Es una historia de amor del pintor y jazzista Joao Quiroz quien a la clausura de su exposición “Miss alucinaciones” llegó acompañado de su novia Valeria, los dos sonrientes.
Cuentan su historia, la primera vez que se vieron, el flechazo que ahora los tiene embelesados, el punto de atracción.
Joao la conquistó con su arte, con sus pinturas. Ella se quedó sin habla cuando descubrió lo que hacía quien se convertiría en su pareja.
Una historia de amor envuelta en arte.
A la espera del acto de clausura, en torno a una mesa de la popular Pulquería Insurgentes, en el intercambio de experiencias con el coordinador cultural del lugar, Carlos Martínez Rentería, hubo risas, expresiones de admiración, anécdotas personales, una cerveza para el pintor,
algo más fuerte para la musa, bebida similar para el anfitrión y un curado de guayaba para el periodista.
Valeria se ha convertido en inspiración del artista y la inmortalizó en el lienzo, con el pecho descubierto.
Desinhibidos, sin reservas para expresar su amor en público, se entusiasman con su historia, varios de los cuadros sirven para acompañar el relato.
-¿Y esa botella que significa?- pregunta Carlos al señalar uno de los cuadros que la tiene pintada.
-Es una poción… veneno- dice Joao.
Valeria prefiere describirlo como un elíxir de amor.
-Es lo que me dio a beber-comenta para explicar con humor la pasión que tiene por su artista.
Le pregunto a Joao por el desnudo y ella lo corta para pedir que primero hable del cuervo que está pintado en otro cuadro.
Carlos alcanza a decir que ve una mirada pícara en la pintura en la que aparece la mujer.
Se impone la cronología que exige la musa.
Primero fue la poción.
Siguió el cuervo, porque el primer apellido de ella es Cuervo, un pájaro de plumaje negro que contrasta con su figura.
Lo importante para Valeria es que esa ave en la tela también nace por ella.
El arte tríptico del amor tiene su clímax con la figura humana femenina, sin vestimenta alguna, con esa mirada y la mano derecha sobre su boca que parecen reservarse pensamientos.
Ansiosa por terminar la historia, recuerda que Joao Quiroz la pintó cuando los dos escuchaban, porque ella lo decidió así, la música del popular cantante inglés, ya extinto, David Bowie.
Joao Quiroz es un pintor singular, joven, nómada, que no le gusta echar raíces en ningún sitio, ciudad o país. La estabilidad para vivir no es lo suyo, prefiere recorrer el mundo.
Pinta lo que le nace, por eso es polifacético, por eso tiene obra sacra, bodegones y hasta desnudos.
No pinta por consigna o por tener un sello rutinario. Crítica a quienes son monotemáticos, para él no son otra cosa que unos holgazanes que se conforman con pintar lo mismo, por comodidad y por negocio.
El atiende las iniciativas de su mente y las plasma, lo que le inspira el entorno, sin importar el tema, de manera libre, sin imposiciones.
La música de jazz lo atrae, compone, pero nada como pintar.
Para la musa, Joao Quiroz es un “chingón”.
Joao, el desnudo y el cuervo
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