A ver ¿quién escupe primero? ¿Quién rebasa la raya?, pintada en el suelo por uno de los compañeros azuzadores. Y si ninguno de los dos fajadores escupía ni rebasaba la raya, ahí estaban los interesados en ver pelea gratis, sin medir consecuencias, para empujar el uno contra el otro. Pleito seguro. Tiempos de escuela primaria. Pleito de chamacos.
Recuerdo que no estuve exento de vivir una experiencia de ese tipo, en tercer año de primaria. Desde el salón empezaban a calentar el ambiente los azuzadores, con cualquier pretexto. Inventaban historias, sembraban odio e imponían la discordia. Alentaban a que las diferencias tenían que resolverse a la salida de la escuela. La pelea era ineludible. Tuvieras o no ánimo de entrarle a las trompadas. Los mismos que se decían amigos, lo provocaban.
No faltaba el grandulón que se encargaba de la organización. Divertido de ver pelear a sus compañeros. No existía ninguna justificación para darse de golpes. Calentaban el ambiente, por nada.
A pesar de mi resistencia, mía y del inventado adversario, con los empujones se desató el pleito. Moquete tras moquete, hasta que uno de los dos era vencido. El fluido de sangre por la nariz asustaba. Declaré que no seguiría más en el pleito y el pleito acababa. No había vencedor ni vencido. Supongo que simpatizaba al grandulón porque intervino para pegarle a mi contrincante y con unos cuantos golpes lo haría llorar.
Pelear por pelear, los pleitos de escuela, propiciados por azuzadores.
La política tiene su variable. En estos tiempos de competencia, en la disputa por la presidencia de la República, cuando reviven el dicho de que en la política y en el amor todo se vale, lo que ya no puede ni debe ser parte de la práctica, la sociedad es testigo de la podredumbre de competidores.
Lo que sea por desacreditar al de enfrente, con mentiras o verdades, no importa. El honor y el respeto se pisotean. A diferencia de la escuela donde no había un objetivo y el pleito era por satisfacer a unos cuantos desubicados, en este caso la meta es llegar a la silla presidencial, a la residencia oficial de Los Pinos. Hay reglas que a veces en la ambición desbordada se pasan por alto. Calientan el ambiente político. Alcanzan la incandescencia. El precio es mucho más caro. Lo hemos visto en México y en el mundo.
Riesgos mayores. En México el caso más reciente en la disputa por la presidencia de la República fue en 1994, cuando le quitaron la vida a Luis Donaldo Colosio en un acto de campaña en Tijuana. El ambiente político se calentó y surgió la escena indeseable.
Es evidente que el ambiente político se ha calentado y es urgente que el árbitro electoral empiece a sacar tarjetas, al menos la amarilla, antes de que pierda el control del juego.
Calentamiento político mexicano
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