El proceso electoral ya quedó atrás para los estadounidenses. No hay nadie que esté pensando en impugnarlo o en quejarse de que le ganaron la contienda de manera irregular.
Ahora los ocupa y preocupa lo que se hará para reforzar su economía y mantener a su país como una potencia en todos los sentidos. También cómo mejorar su relación con sus vecinos del sur.
No es casual que entre sus primeras acciones Barack Obama haya convenido en reunirse con Enrique Peña Nieto, presidente electo de México, el próximo martes 27 de noviembre. Es un gesto que reconoce la importancia de la vecindad, una frontera compartida de más de tres mil kilómetros.
Lo que menos se desea es estar peleado con el vecino. La buena relación beneficia a las dos partes. La cooperación, el trabajo coordinado es lo que se espera para atender problemas que están en su misma agenda.
Tienen que ayudarse, comprenderse, aunque uno sea más grande que el otro, porque al final se necesitan. No pueden ni deben estar distanciados cuando hay temas que reclaman colaboración.
Obama lo sabe. Por eso su mirada y atención hacia su vecino después de conseguir un segundo período de gobierno.
Es cierto que para él y sus connacionales la seguridad es fundamental, pero también le queda claro que está pendiente la reforma migratoria, que respete y reconozca la aportación de quienes van a trabajar al suelo estadounidense. Otro tema es el combate al narcotráfico, que en México ha cobrado miles de vidas.
Hay a la vista interés por avanzar en la cooperación bilateral, demostrar que este tipo de encuentros no son únicamente de cortesía. De otra manera Obama dejaría para fecha indeterminada la reunión.
Además, el interés no únicamente es de los Estados Unidos. El primer ministro de Canadá, Stephen Harper recibirá al día siguiente, el miércoles 28, a Enrique Peña Nieto.
EPN y Obama
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