Dentro de la propuesta de la reforma judicial hay un punto que tiene ganado el consenso, prácticamente de todas las corrientes políticas. Están de acuerdo con la creación del Tribunal de Disciplina Judicial que vendrá a sustituir lo que se llama Consejo de la Judicatura Federal, que ha incumplido su principal objetivo. Ha sido juez y parte a la hora de evaluar el trabajo de quienes se supone están dedicados a la impartición de justicia. No existe alguna sanción emblemática de parte de dicho órgano. Nada que se le parezca. Cuando en el poder legislativo se tocó por primera vez el tema de separar la presidencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación de la presidencia del Consejo de la Judicatura Federal, la mayoría de las voces coincidieron en que era necesario. Inexplicablemente se dejó pendiente el punto, quizás con la idea de que el propio poder judicial se auto depurara, empezará a limpiar vicios que le han dejado descrédito. La autocrítica no es lo suyo, como si los juzgadores fueran criaturas puras o vivieran en una nube, distanciados del pueblo. Seres perfectos que no se equivocan y mucho menos incurren en irregularidades. ¿Recuerdan que el CJF haya aplicado alguna sanción ejemplar? ¿Algún correctivo que haya llevado a muchos juzgadores a la reflexión para evitar en lo sucesivo cometer faltas? ¿Cuándo se ha sancionado a un ministro o ministra de la Corte? ¿Será que son sobrehumanos y no cometen errores? ¿Quién vigila lo que hace la Corte? ¿Si se equivocan, corrigen? Las preguntas se quedan sin respuestas. En sus participaciones en los Diálogos Nacionales, por ahí deberían empezar, nadie mejor que ellos y ellas saben de lo que adolece la institución, nada más que prefieren ocuparse en repeler lo que dan por hecho terminaría con sus prestaciones suntuosas y controvertibles. Tener acceso a un ministro o ministra, en la mayoría de los casos, no es derecho de mortales comunes. Es una ofensa que pregonen que están abiertos a escuchar y mantengan la puerta cerrada. Situación y trato diferente para potentados que también acuden a la Corte por justicia o para que se les proteja, cuando sus intereses económicos se ven afectados en materia fiscal o en otros procesos en los que se llegan a ver involucrados, por conflictos laborales o patrimoniales. ¿Qué tal cuando el ministro Juan Luis González Alcántara Carranca se niega a escuchar a gente que puede verse afectada por sus proyectos de resolución, al fin que nadie lo va a reprender? ¿Y qué sucede cuando se equivocan y emiten resolución por encima de una sentencia de inocencia irrevocable y que ha causado ejecutoria? También quedó para historia el episodio que hizo público Alejandro Armenta Mier cuando se desempeñaba como presidente de la mesa directiva del Senado y recibió mensajes vía WhatsApp de la ministra presidenta Norma Piña. El legislador los consideró intimidatorios y amenazantes. En un principio era difícil dar por hecho que los mensajes fueran de ella. Pesaba más la versión de que habían hackeado su teléfono. Terminó por reconocer que sí eran suyos, aunque no con la intención señalada por el senador, Definitivamente no era el método más sano para la comunicación entre representantes de dos poderes distintos. Por eso y más, hay consenso en crear el tribunal de disciplina.
Guste o no, Alejandro Moreno ya se adueñó del Partido Revolucionario Institucional y no se ve por ningún lado la fuerza que a nivel interno lo convenza de abandonar la dirigencia. Moreno Cárdenas es político hábil, de rápido aprendizaje, aunque demasiado impetuoso. No ha estado exento de cometer errores que, en algunos momentos, en términos boxísticos, lo han puesto contra las cuerdas. Desde joven en su natal Campeche se caracterizó por su hiperactividad, por su ambición de liderazgo y riqueza. Sabía cómo ganarse a los jóvenes y pronto llegó a la dirigencia juvenil de su partido. No ocultaba su afición por los autos deportivos y de lujo, que nadie sabía con certeza si los compraba, se los prestaban, regalaban o era el pago por ahuyentar a disidentes. Ha sido diputado, senador y gobernador. Supo acercarse y aprender de maestros de la política en su organización, que ahora desconoce y ha dejado atrás por completo. Los escuchó, nada más. Al final ignoró sus recomendaciones y del primero que se deshizo fue de Miguel Ángel Osorio Chong. Le quitó la coordinación de la bancada en el Senado. Conste que Osorio traía la experiencia de haber sido secretario de Gobernación. Alejandro se ha echado a la bolsa a nuevas generaciones. Jóvenes que no ocultan la camiseta roja ni el escudo de su partido. Están decididos a jugársela con Alito. Los tiene deslumbrados con su discurso, con su arrojo, poder económico y quisieran ser como él. Lo único que pierde de vista Alito es la importancia de la experiencia de los veteranos. El consejo de la senectud, apreciada por gobiernos de potencias mundiales. Alito los ha marginado, no quiere escucharlos y mucho menos atender peticiones de relevos democráticos. Dentro de ese contexto, al velar sobre todo por sus intereses particulares, hay personajes que puede llegar a extrañar y, en el mediano plazo, si no es que antes, le pueden hacer falta para reforzar el basamento discursivo, que cualquier organización política requiere. Así como en el PAN se desperdició uno de sus principales activos (Xóchitl Gálvez) por forzar su candidatura presidencial, en el caso del PRI poco o nada hizo Alejandro Moreno por darle su lugar a Beatriz Paredes, militante de toda la vida del tricolor, respetada por propios y extraños, que en el proceso interno demostró que de que está hecha. Probó que estaba mucho más preparada para la competencia presidencial que quien finalmente fue postulada por imposición de los cupulares. Beatriz se hizo a un lado, se desmarcó. No le hizo segunda a la candidata de la oposición, como querían los que simularon una elección interna democrática. Con la inteligencia que la distingue, consciente de que la dirigencia partidista no tiene espacios para la sabia senectud, hace planes para incorporarse a proyectos donde aprecien su capacidad. Una política como ella, no sólo en su país es reconocida, también en el plano internacional, en organismos que no dudan en sumar a gente que puede ayudar a impulsar proyectos de gran escala. Beatriz en ese sentido también se ha caracterizado por la discreción, no adelanta nada en tanto no tenga amarrados todos los hilos. Hay varias cartas y una de esas cartas tiene que ver con bloque geopolítico que apenas tiene una década de haber sido creado. Lo que es un hecho es que Beatriz no se va a someter ni jugará con las reglas de un líder que tiene perdida la brújula democrática.
Por lo visto la oposición no termina de aprender y no terminará. En vez de empezar ya acciones que la lleven a construir de verdad, auténtica, congruente y atractiva oferta para la elección presidencial de 2030, sigue ocupada en recriminaciones entre sus propias filas y dirigentes. Nadie se quiere hacer responsable de la derrota y mucho menos ofrecer disculpas por el fracaso. Lo más fácil, y no se lo merece, es echarle la culpa a Xóchitl Gálvez. Decir que fue una pésima candidata. Xóchitl le entró porque se lo rogaron o se lo exigieron, al ver que no tenían a nadie más para competir en la elección presidencial. Además, para ella no era meta en lo inmediato. Su plan, en primer lugar, era competir por la jefatura de gobierno en la Ciudad de México. Entendible que mirara hacia la jefatura capitalina, por su argumento de que necesitaba experiencia de gobierno, de administración en la ciudad más grande en población de nuestro país. Después iría por la presidencia. Al final, la convencieron. Una vez nominada, nadie de la oposición afirmó que fuera mala candidata. Por el contrario, le encontraron muchas virtudes y otras se las inventaron, nada más que el proceso interno para postularla no fue el más transparente e imparcial que habían ofrecido. ¿Se acuerdan que Alejandro Moreno, dirigente priísta, interrumpió el proceso para anunciar que las encuestas favorecían a Xóchitl? Lo hizo cuando crecía y crecía la figura de la senadora Beatriz Paredes. Había demostrado la tlaxcalteca en la contienda que era mejor aspirante, con un discurso estructurado y vanguardista. Había línea de que fuera Xóchitl y fue Xóchitl. Las consecuencias ya se conocen. Hoy la oposición solo la ve culpable a ella. Olvida el descrédito que tienen los partidos que la postularon, el arreglo en lo oscuro que hizo el panista Marko Cortés en Coahuila y la negativa reputación de Alejandro Moreno por su enriquecimiento y actuación como gobernador en Campeche. Las grabaciones de Alejandro exhibidas, sobre todo en las redes sociales, ahí siguen. Dejó testimonio que lo suyo es velar por sus intereses, al precio que sea, sin el menor remordimiento. ¿A poco ya se olvidó su afirmación de que “a los periodistas hay que matarlos de hambre? ¿Y cuando se fue por la libre en materia legislativa y rompió el pacto con los partidos aliados? Por si algo faltara, como si se lo merecieran, Alejandro y Marko se inscribieron en los primeros lugares de las listas plurinominales, para asegurar llegar por esa vía al Senado. A Jesús Zambrano nadie le niega su historia como luchador social. Desde que regresó al marco legal, porque fue guerrillero, se ha caracterizado por defender sus principios conforme a Derecho. Lo que no pudo evitar es que su partido no alcanzara el 3 por ciento de la votación nacional, necesario para la conservación del registro oficial otorgado por el INE. Con estos antecedentes de partidos y líderes es injusto culpar únicamente a Xóchitl de lo que sucedió el 2 de junio. De seguir en esa tesitura, la oposición, al menos la que apoyo a la oriunda de Hidalgo, estaría dando pasos a su extinción. Es lo que va a suceder si los dirigentes siguen en sus pleitos, intercambiando reproches, en vez de ocuparse en la construcción de una nueva alternativa, algo distinto, con caras nuevas para la elección presidencial de 2030.
Se supone que en México nadie puede ser juzgado dos veces por el mismo delito e imposible cuando el asunto ya ha sido declarado como “cosa juzgada” por la propia autoridad judicial. Este de un caso que debe de ser conocido en el mundo. Un testimonio de la degradación a que ha llegado el poder judicial en México y de ahí el clamor del pueblo por la reforma judicial. Vamos por partes. El diccionario de la Real Academia Española define “irrevocable” como algo que “no se puede revocar o anular. Cita como sinónimos “inapelable, definitivo, inexorable, decidido y resuelto”. Sería incorrecto generalizar y dar por hecho que por un solo caso que puede probarse, todo está echado a perder en el sistema de justicia. El colmo, la desgracia, es que en esta historia está involucrada, involuntaria o voluntariamente, la Primera Sala de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que el pasado 26 de junio del año en curso rechazó el amparo directo en revisión 246/2023 y dejó firme sentencia condenatoria contra periodista mexicano. Con fecha del 15 de diciembre de 2016 el Juzgado Primero de Distrito de Procesos Penales Federales en la Ciudad de México, emitió un acuerdo que en su párrafo esencial y concluyente sobre la causa penal 103/2012-II dice:
“En consecuencia, con sustento en la última parte párrafo primero del artículo 102 de la legislación procesal aplicable, se declara que dicho fallo es irrevocable y por ende, ha causado ejecutoria para los efectos legales a que haya lugar”. ¿Cuál es ese fallo? Dos declaraciones de inocencia a favor del periodista. La primera emitida por el citado juzgado primero. La segunda, la resolución del Quinto Tribunal Unitario en Materia Penal del Primer Circuito, que confirma la sentencia absolutoria. El acuerdo resume así: “Seguidamente de una lectura del fallo citado en primer término, se desprende que la autoridad de alzada resolvió:
ÚNICO. Se deja firme la sentencia absolutoria de 13 de septiembre de 2016 dictada por el Juzgado Primero de Distrito de Procesos Penales Federales en la Ciudad de México en los autos de la causa penal 103/2012 que absolvió a…..(no citamos el nombre en acatamiento a la ley de protección de datos personales), del delito de hostigamiento sexual , previsto y sancionado en el artículo 259 Bis del Código Penal Federal y abuso sexual, previsto y sancionado en el artículo 260 del Código Penal Federal, con la agravante prevista en el numeral 266 Bi, fracción III de dicho ordenamiento legal, por lo motivos expresados en el último considerando de esta sentencia”. ¡Inocente! ¿Y qué pasó después? El proceso penal fue reabierto por el Séptimo Tribunal Colegiado en Materia Penal del Primer Circuito de la Ciudad de México. De manera irregular el magistrado Jorge Fermín Rivera (se jubiló dos semanas después de su resolutivo) lo reabrió y el proceso se revirtió en contra del periodista. El afectado se defendió a base de amparos y después de 11 años el asunto llegó a la Suprema Corte de Justicia de la Nación. La Primera Sala de la Corte aprobó por mayoría el proyecto de resolución elaborado por el ministro Juan Luis González Alcántara Carrancá que rechazó el recurso de revisión del periodista. Todo hace suponer que los ministros Alcántara Carrancá, Jorge Mario Pardo Rebolledo, Loretta Ortiz y Margarita Ríos Farjat no entraron al fondo del asunto. El ministro Alfredo Gutiérrez Ortiz Mena votó en contra de lo aprobado por sus compañeros.