hace varios años que se quitó la camiseta azul. Es a la vista el que tiene más posibilidades de alcanzar la etiqueta oficial de candidato independiente, aprobado por el INE, e incluso de ganar las elecciones en el distrito V de Sinaloa.

De ninguna manera digo que tiene en la bolsa el triunfo, porque le esperaría el tramo más espinoso, la competencia con los candidatos de los partidos, que por supuesto tienen mucho más ventajas, por la disposición de recursos y estructura partidista, con  representación en las casillas.

Pronto veremos, en la primera semana de abril, cuando informe el INE, cuántos de esos 56 van a la competencia del 7 de junio.

Les recuerdo que tenían un plazo de 60 días para realizar actos con el fin de recabar las firmas de su distrito, el 2 % de la lista nominal. Aunque depende del número de enlistados que haya en cada distrito, para dar una idea les diría que tenían que haber recabado alrededor de cinco mil firmas, con su respectiva copia de credencial de elector que corresponda a esa jurisdicción.

Además, no olvidar que deberán probar que por lo menos tienen el 1 % del listado nominal distrital en la mitad de las secciones. Suena técnico pero cada distrito se divide en secciones.

En otro tiempo les anticipé que ser candidato independiente era prácticamente una misión imposible, cumplir con 82 artículos de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales.

A estas alturas pienso lo mismo y el que nada más haya 56 aspirantes, confirma la dificultad.

La entidad que más aspirantes a candidatos independientes a diputados federales tiene es Veracruz con nueve, le sigue Sinaloa con ocho y con siete cada uno Baja California y Puebla.

¿Sabes cuántos aspirantes tiene el Distrito Federal? Dos.  ¿Y el estado de México? Uno. La mayoría con uno.

En Sonora, Baja California Sur, Yucatán, Colima, Guerrero, Durango, Tabasco, Campeche, Querétaro, Guanajuato y Coahuila no hay ningún aspirante.

Artistas y deportistas, que son mucho más populares y con más posibilidades de sumar simpatizantes, han preferido la nominación de un partido al sueño de una candidatura independiente.

Les voy a contar la etapa de Virgilio Andrade en el entonces Instituto Federal Electoral (IFE), ahora Instituto Nacional Electoral (INE). Fui testigo de su actuación. Me consta lo que hizo y no hizo como consejero electoral. Por razones profesionales, entonces tenía la cobertura de dicho organismo para El Universal, fueron frecuentes los encuentros, pláticas y entrevistas con el actual secretario de la Función Pública.

Desde entonces no era ningún secreto que había  estado cerca del PRI, fue en 1994 representante suplente ante el Consejo General del instituto electoral, por lo que a muchos les parecía lógico que en su desempeño se convirtiera en un defensor de las posiciones priístas.

Debo decir que a pesar de esas ligas, todo el tiempo se comportó como un consejero institucional, al servicio del organismo y en cumplimiento de la ley. No recuerdo que alguien de la oposición, durante su ejercicio, lo haya acusado de haber actuado a favor del PRI.

Virgilio, en lo individual, tuvo una conducta imparcial, fue el consejero que más dominio demostró de la ley en la materia. Era de los más participativos en las sesiones del Consejo. Iba a todas y muchas veces no por gusto, sino por su capacidad jurídica. Su compañeros preferían que él expusiera y argumentara en las discusiones públicas.

Coordinado en sus planteamientos, aunque en ocasiones resultaba reiterativo y excesivo al punto de enredar sus intervenciones y hacerlas menos comprensibles, quizás por saber demasiado de los asuntos que abordaba, por no cerrar su discurso una vez lograda la concreción.

Me tocó verlo en su oficina valorar y revalorar los textos, consultar con sus compañeros, con expertos, estudiar la legislación. Meticuloso.

Sin embargo, por ese explicable afán de proponerlo como polemista para casi todas las batallas  legales y por la disposición de Virgilio para colaborar, llegó un momento en que dio vida a lo que llamó la “teoría de la fugacidad”. Resulta que el ex presidente español José María Aznar metió sus narices en un acto proselitista de Acción Nacional. En un viaje que tuvo una estancia de horas en México, pareció haber venido solo con el claro propósito de apoyar a los panistas, identificado como militante de la derecha en España.

Violó la ley, no había duda y ameritaba una sanción. No se la aplicaron porque el infractor estuvo muy poco tiempo en México y cuando actuó el IFE, Aznar ya estaba comiendo tapas en Madrid. De ahí el recurso de Virgilio, su argumento de la “fugacidad”. Se les fugó el entrometido, cuando pensaron en reprenderlo, ya no estaba en nuestro país y no hubo castigo para el español. Ese fue el pecado mayor que tuvo Virgilio Andrade en lo individual, como consejero.

Como parte del colectivo, como integrante del Consejo, solidario con sus compañeros, encabezados por el consejero presidente Luis Carlos Ugalde, se sumó a la tolerancia del IFE ante las intromisiones electorales del entonces presidente Vicente Fox quien hizo campaña a favor del PAN. Al instituto le faltó vigor para frenar el ímpetu foxista y un llamado conjunto a que no lo hiciera, fue insuficiente.

Hay que reconocer que fue favorable el saldo de Virgilio Andrade como consejero. Se distinguió por el cumplimiento de la ley. Institucional. Nunca se exhibió como pro priísta.

Por lo tanto, ahora que está al frente de la Secretaría de la Función Pública, de por hecho que no hará nada que vaya más allá de lo que establece la ley.

Es la oportunidad para los partidos políticos, la ocasión para lavarse la cara, recuperar parte de la imagen que han perdido por su propia actuación y la de sus gobiernos. Para nadie es un secreto el descrédito que se han ganado entre la sociedad, a tal grado que cada vez que se llega a una elección federal se vuelve más complicado para los ciudadanos elegir al que le darán su voto.

Saben los mismos partidos que debido a su desempeño, hay mucha gente que ve como un derroche el uso de recursos públicos para su funcionamiento. Cierto que juegan un papel en el sistema democrático, que es lo que le ha permitido a México la alternancia y el ascenso al poder por la vía pacífica, sin embargo, han dilapidado su credibilidad.

Por ello, ante el anuncio hecho por Luis Videgaray, secretario de Hacienda, de que se recortará el gasto en 124 mil millones de pesos, el 0.7 del Producto Interno Bruto (PIB), consecuencia de la estrepitosa caída del precio del petróleo y la inestabilidad de economías en el mundo, el momento es oportuno para la reflexión de los partidos políticos.

Además, sin duda, vienen más sobresaltos por la posición que ha asumido el nuevo gobierno de Grecia. Los dueños del dinero, grandes capitales en el mundo y organismos financieros internacionales acostumbrados a imponer sus condiciones para que se sigan enriqueciendo los mismos sin importar que cada vez sea más grande la masa de pobres, se han irritado por los criterios y acciones que han tomado los griegos. Grecia no quiere que el costo de la crisis, la impuesta austeridad, aplique otra vez para los que menos tienen. La filosofía de los griegos de nuestro siglo puede darle un nuevo giro a los valores en el mundo.

También no hay que perder de vista el comportamiento de la sociedad española, que ya se hartó de partidos y gobiernos que no encuentran formas que de verdad mejoren la calidad de vida de los gobernados. Por eso el crecimiento de una nueva organización denominada Podemos, vinculada a ciudadanos ansiosos de una opción distinta.

En México la sociedad tampoco está de plácemes, hay decepción por la acentuada inequidad en el reparto de la riqueza, por la impunidad, la corrupción, inseguridad y crisis.

Y todavía hay partidos que creen o quieren creer que la gente, en tiempo de elecciones, se traga sus spots o propaganda de que el mundo feliz está cada vez más cerca.

De promesas ya se indigestó la sociedad.

Si hay recorte presupuestal, pues que también los partidos hagan su recorte. ¿En qué van a recortar su gasto? Es hora de empezar a recomponer su imagen. Sería ideal que su recorte, el dinero que decidieran no gastar fuera destinado a una obra que beneficiara de manera directa a la sociedad.

¿Qué les parece para un nuevo y moderno hospital infantil en Cuajimalpa?, por poner un ejemplo.

Para este 2015 se entregará a los 10 partidos nacionales 5 mil 355 millones de pesos por concepto de financiamiento público. ¿Por qué no le dan un pellizco a esa bolsa y le devuelven una parte, etiquetada,  a la Secretaría Hacienda, para que lleve a cabo una obra de beneficio social?

Cuando un equipo que está en la segunda división de futbol, asciende a primera, es obligado que se refuerce con figuras que tengan experiencia en el máximo nivel mexicano o en el extranjero.

Mantenerse con el mismo equipo, solo con los jugadores que tuvieron una destacada actuación para llegar a la liga mayor, tiene sus riesgos. Es aventurado suponer que todos ellos van a dar el estirón y van a estar a la altura de la nueva competencia. Algunos lo conseguirán, otros se quedarán en la medianía; en esas condiciones se estará en desventaja ante rivales que tienen años de jugar en el principal circuito, con más colmillo y maña.

Peor si con el mismo equipo se hacen planes para conquistar el campeonato de la primera división, porque en el corto o mediano plazo se va a estrellar, perderá con los grandes. Si tiene suerte y le favorece el calendario de juegos, enfrentaría en las jornadas iniciales a quienes se caracterizan por ocupar lugares de la media tabla de posiciones para abajo. A estos los puede sorprender, empatarles o hasta ganarles, aunque sea por la mínima diferencia.

Hasta ahora, en el futbol mexicano lo usual es que el equipo que asciende, busque refuerzos, que no serían las estrellas del momento porque tampoco tendría el dinero para contratarlas, pero sí con el empuje para hacer un papel decoroso en la primera temporada.

Xolos de Tijuana es un caso reciente. A cinco años de su fundación en la segunda división y a 18 meses de haber llegado a la primera, logró su primer campeonato de liga. Hubo planeación, un buen entrenador, los refuerzos necesarios y un empresario con dinero.

Les cuento esta historia del salto de la segunda a la primera, porque en la política también se dan esos ascensos. Es precisamente lo que sucedió con el equipo mexiquense. Estaba en la segunda (en el gobierno estatal) y llegó a la primera (gobierno federal).

Nada más que el equipo no se reforzó y prácticamente empezó a jugar con el mismo cuadro que le funcionó en el estado de México. No todos han estado a la altura e hicieron falta los refuerzos. Faltó gente de más experiencia y capacidad política. El resultado hasta ahora no ha sido el esperado. Todavía se está a tiempo de apuntalar posiciones. Podría ser un error traerlos de la cantera mexiquense cuando el país necesita jugadores hechos, experimentados.

Pareciera esta analogía fuera de lugar, pero no. Ya todos saben que Cuauhtémoc Blanco fue registrado como precandidato para la alcaldía de Cuernavaca. Ha sido y es una estrella del balompié. Es popular, lo quiere la gente. Sin embargo, su sabiduría y experiencia deportiva no es suficiente para triunfar en la política, también necesita de un buen equipo, refuerzos, políticos de carrera.

Si el cree que con su fama y simpatía bastan para ganar las elecciones, puede llevarse una sorpresa.

En estos tiempos, ni en la política ni el futbol funciona la improvisación para tener éxito, se requiere equilibrio en el equipo, la combinación de la experiencia con el dominio de la teoría.

En México hay 68 millones 875 mil 997 ciudadanos que no militan en ningún partido político.

Para contarles esta historia cerraré la cifra a 69 millones, gente que está inscrita en el padrón electoral, que determina quien gana y quien pierde en las elecciones. No digo que todos voten pero en ese grupo está la mayoría de los electores.

Son los que inclinan la balanza a favor o en contra de los candidatos, son los que llevaron al país a la alternancia y los que le regresaron al PRI la presidencia de la República. Se convencieron de que el PAN nunca supo gobernar y volvieron a darle la oportunidad a los priístas.

Vienen las elecciones de junio y a nivel federal la disputa es por el control de la Cámara de Diputados, 300 diputados de mayoría y 200 de representación proporcional. Nueve gubernaturas, 993 presidencias municipales, 16 delegaciones y 641 diputaciones locales.

La cifra de los 69 millones de ciudadanos sale de restarle al padrón el número de afiliados que tiene cada partido.

Hasta la fecha el padrón tiene 87 millones 172 mil 586 y los partidos suman 18 millones 296 mil 589 afiliados. Sólo el 20 % de los ciudadanos en nuestros país milita en un partido.

El PRI tiene 7 millones 916 mil 282 militantes, el PRD 5 millones 432 mil 84 (hasta antes de sus escándalos y renuncias), PVEM 947 mil 346, PT 892 mil 756, Movimiento Ciudadano 795 mil 281, Nueva Alianza 639 mil 174, Morena 620 mil, PAN 473 mil 703 (cada vez son menos los interesados en afiliarse al panismo), Encuentro Social 308 mil 997 y Frente Humanista 270 mil 966. (Cifras entregadas por los partidos al Instituto Nacional Electoral).

De  ninguna manera ese 80 % o los 69 millones están fuera de la competencia. Son los que se esperan a conocer candidatos y se dan tiempo para evaluar a los partidos gobernantes.

Muchos recurrieron en el 2000 a lo que se llamó el voto útil con tal de darle el triunfo al PAN, pero pronto se arrepintieron. Otros han optado por anularlo, pero también se han arrepentido porque se han dado cuenta que no han conseguido nada con esa acción.

Ahora se habla del voto de castigo, que aplica para el partido que no le ha cumplido a la sociedad.

¿A quién van a castigar y a quien le van a dar el voto?

Hoy más que nunca esa tarea se ha complicado, porque lo fácil es concluir que el gobierno en turno ha fallado. El problema es que el desempeño de la oposición ha sido igual o peor.

¿Por quién votar?

Es una interrogante que no tiene una respuesta inmediata, reflexionas, haces un análisis, te tomas una hora, varios días, un mes, más tiempo y resulta que no encuentras la respuesta.

Con los escándalos, con las crisis, con el deterioro de la vida, las opciones se han reducido para quienes no militan en ningún partido ni simpatizan con ninguno. Los partidos de oposición han minado su oferta, la izquierda y la derecha, están más ocupados en su pleitos internos. El partido en el poder pasa apuros para conseguir remontar  la inseguridad, garantizar la justicia, vencer la impunidad y apuntalar la economía.

Seguro hay muchos indecisos entre los 69 millones de ciudadanos que no militan en ningún partido. Conocer el perfil de los candidatos les ayudará a decidir a quien le dan su voto.

Esperaba una llamada familiar, la tía que olvidó pagar el recibo de luz de su casa y la eficiencia de la Comisión Federal de Electricidad para cortarle el servicio de inmediato. Cerca de las ocho de la noche del jueves nueve de enero de 2015, ya había llegado al aeropuerto internacional de la ciudad de México procedente de Guadalajara. Sonó el teléfono. De inmediato supuse que era ella, tomé el auricular. Me quedé sin habla, era una voz grabada y masculina, engolada.

Un mensaje electoral en año de elecciones.

No daba crédito, apenas en fecha reciente había tramitado el cambio del número de teléfono de mi domicilio.

Me concreté a escuchar.

De entrada el anuncio de que se trataba de una encuesta patrocinada por Andrés Manuel López Obrador y su partido Morena. Después la pregunta de porqué partido vas a votar. Enseguida las opciones: teclear 1 si es por el PRI, 2 si es por el PAN, 3 si es por el PRD, 4 si es por Morena y 5 si es por otro. Unos segundos para tomar la decisión y luego la despedida con un seco “gracias”.

Debo admitir que me impactó la llamada, no por el tema sino por lo inesperada y el misterio de su origen.

Se agolparon las preguntas en mi cabeza.

La primera que entresaque:

¿Quién les dio mi número de teléfono?

Otras:

¿Cómo le hicieron para localizarlo? ¿Lo descubrieron aleatoriamente? ¿Volvieron a sustraer información de la autoridad electoral? Recordé que al INE no le he dado mi nuevo número.

Entonces, ¿de dónde?

Optimista le comenté a mi joven hijo que conocería el origen de la llamada en el próximo recibo de la empresa de Carlos Slim. En segundos me ubicó en la realidad al decirme que eso no sucedería porque lo más seguro es que fuera un número privado. Recordé que así ha sido en otros casos de los que me he enterado, de vecinos y amigos. Son llamadas que no dejan huella.

Más preguntas:

¿Quién hizo la llamada viola la ley electoral? ¿Puede ser creíble que hayan sido AMLO y su Morena? ¿Sería capaz López Obrador de hacer una encuesta de ese tipo y dar su nombre? ¿Sería un adversario del político tabasqueño con la intención de inculparlo y desacreditarlo? o ¿una empresa encuestadora privada con fines y patrocinios oscuros?

Cero respuestas, otro acto impune, un anticipo de lo que viene, las campañas sucias de las elecciones. Es apenas una pequeña muestra, porque ante tantos escándalos e incongruencias partidistas, da por hecho que en los videos o spots (tan solo siete millones de impactos o repeticiones en los 40 días que dura la precampaña) van a exhibir sus miserias.

La verdad, su exhibición es innecesaria, la sociedad ya los conoce.

Por lo pronto, a manera de protesta y rechazo, les digo que no oprimí ninguna tecla, así que conmigo perdieron el tiempo.

Hay quienes no toleran ni la mención de su nombre, mucho menos sus actividades políticas. Nunca lo han tragado, ni cuando era priísta. Siempre les ha parecido falso y populista. Es un personaje que ya ha sido dos veces candidato a la presidencia de la República y va por la tercera nominación.

¿Y cuál va a ser el camino del tabasqueño para llegar a su tercera competencia en el 2018?

Por lo pronto tiene su propio partido. Se desprendió a tiempo del perredismo, aunque esto no lo exime de errores y complicidades en esa agrupación. Carga con parte de las culpas porque no solo fue candidato de los amarillos sino también su dirigente nacional.

Ha sabido vivir de la política, fue líder del PRI en Tabasco y, a pesar de ser oriundo de este estado, encontró la forma de competir y ganar el gobierno del Distrito Federal.

Tiene un voto duro envidiable, su seguidores le creen todo lo que dice y hace, lo adoran y veneran. Su relación o supuesta amistad con el ex alcalde de Iguala se le resbaló como si fuera agua. Negó cualquier afinidad con José Luis Abarca. Los suyos, los morenos, los militantes de Morena, le aceptaron sin pestañear su versión. Para ellos no ha y más verdad que la del tabasqueño.

Cuando se enfermó del corazón y tuvo que ir con urgencia a uno de los hospitales más costosos de México, tampoco le reprocharon su preferencia por una institución privada. Un hospital al que la mayoría de su partidarios nunca podrá acudir, por lo caro.

¿Se acuerdan cuando era jefe de gobierno en la ciudad de México y presumía transportarse en un modesto Tsuru? El que ahora lo haga en camioneta tampoco molesta a sus simpatizantes. Defienden su derecho a vivir como viven a los que critica en sus discursos.

Por supuesto, Obrador tiene derecho, nada más que ese mismo derecho está muy lejos de ser alcanzado por los que lo siguen. Sin pretender ser irónico, doy por hecho que busca que todos los suyos vivan igual, mejor o que por lo menos tengan satisfechas sus necesidades básicas.

De cualquier manera, a él, los suyos, su grupo, sus militantes, le perdonan y aplauden lo que haga y diga. Eso es voto duro. Ganado con su carisma, con su mesianismo político. La fe y confianza de su gente, resistente a cualquier ácido o imputación de los adversarios.

Supo sacarle provecho a su desafuero como jefe de gobierno capitalino por desatender un mandato judicial y del cierre de Paseo de Reforma en protesta por el resultado de las elecciones en 2006 cada vez se acuerdan menos quienes sufrieron el bloqueo.

A estas alturas es obvio que su camino hacia el proceso electoral de 2018 está trazado por él mismo. Supo construir a su partido y no es disparatado decir que tiene la fuerza para posicionar a Morena en las elecciones del 2015 como la tercera fuerza política del país.

Bueno, aún no compite su nuevo partido electoralmente y ya tiene grupo parlamentario en la Cámara de Diputados, como para entrenar y prepararle el terreno legislativo.

De por bueno que Obrador tiene entre sus planes llegar a esa cámara. ¿Se lo imagina como coordinador del grupo parlamentario de Morena en la próxima legislatura? Trinchera ideal para avanzar en sus aspiraciones, foro propicio para fortalecer su presencia nacional.

Si se convierte en diputado, que se preocupen quienes también tienen la mira en la elección presidencial del 2018.

Pretender impedir la realización del proceso electoral en el estado Guerrero es un error.  Se equivocan quienes condicionan las elecciones a la presentación de los normalistas desaparecidos. Seguro que la idea no tiene su origen en los familiares de las víctimas, porque lo que estos quieren es justicia, el retorno de sus hijos en primer lugar o castigo para quienes hayan agredido y asesinado a los jóvenes, si es el caso.

En vez de plantear impedir que se lleve a cabo el proceso, lo que más conviene es que se haga, es la oportunidad para que ese pueblo que sufre el horror de la violencia, el abuso de la delincuencia, la complacencia de autoridades, elija a diputados, alcaldes y gobernador que de verdad se preocupen, resuelvan sus necesidades y contribuyan a saciar su sed de justicia.

Nadie mejor que ese pueblo sufrido para saber quienes son los mejores candidatos, los más calificados y honestos, nadie mejor que ese pueblo para vetar a políticos que hasta ahora se ha esmerado más por atender sus intereses personales que por los de la mayoría.

La lección ha sido dolorosa por no participar en los comicios, por dejar hacer y dejar pasar, se permitió que José Luis Abarca se convirtiera en alcalde de Iguala. Trágica ha sido la consecuencia.

Si el clamor de justicia de Ayotzinapa se ha escuchado en el mundo, se ha logrado movilizar a la comunidad nacional e internacional, entonces, con esa capacidad de convocatoria nada evitaría que el pueblo eligiera autoridades con antecedentes irreprochables.

Es la oportunidad para señalarle a los partidos quienes deben ser los candidatos y votar por aquel que los postule. El voto de castigo para aquellos que insistan en perfiles oscuros o tomen decisiones cupulares, como siempre, para favorecer a grupos y amigos.

Cierto que también la ley electoral señala el camino de las candidaturas independientes para buscar llegar a cargos de representación popular, pero se establecieron tantos requisitos y candados que en los hechos sería una hazaña darles cumplimiento. Explicable esa complejidad porque esas normas fueron elaboradas por legisladores que representan a los partidos y los partidos por lo visto quieren a perpetuidad el monopolio electoral.

Sin embargo, ante hechos de sangre y corrupción que en estos tiempos son inocultables, porque ahora la forma de comunicar se amplió con las redes sociales y dejó de ser exclusiva de los medios tradicionales, los partidos tendrán que rectificar su conducta.

Los próximos candidatos están obligados a tener un expediente transparente para que la sociedad los pueda calificar.

Por todo lo anterior les digo que es más conveniente para los guerrerenses que haya elecciones, es la oportunidad para elegir a los mejores y tener autoridades que hagan valer su derechos.

El voto es lo que decide una elección y sin duda los guerrerenses pueden cambiar la correlación de fuerzas en su estado.

La “izquierda” huele al viejo PRI. Los dos personajes de la “izquierda mexicana” de más peso político y reconocimiento, el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y Andrés Manuel López Obrador, tienen esa raíz.

El primero fue gobernador de Michoacán con las siglas del PRI e hijo de un presidente de la República que surgió de las filas revolucionarias; el segundo fue dirigente estatal del PRI en Tabasco. Los dos se han venido ostentando como promotores del progreso y cambio.

Al que conozco bien es al ingeniero y la verdad siempre lo he visto como un político práctico. En1988 muchos lo consideraron triunfador de las elecciones presidenciales pero no se atrevió a defender con lo que fuera necesario la votación a su favor. Optó por la moderación, por la prudencia, no llevar a sus seguidores a una lucha fratricida y suicida.

En 1997 ganó el gobierno del Distrito Federal y desde entonces el PRD ha mantenido la hegemonía en la ciudad de México.

Obrador fue dos veces candidato presidencial por este partido;  abandonó las siglas amarillas para crear Morena, obtener su registro oficial  en el INE y preparar su tercera candidatura presidencial.

Cárdenas y Obrador lo han dirigido, conocen sus intestinos, a sus grupos o tribus  y de lo que son capaces. Quizás por eso el ingeniero puso como condición la unidad a su posibilidad de volver a encabezar a los perredistas. Obrador prefirió abandonar esa nave.

Otra dirigente perredista, Rosario Robles, también decidió marcharse y ahora combate la pobreza desde un gobierno de extracción priísta.

Porfirio Muñoz Ledo encabezó primero al PRI y después al PRD.

Marcelo Ebrard, ex jefe de gobierno en el Distrito Federal, también se formó en PRI;  aspiró sin éxito a la presidencia del sol azteca.

Jesús Ortega, Jesús Zambrano y Carlos Navarrete (actual dirigente) quienes ahora tienen el control de su partido a través del grupo denominado los “chuchos”, por el nombre de pila de los dos primeros, no se formaron en el PRI pero han apoyado acuerdos y alianzas, por eso el Pacto por México y la aceptación de la reforma fiscal. En la incorporación a sus filas de Ángel Aguirre Rivero no repararon en sus antecedentes y tampoco les importó que decidiera cambiar de camiseta solo por conseguir una posición política, dejar la tricolor por la amarilla. A las dos partes los identificó sólo ganar la silla estatal, omitieron convicciones y trayectorias.

Además, hay que recordar que Ortega y Navarrete llegaron a militar en el Partido Socialista de los Trabajadores de Rafael Aguilar Talamantes, del que se sospechó servía o era satélite del Revolucionario Institucional.

Zambrano tiene un pasado guerrillero que a punto estuvo de costarle la vida, fue preso político y también fundador del PRD. Se puede decir que surgió de la “extrema izquierda” que con el paso del tiempo se fue moderando.

A los tres los rebasó el caso Guerrero, el escándalo y la desaparición de 43 estudiantes; la protesta nacional e internacional por lo sucedido en Iguala los hizo dar marcha atrás a su pretensión de apuntalar el gobierno de Aguirre. En 72 horas dieron un giro de 180 grados, cedieron al clamor de que con urgencia solicitara licencia el mandatario estatal.

Sin duda, la “izquierda mexicana” tiene aroma priísta.

Con motivo de las festividades patrias les voy contar la historia de un mexicano que logró su independencia económica en medio de un clima de violencia intrafamiliar, ancestrales costumbres, temores y prejuicios.

Caso real, auténtico bolero, ahora convertido en abogado, egresado de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y empleado del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Hecho comprobado. Ajeno a la práctica de políticos, deportistas y estrellas del espectáculo que adaptan el cuento infantil de la cenicienta para presumir que tuvieron un origen humilde.

Recuerdo, por poner un ejemplo, que Ernesto Zedillo en su campaña como candidato a la presidencia de la República se atrevió a decir que había empezado su vida laboral como bolero. Nada convincente. Nunca le creí. La versión fue difundida y promovida por sus asesores en imagen. No se la tragó la sociedad.

La historia de Jorge Feria Hernández es verídica.

Originario de San Cristóbal Amoltepec, Oaxaca, de la región mixteca, la define como  “un sueño nunca soñado”.

Jamás imaginó la vida que ahora tiene. No quería estudiar. Le parecía suficiente con la primaria y ser bolero, como muchos de sus amigos y familiares de su pueblo. Por más que le insistían, su excusa era que debía contribuir al sostenimiento de su casa. Confiesa que tenía temor a los hombres de negro, a los vestidos de traje y corbata. Sus clientes de la boleada que buscaban la forma de convencerlo de regresar a la escuela.

Hoy tiene 30 años de edad pero cuando llegó por primera vez al Distrito Federal tenía apenas 12 años.

Boleó hasta el segundo semestre de su carrera en la Facultad de Derecho de la UNAM.

Ahora trabaja en el tribunal electoral federal.

Bromea:

“Si me despiden, ahí tengo mi cajón guardado”.

Es bajito de estatura. Trae un corte de cabello moderno, peinado hacia delante. Sus lentes reafirman un rostro serio. Es desenvuelto. Se expresa con facilidad y se apoya con sus manos para enfatizar.

Su primer día como bolero, a sus 12 años de edad, le reportó un ingreso de 49 pesos. Para conseguir esa cantidad le bastó la calle de Durango en la colonia Roma. La instrucción paterna fue que no caminara más allá y de esa manera asegurarse que no se perdiera.

Los 49 pesos, una fortuna comparado con lo diez pesos que le pagaban en su pueblo por trabajar en el campo, de sol a sombra.

Tuvo una infancia cruel, plagada de malos tratos. Su padre era violento cuando se excedía en la ingesta de alcohol. Le pegaba a los hijos y a la esposa. La conducta etílica era motivo de conflictos frecuentes y golpes repetidos. De nada servía el ruego de la familia para que dejara el vicio. Por el contrario, lo enfurecía y se desquitaba con el uso de la fuerza.

Sin embargo, no le guarda rencor y mucho menos lo odia. Lo extraña. Desde el 2004 no lo ha vuelto a ver. Salió de la casa como todos los días a trabajar, a limpiar calzado y ya no regresó. Está desaparecido.

-¿Se lo comió la ciudad de México?

-Algo así –contesta con desconsuelo.

Se lleva las manos al pecho, a su lado izquierdo.

-Mi corazón me dice que está vivo y que un día regresará a casa.

Su padre le enseñó a bolear, a caminar por las calles del Distrito Federal y buscar clientes. Había días que ganaba más de ciento cincuenta pesos. El destino parecía protegerlo. La suerte estaba de su lado.

Un policía que vigilaba el acceso de un edificio se convirtió en su cliente. El día que empezó a llover, justo cuando lo boleaba, el uniformado le permitió entrar a la recepción.

Y en la recepción tres empleados vestidos de traje le indicaron que subiera al quinto piso para que también les lustrara sus zapatos. Pasaron meses para que se percatara que se trataba de un edificio de la Secretaría de Gobernación y que ahí estaba la comisión negociadora de Chiapas, encabezada por Emilio Rabasa.

Emilio y sus colaboradores lo alentaban a regresar a la escuela. Jorge desconfiaba de ellos. Tenía miedo. Sospechaba que pretendían explotarlo. Dejó de ir tres meses a las oficinas, creyendo que al no verlos los haría desistir de esa convocatoria.

Por el contrario, siguió la insistencia.

-¿Qué te hizo aceptar?

-El día que me topé con Rabasa en el elevador. Su advertencia fue que si no iba a la escuela, dejaría de entrar al edificio. Significaría perder clientes, por lo menos diez boleadas diarias.

-¡Ups! –expresa ahora, como quizás nunca lo hubiera hecho de haberse quedado a vivir en su pueblo.

Cuando en la escuela para trabajadores le dijeron que requería la autorización de su padre o tutor para ser inscrito, creyó que ya la había librado. Sonreía. Estaba contento. Daba por hecho que su papá no le daría permiso. No quería y mucho menos era su ilusión estudiar.

Lo que no esperaba y sucedió fue que Emilio decidió firmar como su tutor para que asistiera a la escuela, a la secundaria.

Descubrió que era bueno para el estudio. Obtuvo diplomas por su ortografía y aprovechamiento en general. Acabo la secundaria con promedio de 9.5. Sus maestros estaban satisfechos de su esfuerzo. Emilio fue a su graduación.

-Me regaló un relojito.

-¿Y dónde está ese relojito?

-Lo perdí.

Entró a la preparatoria CCH y de ahí el pase directo a la UNAM, para estudiar la carrera de Derecho.

Por un momento supuso que tendría que seguir por su cuenta, sin el apoyo de su tutor que para entonces había dejado el servicio público y estaba dedicado a la academia. Se equivocó. El chofer de Emilio recibió instrucciones para buscarlo y darle los números telefónicos. Cada año le reportaba su avance escolar.

Culminó su carrera de abogado y al año siguiente se tituló.

No tiene la menor duda de que Emilio Rabasa, actual  embajador de México ante la OEA, ha sido y es su ángel

Jorge Feria Hernández trabaja en el equipo de la magistrada Maricarmen Alanis.

Ambos siempre le han dicho que nunca desconozca sus raíces. No ha perdido el contacto con su pueblo ni olvida su lengua materna. Habla mixteco y español. Está complacido de su ascenso y listo para aprovechar las oportunidades que el destino le ofrezca.

Es orgullo de su familia, de su mamá y tres hermanos. Atrás, muy atrás quedó ese niño que cursó la primaria en Oaxaca y fue parte de la banda musical de su pueblo. Hoy es la principal fuente de ingreso de su casa.

La plática había terminado.

-¿Cómo te vas a ir? –le pregunté.

-Traigo mi carro –contestó de inmediato.

Testimonio de su independencia económica.

Arturo Zárate Vite

 

 

Es licenciado en periodismo, egresado de la Escuela de Periodismo Carlos Septién García, con mención honorífica. Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal. Más de dos décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político. Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio. Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos. Es autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.

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