Lealtad de militancia priísta

Política
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Cuando el PRI perdió la presidencia de la República en el 2000 se llegó a pensar que estaba cerca su fin, porque ya no tendría el tradicional líder que desde la residencia oficial de Los Pinos guiaba los pasos del partido en el poder.
¿Ahora quién va a mandar y organizar la elección del próximo candidato presidencial? ¿Qué va a pasar con los gobernadores de extracción priísta y cómo se van a coordinar? ¿Qué va a suceder con las dirigencias estatales y los órganos de dirección nacional del propio partido?
Existía temor de una desbandada militante al ver el fracaso de la cúpula partidista, miedo hasta de perder el registro.
Nada de eso sucedió, encontró la forma de sobrevivir y recobró el poder presidencial en 12 años. Supo reorganizarse, elegir candidato y aprovechar errores del grupo gobernante en turno.
Lo que no midieron sus líderes es que, si volvían con los mismos vicios, la sociedad no los perdonaría. Sufrieron la peor derrota de su historia en el 2018. Se hicieron chiquitos y la tendencia no ha parado. Menos diputados, menos senadores, menos alcaldes. Cada vez menos gubernaturas y en el 2023 podrían quedarse sin ninguna, porque no han podido ofrecer nueva opción o nueva cara, persisten los defectos.
El deterioro se ha acentuado con escándalos de Alejandro Moreno Cárdenas “Alito”, exhibido por audios difundidos por la gobernadora campechana Layda Sansores (Morena), hija de Carlos Sansores Pérez (QEPD) quien también fuera gobernador y presidente del PRI.
Hay quien cree que ”Alito” puede poner en riesgo la triada partidista. Lo más probable es que se mantenga la alianza, porque tampoco los otros dos partidos (PAN-PRD) se caracterizan por cuadros perfectos.
Contra todo pronóstico fatalista, que anticipa su muerte o que lo ve agónico, existe un hecho irrefutable, su militancia. Puede ser, como lo ha revelado Francisco Labastida Ochoa, que muchos prefirieron votar por la opción que ahora gobierna cuando vieron que su partido había postulado a José Antonio Meade, distanciado de las bases y del priísmo en general. De cualquier manera, en 2018, el partido, solo, sin los votos de los aliados, sumó siete millones 677 mil 180 sufragios (13.56 %). Lejos de correr el riesgo de perder el registro.
Los partidos aliados aportaron apenas alrededor de 2 millones de votos más, para superar los nueve. La mayoría habían sido votos de militantes y simpatizantes priístas leales.
Ese llamado también “voto duro” no se va ir de la organización tricolor porque sigue creyendo en sus postulados y espera que tarde o temprano, las riendas del partido sean tomadas por perfiles dispuestos a servir y no servirse, que los hay, como en todo instituto político.
La lealtad de esa militancia ha pasado todas las pruebas, sinsabores y desatinos de sus líderes. Merece tener un mejor partido, más competitivo, no supeditado a una tríada.
Es militancia que ha demostrado que representa la columna vertebral, con la fuerza necesaria para evitar que el PRI muera de inanición. Ahí va a seguir, aunque se pierdan todas las gubernaturas.
Cuando la cúpula harte y agote la paciencia de las bases, entonces sí, díganle adiós al tricolor.

Arturo Zárate Vite

 

 

Maestro en Periodismo Político por la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Titulado con mención honorífica.

Se ha desempeñado en diversos medios, entre ellos, La Opinión (Poza Rica, Veracruz) Radio Mil, Canal 13, El Nacional, La Afición y el Universal.

Más de cuatro décadas de experiencia, especializado en la información y análisis político.

Ejerce el periodismo desde los 16 años de edad.

Premio Nacional de Transparencia otorgado por la Secretaría de la Función Pública, IFE, Consejo de la Comunicación, Consejo Ciudadano por la Transparencia e Instituto Mexicano de la Radio.

Su recurso para la protección de los derechos políticos electorales del ciudadano logra tesis relevante en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, con el fin de conocer los sueldos de los dirigentes nacionales de los partidos.

Además, ha sido asesor de la Dirección General del Canal Judicial de la Suprema Corte de Justicia de la Nación y Coordinador General de Comunicación y Proyectos de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos.

Autor del libro ¿Por qué se enredó la elección de 2006, editado por Miguel Ángel Porrúa.