Intereses de la transparencia
Lo que hoy te voy a contar es una historia que revela lo que llevó a que por única vez se entregara el Premio Nacional de Transparencia en México, otorgado por la Secretaría de la Función Pública, Instituto Federal Electoral (ahora INE), Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio, en el 2005.
Me consta de primera mano el episodio porque me tocó recibir ese premio, consistente en un diploma y una flor. Recuerdo que después de recibirlo, un amigo preguntó de inmediato por el monto económico. Le dije que cero pesos, cero centavos, nada metálico.
Bromeó:
-Con razón es premio de transparencia, es transparente, no se le ve ningún billete, ninguna moneda.
Era lo que menos me importaba, para mi lo significativo estaba en haberlo ganado y recibido de cinco instituciones, en reconocimiento a mi trabajo periodístico en materia de transparencia.
Se consiguió por el hecho de haber logrado transparentar el sueldo de los dirigentes de los partidos políticos nacionales.
No fue sencillo, me ocupó más de un año. Quería saber lo que percibían porque el dinero con que se les pagaba salía de los partidos y los partidos eran financiados, hasta la fecha, con recursos públicos.
Eché mano de la ley federal de trasparencia, me topé con varias negativas y hasta con la respuesta de que esa información no se tenía o no estaba disponible.
Llevé el caso hasta la sala superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.
Hubo directivos de mi propio medio de comunicación que dudaban de que fuera a obtener la información. Incluso no faltó quien pretendiera desalentarme con el argumento de que haría el ridículo y que por lo mismo dejaría en ridículo a la empresa. La verdad, nunca pensé en desistir.
Seguí hasta que el TEPJF resolvió que el entonces Instituto Federal Electoral tenía que entregarme la información, la que tuviera. Se emitió lo que se llama “tesis relevante” de dicho tribunal.
Una historia, que por su trascendencia, porque obligaba a los partidos a transparentarse, se incluyó en un informe de la Relatoría para la Libertad de Expresión de la Organización de Estados Americanos (OEA).
Por su magnitud, por su importancia, por todo lo que representaba, por el esfuerzo realizado, fue lo que propuse al jurado calificador del Premio Nacional de Transparencia.
En el proceso de evaluación de ese jurado, no faltó quien pretendiera manipular el resultado, favorecer a determinada persona, que buscó ganar con el apoyo de relaciones e influencias.
Lo supe porque aun cuando no participó el Instituto Federal de Acceso a la Información Pública (IFAI), estaba al día de lo que se hacía y deliberaba el jurado. Un funcionario de la institución me llamó para decirme que mi trabajo era el mejor, pero
que había gente que presionaba para que el premio se le diera a otro. No me dio detalles de quien era ese otro ni de quienes presionaban.
Solo le comenté que era injusto, el colmo, que un premio de transparencia, se decidiera en lo oscurito, por intereses, por favoritismo.
Al final, gané, se impuso la justicia, la imparcialidad y la transparencia.
Desafortunadamente, las instituciones rompieron relaciones para ese propósito y nunca más volvieron a reunirse para otorgar el premio, solo tuvo una edición.
La planta que me dieron y que rebauticé como “transparencia” (tiene otro nombre), no ha dejado de florecer cada año, cada primavera.