El valor de la lealtad

Sociedad
Typography

La lealtad es un valor que parece perdido en estos tiempos, aunque todavía hay personajes de la vida pública que se significan por ese comportamiento.

Por supuesto que no me voy a referir al ámbito de la política, donde hay que utilizar la lupa para encontrarlos.

Esta vez te contaré la historia de Jorge Alberto Aguilera. Quizás el nombre no te diga nada, aun cuando su imagen se ha visto en la televisión cada domingo, en el canal de las estrellas, por más de tres décadas. A lo mejor lo ubicas si te recuerdo que ha acompañado todo ese tiempo a Xavier López “Chabelo”.

La figura indiscutible ha sido “Chabelo”, así quedará para la historia del espectáculo en México. Jorge Alberto ha sido discreto en su desempeño, medido y sin pretender competir con el niño “eterno”, sea dicho con todo respeto este calificativo para Xavier y en reconocimiento a su permanencia en el ánimo de más de una generación de infantes.

Jorge Alberto ha sido leal, confiable con su jefe y seguro amigo, siempre al lado o atrás, nunca con la intención de quitarle reflectores. De otra manera no se entendería su duración en el programa. Llegó hasta el cierre del ciclo “En Familia con Chabelo”, con la misma actitud.

Lo conocí cuando coincidimos en Radio Mil, él era locutor y yo reportero. La empresa entonces tenía sus instalaciones en la avenida Insurgentes, número 1870, la llamada zona azul y oro.

Cada vez que nos encontrábamos, no pasaba del saludo de compañeros de trabajo, él en su cabina de la estación 590, “La Pantera”, y yo en la redacción de noticias. Discreto y dedicado a lo suyo, metódico. Cumplía su horario de locución para un auditorio juvenil, se despedía y se retiraba. Algunas veces lo llegué a ver cotorrear con Jaime Kurt, actual locutor de la televisión comercial, nada más.

Solo una vez tuve oportunidad de platicar con Jorge. Ya sabía que trabajaba en el programa de “Chabelo”. Me interesó saber más de su actividad en la televisión y lo que le pagaban. Entonces su participación era con voz  en off. Los que aparecían a cuadro eran “Chabelo” y el Mago Frank. A la salida del mago, se incrementó su actuación y no la desaprovechó.

Estaba en espera de su transporte en Insurgentes. En ese entonces ni idea de que se fuera a construir un Metrobús. El camión se tomaba su tiempo. Por lo menos conversamos 20 minutos. Tranquilo, sin aspavientos, habló de su participación en la televisión. Por cuatro domingos con “Chabelo”, su ingreso era superior al que recibía en Radio Mil.

Ningún gesto de arrogancia, sencillo, cordial. Estaba satisfecho con lo que hacía. La radio y la televisión se complementaban en su agenda. Su lenguaje positivo, ninguna observación negativa para las empresas o jefes con los que laboraba. Agradecido con la vida, hijo de locutor (Ramiro Aguilera Martínez).

Obvio que nunca imaginó el tiempo que trabajaría con “Chabelo”.

La clave es que ha sabido hacer su trabajo; pero sobre todo, ser leal.

Arturo Zárate Vite

 

 

Maestro en Periodismo Político por la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Titulado con mención honorífica.

Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal.

Más de cuatro décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político.

Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio.

Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

Autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.